Estamos a menos de un mes para que empiece —oficialmente— el verano en España. Pese a ello, en varios puntos de todo el país las temperaturas ya son prácticamente estivales, lo que provoca que los consumidores busquen comidas frías como ensaladas, gazpachos o salmorejos. Y, cómo no, que se vuelvan locos por el helado, uno de los productos reyes del estío. Así lo reflejan los últimos datos de consumo de helados del Ministerio de Alimentación, Pesca y Alimentación, que indican que “en promedio, cada individuo consumió la cantidad de 1,14 kilos de helados y granizados fuera de casa durante el año 2019”, el último año con datos consolidados.
Por ello, y aprovechando que llega el buen tiempo y que el sol va apretando cada vez más, EL ESPAÑOL ha querido salir a la calle en busca de los helados más vendidos por cinco de las heladerías más populares de Madrid —y con más seguidores en Instagram—. Entre ellas, se encuentran las más tradicionales —y artesanales— como Kalúa, Palazzo o Mistura. O también, otros establecimientos que ofrecen conceptos más modernos y originales como N2 Lab o La Pecera. En cada establecimiento, eso sí, hemos solicitado a sus vendedores que nos den el helado con más ventas para poder deleitarnos con estos dulces fríos y poderles ayudar a decir.
En cada heladería, asimismo, este diario ha pagado entre 2,90 y 4,70 euros por degustar los diferentes productos y sabores. El más variopinto y, sin duda, el más sorprendente de los probados —en nuestra modesta opinión—, ha sido el helado de pistacho que vende la cadena Mistura. Sin embargo, ha habido otros sabores insólitos como el de avellana de la cadena Palazzo o el de Red Velvet de la heladería artesanal Kalúa. Pero vayamos poco a poco. A continuación, este diario le explica la información de cada heladería y sus productos.
Kalúa
La primera parada de la ruta heladera por la capital que ha realizado este diario nos ha llevado a la heladería artesanal Kalúa. Esta cadena de origen argentino y nacida en 1982 tiene siete heladerías en España, pero los madrileños la conocen por la ya famosa tienda que tiene en el número 131 de la calle Fuencarral (hay otra en el número 149). Los helados que se venden en este obrador son 100% artesanales y de elaboración diaria.
Y como no sabemos cuál de los 40 sabores que comercian es el que hay que probar, pedimos ayuda a una trabajadora, ataviada con una camiseta blanca corporativa y un gorro, un delantal y una mascarilla de color gris. “¿Cuál es el sabor qué más se vende o que sea propio de Kalúa?”, preguntamos. “Uno que se está vendiendo mucho es el de Red Velvet, por ejemplo, y otro que es propio de esta heladería es el de Mascarpone con dulce de leche”, explica la vendedora.
—Pónganos una tarrina pequeña con una bola de cada, por favor.
—Está bien. Son 2,90 euros.
Tras pagar, nos sentamos a degustar esta curiosa mezcla. La tarrina es transparente por lo que se diferencian a la perfección los helados a través del plástico. En la presentación, los han coronado con una galleta de barquillo de unos 6 centímetros de diámetro que dice Kalúa, helado artesanal. Cuchara en mano, procedemos a hincarle el diente con altas expectativas.
Y las cumplen. El helado de Red Velvet está muy rico porque en la crema vienen trozos del tradicional bizcocho rojo que no tienen un punto de azúcar alto, lo que provoca que no sea empalagoso. El de Mascarpone con dulce de leche, sin embargo, nos ha gustado algo menos porque tenía elevado el azúcar para nuestro gusto, algo causado por el dulce de leche. Pese a ello, en ningún caso es desagradable, pero no es apto para personas diabéticas.
Otro que también triunfa mucho, según la dependienta de Kalúa, “es el Kinder Bueno”. Pese a todo, el obrador tiene cualquier sabor como, por ejemplo, de Cheesecake o Milhoja. Pero también están los tradicionales de chocolate o vainilla. Todos ellos se pueden pedir en tarrinas, cuyos precios van desde los 2,90 hasta los 6,5 euros —en función del tamaño— o en conos que pueden costar 3,10 o 4,10 euros.
Palazzo
Tras concluir nuestra primera parada, continuamos caminando por la madrileña calle de Fuencarral con dirección a la heladería artesanal italiana Palazzo, situada en el número 9 de la calle Luchana. Hemos ido a ésta por proximidad, porque, en realidad, esta cadena “con más de 50 años siendo referencia en helados en Madrid” tiene hasta 13 establecimientos regados por toda la Comunidad de Madrid, en especial por la capital.
A la que vamos nos atiende una mujer de mediana edad con el pelo corto. Y, como hemos hecho en la tienda anterior, pedimos que nos aconseje y nos diga qué sabores son los que más triunfan en esa tienda de Palazzo. “Los que están en medio: avellana, turrón, pistacho, leche merengada y, por supuesto, chocolate”, responde la vendedora.
Tras dudar, nos decantamos por una tarrina con dos bolas de helado de avellana y de leche merengada que nos sale a 3 euros. Llegaba el momento de experimentar las delicias de este helado artesanal. Tras probarlas, EL ESPAÑOL opina que el helado de avellana es maravilloso por dos razones. Por un lado, el azúcar que contiene es muy bajo por lo que permite saborear bien el fruto seco que es la base del helado y, por otro lado, aún contiene pequeñas trazas —no desagradables— en el interior de la crema que denotan que el producto se ha hecho de manera artesanal. Eso sí, este helado, claramente, no sería apto para los alérgicos a los frutos secos.
El de leche merengada también está bien, pero nos sorprende menos. No tiene ningún tipo de sabor disruptivo y, quizá, es demasiado dulce. Como punto positivo, en Palazzo espolvorean canela sobre este helado, lo que le da un toque muy agradable. Los precios de las tarrinas en este lugar oscilan entre los 2,50 y los 4 euros, aproximadamente.
Mistura
Desde que naciera en 2013, Mistura, una cadena de heladerías artesanales, se ha colado en todos los rankings de mejores heladerías de Madrid. Por ello, queremos también experimentar en primera persona por qué tienen tanto éxito. Y el primer punto positivo que hallamos es que los helados se elaboran “uno a uno en lotes de 20 litros”, según explica la empresa. Esto es algo positivo porque da valor añadido al producto artesano al permitirles cuidar el resultado de cada helado en pequeñas dosis.
Este diario, en la siguiente parada, acude a la heladería Mistura del número 5 de la calle Augusto Figueroa, en el madrileño barrio de Malasaña. Pero si el consumidor quiere probar lo que se vende aquí, puede acudir a las otras cinco tiendas de la cadena que hay en la capital o a la que ha abierto en el municipio de Las Rozas de Madrid.
En este caso, quien nos atiende es un chico joven vestido con un delantal de color marrón. Cuando le preguntamos cuál es el helado que más vende Mistura, el vendedor no duda: “Los que más triunfan son los de pistacho y avellanas”. No se diga más. Pedimos una tarrina con una bola de cada tipo que cuesta 3,95 euros. Pese a que es un euro más caro que los anteriores, es cierto que en el precio incluye dos toppings con los que se puede complementar el helado.
Elegimos chocolate puro y fresas. Acto seguido, el heladero coloca cada bola en una tabla y las aplasta. No entendemos por qué. Luego observamos que en cada disco resultante tras aplanar el helado pone los toppings para partirlos junto a la crema. Lo hace con habilidad para que queden bien mezclados para, ahora sí, envasar a la perfección el helado en la tarrina.
Cuando los probamos, nos sorprende gratamente el helado de pistacho. Es perfecto porque el leve punto dulce que tiene no oculta el sabor al fruto seco. Mistura ha conseguido, con este helado, una receta muy equilibrada. No obstante, con el de avellana hemos estado menos contentos porque, en este caso, el azúcar sí ha eclipsado el sabor de la avellana. Quizá haya sido así porque el topping añadido había sido fresa fresca, lo que le ha podido aumentar el dulzor.
N2 Lab
La siguiente heladería a la que acude este periódico se encuentra en el corazón del barrio de Chueca. Concretamente, en el número 5 de la calle Graviana. Esta heladería también elabora un helado artesanal. No obstante, el atractivo añadido que tiene el establecimiento fundado por el matrimonio Vicente Díaz y Marta Jáñez es que le preparan al consumidor los helados “al momento” empleando nitrógeno líquido.
Y es verdad. Al entrar, somos testigos de que el helado está líquido en varios recipientes que lo mantienen bien conservado y que lo remueven con asiduidad. En este caso, la persona que nos atiende nos sugiere que probemos el más vendido del local, el de caramelo, que, al parecer, es uno de los buques insignia de N2 Lab. El segundo más vendido es uno de vainilla negra que lo que tiene diferente es el color, pero no el sabor.
Tras elegir, el profesional vierte, ante nuestros ojos, el helado líquido en una de las batidoras que se emplean en el establecimiento para hacer in situ los helados. El heladero, perfectamente protegido con su mascarilla y su bata blanca, a continuación, toma en su mano derecha una jarra metálica que expide nitrógeno para que el líquido de helado, en pocos minutos, adquiera la textura y frescura de un helado tradicional.
Por 3,95 euros, tenemos sólo derecho a un sabor, pero, en su defecto, podemos ponerle un topping y elegimos trazas de avellana porque nos parece que pueden casar bien con la crema. El sabor, en este caso, es rico, pero no nos gusta tanto como los anteriores. Si se visita esta zona de Madrid, es recomendable acudir al local por la experiencia de ver cómo lo fabrican al momento. Los sabores que siempre hay disponibles son vainilla negra, nata, chocolate y caramelo.
La Pecera
Cierra este pequeño listado de las heladerías más exitosas, la tienda La Pecera. En este caso, este establecimiento es el rey de Instagram al ser el que más seguidores tiene respecto con sus competidores del gremio. A los madrileños les ha parecido muy curioso que vendan ese helado en una suerte cono con forma de pez llamado teiyaki. De ahí su éxito. Este diario, en esta particular excursión heladera, también se aventura a probarlo y por ello acude al local que tiene en el número 2 de la calle Velarde, en el barrio de Malasaña, aunque ahora también hay una tienda abierta en Goya.
Pese a todo, por muy peculiar que sea el helado, el éxito radica en el formato. La crema está rica, sí, pero, a nuestro juicio, está menos buena que la de los helados anteriores. En este sentido, cuando EL ESPAÑOL acuda al establecimiento y le solicita a la vendedora que le recomiende el más popular, ella le dice que es el de “yogur griego”. En este caso, además, hay que elegir el relleno del pez-cono y hay dos opciones: o de vainilla o de chocolate.
Nos decantamos, a recomendación de la heladera, por el de vainilla “porque es el más vendido”. Y, por 4,70 euros (el más caro de todos), tenemos derecho a dos toppings. Echamos de menos que haya algo fresco como fresas o trocitos de alguna otra fruta. Por ello, elegimos arroz inflado y un poco de sirope de chocolate negro.
Al probarlo, la cosa cambia. Aunque ha sido caro, el sabor es bueno, pero la crema es algo grasosa, así que si el consumidor busca darse un caprichito veraniego con un helado light, quizá, este no sea el lugar adecuado. Si lo que busca es darse un capricho y refrescarse sin peros, el helado de El Pescado sí que puede ser una buena opción.
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