Pineville es un pueblo de Kentucky (Estados Unidos) que parece sacado de una película de Hollywood. Tiene sus chalés enormes por donde pasa un autobús amarillo que lleva a los chavales a un instituto donde hay taquillas metálicas, bailes de graduación y un quarterback de fútbol americano liado con la jefa de las animadoras. Desde hace tres años es, también, el hogar de Ernesto García, un gijonés que enseña español en el instituto local, y su familia. Quizás lo sea ya por muy poco tiempo: Ernesto no ha podido renovar su visado y su deportación es inminente. “Fue denegado por errores de procedimiento”, explica en una videollamada con EL ESPAÑOL.
Pero ante esta situación, sus alumnos han alzado la voz y han movilizado a todo el pueblo para que Ernesto y su familia se queden. Keep García in America (mantengamos a García en América), grita esta pequeña localidad de 1.700 habitantes a los pies de los Apalaches. “Los chavales iniciaron toda esta movida. Me pusieron en el brete, que yo no soy de redes ni nada”, asegura Ernesto, que lleva las dos últimas semanas llorando por las muestras de cariño que está recibiendo.
El asunto ha generado tanto revuelo que hasta la oficina del senador de Kentucky Mitch McConnell está pidiendo a la férrea inmigración estadounidense que concedan a Ernesto el visado para que pueda quedarse en Pineville haciendo lo que mejor sabe hacer: enseñar a sus alumnos. Todo empezó por marcar la casilla que no era.
Desde Ávila hasta Pineville
Ernesto lleva toda la vida de un lado para otro. Nació en Ávila hace 50 años y se crio en Gijón, donde conoció a su mujer, Anabel González. En 2005 pisó por primera vez suelo americano para enseñar castellano en Carolina del Sur. Volvería en 2012 a Estados Unidos a enseñar en Nuevo México. Hace tres años, finalmente, llegó a Pineville con su mujer y la menor de sus hijas, Adelaida. Tiene otros dos hijos que viven en España.
La vida de esta familia transcurrió con total normalidad —y mucha tranquilidad— en este pequeño pueblo de película donde casi nunca pasa nada. Pero hace año y medio empezaron los problemas. Se le terminó la visa que le permitía trabajar en Estados Unidos y el colegio le ofreció quedarse. “Estaban contentos con la labor que estaba haciendo con los chavales. Sobre todo son ellos los que te dan el visto bueno. Si ellos están contentos, también lo están los padres, la comunidad y la administración. Entonces me propusieron continuar”.
Para quedarse, no podía hacerlo con la misma visa que tenía. Tenía que cambiar de la llamada J1 —visado para profesores— a otra para trabajadores especializados, la H1B. “Esto es un fárrago tremendo. Si te estoy hablando de la J y de la H, te puedes imaginar que hay tropecientas visas más. Tantas como letras del abecedario. Es tremendo. Hay abogados especializados solo en el tránsito de J a H, por ejemplo. Para que te hagas una idea de lo complejo que es”, explica el profesor con un marcado acento asturiano.
“Lo intentamos hacer con un abogado local y cometimos algunos errores que ahora intentamos solventar. Pero esto se alargó mucho más por el tema de la pandemia”. El error fue marcar la casilla incorrecta en un documento. “En lugar de poner profesor de secundaria puse post-secondary teacher. Eso fue lo que ralentizó todo el proceso. En octubre del año pasado nos llegó la primera denegación. A partir de ahí, solicitamos una apelación”. Ahora mismo, Ernesto tiene un gran "no" de la administración estadounidense. Entonces, llegaron sus alumnos.
'Keep García in América'
“De pronto los chavales empiezan a oír rumores, te empiezan a preguntar y preocuparse por ti. Yo no incité a nada, solo les contaba como iba la cosa. Pero se extendió como la pólvora que Mr. García iba a ser deportado y empezaron a moverse. Ya sabes, estos guajes son generación digital y agarran el teléfono... que si petición, que si al presidente, que si al gobernador, a los medios… Total, en menos de una semana organizaron un pifostio que tela. Sobrepasa todo lo que te pueda contar”.
Desde hace dos semanas que hay una recogida de firmas en la plataforma Change.org bajo el título de Keep García in America que lleva más de 2.200 firmas para que Ernesto y su familia se queden en Pineville. Puede parecer poco, pero son 500 personas más que todos los habitantes del pueblo (según el censo oficial). “Vas al supermercado y te dicen: ‘Mr. García, ¿cómo va la cosa?'”, asegura Ernesto. Todo Pineville quiere que se quede.
Basta echar un ojo a los comentarios de los firmantes en la plataforma para darse cuenta de lo mucho que quieren a Ernesto. “García es una de las mejores personas que he conocido. Nunca falla en hacer a la gente feliz. No se merece otra cosa que felicidad. Es un gran trabajador y un profesor genial”, escribe Makenna Partin. “Es mi profesor favorito y merece quedarse”, comenta Ashley Hembree.
“García es el mejor profesor de español que he tenido nunca. Me ha enseñado tanto, es tan gracioso, inteligente, increíble. Es el mejor ser humano del mundo. Cada vez que no me siento bien o estoy en el peor momento posible, García entra en la habitación y me ilumina el día”, escribe, por su parte, McKenzie Widener, la alumna que ha iniciado la recogida de firmas. Ernesto no puede evitar sonreír ampliamente al oír su nombre.
Tal ha sido el revuelo que han creado los alumnos, que hasta la oficina del senador Mitch McConnell ha solicitado a Inmigración que reabra el caso. McConnell es uno de los senadores más veteranos de Estados Unidos —lleva desde 1985 representando a Kentucky— y actualmente es líder de la minoría (una especie de portavoz) del Senado de Estados Unidos, al ser del Partido Republicano.
Ernesto, Anabel y Adelaida, están ahora en un impasse que va a determinar sus vidas. Ellos quieren quedarse. Están hechos al modo de vida estadounidense. De hecho, Adelaida se graduó el año pasado en el mismo instituto donde trabaja su padre y no ha empezado su carrera universitaria a la espera de lo que ocurra con el visado. Si se lo conceden, todo seguiría igual. Si no, la familia volverá a Gijón y “aquí se quedarían sin profesor de español”.