"Sólo quiero que me trague la tierra. Lo habéis tergiversado todo". Apenas un par de frases, nada más. El falso denunciante de una agresión homófoba en Malasaña salía indignado de su portal la tarde de este miércoles, a paso ligero y cabizbajo sin querer ver a nadie. Sólo un par de frases, cara de pocos amigos y a toda prisa. Era el rostro más buscado por todos los medios de comunicación desde que el lunes trascendiera la noticia de su denuncia.
El joven, de 20 años y nacionalidad española, denunció ante la Policía Nacional que un grupo de ocho encapuchados le había acorralado en su portal y le había marcado con un filo la palabra "maricón" en los glúteos. Este miércoles, tras un duro interrogatorio con la Policía Nacional, ha confesado que se lo inventó. No hubo encapuchados ni ataque, ha admitido.
El falso denunciante se ha mostrado esta tarde más derrumbado que en su primer encuentro con EL ESPAÑOL, que fue la mañana de este martes. Ayer miraba a los ojos y mostraba entereza. Hoy, casi se derrumba. "Quiero volver con mi familia", ha confesado a pocos metros del lugar de la no-agresión. Acto seguido, se ha perdido en los andenes del Metro de Tribunal.
En su declaración ante los agentes de la comisaría del distrito Centro (calle Leganitos), ha querido dejar claro que no existe una manada de ocho personas atacando a nadie por la zona y que todo era una ficción. Fuentes del Ministerio del Interior adelantan que esta declaración se produce sin perjuicio del desarrollo de las investigaciones y del procedimiento judicial posterior.
El caso ha llegado a las más altas esferas políticas y ha supuesto una conmoción en la comunidad LGTBI, que veía impotente como se le arrebataba un espacio seguro y gayfriendly como Malasaña. Mucha gente ha confesado tener miedo en estos últimos días. Mucha. Pero no hay manada que temer, al menos, no en Malasaña.
El relato del joven, tal y como aseguran fuentes policiales a este periódico, comenzó a desmoronarse tras la comprobación de que en ninguna de las cámaras de seguridad de esa calle ni de ninguna otra próxima, ni de ninguna, en general, se observaban a esos individuos ataviados tal y como él había descrito en su denuncia. Huyendo tras cometer la brutal agresión.
Este periodista ha podido contar 11 cámaras de seguridad solo en su manzana, entre comercios y las de vigilancia del Ayuntamiento. Ninguna captó nada. Ni el chino de la esquina, ni el taller de tatuajes, ni el hotel, ni el portal del 27, ni la peluquería...
Además, si contamos las cámaras de las manzanas adyacentes, el número se triplica. Hay sucursales de banco, hoteles, museos, una parada de Metro y hasta el Tribunal de Cuentas. Nadie vio nada, nadie oyó nada. Y en la denuncia constaba que los hechos ocurrieron el pasado domingo a las 17 horas, en una calle muy transitada de Malasaña. El relato no se sostenía.
Sexo masoquista e infiel
La falsa víctima no quería que su novio se enterara de que le había sido infiel con dos hombres en ese mismo piso y por eso se inventó la versión de la agresión de ocho hombres encapuchados, según ha declarado el Ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska. La pareja le insistió, ante la gravedad de lo sucedido y engañado, a que acudieran al centro de salud, donde la enfermera que le asistió le indicó que comunicaría a la Policía lo ocurrido, siguiendo el protocolo de agresiones.
Por ello, y a instancias también de su novio, el joven denunció presencialmente los hechos ante la Policía. Entonces, los agentes iniciaron una investigación, que consistió en investigar las cámaras de seguridad de la calle donde vive, otras aledañas, incluso las del Metro de Tribunal.
A la hora a la que se refirió el falso denunciante, el domingo a las 17 horas, solo se le veía al denunciante entrando tranquilamente en su casa. Los agentes habían interrogado estos dos días a comerciantes y vecinos de la zona y tampoco había escuchado nada. Ni la vecina del bajo, ni la del primero, ni ninguno oyeron ni vieron nada raro esa día.
Lo que sí oyen a menudo son fiestas en la casa del joven, que lleva poco viviendo ahí. Constantemente entra y sale gente, muchos con maletas, según ha explicado a este periódico la vecina más veterana del bloque.
Entonces, los investigadores analizaron el móvil y las redes sociales del denunciante, y comprobaron que ese día había quedado para practicar sexo masoquista con otras dos personas. El joven en cuestión aseguró en un primer momento que no conocía a los autores de su agresión.
Ante ello, y las contradicciones de la denuncia inicial, los policías llamaron esta tarde de nuevo a la supuesta víctima para cotejar que lo ya investigado "no cuadraba" con lo que les contaba. Entonces, el joven se derrumbó y admitió que la historia "se le había ido de las manos" y que "solo quería tapar" lo ocurrido para que no se enterara su novio.
La Policía Nacional ya ha cerrado el atestado para mandar el caso ante la Fiscalía para que pudiera instruir e imputarle, si así lo considerara un delito de denuncia falsa, con penas máximas entre seis meses y dos años de cárcel. El joven ha quedado en libertad a la espera de futuribles requerimientos judiciales.
La investigación la ha llevado la Policía Judicial de comisaría Centro y la Brigada Provincial de Información, concretamente el equipo de delitos de odio. En total, una treintena de agentes, que insisten en que no tienen fichada ninguna manada en Madrid dedicada a cazar o dar palizas a miembros de la comunidad LGTBI.