El sudor recorre su frente cada mañana. No puede dormir. Se sienta y se levanta de la cama. Recorre la habitación. Una y otra vez. Es la historia de Isidro Lozano. Ha pasado trescientos cincuenta y dos días en una celda. Era inocente. El 31 de mayo de 2018 recuperó su libertad.
Casi un año en prisión por un delito que no cometió. Isidro aún recuerda cada detalle de la cárcel de Alhaurín de la Torre. Todo permanece en su memoria. Se siente preso de su propia inocencia. Entró en la cárcel el 13 de mayo de 2017 acusado de haber agredido al primo de su mujer, María. Todo era falso, como después se demostró.
Isidro trabajó toda su vida en el mundo de la construcción, aunque ahora, por culpa de las secuelas que le ha dejado su paso por la cárcel, no trabaja. Le han dado la incapacidad. Los informes forenses judiciales lo certifican. Esas secuelas "le afectan en diversas áreas de su vida diaria".
"Lo han metido en la cárcel sin haber hecho nada". Así explica María, frustrada, a EL ESPAÑOL su sentir durante este tiempo. Aún se pregunta por qué. Pero no encuentra respuesta. Ella es la esposa de Isidro. Tiene la voz rota cuando habla de este asundo. Emocionada, suspira y sigue narrando.
"Esperaba al juez en el pasillo para intentar hacerle ver que su decisión era un error". No se rendía. Sabía que su marido era inocente y tenía que sacarlo de la cárcel. "Le pido, por favor, que mire las pruebas. Estamos a tiempo de parar esta catástrofe", rogaba al magistrado. "Pero es que para mí es culpable", le repetía el juez. Ese es el muro con el que chocaba cada vez que solicitaba una revisión del caso de Isidro.
Asimismo, según fuentes consultadas por EL ESPAÑOL, se presentó un informe del forense judicial que recomendaba el "no ingreso por riesgo a la vida y al deterioro". Este documento fue apoyado por la Fiscalía e, incluso, por la parte contraria. Pero el juez "ya tenía su mazo en la mano", según María.
"Es una aberración", continúa la pareja del inocente encarcelado. Junto a su abogado, Jordi Ventura, ha emprendido una batalla legal contra una sentencia firme. Y la ha ganado. Ha vencido, paradójicamente, a la justicia. Ha pasado miedo y muchas noches sin dormir. Su marido vivía detrás de los barrotes de una celda. "Hay gente que no puede más y se suicida", confiesa.
"No reconocen el error"
La impotencia de esta pareja cada vez se hace más palpable en la voz de María. "Lo que más me duele es que no puedan reconocer el error". Ambos concuerdan: Si no es por la lucha de María, Isidro hubiese cumplido la condena completa. La ley rebaja la pena si el acusado confiesa los hechos. Él mismo lo afirma."¿Cómo voy a admitir algo que no he hecho?".
"¿Cómo es posible que esté aquí?" Esa frase retumbaba en la cabeza de Isidro todas las noches. La frustración y la rabia inundaban su mente, repitiendo de forma constante que él era inocente. "El loco", llegaron a apodarle algunos de los reclusos que cumplían condena ante esta reiteración.
El 31 de mayo de 2018, Isidro salió de prisión. A media tarde, su nombre resonó por la megafonía del módulo en el que se encontraba. Un agente judicial le iba a otorgar la libertad que tanto ansiaba, y por la que su mujer, desde fuera, tanto había peleado: "Fue una gran suerte".
Aquel día, continúa María, "fue una fiesta" para ellos. Pero también dentro de la cárcel. "Tocaban las cazuelas para festejar que mi marido iba a poder salir de prisión". Se acababa esta pesadilla. O parte de ella.
Ahora, este matrimonio vive en una casa en el campo. Entre las provincias de Granada y Jaén. Rodeado de naturaleza, Isidro se evade de sus propios pensamientos. "Le gusta estar allí. Es donde se relaja". Pero todavía una parte de él sigue en la cárcel. Sus recuerdos se encargan de recordarle ese pasado.
Acompañado de sus animales y de su mujer. A Isidro le basta con eso, porque es en quien confía. Intenta construir casas a los pájaros y se dedica a cuidar el campo, "porque así se siente bien". Todavía le cuesta salir a la calle, pero María intenta devolverle esa normalidad que un juez le arrebató un 13 de junio de 2017, cuando decretó su ingreso en prisión.
La pareja se desplaza en raras ocasiones a Marbella, su localidad natal, para ver a familiares y amigos. Y regresan. No se siente cómodo en las grandes vías. "Ve un policía y piensa que le van a detener". Su vivienda es "una finca bastante aislada", pero suficiente para el bienestar de Isidro. "Me han roto la vida", manifiesta.
Los hechos
Estepona, Málaga. Junio de 2008. Isidro mantiene una agitada conversación con PCAC y JMLC; uno de ellos, pariente de María. Las palabras suben de tono y hay un leve enfrentamiento físico.
Los lesionados acuden a distintos centros sanitarios. Isidro recibe asistencia médica en Marbella. Esta es la prueba a la que "más me aferraba", transmite María. "Mi marido estaba ingresado en el horario de la agresión. Para mí, eso era crucial".
Eduardo y Juan Carlos, hermanos de Isidro, entran en escena. Acuden al centro en el que estaban siendo atendidos los otros dos implicados y deciden esperarlos en el aparcamiento. Una vez allí, "comienzan a agredirlos", como falla la sentencia del juez, a la que ha tenido acceso este periódico.
Isidro, según fuentes consultadas por EL ESPAÑOL de Málaga, sale del centro médico de Marbella a las 13:06 horas del 21 de junio de 2008. Los hechos sucedieron en Estepona antes de las 12:59 horas, momento en el que abandonaron el hospital PCAC y JMLC.
Isidro Fernández Lozano era inocente. Pero ha respirado el terrible aroma de la cárcel durante un año. "Cada vez que iba a verlo yo salía con más fuerzas", relata María. Iba a visitarlo con frecuencia "porque pensaba que podía acabar mal". Tenía que sacar a su marido de prisión.
La condena
Isidro fue condenado a cuatro años y medio de cárcel sin haber cometido ningún delito."No tenemos ni multas", bromea María, desesperada todavía por aquella situación. Los hechos lo cometieron Eduardo y Juan Carlos en el año 2008.
Así lo reconocieron abiertamente los verdaderos agresores en las páginas del Diario Sur de Málaga. "Nosotros somos culpables, pero nuestro hermano es inocente".
Pero la sección novena de la Audiencia Provincial de Málaga asevera en la sentencia, a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL de Málaga, que "los hechos probados son legalmente constitutivos de un delito de lesiones". Y engloba a Isidro. No le exculpan.
"La mala suerte y la mala gestión" se ha cebado con ellos. El error principal recae en la estrategia de defensa que llevaron a cabo. Los tres hermanos firmaron la misma abogada. Los testimonios de Eduardo y Juan Carlos eran falsos, lo que restó veracidad a la coartada de Isidro. La verdadera.
María "no había ido a un juicio en mi vida". Todo le pilló de sorpresa. La tranquilidad de no estar involucrados les invadía. Pero el desenlace fue fatídico. "De la noche a la mañana", prosiguen, "nos meten en una sala enorme con un montón de jueces y fiscales". Y todo empezó "con una denuncia falsa".
El juez de la Audiencia Provincial obvió los recursos presentados por su abogado, en el que figuraba la hora de salida del centro médico de Marbella. La incompatibilidad horaria manifestaba que Isidro no podía ser uno de los agresores. La sentencia decretó su ingreso en prisión.
Pero María y su abogado no dejaron de insistir. Necesitaban liberar a un hombre inocente del infierno de la cárcel. "Un salto mortal" del letrado supuso una vía de esperanza para la familia.
Presentó los documentos que acreditaban el registro de salida de sendos centros hospitalarios por las dos partes implicadas. Ante la evidencia de la diferencia horaria, logró una segunda revisión extraordinaria en el Tribunal Supremo. Esta vez, el informe era favorable.
Después de seis años de batalla, Isidro y María volvían a sentirse libres. Sin castigos. Sin tener que ir a firmar cada 15 días "como un delincuente". Esta pareja vuelve a respirar el aire puro de la naturaleza sin sentirse preso.
En este sentido, por el daño causado, Isidro solicita una compensación de 900.000 euros. A día de hoy, la Audiencia provincial sólo le ha devuelto la cantidad de 3.000, debido a que la demanda ha sido, de momento, parcialmente estimada.
Entrada en prisión
"Nos llamaron de la comisaría de Málaga y le dijeron que tenía que ir urgentemente". Es el relato de una mujer que veía como su marido iba a la cárcel sin poder evitarlo. Sin motivo. Ligando palabras como puede, María relata el horror de aquel día.
Con un pantalón corto y una camiseta -"con lo puesto"-, Isidro se presentó en dependencias policiales. "Y de ahí ya no salió". No daban crédito. María "temblaba de los pies a cabeza". El sonido de su voz revela que el temblor sigue con ella. Sin notificar. Sin avisar. Una llamada que le cambiaría la vida para siempre.
Isidro, además, necesita medicación. "Ya se la darán en el centro penitenciario", le decían. Igualmente, María recuerda con afecto al personal de la prisión de Alhaurín de la Torre, al que agradece el trato a su marido.
"Allí, en cuanto empezaron a ver papeles y que el Supremo había aceptado el recurso se echaban las manos a la cabeza". Expresaban la enorme sorpresa de ver a Isidro encerrado entre barrotes. "¡Si este hombre es inocente!".
Isidro ha tenido en María el cimiento sobre el que construir su esperanza. No ha desistido en su lucha de sacar a su marido de la cárcel. Pero ella se quita mérito. "Es lo que hubiese hecho cualquier persona". Dice haberlo "vivido en segunda persona", dándole el mérito a su marido. "Él es quien ha sufrido el calvario de entrar en prisión".
María ha logrado lo que parecía imposible. Pero también ha tenido malos ratos. Muchos. Pero ha estado siempre muy bien rodeada. Su hermana y sus dos cuñadas -aunque para ella -"son como mis hermanas"- han evitado su derrumbe.
Igualmente, así ha emergido la figura de Jordi Ventura, su abogado. Cogió el caso en última instancia. Isidro y sus hermanos optaron por trabajar con una única abogada para los tres desde el inicio. Pero no fue a buen puerto. Jordi ha estado "codo con codo" con María para devolverle la libertad a su marido.
Finalmente, solicita a este periódico recalcar la actitud de dos periodistas: Juan Cano y Néstor Cenizo. "A pesar de haber sentencia firme pusieron en duda el encarcelamiento de Isidro". Está enormemente agradecida. Las palabras le delatan.
María va esbozando una ligera sonrisa a medida que se acerca el final de esta historia. Se intuye por el otro lado del teléfono. Es un final que comparte con su marido. Felices. En su finca. Después de trescientos cincuenta y dos días separados.