En el Karting Tenerife, en el municipio de Arona, al sur de isla, el ambiente en la mañana soleada de este sábado está enrarecido. Han pasado apenas 48 horas desde que se diese a conocer que el buque oceanográfico Ángeles Alvariño había hallado, dentro de una bolsa y a 1.000 metros de profundidad en el mar, el cuerpo de Olivia Gimeno.
Su padre, Tomás, había estado una semana antes de aquel fatídico 27 de abril, cuando se produjeron los hechos, dando unas vueltas al circuito con su kart, como si nada le pasara por la cabeza. Se había recuperado recientemente de un accidente con su moto de cross, una Yamaha de 125 centímetros cúbicos, en el que se partió varias costillas y la clavícula.
Nadie sospechó nada de lo que se venía. Apareció como siempre, “alocado”, y con su casco de motocross, algo llamativo en el mundo de los karts. Subió la persiana del box número dos y sacó su propio kart a rodar. Uno de los dueños del pequeño garaje -son compartidos entre diferentes socios- no quiere hacer ningún comentario. Junto a su kart descansa ahora el del asesino más odiado de Tenerife.
“Un personaje”
“Era un notas, un personaje”, dice uno de los presentes mientras mira a la pista entre el ensordecedor sonido de un par de pit-bikes. Quien habla tiene 26 años y es padre también de dos niñas. Es una institución en el mundo del karting canario. “No era muy bueno. Su forma de pilotar era muy agresiva, no como Márquez, sino más bien como Simoncelli”, dice en referencia al padre de Anna y Olivia.
Tomás formaba parte de un equipo de karting radicado al norte de la isla, lejos de Arona, con una serie de personajes que son como una “secta”, según describe uno de los presentes. Pero él apenas participó en carreras. Y de esas pocas, nunca ganó una. “No se lo tomaba en serio”, dice esta persona a EL ESPAÑOL. Tampoco iba mucho por el club. Lo hacía de forma intermitente. A veces aparecía con Olivia y también con su expareja, Beatriz. Al igual que en otros lugares que frecuentaba, su relación no daba signos de preocupación. “Se les veía una pareja feliz, una familia unida”.
Al mismo tiempo, lo describen como alguien que era muy gracioso, “como infantil”, pero que se le notaba como “ido”. “Como aquellas personas que no prestan atención cuando las hablan y no sabes por dónde te van a salir, ¿sabes? Le hablabas de una cosa y te contestaba otra”, continúa.
Gimeno se inició en los karts en otro circuito en la misma zona de Arona. La afición le vino de familia. Su padre era un conocido campeón de rallies, y otros parientes, como su prima Claudia, también compiten en karts. “Ella es muy buena piloto”, relata el joven en el circuito a este periódico.
Negocio platanero
Si Tomás residía al norte de la isla, en Igueste de Candelaria, y salía por Santa Cruz de Tenerife; al sur, en Arona, donde se encuentra el karting, es donde pasaba la mayor parte de los días. Allí, su familia tiene terrenos y varios negocios. Otro primo, Roberto, es el gerente de un club de golf. Su padre, Juan, tío de Tomás, es el presidente. A la entrada, las banderas ondean a media asta. Roberto tampoco quiere saber nada. En tono serio dice que, por su parte, no tenían "relación con esa persona” desde hacía tiempo. Se refiere a Tomás, de quien no pronuncia ni el nombre.
El golf está rodeado por inmensas fincas de plataneras, que con sus redes de invernadero forman un extenso paisaje marrón entre el que destacan los hoyos. El municipio de Arona es el segundo centro de producción de plátano de la isla y el primero en hacerlo dentro de invernaderos. Y en una de esas plantaciones es donde trabajaba Tomás como gerente. Fue allí donde escondió el Alfa Romeo Giulia negro que se había comprado recientemente y del cual dejó las llaves en casa de sus padres la noche en que se deshizo de sus hijas.
Aquella compra llamó la atención a los asiduos al karting, porque Tomás siempre se quejaba de que no tenía dinero. “Cuando sales a rodar, las gomas [ruedas] se gastan enseguida. Reponer cada kit de neumáticos cuesta unos 160 euros y él siempre decía que no tenía cómo pagarlo, pero luego aparece con el Alfa”, relata alguien que lo veía por ahí. “Iba de arrastrado, pero no lo era”, añade.
No lo era, porque el negocio del plátano en Tenerife ha dado a las familias propietarias las mayores fortunas de la isla. En concreto, la empresa de la que era socio y gerente Tomás, Paradise Plant, tuvo ventas por 2,2 millones de euros en el último ejercicio del que hay datos disponibles, 2019. El resultado del balance fue de 417.168 euros. Pero Tomás se gastaba todo el dinero: en coches nuevos, en un barco, en una moto de agua, en otra de motocross, en copas y también en drogas, según ha podido conocer este periódico a través de personas de su entorno.
En los alrededores de Guaza, un pueblo con rastros de vehículos de ocasión y el epicentro de la vida entre las plantaciones, Tomás también jugaba al pádel. Los primeros días después de la noticia de su desaparición junto a Olivia y Anna, sus conocidos de la zona intercambiaron conversaciones de WhatsApp que ha podido ver este periódico. En ellas, especulaban con que se había ido a Sudamérica, a pesar de que hizo llamadas y mandó mensajes a amigos y familiares despidiéndose y dejándoles en herencia sus propiedades, en un desesperado testamento.
¿Fin de la búsqueda?
Mientras en Guaza y el municipio de Arona continúa la actividad platanera, 50 minutos en coche al norte, el trajín en la Marina Santa Cruz prosigue sin descanso. El Ángeles Alvariño, que ha navegado en las últimas semanas paciente y lentamente una zona de búsqueda de 10 millas náuticas cuadradas hasta el Puertito de Güímar, ha tenido que parar por primera vez y amarrar en puerto por una avería.
La autoridad judicial informó el sábado que el lunes se daría a conocer hasta cuándo el buque estará buscando. Para la jueza del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Güímar las cosas ya están claras. Es obvio que, encontrar el cuerpo de Anna, de un año, y el del propio Tomás, ayudaría a confirmar todas las circunstancias de lo sucedido, que ya han sido recogidas en auto judicial. Las diligencias pasarán ahora a otro juzgado, de violencia de género, al haberse añadido este nuevo delito al caso.
El auto revelado el sábado por el Tribunal Superior de Justicia de Canarias aporta detalles como que Tomás estuvo con los cuerpos sin vida de las pequeñas cerca de dos horas y media, tiempo en el que las metió en su otro coche, un Audi A3 blanco, fue a casa de sus padres y zarpó, finalmente, al punto de pesca donde las arrojaría finalmente al mar.
El documento judicial apunta a que la principal motivación del doble infanticida fue que no quería que sus hijas crecieran sin él, dado que su expareja, Beatriz, había cortado la relación alrededor de un año antes de los fatídicos hechos, e iniciado otra con otro hombre. Beatriz puso punto y final a la separación después de numerosas infidelidades y faltas de respeto de Tomás. La última de ellas fue cuando estaba embarazada de Anna, la menor de las dos niñas.
Desde el momento en que su mujer comenzó una nueva relación, Tomás estuvo poseído por unos celos enfermizos. Acosó de forma continuada a su expareja, a la que también agredió verbal y físicamente al menos en una ocasión, y ante la presencia de las niñas.
“Era un egoísta”, concluye uno de los aficionados que frecuentan el karting donde Tomás se dejaba ver. “Así lo confirmó con esta forma aberrante de actuar”, concluye.
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