Alicia Tojeiro (Vigo, 1978), la mejor profesora de Educación Primaria en 2020, considera que ni los padres ni los profesores deben agobiar a los niños con una excesiva carga de deberes durante las vacaciones de verano. “Para mí, hay que incentivarlos a que realicen actividades con relación a los temas que les gusten: fútbol, volcanes, meteoritos… lo que les motive. El verano es el tiempo en el que los niños pueden trabajar en las cosas que no han podido durante el año. Lo pueden hacer con vídeos, con lecturas de las cosas que les interesen, con cualquier herramienta que les atraiga. Así, pueden seguir aprendiendo pero sin asociar las actividades con deberes, sino con momentos de distensión y relación”, explica a EL ESPAÑOL la docente del CEIP Plurilingüe Isidro Parga Pondal (Oleiros, La Coruña).
En la misma línea opina el profesor de Secundaria, Alberto Sánchez (Madrid, 1989). Para ese docente, “los niños y jóvenes, aunque cuenten con rutinas, no deberían realizar tareas que tengan que presentar sí o sí en septiembre, sino que deberían practicar actividades que les permitan desarrollar sus inquietudes: el arte, la lectura, la música, el deporte... Eso genera que los chicos puedan seguir trabajando sus competencias, pero que no lo vean como una obligación”. Para estos profesionales de la educación, en este sentido, el verano es una época de descanso, pero eso no significa que los niños no puedan —o no deban— hacer nada.
Las vacaciones de verano, de esta manera, no suponen que sea un tiempo en el que los padres deben dar carta blanca a sus hijos. Y, evidentemente, cada niño o joven es un mundo con sus inquietudes y con sus aptitudes. Por ello, la profesora de quinto de Primaria Tojeiro aconseja que “en función de cada niño el verano puede ser aprovechado de una manera u otra”. “Yo he tenido alumnos que son muy autoexigentes y también conviene que aprendan a descansar. Así que les obligo a que no hagan nada en concepto de fichas, por ejemplo. Otros, sin embargo, sí que pueden aprovechar el tiempo en reforzar las competencias que les ha costado más durante el año”, explica.
En este sentido, la profesora propone que, por ejemplo, “si un niño tiene dificultad con la ortografía que se anime a escribir un diario. Y que si un día ha escrito vurro con v, al día siguiente se dé cuenta de lo que ha fallado y escriba burro con b”. Pero siempre con actividades que les gusten a los niños y jóvenes. “Las motivaciones de los chavales son fundamentales, así que realizando otras actividades como talleres de lectura, teatros, etc., los niños pueden seguir aprendiendo de manera más distendida. Hay que cambiar el enfoque”, añade el profesor Sánchez.
Aun así, “los padres han de tener en cuenta si su hijo ha aprovechado bien el curso académico o no. Si lo ha hecho, los padres podrán ser más flexibles e invitar a los hijos a que aprendan con cosas que les gusten. Pero, si no lo han aprovechado, podrán ser algo más inflexibles y hacer que se centren en los temas que deban mejorar. Lo óptimo es hacerlo a diario, pero el niño no lo tiene que ver, en ningún caso, como un castigo”, argumenta Enrique Castillejos (Valencia, 1971), presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Pedagogos y Psicopedagogos de España.
Aprender con ocio
Pese a ello, los tres profesionales coinciden en que los menores pueden aprovechar y aprender durante las vacaciones estivales con temas que les gusten; que disfruten. “Es tan sencillo como preguntarle a mi hijo o mi hija qué le gusta. Que me dice que le gustan los toros, por ejemplo, se le puede poner en YouTube un vídeo sobre su cría. Algo corto, de diez minutos, y luego debemos mostrar interés y decirles 'cuéntame qué has visto' o '¿por qué no los escribimos?'. Si le gusta la cocina, que vea a Karlos Arguiñano. Es buscar lo que les guste. Aprender, por suerte, es una actividad gratis a día de hoy”, esgrime el pedagogo Castillejos.
Pero los días de verano son muy largos, “hasta tienen que dar tiempo para que los niños se aburran y no sería malo”, indican Sánchez y Castillejos. Por ello, los tres profesionales de la educación animan a los padres, con ahínco, a que sus hijos hagan muchas actividades al aire libre. “Es otra manera de cultivar competencias motrices y sociales. Ahora que la pandemia ha bajado y que los niños pueden disfrutar de nuevos grupos de amistades, como campamentos, es fundamental que jueguen en el exterior. Y más después de este año en el que los niños lo han pasado mal por los grupos burbuja”, indica la maestra Tojeiro.
Aun así, el pedagogo Castillejos, además de aconsejar a los padres que los menores aprendan con cosas que les gusten —“aunque si el niño no ha aprovechado bien el año se puede ser más inflexible”—, el resto del tiempo vacacional “no debería ser una anarquía”. En otras palabras, el profesional indica que los padres deben cuidar mucho los horarios de los niños “con unas correctas horas de sueño, de alimentación e incluso de ocio. Hay que evitar que estén pegados a la consola o al móvil todo el día”.
De esta manera, el experto es fiel defensor de que los niños “aprenden por imitación”. Por ello, anima a los padres a que lean unos minutos al día para que el menor lo haga también. “Así adquiere el hábito y desarrolla el gusto por la lectura”, indica. “Hay que enseñar a los niños que leer es un placer y no son deberes. Y con esta lectura de ocio, de los que gusta, los peques aprenden”, añade la maestra Tojeiro.
Tiempo de aprendizaje
Otra duda que podrían tener los padres es el tiempo diario razonable que los niños deben emplear para las tareas de aprendizaje, aunque sean mediante el ocio. “Yo lo haría en dos bloques. Uno por la mañana y otro por la tarde porque los niños necesitan crear su propio ocio. Aun así, como pienso que las actividades aprendizaje han de desarrollar las inquietudes de los niños, no habría esa dicotomía entre tiempo de deberes y tiempo de ocio”, argumenta el profesor Sánchez. Es decir, hasta aprendiendo se lo pasarían bien.
Para Alicia Tojeiro, “como todo en la vida, depende”. “Si un alumno ha tenido alguna dificultad durante el curso, no pasa nada porque esté 30, 40 ó 60 minutos —en función de la edad— reforzándose cada día. Pero, insisto, con actividades que le hagan divertirse. Eso permite que en dos meses puedan recuperar esas carencias y estarán más cómodos en el nuevo curso”.
El pedagogo Castillejos, por su parte, también recomienda unos 30 ó 40 minutos de actividades de aprendizaje al día, “pero fraccionados en periodos de ocho minutos, porque está demostrado que un niño de primaria pierde la atención si se supera ese tiempo. Así que pueden leer durante este tiempo, o ver un vídeo corto, o usar una app educativa y luego que nos cuenten qué han aprendido”. Eso sí, “pienso que los ejercicios que requieren de la supervisión de un maestro o cualquier otro profesional de la educación no serían buenos porque pasaría como en un entretenimiento: si el niño aprende algo mal al no estar supervisado, luego será más difícil modificar ese mal hábito adquirido”, concluye.
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