Aurelia tenía una fuerza de voluntad de otro planeta. Estuvo pluriempleada para sacar adelante a diez hijos tras sobrevivir a la Marcha Verde del Sáhara. Por si no fuera poco, adoptó a dos sobrinos y con 50 años debutó en el atletismo, logrando campeonatos internacionales. También superó una operación de corazón y peleó contra el cáncer hasta que murió el 26 de abril de 2020, tras esperar siete largas horas a que una ambulancia la trasladase de su domicilio al Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia. Del piso de la anciana al centro hospitalario había dos míseros kilómetros.
"A mi madre se le quitó la oportunidad de pelear por su vida: hubo una actuación completamente negligente", concluye Antonio, mientras argumenta a EL ESPAÑOL que el trayecto en coche desde la vivienda de Aurelia al centro hospitalario se cubre en seis minutos. El caso de Aurelia Marín Ramón, conocida en la Federación de Atletismo de la Región de Murcia como 'la abuela del atletismo murciano', por sus logros deportivos, ya está en manos de la Asociación El Defensor del Paciente.
Antonio habla en nombre de sus hermanos porque vivía puerta con puerta con el piso de su madre, en un bloque de la pedanía murciana de Aljucer, y aquel 26 de abril fue él quien solicitó asistencia sanitaria urgente para Aurelia."Ese día no podía moverse de la cama y era un terremoto de mujer, eso me pareció extraño, por eso decidí medir sus constantes con un pulsioxímetro que tengo de uno de mis hijos porque padece asma".
El resultado fue alarmante y Antonio telefoneó -de inmediato- al 112 para alertar del estado en el que amaneció Aurelia: "Les dije que tenía una saturación de oxígeno del 91%, dificultad para respirar, estaba semiconsciente y les expliqué que en su historial clínico constaba que había sido intervenida de una válvula del corazón".
La familia reclama una responsabilidad patrimonial de 308.650 euros al Servicio Murciano de Salud, a través de una demanda interpuesta por el prestigioso letrado Ignacio Martínez, ante el silencio administrativo con el que se despachó la defectuosa asistencia sanitaria que supuestamente recibió Aurelia: 'la abuela del atletismo murciano'.
Cronología de un desastre
EL ESPAÑOL ha accedido en exclusiva al expediente administrativo del Servicio Murciano de Salud sobre el caso de Aurelia. El documento expone cronológicamente la atención de llamadas y activación de recursos que evidencian la presunta demora que hubo para evacuar a la anciana al hospital. Y todo ello, a pesar de que por su domicilio a lo largo de siete horas llegaron a desfilar la friolera de cuatro ambulancias antes de tomar la decisión de trasladarla a urgencias.
- Antonio, ¿qué ocurrió tras su primera llamada al 112?
- Llamé a las 10.03 de la mañana y la primera ambulancia no llegó hasta las 12.16 del mediodía: tardó más de dos horas. Un médico la examinó y me dijo que mi madre estaba para ser trasladada al hospital para hacerle pruebas, pero que ellos no iban a hacerlo porque vendría otra ambulancia.
El expediente de Aurelia confirma la gravedad de su pronóstico desde esa llamada. Prueba de ello es esta afirmación que se recoge: "Tras conversación, se subió la prioridad a dolor torácico". Antonio, consciente de que por esas fechas el país llevaba un mes sumido en la mayor crisis sanitaria de su historia y el personal médico estaba desbordado por el coronavirus, optó por mantener la calma aceptando esperar la llegada de otra ambulancia para evacuar a su madre al Servicio de Urgencias. "No entendí el motivo, pero desconozco sus protocolos".
Angi se puso de parto
A partir de ese momento comenzó el infierno asistencial de Aurelia, cuyos síntomas empeoraron porque la segunda ambulancia no llegaba. Así lo recoge la demanda: "Trascurridas tres horas sin noticias de los servicios de emergencias, a las 15.01 horas, Antonio Barranco llamó de nuevo al 061 a fin de reclamar la ambulancia de traslado, puesto que habían aparecido nuevos síntomas, como fiebre y diarrea".
Durante la desesperante espera, Angi, la esposa de Antonio, empezó a notar las primeras señales de que el cuarto retoño del matrimonio estaba de camino. "Sumaba seis días fuera de cuentas y cuando se fue la ambulancia llegaron las primeras contracciones", relata la mujer. El cabeza de familia comenzó a sentir "angustia" porque se le acumulaban las urgencias médicas en pleno confinamiento: al delicado estado de Aurelia, sumaba la inminente llegada al mundo de Nina.
"No podía dejar a mi madre moribunda y marcharme al hospital para que mi mujer diese a luz: me vi con las manos atadas", admite Antonio. "Yo solo no podía bajar a mi madre a la calle para llevarla a urgencias en mi coche porque estaba en peso muerto, tenía que arrastrarla y no quería hacerle daño". De forma que aguardó al vehículo sanitario, mientras su mujer iba controlando la periodicidad de las contracciones.
Ambulancias a gogó
La espera, una vez más, no sirvió de nada. Así lo refleja el expediente: "A las 15.29 horas llegó la ambulancia de traslado que, ante el estado de la paciente y la aparición de los referidos síntomas, solicitó apoyo. El médico regulador, ante tales explicaciones, ordenó la retirada de la ambulancia de traslado y asignó una VIR2, una unidad especial equipada con técnico y enfermero para casos por Covid-19, pero sin médico".
En la práctica, ordenaron marcharse a la segunda ambulancia movilizada y activaron el protocolo de casos de coronavirus, solicitando una nueva ambulancia: la tercera del día. El resultado de la operación: Aurelia seguía en cama sin ser evacuada a urgencias. "El conductor de la segunda ambulancia dijo que no podía trasladarla porque no tenía equipo de oxígeno: lo que enviaron fue un taxi", critica el hijo de la difunta.
Antonio trataba en vano de bromear con su madre para rebajar tensión al preocupante panorama. "Ella no era consciente de la situación, se iba y venía, me empezó a decir que veía a sus padres". Cada vez presentaba peores síntomas aquella mujer, nacida hace 87 años en Dolores de Pacheco, que era enérgica, valiente, emprendedora, bromista, solidaria y con una vida digna de un guión cinematográfico:
Aurelia se casó con un legionario de Almería, con el que no dudó en irse a vivir al Sáhara Occidental cuando destinaron a la colonia española al hombre con el que había tenido dos hijos. Allí vivieron lo mejor y lo peor de sus vidas: vieron crecer a su prole hasta convertirse en familia numerosa, porque tuvieron otras siete criaturas, y también fueron amenzados de muerte durante la invasión marroquí.
"Cuando se produjo la Marcha Verde en el Sáhara regresaron a Murcia, a mi padre le asignaron dos viviendas sociales porque era un militar trasladado con familia numerosa, pero luego abandonó a mi madre", resume Antonio, el último hijo gestado por Aurelia porque luego vinieron las adopciones. "Mi madre acogió a su hermana y adoptó a sus dos hijos: para sacarnos adelante a los doce, tuvo un empleo de limpiadora en el Ayuntamiento de Murcia, y otro, limpiando en la estación de autobuses".
Sergio, 'la Centella de Aljucer'
Los dos pisos del bloque de Aljucer bullían con el ir y venir de esta familia numerosa. "Las puertas siempre estaban abiertas, era como un hotel". Había zagales de todas las edades, con personalidades dispares, y una pasión en común: el deporte. "Hacíamos atletismo, natación, gimnasia rítmica, ciclismo, piragüismo...". Y al final, a los cincuenta, Aurelia siguió el ejemplo de su prole: inició una carrera como atleta, compitiendo en 100 metros lisos, media maratón y lanzamiento de peso. Casi nada.
Aurelia llenó las estanterías de su casa de trofeos de competiciones nacionales e internaciones. En 2009, logró la medalla de bronce del Campeonato del Mundo de Veteranos, celebrado en Lahti (Finlandia). En la temporada 2012-2013, fue distinguida Mejor Atleta Veterana de la Federación de Atletismo de Murcia. "Mi madre era una máquina: compitió hasta los 80 años y formó parte de la selección española de atletas veteranos". De hecho, en la Región era conocida cariñosamente por su dilatado palmerés como 'la abuela del atletismo murciano'.
"No sabía idiomas y se iba a competir al extranjero porque le encataba viajar, solo le faltó por visitar un continente: Asia". Esa vida intensa se estaba apagando aquel 26 de abril, dejando atrás el amor infinito que le procesaban una docena de hijos que le dieron 27 nietos y 8 biznietos. Algunos de ellos con la genética deportiva de 'la abuela del atletismo murciano'.
Prueba de ello es su nieto: el velocista internacional, Sergio López Barranco, apodado 'la Centella de Aljucer', y cuya trayectoria es impresionante porque ha sido Campeón de España Sub23 de 60 metros en pista cubierta, de 100 metros, de 200 metros al aire libre...
"Tenían una relación especial: ella siempre le daba consejos. Le solía decir a Sergio que en el atletismo había que competir contra uno mismo para superarse". Aurelia siempre que podía iba a ver volar por la pista a 'la Centella de Aljucer', cuando competía con el Nutribán Sociedad Atlética de Alcantarilla. Abuela y nieto llegaron a darse el capricho de entrenar juntos en la Universidad de Murcia.
Aurelia Marín Ramón se superó dentro y fuera de la pista, a pesar de que la vida nunca se lo puso fácil, ya que uno de sus hijos padecía una minusvalía del 70% y otro una discapacidad del 68%.
Antonio rogó por Aurelia
Las gestas personales de esta superabuela iban camino de convertirse en recuerdos póstumos porque la tercera ambulancia que acudió a su piso tampoco la evacuó. "A las 16.28 horas acudió el VIR (3ª ambulancia) para traslado de la paciente al hospital, y dado el grave estado clínico de la señora Marín, no estaba hemodinámicamente estable, presentaba dolor torácico e insuficiencia respiratoria, se consideró necesaria la presencia de un médico, por lo que se pidió asistencia del SUAP". Fin de la cita del folio 21 del expediente del Servicio Murciano de Salud.
- Antonio: ¿cómo reaccionó cuando el personal de la tercera ambulancia no evacuó a su madre porque solicitaron la cuarta ambulancia del día?
- La tercera ambulancia vino sin médico, solo con un técnico y una enfermera, con traje para evitar contagios de coronavirus. Encima, les tuve que dejar el pulsioxímetro de mi hijo porque su equipo no funcionaba. Les imploré que trasladasen a mi madre al hospital; les rogué que me ayudasen a bajarla a mi coche... Ellos se negaban diciendo que era peligroso para ella, pero en realidad no se la llevaron porque tenían miedo de que se les muriese por el camino. Cuando solicitaron otra ambulancia no se me fue la cabeza porque hice de tripas corazón.
Parte catastrófico
Pasadas seis horas desde la primera llamada al 112, se plantó en Aljucer la cuarta ambulancia del día, con una novedad: había un médico. Por tercera vez, Aurelia fue evaluada, y finalmente este SUAP la trasladó a urgencias. A las 17.22 de la tarde, la 'abuela del atletismo murciano' batió contra su voluntad un triste récord: tardar 7 horas y 19 minutos en ingresar en el Hospital Virgen de La Arrixaca que está a dos kilómetros de distancia de su piso.
Era demasiado tarde para esta anciana cuyo parte de ingreso presagiaba un luctuoso desenlace: "La señora Marín Ramón presentó muy mal estado general". Tenía insuficiencia cardiaca, presión arterial alta, problemas respiratorios y 39 grados de fiebre. "Ante dichos síntomas se inició oxigenoterapia y tratamiento farmacológico".
No pudo despedirse de su madre
Antonio llegado este punto de la entrevista con EL ESPAÑOL no puede evitar romper a llorar: "No le pude dar el último adiós a mi madre porque cuando llegué a urgencias con mi mujer nos metieron directos al paritorio". Durante el parto, se enteró de que Aurelia murió, a los 87 años, a las 19.30 horas del 26 de abril. Nina nació pasados cinco minutos de la medianoche, del 27 de abril.
"Siempre pienso que Aurelia y mi hija, Nina, se cruzaron por el camino", reflexiona emocionado este empleado de supermercado, de 42 años, mientras su esposa, Angi, de 39 años, lamenta la última conversación que tuvo con su suegra: una mujer divertida, miembro de la Peña Huertana El Trillo, a la que le encataba ayudar en las barracas de Murcia y que era una fiera bordando trajes típicos regionales. "Cuando iban a bajar a Aurelia a la ambulancia, le dije: 'Abuela, va a nacer Nina, mañana se la llevo a su habitación en el hospital para que la conozca, pero no pudo ser".
Ignacio Martínez, abogado de la Asociación El Defensor del Paciente, confirma que la anciana dio negativo en la PCR por coronavirus que le hicieron en La Arrixaca: "Murió de una insuficiencia cardiaca y respiratoria". El letrado experto en derecho sanitario detalla que una de las hijas de Aurelia presentó una queja por la demora en el traslado y la Gerencia de Urgencias del 061 admitió un "error cometido" por dos operadoras, a la hora de asignar la primer ambulancia a la paciente.
"Los errores cometidos por las operadoras de los puestos 113 y 96, primero, al asignar una ambulancia que no era de la zona, y segundo, al dejar sin asignar la ambulancia correcta, una vez advertido el error, implicaron un retraso de más de 2 horas y 10 minutos en la llegada del SUAP a la vivienda de la paciente", tal y como sostiene el letrado en su demanda que ha sido admitida a trámite.
"Dicho lapso pudo suponer la diferencia entre vivir o morir, más aún si tenemos en cuenta la edad, estado clínico y antecedentes de la señora Marín", según argumenta Ignacio Martínez. La conclusión cuarta de su demanda es demoledora y lo resume todo en un párrafo:
"En conjunto, y en relación a las asistencias recibidas, concluyo que no se ha actuado conforme a la praxis médica correcta, circunstancia con relevancia plena en el fallecimiento posterior de la señora Marín. La paciente hasta recibir asistencia correcta y efectiva en el hospital, permaneció por un periodo superior a 7 horas en su domicilio, sin las mínimas medidas de soporte respiratorio, ventilatorio, antitérmico y de alivio de la sobrecarga cardiaca. Todas estas medidas son elementales, simples y asumibles por los servicios de urgencias, y que sin duda hubieran detenido la progresión del cuadro clínico y por tanto su muerte".
- Antonio, ¿qué esperan usted y sus once hermanos del proceso judicial que se inicia ahora?
- Hemos emprendido acciones legales para que esto no le vuelva a pasar a nadie y para que mejoren los protocolos de atención sanitaria. Si la primera ambulancia se llega a ocupar del traslado de mi madre al hospital, ella habría tenido alguna oportunidad de pelear por su vida, pero le quitaron siete horas de tratamiento médico.