"No sé qué es un sindicato": con las 400 prostitutas de Marconi, de espaldas a sus derechos
Unas 400 mujeres venden su cuerpo en este enclave de Villaverde Alto. La mayoría no ha oído hablar del sindicato OTRAS, pero hay excepciones.
27 junio, 2021 01:22Hace un par de minutos que Vanessa ha terminado con un cliente y ha vuelto a tomar posición, sentada en una caja de cartón a la sombra de un árbol. “Acabo de estar con un chico tan lindo como tú”. Vaya, gracias. Quizás sin gorra y mascarilla cambiaría de opinión. La mujer lleva un vestido amarillo que deja ver muchas carnes. Todas las que haga falta para llamar la atención del putero. Es el día a día en la Colonia Marconi, el mayor punto de prostitución callejera de Madrid, donde se puede alquilar a un ser humano a razón de 20 o 30 euros el “completo”.
Marconi es un gran prostíbulo al aire libre. El mayor de Madrid. Cerca de 260 hectáreas de polígono industrial en Villaverde Alto donde trabajan del orden de 400 mujeres vendiendo su cuerpo, según datos del Ayuntamiento de Madrid. Tiene dos veces el tamaño del Retiro y está delimitado por la A-42, la Avenida de Andalucía, la M-45 y la vías del tren de Cercanías.
El pasado 3 de junio el Tribunal Supremo aprobó el derecho de las prostitutas a sindicarse. El alto Tribunal validaba así los estatutos del Sindicato OTRAS, formado por todo tipo de trabajadores sexuales (actores y actrices porno, prostitutas, masajistas eróticas…). La mayoría de chicas de Marconi consultadas por este periódico no tienen ni idea de qué va esto. Las hay que ni saben qué es un sindicato. Vanessa es una excepción.
Esta mujer asegura estar sindicada en OTRAS. “Para algo servirá, ¿no? Para algo tienen un sindicato todos los trabajadores, ¿no?”. Cuenta que lleva nueve de sus 39 años haciendo la calle aquí en Marconi, que nunca ha pasado por un piso o un club, y que no tiene chulo. “Yo me paro sola, vengo sola”. Cerca de la mitad de las chicas sí lo tiene, sobre todo, las del este, como bien saben las autoridades y comprobaremos en este recorrido.
“Aquí viene gente normal y corriente. Nada de lo que dicen en la tele de que viene aquí lo peor. Viene gente que trabaja en las naves, gente trabajadora”. Vanessa cobra 30 euros por el servicio completo, pero se niega a decir cuánto gana al mes.
Preservativos usados y ratas
Marconi no es un lugar agradable. Ningún polígono industrial destaca por esa cualidad, pero en este, además, si te descuidas puedes pisar un preservativo usado y ver ratas. Los coches pasan constantemente. Los hay de gama alta, baja, de todos los tamaños y colores. Pero hay un patrón que se repite: la inmensa mayoría son hombres solos. Uno no puede evitar preguntarse: ¿cuántos serán puteros? ¿Cuántos vienen aquí a conseguir con su cartera lo que no consiguen por sí mismos?
España es el país más putero de Europa. Hasta el 39% de los hombres españoles han pagado en alguna ocasión por mantener relaciones sexuales. Esto significa que casi cuatro de cada 10 hombres han contratado alguna vez el oficio más antiguo del mundo.
El hecho de que el Tribunal Supremo haya reconocido al Sindicato OTRAS ha traído consigo una tormenta de críticas por parte de asociaciones feministas abolicionistas de la prostitución. Consideran que con este reconocimiento la prostitución va camino de legalizarse y que protege el proxenetismo. La polémica está servida.
Tras el fallo del Supremo, la ministra de Igualdad, Irene Montero, aseguró que "las prioridades del Gobierno de España, a falta de estudiar en lo concreto esta sentencia, tienen que ver con la lucha contra la industria proxeneta y particularmente contra su impunidad y con la garantía de los derechos de las mujeres que están en contextos de prostitución, víctimas de trata o víctimas de explotación sexual, que, como saben, son formas de violencia especialmente duras contra las mujeres, formas de violaciones de los derechos humanos que debemos combatir y erradicar en nuestro país".
Y ya. En eso ha quedado, hasta la fecha, la implicación del Ministerio en este asunto. No son pocas las voces que han criticado que Montero no se posicione claramente en un tema tan espinoso como la prostitución, que genera una profunda grieta en las bases del feminismo. ¿Es una vía legítima de empoderamiento y libertad de las mujeres o es, por el contrario, lo más parecido a una forma de esclavitud en pleno siglo XXI? Lo dicho, hay polémica. Y para rato.
"No sé qué es"
Pero este debate le queda muy lejos a Lizeth, una mujer trans que espera al próximo cliente sentada sobre un cuadro de luz. “Es que no sé qué es un sindicato”, afirma. Lizeth lleva 10 años en Marconi y antes trabajaba en la Casa de Campo. En 2007 se cerró el tráfico al que fuera el mayor punto de prostitución de Madrid, lo que hizo que la mayoría de prostitutas se trasladaran a Marconi. Lo mismo que pasó décadas atrás con el Parque del Oeste. Es como cerrar el agujero a un topo: por algún lado volverá a salir.
Hace 23 años que Lizeth llegó proveniente de Ecuador. En todo ese tiempo ha ejercido la profesión más antigua del mundo. Preguntada por sus tarifas, asegura que “es el mismo precio para todas. 15 y 20 se cobra aquí. No hay discriminación por si tienes vagina o no la tienes”.
—Otra chica nos ha dicho que cobra 30...
—¿Quién cobra 30? ¡Se lo voy a tener que decir al sindicato! —bromea, despertando las risas de los periodistas-. Aquí hay dos chicas que han quedado preñadas. No sé si les pagarán más por hacerlo sin condón…
—¿Alguna vez has sufrido alguna agresión?
—Los jóvenes vienen a molestar. Te tiran cosas. Eso es de toda la vida. Te sientas aquí y de repente te llega un botellazo o una pedrada. Y aquí la policía no hace nada.
Lizeth, a diferencia de Vanessa, sí que tiene chulo, aunque ella lo llama “jefe”. Trabaja hasta las 10 de la noche. “Ahora me recoge un coche. Me voy yo y viene otra chica”. Sin embargo, no tiene miedo en hablar abiertamente de su profesión e incluso dejarse fotografiar.
'Cabeza de Cerdo'
Muchas prostitutas de Marconi están bajo el yugo de su loverboy, es decir, del hombre que las enamoró en su lugar de origen y las puso en la calle a prostituirse. Él las explota sexualmente y, a su vez, paga a la mafia de turno por un espacio en las aceras del polígono. Hasta el 60% de las prostitutas rumanas funcionan de esta manera, según informó el diario Abc.
Durante años, el término loverboy se asociaba directamente con Ioan Clamparu, alias Cabeza de Cerdo, el que fuera el mayor proxeneta de Europa. La Guardia Civil calcula que tenía el control de unas 400 prostitutas, muchas de ellas, en Marconi. En el año 2011 se presentó en las dependencias policiales de la Udyco Central, en Canillas. Le cayeron 30 años de cárcel, que ahora cumple en su Rumanía natal, que le requirió por otros delitos pendientes tras el juicio en España.
Tras su caída, llegaron otros, como toda mala hierba. Algunos nombres como Marian Tudorache, alias Beku, o Georghe Danut, Arturo, fueron muy sonados para la Policía Nacional. Estos llegaron a marcar a las mujeres tatuándoles códigos de barras, como quien maneja vacas en un redil. Pero estos también cayeron y ahora no está del todo claro quién maneja el cotarro en Marconi.
Eli se está comiendo una hamburguesa sentada en la acera. Es la primera mujer rumana que aparece en este recorrido. Contra todo pronóstico, también accede a hablar. “¿Sindicato? Ni idea”. Su preocupación es otra, una que ningún sindicato puede arreglar. “Ahora mismo no hay trabajo. Está muy duro esto, cariño”. Lleva 12 años en Marconi y asegura que “antes se ganaba más, ahora muy poco”. El sueldo que lleva a casa a final de mes ronda los 600 euros.
—¿La gente suele ser respetuosa?
Duda unos segundos.
—Sí, no suele haber problemas.
—¿Nunca has sufrido una agresión ni nada parecido?
—Solo me han robado, cariño. Cuatro veces. Pero nada más.
Eli está en una calle tranquila, por donde pasan pocos coches y menos gente. Pero basta avanzar unos metros para toparse con el punto caliente del polígono: la rotonda donde se unen las calle Montejo y Valle de Tobalina. Aquí es un no parar. Las chicas van y vienen en los coches de los clientes. Es donde trabaja Lori, una hermosa mujer, también rumana.
El sindicato le da igual. Ni lo sabe ni le importa. Lleva dos años trabajando aquí, lo que la convierte en la más novata de este reportaje. De 20 a 00 horas ocupa su puesto en esta rotonda, donde ofrece sus servicios por 20 euros, “como todas”. En los pocos minutos que dura la conversación con Lori, varias compañeras de profesión se montan en coches. Y, al minuto de terminar de hablar con ella, Lori ya ha desaparecido, seguramente, en el vehículo de un cliente.
Dos chicas se percatan de la presencia de la cámara en manos del fotógrafo. Una de ellas sale corriendo. Mal asunto. ¿Irá a avisar a alguien? Los presagios se hacen evidentes cuando la otra saca una foto de los periodistas con su móvil. Hay mejores planes para esta tarde de junio que tocarle la moral a un proxeneta. Jorge, vámonos de aquí. Ya.