“¿De qué tienes hambre? ¿Quieres que te moje sólo la puntita o prefieres mojarlo hasta el fondo? ¿Quieres que te la encaje o prefieres comerla directamente?”. Con un humor sutil los trabajadores de La Pollería venden, entre risas, los Pollofres a su prolija clientela. Estos son una suerte de gofres con forma de pene de 17 centímetros y todo lo que rodea a la venta de este dulce fálico se ha convertido en casi un espectáculo. Ha hecho que los turistas —y los no turistas— tengan marcada en su guía de viaje de Madrid pasar a comerse una polla de gofre bañada en chocolate por Chueca, el barrio de Madrid donde nació este producto en 2019.
Pero ahora, el fenómeno de los Pollofres no sólo se está extendiendo por las grandes ciudades de España de la mano de La Pollería, sino que ha emprendido un proceso de internacionalización en el que la empresa española “llegará a Londres dentro de dos semanas bajo el nombre de The Cockery —el mismo juego de palabras de La Pollería en inglés— o a ciudades como Los Ángeles o Nueva York, en Estados Unidos, en los meses de septiembre u octubre”. Son las palabras de Pedro Buerbaum (El Sauzal, Tenerife, 1995), el joven emprendedor e ideólogo de los dulces con forma de pene que están triunfando por el precio de 4,30 euros la unidad. En España, ya hay siete tiendas de la franquicia abiertas y, al menos, otras seis están en camino.
“Las tiendas facturan desde 40.000 hasta 110.000 euros al mes”, explica a EL ESPAÑOL el emprendedor Pedro, tras dar un trago a su agua con gas en una terraza de la madrileña Plaza de Chueca. El sol aprieta y los vientos veraniegos ya resoplan por las estrechas calles de la capital mientras que Pedro desgrana el éxito de la franquicia que levantó —literalmente— con sus propias manos en diciembre de 2019. “Hay que destacar que no todas las franquicias ganan lo mismo, sino que pueden llegar a esa cantidad. Algunas son más pequeñas y no están situadas en lugares estratégicos. No es lo mismo tener una Pollería en Las Ramblas de Barcelona que en una estrecha calle de Toledo, por ejemplo”, puntualiza el joven empresario.
“Lo que sí te puedo decir es que cuando abrimos una nueva tienda, a los tres días ya hemos recuperado la inversión. Por ejemplo, ha sido el caso de Tenerife, que abrimos en esta semana y las ventas no han parado por el boom que genera”, asegura Pedro, el dueño de la franquicia vendedora de Pollofres que ya cuenta con tiendas en Madrid (dos), Valencia, Alicante, Gandía, Toledo y Tenerife. El éxito de La Pollería reside en que la gente tiene hambre de polla de gofre o de coño, pues la cadena cuenta también en Chueca con La Coñería, la sede en la que los gofres vienen presentados con forma de vagina.
Lejos de pensar que sólo los más jóvenes acuden a comprar su Pollofre y Coñofre, la clientela que tiene la cadena es de lo más variopinta e intergeneracional. “Hay un montón de señoras de 60 años que vienen a por el producto”, reconoce Pedro. De hecho, puntualiza que hay más público femenino —“un 70%”—, frente al “30% de hombres” que acuden a por su polla de gofre y a que le saquen los colores preguntandándoles si les gusta “muy mojadito o poco mojadito”. De esta manera, la locura por el producto ha provocado que, próximamente, los Pollofres españoles viajen a Estados Unidos, Reino Unido o México.
De heladero a 'pollofrero'
Pero como todo gran negocio, los orígenes de La Pollería también fueron modestos. Todo comenzó con la historia de un fracaso sobrevenido. El tinerfeño Pedro, cuya familia paterna es de ascendencia alemana, estudiaba Administración y Dirección de Empresas (ADE) en Los Ángeles (California), donde decidió montar una heladería “innovadora” y “enfocada hacia Instagram”. Pero la mala suerte le jugó una mala pasada.
“Con todo hecho y a punto de abrir, empezaron una serie de problemas familiares en Tenerife y tuve que volver a la isla”, rememora el emprendedor. Afincado nuevamente en su tierra natal, poco a poco la isla canaria comenzó a quedársele pequeña a Pedro. “Así que dije que quería sacar adelante la heladería, fuera como fuera, pero no me podía ir tan lejos. Tiré una moneda al aire en la que cada una de las caras simbolizaba Madrid o Barcelona. Y el azar decidió que viniese a Madrid”, continúa el ideólogo de los exitosos Pollofres.
Al llegar a la capital a principios de 2019, Pedro logró, por fin, montar su heladería en el barrio de Malasaña. Allí, su heladería, Asian Dreams, funcionaba bien gracias a las redes sociales, pero no era el negocio casi millonario en el que se está convirtiendo La Pollería. “El problema es que el helado es un producto de temporada y después del verano de 2019, empecé a pensar qué iba a hacer en invierno. Pensé en hacer una gofrería y tienda de crepes, pero aún no se me había ocurrido que fuesen con forma de polla”, explica.
Fue en noviembre de aquel año cuando le llegó la inspiración y se le ocurrió la idea. Y Pedro lo apostó todo por el cambio de heladero a pollofrero. El emprendedor desvela a EL ESPAÑOL que “sólo tenía 963 euros en la cuenta, de los cuales, 600 se fueron en el primer local de La Pollería, en Chueca, que tenía 11 metros cuadrados”.
—¿Y cómo consiguió las máquinas para hacer los gofres y los muebles del local?
—Tuve suerte porque compré dos máquinas básicas, de 200 euros cada una, y como ambas me llegaron rotas, me devolvieron el dinero. A través de tutoriales de YouTube logré arreglarlas y con eso empezamos a hacer los Pollofres. En cuanto a los muebles del local, los hice usando maderas y palés que me encontraba en la calle o la basura.
Y así, el 13 de diciembre de 2019, empezó a andar “la primera tienda en el mundo” especialista en la venta de gofres con forma de polla. “El primer día fue un éxito. Vendimos bien. El segundo, fue mejor y ya se empezó a correr la voz, pero el tercer día fue una locura: una hora antes de abrir, había una cola que daba la vuelta a la manzana. La gente esperaba más de tres horas para poder comprar su Pollofre”, narra el emprendedor. Desde entonces, el proceso de expansión no ha parado de crecer sin parangón hasta el punto de que, de media, se pueden vender entre semana entre 850 y 900 Pollofres por tienda y 1.150 y 1.200 los fines de semana. Todos a razón de 4,30 euros. Multipliquen.
Más pollas en la competencia
La locura por el dulce fálico, evidentemente, ha provocado que por toda España hayan nacido diversas tiendas que venden Pollofres que le hacen competencia a La Pollería. Ejemplo de ello son las tiendas La Verguería, que ya cuenta con dos sedes en España: una en Sitges, Barcelona; y la otra, recientemente inaugurada, en Sevilla. La Pollofrería, en Zaragoza; o Dickens, en Palma de Mallorca. Todas ellas ofrecen los ya populares gofres con forma de polla.
“Cuando La Pollería empezó a ir bien, se abrieron otros cuatro negocios similares en Chueca y creo que, a día de hoy, sólo aguanta uno. Considero que La Pollería no tiene rival”, opina el emprendedor Pedro. “Es más, hasta tenían fácil abrir un negocio con una idea original, es decir, hacer gofres con forma de coño, porque la gente los demandaba y, al final, volvimos a ser nosotros los que abrimos La Coñería”, relata.
—¿Por qué cree que La Pollería no tiene competencia?
—Está llegando un punto en el que no pueden competir con La Pollería por la expansión que tenemos. Además, estamos en muchísimos proyectos grandes de promoción. Por ejemplo, La Pollería va a salir como tal en una serie de Netflix e, incluso, ya estamos intentando organizar un concierto propio en el que nos gustaría traer a gente como Bad Gyal. Aparte de ser los originales, esas cosas te posicionan en el mercado y por eso creo que no tendremos mucha competencia.
De hecho, el joven Pedro ha explicado también que están sacando otros productos similares. Por ejemplo, la próxima semana, La Pollería ya empezará a vender los Pollolos, que son polos de helado con forma de polla. “Y para las fiestas del orgullo gay estamos ya preparando una nueva línea de Pollolos con alcohol”, desvela el emprendedor.
Por todo ello, La Pollería sigue subiendo. Las novedades que tienen en mente para el futuro Pedro y el resto de su equipo de “26 empleados sin contar a los trabajadores de las franquicias” harán que la todavía pyme española llegue a otros países en su proceso de internacionalización. Y, hasta el momento, en España, las tiendas con mayor facturación ya alcanzan los 110.000 euros mensuales.
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