Cuando Pepita García llegó a la capital en la década de los 50 junto a su marido, Cecilio Galván, nunca pensó que su nieto, Rubén Galván, regentaría la cadena que asa los mejores pollos de Madrid. “Mi abuela fue la verdadera emprendedora: en 1963 montó un negocio en el que vendía pollos y conejos frescos, pero lo de comerciarlos asados vendría un poco después”, explica Rubén, con orgullo, mientras se toma un café con hielo a las puertas de uno de los cuatro locales que Casa Galván tiene abiertos en la comunidad.
Rubén (Madrid, 1983) es la tercera generación de la familia Galván a cargo del negocio familiar, pero bajo su dirección, el negocio ha pegado un verdadero pelotazo alcanzado altas cifras de producción. “De lunes a jueves podemos asar, de media, unos 160 pollos cada día entre las cuatro tiendas, pero de viernes a domingo llegamos a asar hasta 1.700 pollos durante los tres días”, desvela el propietario de la cadena, cuya unidad de pollo asado de 1.200 gramos cuesta, sin ofertas, 7,95 euros. En otras palabras, cada semana, de media, Rubén y sus trabajadores elaboran cerca de 2.400 pollos asados.
“Considero que el negocio funciona bien porque, aunque sea una comida rápida, es sana y apta para todos los públicos: un hombre de 80 años, un joven, una persona que trabaja, una que no, un extranjero… Todos reconocen a la perfección el producto que vendemos. Además, procuramos tener unos precios asequibles y que el trato con nuestros clientes sea totalmente de proximidad. En el fondo, somos un negocio tradicional de toda la vida”, dice Rubén.
“Como era una familia numerosa, mi abuela empezó a criar y vender pollos y conejos frescos en Barajas. Y, en 1965, dos años después del inicio de Casa Galván, mi abuela empezó a vender sus primeros pollos asados. Se los encargaban los domingos y ella los tenía preparados. Así empezó nuestra historia como asador. Por ello, ese negocio de barrio, en el que nosotros conocemos al cliente, es el que nos gusta. Nos gusta poder fiar a los clientes. Que exista confianza. Esto es así desde que mi abuela llevaba la primera pollería”, esgrime Rubén Galván.
Un crecimiento continuo
La semilla del éxito de Casa Galván la plantó la abuela de la familia. Luego, tanto el padre como algunos de los tíos de Rubén, regaron la planta del negocio dirigiendo varias sedes de la cadena de asadores sitas en Barajas, la calle Alcalá y el barrio de Vallecas —las dos últimas, ya cerradas—. Y, en este contexto, crecería el actual propietario del negocio familiar.
“Crecí en las pollerías. Me encantaba que, cuando era pequeño, mis padres fuesen polleros”, rememora el empresario a cargo de los mejores pollos asados de Madrid. No obstante, Rubén, al principio, renunció a tomar las riendas y el legado de la cadena de asadores porque comenzó a estudiar Biología en la Universidad Complutense de Madrid. Su camino se separaba del mundo pollero.
Y, tras graduarse en 2010, trabajó durante cinco años en Toshiba en “un nicho de mercado que consistía en digitalizar las cadenas de restauración”. Y, claro, los nuevos conocimientos adquiridos iban como anillo al dedo para dar una vuelta de tuerca a Casa Galván, el legado de su familia.
Por ello, Rubén decidió volver al negocio pollero, pero mejorando su marketing digital: “Hablé con mi tío y llegamos a un acuerdo y me hice con el asador de Barajas. Después; abrí con unos amigos hace tres años el de Prosperidad; en diciembre de 2020, abrimos otro en Canillejas; y, por último, el pasado mayo abrimos otro en Barajas, en la localización del Casa Galván original, aunque el edificio ha cambiado”.
Y así, en tres años, Rubén ha pasado de contar con cuatro empleados hasta llegar a los 23. “Pero siempre respetando nuestra filosofía de ser un negocio accesible y de proximidad”, insiste. Eso sí, aunque Casa Galván cierre a las seis de la tarde, muchos días sus cocinas permanecen en funcionamiento para la otra pata del negocio: “Montamos cáterin para eventos como bodas o cenas de empresa y los hacemos en nuestras cocinas por las tardes. Es otra pata del negocio diferente al asador”.
¿Y qué tal el pollo?
Por supuesto, EL ESPAÑOL no se podía marchar del lugar sin probar el mejor pollo asado de Madrid. Por ello, este diario, llegó la hora de comer al Asador de Casa Galván. Allí, en sus horas más frenéticas, varios trabajadores vestidos de negro y ataviados con sus mascarillas, trabajan a destajo en las cocinas del local para despechar los pollos asados. Como si fueran churros. De lunes a jueves, venden 160 diarios. Los fines de semana, llegan a los 1.700 contando las cuatro tiendas.
Es decir, trabajo no falta. Y es en un asador vertical en donde los pollos de 1.200 gramos se asan durante, aproximadamente, una hora y 15 minutos. “Los compramos todos con ese peso porque consideramos que tienen el tamaño perfecto para que los clientes coman bien y para que el pollo quede perfectamente asado y jugoso. Más grande, quedaría más seco”, explica Rubén.
¿De dónde son los pollos? “Los principales criaderos de pollo de España están en Cataluña, Galicia, Andalucía y el Levante, así que los compramos allí. Nuestros pollos son catalanes, gallegos o cordobeses”, indica Rubén, que también cuenta la receta del pollo asado Casa Galván: “Se les pone limón, pimiento rojo y sal, pero el producto fresco es fundamental para que queden bien. Ya no sólo hacemos los que nos encargan, sino que preparamos de más”, desvela.
Sentados en la mesa de una terraza al pie local y hambrientos, este diario prueba el famoso pollo. Y la verdad, tiene un sabor exquisito. La piel está crujiente y el interior del pollo, tal y como ha prometido Casa Galván, está jugoso. Al plato le acompañan unas patatas fritas recién hechas. A estos pollos, de hecho, los suelen vender en combos en los que le viene la pieza de pollo más uno o dos complementos (cuestan entre 9,95 y 11,95 euros).
Es más, este periódico también ha tenido la oportunidad de probar algunos de estos complementos. Muchos de ellos han sido elaborados con los pollos asados que les han sobrado en el día. “Nosotros creemos en la cocina de reaprovechamiento. Por ello, ningún pollo se tira, sino que se desmenuza y nos sirve para hacer fingers, empanadillas o croquetas, por ejemplo. Todo ello lo diseña el chef Sergio Guijarro, que también se encarga del desarrollo de nuestros productos del cáterin”, explica Rubén.
Por lo general, estos complementos estaban bien. Los fingers de pollo (5,95 euros la ración), vienen acompañados con una salsa kimchi, de origen coreano, que les da muy buen sabor. Lo mismo ocurre con las empanadas —“Crestas”— de pollo (7,95 euros la ración), cuyo hojaldre está rico y crujiente y están acompañadas con pico de gallo. Pero, la verdad, si hubiera que sacar una pega a algo del menú sería a las croquetas, que, aunque tenían un buen sabor y tratamiento, estaban algo saladas.
Pese a ello, eso no impide a Rubén Galván y al resto de su equipo seguir creciendo y consolidando ese sueño cumplido de dirigir los asadores de pollo más exitosos de Madrid. Un legado del que sus abuelos Pepita y Cecilio —y el resto de la familia— estarían y están orgullosos.
—Rubén, ¿qué expectativa de futuro tiene para la cadena de Asadores Casa Galván?
—Seguir creciendo y montar más locales ya sea con fondos propios o con franquiciados. Eso sí, nos gustaría seguir respetando nuestra filosofía. Por ejemplo, si abrimos en Tetuán, nos gustaría que el encargado del asador conociese a la gente del barrio y que fuese lo que siempre hemos sido: un negocio de proximidad.
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