Cuentan las páginas de papel cuché que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, vive como en aquella canción de Rafa Serna: enamorada. Este miércoles la han pillado de escapada vacacional adelantada, paseando por Ibiza y dándose besos con un tipo del que sólo se sabe que tiene 45 años y es técnico sanitario, signifique eso lo que signifique.
La exclusiva no le ha sentado mal a la presidenta. Sabía que antes o después iba a salir a la luz. Pero aleja el momento en el que las primicias de su vida privada las daba ella, como aquella vez que decidió desvelar, un 14 de febrero, San Valentín, que la entonces soltera de oro de Madrid tenía un nuevo amor en su vida. Era el de su perro Bolbo.
A Bolbo se lo dieron unos amigos de una camada al poco de que la presidenta rompiera con el peluquero Jairo Alonso, que fue su pareja desde 2016 hasta el pasado mes de febrero. Debieron pensar que la ayudaría a pasar el duelo del desamor, que aportaría la compañía que ya no tenía. Sin embargo, ahora que tiene nuevo novio, el perro sigue ahí. Y no podrán competir, porque si los que conocen a Ayuso de cerca tienen algo claro, es que el verdadero amor de la presidenta son los animales, especialmente los perros.
Tuvo, en 2015, un gato negro y pequeño. Fue durante la campaña electoral de Cristina Cifuentes. Sin embargo, el animal murió al poco de llegar a sus brazos. Se lo encontró muerto en casa un día y estuvo bastante triste el resto de días. Eso, sin embargo, no le ha hecho esquivar la responsabilidad de intentarlo de nuevo.
“A ella le gustan todos los animales. Siempre que puede, toca todos los bichos”, explica a este diario una amiga cercana a la presidenta. Basta con ver su Instagram para darse cuenta de ello. La última foto que subió es con su perro. Pero hay más. Ayuso con un carlino lamiéndole la cara en un acto electoral, Ayuso con Bolbo durmiendo, Ayuso con un señor sujetando un bebé y ella sujetando un perro, Ayuso acariciando a Nachete y pidiendo que alguien le adopte. Hasta tiene unas ‘stories’ destacadas que se llama “Animales” y, en ellas, la mayoría es con perros por la calle.
“Cuando quedas a comer con ella, siempre lleva al perro y ahí estamos en una terraza. Seis o siete horas de terrazas sin problemas y el perro se queda ahí bien educado”, explica la amiga. “La gente se para constantemente a ver al animal, porque hay personas que no pueden evitar tocar un perro cuando lo ven. Luego, levantan la vista y ya se dan cuenta de que es la presidenta”, añade.
Tras la ruptura
Bolbo apareció en la vida de Ayuso cuando Jairo Alonso desapareció de la misma. La presidenta y el peluquero vivieron una historia de amor peculiar. Ambos se conocían del pueblo de Ávila del padre de Ayuso, desde jóvenes, y en 2016 empezaron a salir de manera oficial. De amigos, pasaron a novios. Y aguantaron juntos muchos de los embistes que tuvo que soportar la presidenta desde que llegó a la primera línea de la política. Pero, de esos tragos ya se sabe, y la relación se desgastó y rompieron el pasado mes de febrero.
Es entonces cuando llegó el perro. Según cuenta a este diario su círculo íntimo, el can ayudó a la presidenta a vivir esos días de manera más tranquila. Aunque ha seguido manteniendo una buena relación de amistad con Jairo, la soledad del día a día se hacía más patente. La compañía del perro le ayudaba a guardar rutinas y a seguir haciendo los planes que hacía antes, como ir al campo a dar paseos. Antes con Jairo, luego con Bolbo. Ahora seguirá haciéndolo con su nuevo novio y, por supuesto, con el perro.
“Hay a personas que tener un animal les ayuda mucho en los procesos de duelo tras una pérdida, algo que puede ser también una ruptura sentimental”, explica la psicóloga experta en terapia con animales Carmen Castro, de la Asociación Hydra. “Te hacen compañía. Te obligan a salir a la calle, cuando mucha gente se refugia en su casa y puede dar lugar a una depresión. En resumidas cuentas, te ayuda a pasar una etapa que vas a pasar sí o sí de manera más leve”, añade.
Castro cuenta que un perro ayuda de tres formas concretas. No sólo para la ruptura, sino en general. La primera es por el lado físico. “Esto no se limita a que te tengas que mover para pasearlo. También cuando estás acariciando al perro. El tacto con su piel y la temperatura ayudan a relajar la tensión muscular. Notar la respiración del animal te baja la presión arterial y te sientes más relajado. Sobre todo si has tenido un día tenso o alterado”, añade. Y de días tensos y alterados, Ayuso sabe bastante.
El otro nivel es el social. “Cuando lo sacas, te reúnes con las mismas personas o si las ves tú sola te preguntan por el perro. Refuerza las relaciones que hay o facilita a hacer nuevas”, explica. Y, el último nivel, el psicológico: “Te suben la autoestima y, al ver que puedes cuidarlo, también la autonomía”. “Eso sí, si a la presidenta le dieron el perro, había que estar muy seguros de que ella quería tenerlo. Si no está segura, hay que respetarlo”, apuntala Castro. Segura estaba.
-¿Hay diferencia entre quien tiene un perro y quien tiene un gato?
-En principio, no. Lo importante es el vínculo afectivo. Depende del animal y de ti, no del tipo de animal que seas. Hay personas que desde pequeños tienen perros y conocen perros y por eso los eligen, y otros prefieren los gatos por otros motivos. Pero la relación es parecida.
En su día a día
Desde que a la presidenta le cayó, como venido del cielo, el perro, ella no ha hecho otra cosa que fotografiarse con él. Si se la ve por la calle, está con Bolbo. La acompaña a todos lados, algunas veces incluso se lo lleva a la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol. Sin embargo, casi siempre está en casa y se obliga a pasearlo, a ir a comer al hogar para estar con él.
El único momento en el que Ayuso ha pasado realmente separada del can, desde que lo tiene, ha sido durante la campaña electoral del pasado 4-M en Madrid, donde arrasó. Fue con él al primer acto de campaña en Las Rozas, pero luego se lo tuvo que dejar a su hermano para que lo cuidara bien mientras ella se hacía a Madrid.
Normalmente, según cuentan a este diario, ella es la que se encarga de cuidarlo y educarlo. Aunque alguna vez sí que ha ido a llevarlo a un centro para que adiestren al animal. Ahora, está educado del todo. “Tiene una inteligencia superior. Es listísimo. Cuando tenía dos meses, hacía todo lo que le decías. Se sienta, da la patita, le decías ‘haz pis aquí’ y ahí que iba… para tener dos meses…”, cuenta la amiga.
Ahora que se le abre una nueva vida a la presidenta de la Comunidad de Madrid, el perro jugará un papel fundamental. Es su amor verdadero, a fin de cuentas, el que seguirá ahí, leal como siempre, cuando los designios del romanticismo no sonrían tanto como sonríen ahora por las calas de Ibiza.
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