Dos hombres salen enfadados del bar al que tenemos que acudir esta vez. Refunfuñan. Uno de ellos es mayor, ronda los 50. El otro, más joven, pelo largo, de estilo hippie, lleva un niño en brazos de poco más de dos añitos, calculamos. El pequeño tendrá que esperar a una gasolinera para miccionar. El hombre que le sostiene no quiere que pise los baños de Casa Eladio, en Ávila, un lugar que acaba de conocer. “Esto es increíble. Sólo pasa en España. Entras y está Franco por todas partes. Apología del franquismo y del fascismo. Es que debería estar prohibido”, dice el joven cuando el reportero le pregunta qué le pasa.
Casa Eladio es uno de esos ocho bares que conforman la Ruta 36. Como ‘El Cangrejo’, visitado por EL ESPAÑOL la pasada semana. Pero, en realidad, son pocas las similitudes que guardan estos dos lugares, aparte de que son bares con estética franquista.
Todo aquel que no piense como el dueño está invitado a irse. “Perros sí, perroflautas no”, se puede leer en un cartel. Este sitio parece mucho más hostil que el que nos encontramos en Ciudad Real.
Excepto por el 'pequeño' detalle que acaban de leer, en la terraza la normalidad es aparente. Si uno anda despistado puede entrar sin saber que accede a un lugar donde se adora al dictador. No se le ve al lejos si uno no se fija. Si, mucho colorido emulando a la bandera rojigualda, pero poco más.
Dentro, el local es pequeñito. Un recibidor con souvenirs, la barra y una máquina de juego a la derecha es lo primero que se ve. Ni siquiera hace falta desviar la mirada para saber que el franquismo aquí es una especie de religión. Un busto del dictador en la barra ya da una idea de dónde estamos.
Al lado, un salón con unas cinco mesas. Unas tienen pegadas la cara de Franco y otras la bandera franquista.
Nos saluda Eladio Blázquez, regente de este lugar y cocinero. Tras la barra nos atiende una simpática camarera ataviada con un polito con simbología franquista. Ella no quiere saber nada de la política, nos dice. Trabaja y punto.
Hemos venido a ver al dueño del bar. A conocer los motivos por los que Eladio Blázquez tiene aquí un santuario al dictador casi cinco décadas después del fallecimiento de Franco. Es un sitio lleno de nostalgia, pero también de contradicciones. En estas paredes hay, por ejemplo, una dedicatoria de Joaquín Sabina. Nos dicen que también está Santiago Carrillo (no lo vemos). Gitanos hay unos cuantos en estas paredes, aunque quizás por ser artistas no sufrieran tanta represión como el resto de su pueblo. Y también están Federico Jiménez Losantos, a pesar de que aquí se considera a todos los periodistas “unos mentirosos”.
La entrevista no será fácil. Es lógico, en realidad. ¿A quién se le ocurre recibir a un par de periodistas en tu bar? O lo que es lo mismo, a un par de mentirosos que a saber qué escriben.
La comida
Esperando a ser atendidos, algunos curiosos entran en el salón a ver la decoración. Nos rodean fotos de Franco, de Primo de Rivera, de Adolfo Suárez, Schuster vestido del Atlético de Madrid y otros elementos decorativos nostálgicos. En las ventanas, a modo de cortinas, banderas franquistas y de la falange.
Accede al salón un hombre con aspecto de estar jubilado, pero en buena forma. Viste chupa motera. Entra, mira a su alrededor y no parece creerse lo que está viendo. Se eleva sobre las punteras de los pies, hinchando el pecho, casi levitando, y grita: “¡¡¡Viva España!!!”.
Está alucinado. Mira la foto de un guardia civil de Tráfico haciendo una maniobra sobre la moto. Él sirvió a la Benemérita en esta sección durante años, en Canarias, y hacía las piruetas que se muestran en la foto. Se lo cuenta a los reporteros, como también que en las islas ya no quedan bares con este tipo de decoración.
Todo el que entra aquí está orgulloso de donde come. Justo detrás nuestra, un brindis habla de comunistas. Son tres chavales jóvenes, no vivieron la dictadura ni por asomo, pero ahí están, alucinando como los que más. Leen una página del periódico falangista Arriba, colgada en la pared junto a la que comen. “Arriba Franco y Hitler”, leen en voz alta. Es lo que viene en letras grandes, pero en realidad no es la proclama. Arriba es el nombre del periódico. Franco y Hitler es parte de un título que continúa diciendo, aunque con una tipología más pequeña, “se reunieron ayer”.
Hay souvenirs franquistas para llevar, pero lo que se lleva casi todo el mundo de aquí es una fiambrera con la comida. El menú tiene dos platos bien cargados. Grande, ande o no ande.
Pero lo que más llama la atención en la carta de este restaurante es su hostilidad. Los “chorizos rojos fusilados” pasan la línea de la broma de mal gusto. También nos dicen que hay chuletón nacional y merluza grande y libre de cebolla.
“¿Por qué va a ser una provocación?”, nos contrapregunta Eladio. “Cada uno llama a las cosas como quiere”, dice. Puede que sea así, pero “chorizos rojos fusilados” es una ofensa a las víctimas del franquismo. “¿Si alguien se sintiera ofendido? Pues que se vaya a su casa. Allí seguro que no… Qué fácil es”, continúa el dueño del bar.
Este discurso no concuerda con el expuesto al principio. “Aquí puede venir quien quiera. Se respeta a todo el mundo mientras que respete”. Habría que definir respeto y ver quién se lo salta antes.
Al principio de la entrevista, Eladio dice no haber tenido problemas nunca por la decoración de su bar, que abrió sus puertas en 2005. No le han intentado hacer nada desde entonces. “No, no, no. No, no, no”, dice insistentemente. Luego recuerda: “Si viene alguno por la noche a hacer algo es bien recibido. Además, le invitamos a una caña”.
Más tarde reconoce que recibe amenazas y que tiene dos guardias de seguridad para que nadie entre por las noches en su local. “Si no ya me habrían echado una cerilla”. "Un bar como este tiene muchísimos problemas".
“No me gustan las entrevistas”
Hasta que comienza la entrevista, el ambiente parece afable. Mientras la cámara está encendida, a Eladio se le nota incómodo. No quiere hablar mucho. A veces mira a cámara, otras al reportero y otras su lenguaje verbal parece mostrar una timidez incómoda.
No quiere que se quite el hilo musical. Aquí no suena el Cara al Sol como en El Cangrejo. Hay más de folclore y alguna vez suena el Viva España de Manolo Escobar.
—¿Desde cuándo está abierto el bar y por qué lo decoró así?
—Llevo con el bar desde 2005, en dos etapas diferentes. Tenemos la misma decoración desde que abrimos. Lo hice porque esto es como un sentimiento. Esto es como ser del Atleti, lo llevas dentro, se nace con ello. Desde muy chiquitito tenía la idea de hacer una cosa de estas.
—Pero, ¿por qué un bar así decorado y no cualquier otra cosa? –insiste el reportero.
—No lo sé, porque es algo que se lleva dentro. Se lleva aquí, en el corazón –suenan golpes en el pecho–. Yo soy franquista por la gracia de Dios y español hasta la muerte.
Eladio reconoce que en su casa no había ningún franquista. Él es el primero y único. “Siempre me han gustado estas cosas y lo que es la bandera de España”.
Reconoce que sus clientes son “españoles con sentimientos. A los que le gusta la bandera de España”. Y dice que cada vez son más los que sienten una especie de filia con Franco y el franquismo. “Desde el 2005 para acá, gusta más. Antes no había tanto y ahora hay mucho franquista. Muchísimo, muchísimo. Chavales jóvenes y no tan jóvenes. El sentimiento franquista está resurgiendo”.
“Aunque lo quieren triturar todo, esto irá a más. Pueden tirar el Valle de los Caídos o lo que quieran, pero historia está ahí”, dice Eladio, que piensa que la exhumación del dictador fue para “despistar”. “Si se habla de Franco no se habla del paro o de otra cosa”.
Política y memoria histórica
Hablamos de memoria histórica. La última reforma de la ley de Memoria Democrática aprobada por el Consejo de Ministros no tipifica la apología del franquismo como delito, aunque sí se castigarán con sanciones económicas las "humillaciones de las víctimas", la exaltación de la Guerra Civil, la dictadura o la represión. Vamos, que este lugar de culto podría desaparecer.
“Que sea lo que Dios quiera”, dice Eladio. “Dentro de mi casa no se podrán meter, espero. Si sale una ley, ya veremos qué pasa. Pero no van a mandar siempre los perroflautas de ahora”.
—¿Qué le parece el Gobierno de coalición liderado por Pedro Sánchez?
—Cualquier cabra de mi pueblo que pusieran lo haría mejor que él. ¿A quién le gusta el gobierno de coalición? A nadie. A los catalanes y a los vascos.
Es directo, como un púgil que espera el golpe del contrario, lo para y lanza un recto. Nada de amagos, nada de florituras. Golpe de izquierda, izquierda, derecha. Bueno, en este caso serían tres derechas seguidas.
Eladio vivió cinco años de su vida en dictadura. Aun así, cree que entonces se vivía mejor. Aquellos fueron los mejores años de su vida, según él. “Nunca he pasado una época tan feliz como esa. Chiquitito y con Franco, imagínate”.
Ahora cree que el dinero lo ha echado todo a perder. Maldito parné. “La sociedad ha ido a peor por la pasta. Antes se compraban pisos y de todo. A ver quién lo hace ahora. Este es el problema. Antes se conseguían y se podían comprar las cosas”.
Cuando habla de política, no se moja. Dice que tiene amigos del PP, de Vox, de la Falange y del PSOE. Clarifica que a los socialistas no los vota ni muertos, pero luego deja la incógnita de a quién le ofrece su apoyo. De todas formas, no tiene mucha pinta de votar a “la derechita cobarde”.
Está de acuerdo con el dueño de El Cangrejo. Los políticos de ahora no se merecen un homenaje. “Ahora la política es muy fácil. Ser político y cobrar es muy fácil. Un buen político son los miles de alcaldes que hay por los pueblos, que lo hacen por vocación, que no cobran. El político que cobra… Malo”.
No tiene en alta estima a los políticos. Ni siquiera alaba a Santiago Abascal, a su paisano Pablo Casado, ni una Isabel Díaz Ayuso que encandila a todos los hosteleros por su gestión durante la pandemia. “No me gusta ningún modelo. Ni me gusta Madrid ni Extremadura. [Me gustan] Castilla y León, Ávila y España”.
Responde entonces por qué tiene una foto de Abascal tras la barra. Contraataca diciendo que también tiene fotos del PP, de algún socialista y presume de la dedicatoria de Joaquín Sabina. “Esto es historia de España”.
Asegura que pondría incluso una foto de Pablo Iglesias también aquí. Hay una de los diputados de Podemos en el Congreso. Es antigua, está hasta Íñigo Errejón, pero el mensaje que muestran encima no es favorable.
“Sólo creo en Dios”
Eladio Blázquez no tiene problemas en hacer el saludo fascista en cuanto puede. Rehúsa hablar de algunos temas y con la política no quiere meterse. Cree imposible que alguien arregle la sociedad española porque el capital lo ha arruinado todo.
“No hay ningún partido político que pueda arreglar esto. Si llega un partido político que dice que no va a cobrar ni un duro, seguro que lo consigue”, expone.
Esta teoría es fácilmente desmontable: si un político no cobra o cobra poco, es fácilmente corrompible. Por lo tanto, el sistema tiene ya una fuga. Pero a Eladio le da igual y da su razón. “Conozco políticos que han estado en el PP, en el PSOE, en Ciudadanos… Y todo por la pasta”.
Que no cree en los políticos, vaya. Que no y que no. “Por supuesto que no, yo sólo creo en Dios y en el Espíritu Santo”.
El parné, ese maldito parné al que se critica, al final es lo que mueve su negocio. Si este santuario franquista no tuviera clientes estaría cerrado al público, aunque quizás Eladio lo pondría en su casa.
Sin embargo, es cierto que el franquismo parece haberse convertido como en un elemento de marketing para los que se consideran ‘transgresores’, amantes de lo ‘políticamente incorrecto’ que van contra las normas. Por eso ahora hay bares que se están sumando e incorporan elementos franquistas en sus establecimientos.
“A raíz de que hemos hecho la Ruta 36 están saliendo muchos bares de estos por negocio”. A Eladio parece molestarle que los empresarios lo hagan por dinero y no por sentimiento. “Si no llevas esto dentro, malo”. “Ahora están saliendo muchos con la bandera y tal, pero poner al general Franco es más difícil”.
El último en salir ha sido el empresario antirrojos de Málaga. Le da la razón en lo expuesto sobre las pagas. "Ahora no hay trabajo pero tampoco se quiere trabajar. Un tío prefiere 500 euros tumbado que 1.000 en una barra. Si le dan 500 y tú le das 800, pues lógicamente se van a por los 800, porque está tumbado y ganando dinero".
La charla no dio para mucho más. Bueno, sí, para hablar de la prensa.
—¿Qué piensa de los periodistas?
—El periodismo… Pura trampa. Cada uno escribe lo que le da la gana. El que ve la tele y lee periódicos, mal anda, eso está claro. Así de fácil. No valen para nada. Los periodistas mienten más que ven. Casi todos. Meto a todos en el mismo saco.
—¿Algo que quiera decir y que no digamos nunca los periodistas?
—Arriba España y Arriba Franco. Eso nunca lo decís.
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