“No hay un líder. No están todos a una, pero sí en el mismo barco”. Es la radiografía de la ultraizquierda que impera en Madrid, la definición de los grupos violentos que siguen su propia agenda más allá de los grandes convocantes. En los últimos años han destacado por sus actos antisistema, sus respuestas violentas y su defensa, dicen, de la libertad de expresión. Su último objetivo ha sido algo diferente: el PCE, Podemos y Pablo Iglesias, “las caretas reformistas del Estado”.
Son las palabras que utiliza el Movimiento Antirrepresivo de Madrid (MAR) para definir al exvicepresidente, que había elegido este fin de semana para su reaparición pública. La fecha, para él, era simbólica: regresar en el centenario del Partido Comunista de España, su aliado, para mostrar la unidad de las fuerzas a la izquierda del PSOE que hasta ahora representaba. Lo que se encontró, no obstante, significó exactamente lo contrario.
Una veintena de jóvenes de izquierdas, de incógnito, con banderas republicanas y con la hoz y el martillo, gritando al unísono: “¿Dónde está el progreso?, ¿dónde está el cambio?”. El MAR: críticos de izquierda a la izquierda de Iglesias. No eran miembros del PCE. Eran otra cosa.
Puzle de ultraizquierda
En realidad, el MAR no existe, o por lo menos no de la manera en que uno se espera. No tiene una sede física, su actividad se difunde exclusivamente vía Telegram y redes sociales y no tiene poder de decisión sobre quienes lo integran. Es, a todas luces, un grupo de grupos: un puzle de ultraizquierda formado por viejos enemigos y amistades peligrosas que, a la hora de la verdad, se unen contra sus enemigos comunes.
Nació en mayo de 2018 para defender la libertad de expresión del rapero Valtonyc, condenado por el Tribunal Supremo a tres años y medio de prisión, pero su trayectoria ha ido variando con el tiempo. Su idea, en un principio, era crear una plataforma que siguiese viva después de que las protestas se apagaran: fundar una coordinadora que defendiese todas las causas similares y, en el futuro, funcionar de paraguas para los pequeños grupos de la izquierda madrileña, a veces incluso enfrentados entre ellos.
No obstante, lo que les ha hecho más famosos no es la defensa de la presunta libertad de expresión, sino sus métodos: “De los más activos y violentos dentro de la ultraizquierda”, según apuntan fuentes policiales a EL ESPAÑOL. Si durante el último año ha vivido una manifestación violenta en Madrid, probablemente el MAR estaba detrás.
Quizás el mayor ejemplo de ello sean las convocatorias por la libertad de Pablo Hasel en el centro de Madrid, en que cargaron contra la Policía con adoquines de la calzada. Los alborotadores, aseguran fuentes del Cuerpo, eran viejos conocidos de las trifulcas violentas; veteranos que ya se habían enfrentado a los agentes en otras situaciones, como desahucios o disturbios en las calles de Madrid. La mayoría eran, apuntan las mismas fuentes, auténticos profesionales del destrozo y la algarada.
Las caras de MAR
Uno por uno, la cuenta de miembros del Movimiento Antirrepresivo de Madrid podría llegar hasta casi 300 personas, pero es tramposo enumerarlas así. En realidad, casi ninguno de los integrantes guarda obediencia ciega a la organización, sino a los grupos más pequeños, entre 20 y 30, que se integran dentro del espacio. Entre ellos guardan también diferentes orígenes e ideologías, y provienen desde el movimiento okupa hasta posiciones filoterroristas.
“Son muy radicales, muchos son cercanos a la filosofía del PCE(r) y el GRAPO: una amalgama de muchos colectivos unidos por el pensamiento violento” indica una fuente cercana a los grupos ultras. “Es una coordinadora de muchos grupos que intenta aglutinarlos a todos”, precisa. De hecho, tal es su variedad que es casi imposible encontrar a figuras que lo puedan representar.
Si hay una que merezca ser reseñada, esa sería la de Marco Fernández, su cara visible y portavoz, que proviene del movimiento okupa y antidesahucios. A partir de él, los lazos de MAR se ramifican entre diferentes grupúsculos de Madrid de ideología antifascista, unidos en un primer momento por la defensa de la libertad de expresión.
Para ello, el colectivo cuenta incluso con su propio equipo legal, siempre de guardia durante las manifestaciones para que cualquier detenido pudiera recurrir a ellos. Dos de ellos también son conocidos: Karim Benamar Narro, abogado de los activistas de ‘Rodea el Congreso’, y Alejandra Matamoros, abogada de Pablo Hasel.
Convocantes vs aprovechados
Advierte la policía del importante poder de convocatoria que tienen estos grupos. “Si la extrema derecha monta una concentración, van a venir muy pocos: 100 o 200 como máximo. Los grupos de extrema izquierda son capaces de convocar a 3 o 4 mil personas". El claro ejemplo fue, precisamente, la última concentración de Sol tras el encarcelamiento de Hasél, cuando la ultraderecha intentó manifestarse contra los antifascistas: "No juntaron a más de 40. Cuando vieron el panorama, sin dejarse ver por la zona, se dieron la vuelta y se fueron por donde vinieron”, resumen testimonios policiales.
A estos manifestantes antisistema se les suman, en sus palabras, los pícaros: delincuentes y trapicheros habituales que aprovechan el desconcierto para robar. No obstante, confirma la Policía, no tienen nada que ver con estos grupos radicales ni con su ideología, sino que los usan como excusa para pasar desapercibidos: “A ellos les interesa el desconcierto, las cargas y la violencia, para poder robar”.
Al MAR, por contra, le mueven otras motivaciones. Ya sea cargar contra la Policía, por aquello de disputar el monopolio de la violencia al Estado, como movilizar a la juventud dentro de la izquierda radical, su futuro inmediato es todavía incierto. De lanzar adoquines por la libertad de Pablo Hasel a provocar un escrache a Pablo Iglesias hay un cambio de estrategia bastante grande y sólo seis meses de diferencia.