Las notas del Vals No. 2 de Dimitri Shostakovich sonaban en el salón de baile del Palacio de Fredersbong en Copenhague. Muchas parejas se deslizaban sobre el damero de baldosas blancas y negras que es el suelo de la imponente sala de la residencia oficial de la Reina Margarita de Dinamarca. Pero para una de ellas, esos compases a ritmo tres por cuatro eran también los de una reconciliación tras un tremendo enfado del que pocos eran conocedores. Estamos en el 14 de mayo de 2004 y Federico de Dinamarca acaba de darse el "sí, quiero" con la australiana Mary Donaldson, Felipe y Letizia bailan tras un fin de semana completamente inolvidable para todos.
Han pasado 17 años de la que fue la presentación de la Reina Letizia ante la realeza europea, una cita que tuvo lugar una semana antes de convertirse en Princesa de Asturias en la Catedral de la Almudena de Madrid. No era una desconocida, claro. Algunos de los invitados a la boda danesa la conocieron y saludaron en la capital española durante el funeral de Estado que se celebró en el mismo lugar donde iba a tener lugar su boda, el 24 de marzo de ese año, trece días después de los trágicos atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004.
En Copenhague fue un día lleno de nervios para todos. La experiodista vivió una auténtica montaña rusa de sentimientos en aquellos dos días de festejos que supusieron para ella su debut ante los reyes, reinas, príncipes y princesas con más historia de toda Europa. Un escrutinio del que salió airosa (por no decir con nota) gracias a un vestido rojo creado por el modista Lorenzo Caprille, más dos broches de rubíes de las joyas de la Corona, con la ayuda de una persona a la que con el tiempo terminó dando la espalda, su suegra, la Reina Sofía, quien no le soltó la mano durante todo el fin de semana en la capital danesa.
Aquellos primeros años del nuevo siglo estuvieron llenos de citas en las agendas de las familias reales. Los herederos a los tronos de las principales casas europeas llegaban a una edad en la que casarse parecía una cita obligatoria. Los primeros fueron Haakon de Noruega y su polémica novia, Mette Marit, que luego como ha resultado con Letizia, no ha sido tan mala para la Corona Noruega.
En aquel enlace en Oslo el 25 de agosto de 2001 el Príncipe Felipe aprovechó para presentarle a todo el mundo, incluida su madre, la Reina Sofía, a la chica noruega de la que en aquel momento estaba profundamente enamorado. Hablamos de Eva Sannum. La modelo escandalizó a medio país con un vestido azul pavo real con la espalda al aire. Luego, cosas mucho más escandalosas (estilísticamente hablando) llegarían de mano de nuestra actual Reina, pero la España de entonces no estaba preparada para aquel escote trasero. 17 años después, la ex novia del actual Monarca ha recordado aquellos días de su noviazgo con el heredero al trono español como una vida llena de limitaciones. "Fue agotador, me alegro mucho de no haber llegado a ser Reina de España. Cuando conocí en aquella boda a la reina Sofía me pareció una persona educada y amable, pero fue bastante distante conmigo", explicó hace unas semanas en Aftenposten, una revista muy famosa en su país.
Los siguientes en pasar por el altar fueron Guillermo de Holanda y la argentina Máxima Zorreguieta, en febrero de 2002. Por lo tanto, a nadie sorprendió que la fecha del enlace de Federico y Mary de Dinamarca casi coincidiera con el de los futuros Príncipes de Asturias. "Fue una cosa que nos estresó un poco. En pleno montaje de la boda de Madrid tener que preparar un viaje de casi todos (el único que no acudió al enlace en Copenghague fue Juan Carlos) a Dinamarca fue una cosa muy complicada. Fueron semanas de locura para todos. Recuerdo ver a la actual Reina de los nervios, por no decir casi histérica, por todo lo que se le venía encima. Aunque creo que el debut danés le vino de perlas para enamorar con aquel vestido a todos los españoles que la iban a aceptar una semana después. En Zarzuela se dudó mucho acerca de la conveniencia de si Letizia debía ir a ese viaje o no. Estuvo a punto de no hacerlo, pero sin duda, fue todo un acierto", recuerda una persona que trabajaba en Casa en aquellos primeros años de la actual Reina en El Pardo.
Pero aquel fin de semana en Dinamarca pasaron más cosas de las que se publicaron hace 17 años. Pequeños detalles y anécdotas pero que luego pasaron a ser problemas reales dentro de la Familia Real de entonces.
La verdadera guerra
Aunque la relación entre la actual Reina y sus cuñadas nunca ha sido un cuento de Princesas e Infantas, aquellos días fue cuando empezó la verdadera guerra. La hija mayor de Juan Carlos y Sofía; la Infanta Elena, acudió a la boda de Federico y Mary acompañada del que todavía era su marido, Jaime de Marichalar. Vestida con un impresionante diseño de Christian Lacroix (elegido por su ex que era su mejor estilista), compuesto por un vestido de flores bordadas en el bajo y un abrigo de línea globo en color fucsia y rojo, la Infanta Elena pensó que ella iba a ser el centro de todas las miradas.
Pero no contaba con la poderosa arma que llevaba Letizia en la maleta: un vestido rojo fuego (su color) que marcó la diferencia con sus mangas transparentes. La todavía prometida del príncipe Felipe dejó a todos sin palabras con una creación de gala de Lorenzo Caprile que presentaba un juego de drapeados en el escote y en la espalda.
Confeccionado en crepé de seda y tul de seda natural, materiales que por expreso deseo de la periodista eran españoles y procedían de la firma madrileña José María Ruiz. Pero lo que peor sentó a la hermana mayor del Rey fueron los pendientes de brillantes y rubíes y los broches Art Decó que le cedió Sofía para la ocasión. Ni la increíble tiara Helena que llevó ella pudieron eclipsar a la que se iba a convertir en su cuñada en una semana y su increíble debut.
Tampoco se acercó, ni de lejos, el sencillo diseño de Jesús del Pozo, que llevó la Infanta Cristina. Ambas hermanas acusaron a la debutante de haber querido llamar la atención en exceso cuando no era más que la prometida de su hermano. "No se acercaron a ella en toda la fiesta de la boda. Letizia no entendía nada. Antes tampoco es que la hubieran acogido con los brazos abiertos, pero de aquel viaje volvió impresionada por el maltrato recibido de las que iban a ser sus cuñadas en una semana", cuenta una amiga muy cercana a la actual Reina.
La actitud de su suegra fue todo lo contrario. Por aquel entonces, estamos hablando hace 17 años: la relación de Sofía con la novia de su hijo era fluida y cuando Letizia dijo en su pedida de mano que tenía en la que entonces era Reina a su mejor maestra, lo decía de verdad. Eran otros tiempos. Fue la Emérita la que al ver la prueba del vestido de Caprile en Zarzuela, unos días antes de partir hacia Dinamarca, propuso al modista y a la periodista las joyas que iba a lucir el día de la boda, unos pendientes de rubíes y brillantes y los broches Art Decó, de su joyero personal. Fueron lo mejor de todo el look de la que se iba a convertir en princesa en breve.
Ya en suelo danés, en la cena que el viernes 13 de mayo ofrecieron Federico y Mary a los 800 invitados, Sofía cogió de la mano a su futura nuera y le fue presentando a todos los royals europeos que todavía no la conocían. La Emérita les contaba a todos que Letizia era una periodista muy famosa en España y lo super enamorados que estaba la pareja.
Aunque lo cierto es que la cara de la prometida del Príncipe de Asturias no mostraba mucho entusiasmo. ¿La razón? Unas horas antes de salir del hotel, los novios habían tenido una fuerte discusión. "Ella estaba nerviosísima y él no supo gestionar lo importante que era ese fin de semana para la imagen de Letizia. Fue su primera gran prueba, aunque si le preguntas a ella te dirá que la primera fue el Funeral de Estado por las víctimas del 11M en la Catedral de la Almudena. En Copenhague tuvieron una bronca brutal antes de salir hacia la cena previa de la boda y no se arreglaron hasta la fiesta de después del enlace. La actual Reina tuvo que tomarse una pastilla para los nervios y Felipe empezar a tener en cuenta que la que iba a ser su mujer necesitaba un tiempo para acostumbrarse a tomar el té con la Reina Margarita de Dinamarca y sentirse cómoda como lo estaba él", cuenta la misma fuente.
Joyas desaparecidas
Unos meses más tarde, se conoció la noticia de que Federico de Dinamarca había perdido su anillo de casado el mismo día de la boda, durante la fiesta posterior. Finalmente, un empleado del palacio de Fredersbong dio con él. Lo que pocos saben es que esa no fue la única joya que desapareció esa jornada, aunque también de forma momentánea. Todo ocurrió en la habitación del hotel en el que se alojaba la comitiva de la familia real española.
Pocos minutos antes de salir hacia el enlace en la Catedral de Copenhague, cuando Letizia estaba recibiendo los últimos retoques de su peluquera y amiga Luz Valero, que le había hecho un espectacular peinado con ondas perfecto para la ocasión, llegó el momento de colocar las joyas elegidas. Los que estaban en la habitación de la todavía prometida del príncipe Felipe se llevaron un gran susto al darse cuenta de que no encontraban los pendientes. Después de un rato de búsqueda, la doncella de la Reina recordó que no los había subido de la caja fuerte del hotel donde se guardan las joyas con semejante valor en cualquiera de los viajes, y fue a buscarlos a toda velocidad.
De aquella boda también salieron fuertes alianzas para Letizia. En aquella cena preboda le presentaron a Máxima Zorreguieta, la actual reina de Los Países Bajos. Entre la argentina y la asturiana surgió la amistad casi de forma inmediata. El idioma (hay que recordar que por aquellas fechas, nuestra Reina no dominaba el inglés como lo hace ahora) y un carácter parecido, hicieron que aquel fin de semana se sembraran las semillas de una amistad que todavía hoy sigue floreciendo, hasta el punto de que cuando la esposa habla de los soberanos holandeses los llama, Willy y Max.
En este mes de mayo se cumplen 17 años de aquel fin de semana en Dinamarca que supuso un antes y un después en la vida de nuestra actual reina. Fue allí cuando en realidad se dio cuenta de lo que le esperaba en su nueva vida, ese destino que le estaba esperando una semana después, bajo la lluvia, en la Catedral de la Almudena de Madrid.