El chaleco verde de Encarna López y Araceli Alcaraz, con el distintivo de Salud Pública en la espalda, tiene 'poderes mágicos': hace recordar a hosteleros y clientes de La Manga que el coronavirus sigue activo en verano. Allá por donde pasan estas inspectoras, los empresarios separan mesas, los comensales que fuman rodeados de gente, tiran el pitillo al suelo, y aquellos a los que todavía no han servido ni comida ni bebida dejan de llevar la mascarilla colgando de una oreja para colocársela en su sitio: en la boca y la nariz frenando al 'bicho'.
"Hemos iniciado una campaña de inspecciones porque en las dos últimas semanas la curva de contagios se ha disparado", alerta Encarna López, coordinadora de los Servicios de Inspección del Área I, mientras repasa el 'planning' de este sábado, con su compañera Araceli. EL ESPAÑOL acompaña a estas funcionarias de la Dirección General de Salud Pública de Murcia por su ruta inspectora por el Zoco: el mayor centro comercial de La Manga, cuyos restaurantes, pubs, heladerías y tiendas lo convierten en punto de peregrinación de cientos de turistas de Madrid, Ciudad Real...
Diez de la noche. Primera inspección a una pizzería y primer incumplimiento de la última orden de la Consejería de Salud, que incluye nuevas limitaciones al ocio porque la alerta sanitaria se ha elevado a nivel 2 en la Región de Murcia. La incidencia es de 157 casos por cada 100.000 habitantes, principalmente de 12 a 30 años. "La orden de la Consejería del 13 de julio impide usar la barra, usted debería poner carteles informativos y delimitarla con un precinto para que ningún cliente la toque, pero no tiene nada", le explica Encarna a una hostelera -con muchas dosis de pedagogía-.
"Debe poner esa medida correctora", advierten al unísono las 'inspectoras de verde'. La hostelera asiente aliviada porque no levantarán un acta para iniciar un expediente sancionador. El reglamento autonómico de sanciones en materia Covid, incluye multas de 100 euros hasta 600.000 euros, en función del tipo de infracción: leve, grave o muy grave. "En Salud Pública tratamos de hacer una labor educativa, solo recurrimos a la multa cuando el incumplimiento es reiterado o grave".
- Inspectora: Dentro del local solo puede usar la mitad del aforo. ¿Lo sabe?
- Hostelera: Sí. De las cinco mesas solo uso dos, las otras son para separar a los clientes manteniendo la distancia de seguridad.
El ocio nocturno y las celebraciones están detrás de este peligroso repunte de casos que ha elevado el nivel de alerta sanitaria en suelo murciano. Valga como botón de muestra La Manga, donde la Consejería de Salud ha realizado este sábado un cribado masivo, a jóvenes de 16 a 30 años, tras destaparse tres brotes: uno en una boda, con 31 positivos, y otros dos, en locales de copas, con 91 positivos. "La curva está creciendo de una forma exagerada", lamenta con preocupación Encarna.
- ¿Cuál cree que es la clave de esta quinta ola de contagios de coronavirus que se está gestando?
- La relajación de las medidas, el final del curso en institutos y universidades, el inicio de los viajes por vacaciones, el ocio nocturno y las celebraciones, como las bodas. Todos estos factores son una bomba.
Esta inspectora, con un cuarto de siglo de experiencia, no falla en su análisis. Basta con darse un paseo por los aledaños de esta zona comercial para comprobar cómo a los autobuses de línea suben pandillas de jóvenes, con un arsenal de alcohol, para hacer botellón en la playa y en Cabo de Palos. Dentro del Zoco, en sus terrazas, se repite una imagen preocupante: la gente ha llevado al extremo el anuncio del Gobierno de prescindir de la mascarilla en espacios abiertos. Encarna y Araceli se afanan en recordar a los hosteleros la letra pequeña para su clientela:
"La actividad de los restaurantes se concentra en las terrazas y estamos insistiendo en una de las medidas de la orden de Salud: sólo se permite la retirada de la mascarilla en el mismo momento de la consumición de alimentos y bebidas, en los respectivos asientos asignados".
¿Qué pasó con el gel?
Durante la ruta inspectora de sábado noche muestran interés por el uso y la ubicación del gel hidroalcohólico en los establecimientos. "La población se ha relajado y se sienta a cenar sin higienizarse las manos ", subrayan las dos inspectoras al llegar a Bocata Beach. "Usted, tiene que poner botes de gel a la vista del público".
El dueño del local, José Carlos Vicente, saca un bote de inmediato y explica las medidas preventivas que ha adoptado en su negocio: "No servimos en mesa, se ha señalizado la barra y se ha colocado una mampara, así, la gente tiene que mantener la distancia de seguridad para acercarse a pedir y recoger su comida".
En cuanto una mesa se vacía, una empleada del Bocata Beach acude a la terraza para dejarla como el jaspe. La gestión de José Carlos es un ejemplo de buenas prácticas porque este hostelero no quiere volver a bajar la persiana: "En 28 años que llevo en La Manga, un sábado, antes de la pandemia, atendía a 180 personas y ahora a 40, estoy perdiendo un 60% de recaudación. La gente todavía tiene miedo a salir y ahora que está empezando a moverse la cosa no podemos dar un paso atrás".
- José Carlos, como hostelero, ¿qué valoración hace de esta campaña de inspecciones para frenar la curva de contagios?
- Es una labor ineficaz porque empieza tarde. Los políticos, antes del inicio de la campaña de verano, tendrían que haber hecho llegar un protocolo de trabajo para todo el sector.
Las opiniones van por barrios. En Destino Beach, su dueño, Marcos Hurtado, no solo no se opone a las inspecciones en los bares de copas para contener la curva de contagios, sino que reclama más presencia de las Fuerzas de Seguridad en La Manga cuando llega la hora de cierre -decretada a las dos de la madrugada-. "Yo tomo medidas en mi local, pero cuando cierro, los jóvenes hacen botellón en la playa, se relacionan sin mascarilla y sin distancias, si se contagian y regresan a mi negocio me pueden perjudicar con un brote", reflexiona este empresario argentino.
"Creo que es acertado el cierre del interior de los locales de copas para la clientela, dejando solo la actividad en terraza exterior", sostiene Marcos, al respecto de una de las medidas adoptadas por Salud. "Yo tengo un pub en Cartagena y en tres ocasiones, tuve que encender la luz, cortar la música y desalojar porque es difícil manejar a la juventud". De hecho, por ese motivo ha invertido 15.000 euros en alquilar Destino Beach hasta septiembre: "En la terraza tengo a la clientela controlada, sentada en sus mesas y manteniendo la distancia social".
No ocurre lo mismo en una pizzería donde las inspectoras le sacan una 'tarjeta amarilla' a la dueña para que separe unas mesas. "No hay metro y medio de distancia". En otro establecimiento, llaman la atención a un hostelero para que perimetre la barra y le aconsejan que tenga visibles los geles desfinfectantes de manos. El tope de comensales por mesa, es de diez, y en cada local que visitan comprueban que se cumple a rajatabla, pero lo de llevar puesto el 'bozal' sanitario hasta que sirven la bebida y los aperitivos eso no lo hace prácticamente nadie.
El tema de los Village People
Encarna y Araceli están en todo para que la gente no se descontrole, incluso en un local de copas que visitan le piden a su dueña que baje el sonido de un tema de los Village People. "Por favor, no tenga la música tan alta para no incentivar a la gente a bailar". Este mes no está la cosa como para desfasar al ritmo de 'Macho man': en dos pubs de Los Alcázares se han producido sendos brotes, con 185 positivos; otro brote se dio en un 'lounge-bar' de Totana, con 28 casos; en Mula, la barra libre de una boda acabó con 26 contagios, y en otro enlace de Murcia hubo 8.
En una placeta donde hay un par de chiringuitos de madera, las funcionarias, ambas tituladas en Veterinaria, instan a sus dueños a prohibir a sus clientes levantarse de la mesa y acercarse a la barra a pedir cubatas. "Como se está legislando tan rápido, con cambios constantes, los propios hosteleros se pierden y no conocen las nuevas restricciones". Y otras veces boicotean la labor inspectora, ya que por WhatsApp suelen alertar de la presencia de chalecos verdes por los locales.
El otro problema de esta ecuación sanitaria es la clientela, en su mayoría son veinteañeros y evaden su responsabilidad: en su mano está evitar una quinta ola. Prueba de ello es la escena que se vive en un futbolín: un dos contra dos, con quintos de cerveza, pitillos y por supuesto: sin mascarilla. El humo y la saliva que emana de sus gritos mientras juegan son factores de riesgo para el contagio.
"No se puede fumar en compañía, hay que estar solo y a distancia social", le dice una de las inspectoras a un jugador, pero los zagales pasan del consejo, vuelven al fumeteo y a un futbolín arriesgado: el Covid le puede meter un gol a su salud o a la de sus familiares. Es una noche de sábado calurosa, en pleno julio, y tras una semana laborable, Encarna, de 55 años, y Araceli, de 26 años, en un par de horas ya han inspeccionado diez locales.
El riesgo de las cachimbas
"No vamos a un número cerrado de estabecimientos, intentamos ir al máximo posible y dejarnos ver donde hay concentraciones de gente para que se conciencien". En estas inspecciones de fin de semana, cuando se han topado con un botellón no han dudado en llamar a la Policía. Esta pareja de funcionarias excede su cometido con tal de atajar los contagios. No queda otra a la vista de la insolidaridad juvenil que comprueba este diario, al toparse con tres chicos, en un pasillo que da al exterior del Zoco, con botellas de sangría: acaban de patentar una zona de botelleo 'Covid-free'.
- Araceli, usted tiene 26 años, pertenece al grupo de población de mayor riesgo de contagio en estos momentos y es inspectora de Salud Pública. ¿Qué conclusión saca?
- La gente joven no se conciencia de que debe cumplir la normativa. Cada uno, en esta pandemia, tiene una responsabilidad a nivel personal.
Una de las prácticas de riesgo del ocio nocturno son las cachimbas. En el Zoco hay muchos locales que ofertan por 20 euros: dos cubatas y una pipa de agua. A lo largo de la ronda, estas inspectoras han llamado la atención a un par de hosteleros por no cumplir las reglas de fumeteo. "Para que dos personas compartan una cachimba en una misma mesa, entre ellos, debe haber dos metros de separación", explica Encarna a uno de los empresarios pillados. "Le aconsejo que este verano elimine las cachimbas de la carta porque hay que reconducir los contagios".
Al tercer local que sorprenden vulnerando el uso de pipas le levantan un acta. "Al entrar había dos clientes en una mesa, a menos de un metro, y al ver nuestros chalecos se han separado corriendo", le informa Encarna al encargado, al tiempo que le indica el segundo motivo del acta. "El uso de cachimbas no solo requiere utilizar boquillas desechables, sino que entre cliente y cliente, hay que someter a un proceso de desinfección todas las piezas y la tubería de agua y eso no se cumple".
- Inspectora: Leída el acta, ¿tiene usted que manifestar algo?
- Hostelero: Estamos cumpliendo las cosas que dice la Policía, pero muchas veces la gente joven no nos hace caso. ¿Ahora qué pasará?
- Inspectora: Le harán una inspección sorpresa para ver si usted está cumpliendo con el protocolo de distancia y uso de pipas de agua. Mejor no vuelva a incumplir.
Cabo de Palos: el desfase
El reloj ronda la una de la madrugada cuando Encarna y Araceli se retiran del Zoco. En sesenta minutos bajará la persiana el ocio nocturno y EL ESPAÑOL se dirige a otra zona de fiesta de La Manga: el Área Comercial de las Dunas en Cabo de Palos. Al llegar, este diario se topa en una parada de bus a unos jóvenes, cubata en mano, con las botellas debajo del banco donde están apalancados. Es la alternativa de botelleo que se han montado, ya que en la calle que circunda los pubs y discotecas de la citada área, hay un dispositivo policial para evitar el consumo de alcohol en la vía pública.
La afluencia de adolescentes que hay en las Dunas, incluídos menores de edad, le causaría un infarto a cualquier sanitario que se haya batido el cobre en la pandemia. Unos policías locales que forman parte del dispositivo resumen la situación sin paños calientes: "Esta noche, por Cabo de Palos, habrá 3.000 jóvenes, de botellón, fumando, en grupos sin distancias de seguridad, esto es un desastre, cada fin de semana estamos como si no hubiese pandemia de coronavirus".
Otra de las tareas del operativo es salvaguardar la normativa Covid. La práctica habitual de los zagales es llevar en la barbilla lo que ellos denominan "bozal" y subírselo cuando ven a una pareja de agentes patrullando a pie las zonas comunes que comunican los locales de copas. Los adolescentes se las saben todas y cuando les cazan ofrecen una excusa de libro: "Están aleccionados para no identificarse y siempre alegan que olvidaron el DNI en casa para evitar la multa".
Uno de los policías asegura que con semejante afluencia de público es imposible garantizar la salud pública: "Tendríamos que estar multando a cada paso, pero solo lo hacemos cuando pillamos varias veces al mismo sin mascarilla". Y no exagera porque son innumerables los corrillos de chicos en las aceras, en las escalinatas, en la plaza central...: "Los grupos en la calle no deberían exceder de diez personas, así que tenemos la misma situación".
Seguratas 'aguadores'
Las terrazas funcionan con reserva y actualmente la orden de la Consejería de Salud permite explotar el cien por cien del aforo exterior. El problema, según la Policía Local, es que se mira para otro lado en la cuestión del fumeteo y el uso de máscara entre los clientes de una misma mesa. "El personal de seguridad, cuando nos ve llegar, hace de 'aguador', y avisa a los trabajadores", lamenta uno de los agentes que ha patrullado el interior del área. "El hostelero se aprovecha del déficit de agentes, en función de la hora, somos quince para cientos de jóvenes".
El panorama que presenta el entorno a la 1.53 horas es el caldo de cultivo perfecto para un brote. Este diario lo recorre y a cada metro, se topa con corrillos de adolescentes interactuando unos pegados a otros: fuman, cantan, perrean, se intercambian el porro... Cualquier calle residencial, con poca iluminación, es un buen lugar para desplegar la barra móvil: ron, refresco, hielo y vasos de plástico.
Este sábado la Policía Local levantó más de medio centenar de actas para sanción por aglomeraciones de gente sin mascarilla; por fumar tabaco en grupo y sin distancia de seguridad; por botellones y por miccionar en la vía pública; por consumo de hachís... La lista de ilícitos es kilométrica.
La hora crítica
La Guardia Civil desplegó controles de alcoholemia que cazaron a conductores ebrios y una pareja de agentes de paisano se incautó diversas sustancias estupefacientes mientras se hacían pasar por clientela ávida de juerga. "En un rato llevaban la riñonera llena de dosis", resalta de forma gráfica un agente.
A las 2.35 horas de la madrugada, los locales de copas han cerrado, y los chavales siguen a lo suyo, en una estampa veraniega, de fiesta prepandémica."Cuando pasamos la medianoche llega la hora crítica", resume uno de los policías. "Ahora empiezan las llamadas de los vecinos: se dispersan y es incontrolable". Y tanto: bajan en manada hacia la playa, se marchan en coches 'petados' de ocupantes, con destino a alguna casa a seguir la juerga o a buscar algún descampado...
"Ahora nos tocará patrullar por la zona del Vivero, la parroquia de Salvator Mundi, la plaza de las Galeotas...", detalla un agente a EL ESPAÑOL hasta que la conversación se ve interrumpida: por radio entra un aviso de que cerca de una pista de fútbol-sala un grupo de jóvenes ha apaleado a otros dos en un botellón.
El asunto preocupa al Gobierno regional y un buen botón de muestra es el hecho de que este sábado por la noche, se desplegaron ocho inspectores de Salud Pública entre Cartagena, La Manga y Cabo de Palos donde han abierto dos expedientes sancionadores, uno a un bar de cubateo y otro a un kebab, así como un apercibimiento a otro negocio: una notificación oficial sobre las deficiencias observadas que, de no ser subsanadas por parte del propietario, derivarán en multa.
La Consejería de Salud ha movido ficha para atajar el desmadre de los fines de semana prohibiendo la venta de alcohol desde las diez de la noche hasta las seis de la madrugada. También ha limitado las reuniones sociales a un máximo de 10 personas. Este sábado se produjeron en la Región de Murcia 310 nuevos contagios: está claro que el 'bicho' también salió de fiesta.