Manuel Lapeña estaba trabajando cuando fue apresado. Ejercía como veterinario en Villarroya de la Sierra (Zaragoza) y los pueblos adyacentes. Una camioneta de la Guardia Civil vio la bicicleta de Manuel apoyada en un árbol y la reconoció. Era julio de 1936 y casi todo Aragón había caído bajo el dominio del bando sublevado. Acababa de empezar la guerra civil española. Mal sitio y momento para ser militante de la CNT. Lapeña fue fusilado pocos días después en Calatayud y arrojado a una fosa común. Tenía 44 años y cuatro hijos.
Han pasado 85 años desde aquel fatídico día para la familia Lapeña. Hoy, sus descendientes siguen peleando por recuperar sus restos mortales, que -a todas luces- acabaron en el Valle de los Caídos en 1959. El pasado marzo, el Gobierno dio luz verde para iniciar la exhumación de unas 33.800 personas que acabaron en los columbarios y osarios de la basílica sin identificar.
En mayo de 2016, una sentencia del Juzgado de Primera Instancia Número 2 de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) dio luz verde a la exhumación de Manuel y Antonio Ramiro Lapeña, la primera autorizada en el Valle, y en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. A día de hoy, todavía no han salido y los trabajos se comenzaron a ejecutar en marzo de este año tras innumerables obstáculos. Franco, en cambio, salió en octubre de 2019.
“Verdaderamente cretino”
La tragedia de la familia Lapeña no terminó con la detención y fusilamiento de Manuel. Su hermano Antonio Ramiro, herrero de profesión, huyó al ver lo que le había ocurrido a su hermano. “Se echó al monte”, relata Miguel Ángel Capapé, presidente de la Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (ARICO) y marido de Purificación Lapeña, la nieta de Manuel.
“Se escondió durante un par de meses. Mientras tanto la familia estuvo hablando con gente, para intentar convencerles de que no había hecho nada. Le dieron una especie de salvoconducto, de que podía volver al pueblo que no le iban a hacer nada”. Tan pronto como volvió a Villarroya corrió la misma suerte que Manuel. “Se lo llevaron a Calatayud y lo asesinaron en las tapias del cementerio”. Tenía 39 años cuando lo fusilaron.
Los cuerpos de ambos hermanos fueron arrojados al barranco de la Bartolina, en Calatayud. Ambos estaban casados y tenían hijos. El último hijo de Manuel —también se llamaba Manuel— murió el pasado 14 de septiembre a los 97 años sin haber podido recuperar el cuerpo de su padre.
Se dijo de Manuel Lapeña que fue el fundador de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT, el sindicato anarquista que tanto peso tuvo en la segunda república y la guerra) en Villarroya de la Sierra. Esto se conoce por la acusación del cura del pueblo en una comisión de incautaciones, en diciembre de 1937, con motivo de una multa que los franquistas querían imponer a la familia Lapeña.
“Era veterinario. Fue el fundador de la CNT y causante de todo el mal que ha ocurrido al pueblo, pues supo engañar a la juventud arrastrándola por estos derroteros tan nefastos. Un tipo verdaderamente cretino, hombre funestísimo por todos los conceptos, que fue fusilado”, dijo el cura.
Sin embargo, no hay más fuentes que revelen que fue el fundador del sindicato en el pueblo maño. “No hay ningún documento que lo certifique”, asegura Capapé. En cualquier caso, los hermanos sí que estaban afiliados al sindicato y no solían ir a misa. “No tenemos ninguna constancia de que fueran activistas activos. Eran simpatizantes de las ideas anarquistas”.
“Hay una anécdota que nos cuentan de que un día Manuel estaba hablando de ir a buscar una bomba. Alguien lo escuchó y lo debió denunciar. Resultó que era una bomba de agua que iba a ir a buscar a Calatayud. Se presentó en el pueblo enseñando la bomba, que era para sacar agua del pozo”.
Nueve cajas de huesos
Pasaron 23 años y los cuerpos de Manuel y Ramiro fueron cayendo poco a poco en el olvido. Pero llegó 1959, año en que terminó la construcción del Valle de los Caídos por parte de la dictadura. Eso da un giro de guion a esta historia y plantea la siguiente pregunta:
—¿Por qué los hermanos Lapeña están en el Valle de los Caídos si fueron asesinados en Calatayud?
—Bueno, esa es la pregunta que se hace muchísima gente. Fueron trasladados al Valle sin consentimiento de las familias. Cuando Franco construyó el Valle de los Caídos, su idea era llevar a sus caídos, los del bando nacional, allí. Pero claro, en el 59 ya habían pasado muchos años de la guerra y las familias tenían a sus hijos y a sus maridos enterrados en los cementerios de sus pueblos y no dan permiso para que sean trasladados al Valle de los Caídos. Entonces, viendo que se les quedaba prácticamente vacío, la solución que les quedaba era abrir las fosas, que ellos sabían perfectamente dónde estaban y coger a los republicanos que habían asesinado. Y cogerlos sin permiso.
Esta familia nunca recibió un aviso de que se iba a exhumar a sus muertos. “Desde luego a mi suegro no le avisaron. Y a mucha gente de Calatayud con la que hemos hablado, tampoco les dijeron nada”. Puesto que no hay un registro oficial de qué cuerpos había en el barranco de la Bartolina ni de cuántos sacaron para llevar al Valle de los Caídos, se plantea otra pregunta crucial:
—¿Saben con certeza que están en el Valle de los Caídos?
—Seguros al 100%, no. Sabemos que de Calatayud se llevaron, según el registro de entrada, nueve cajas.
Esas cajas de las que habla Capapé no son sarcófagos donde va un cuerpo por receptáculo. Son cajas donde metieron huesos sueltos extraídos de las fosas. “Según un telegrama que hay de salida, son 12 cajas las que salieron de Calatayud. No sabemos dónde está el error”.
“En cualquier caso —prosigue Capapé— esas nueve cajas que llegaron al Valle estaban llenas de huesos revueltos, porque lo que hicieron en Calatayud cuando abrieron las fosas fue amontonar los huesos”. Un testigo de aquella exhumación indicó a la familia Lapeña que la cantidad de huesos extraída era más alta que una persona.
“Se calcula que podía haber unas 250 personas entre los restos. Entonces, lo que hicieron fue llenar las cajas con una pala. Llenaban una caja y la cerraban. Llenaban otra caja y la cerraban. Entonces, ¿qué se llevaron? Que cada uno saque las conclusiones que quiera. Se llevaron nueve cajas de huesos revueltos. Puede ser el dedo de uno, el fémur de otro, el cráneo de otro… Va a ser casi imposible que salgan esqueletos enteros”.
En este punto de la conversación, Capapé se adelanta a las preguntas de este periodista. “¿Pueden estar? Puede haber algún hueso. ¿Recuperarlos enteros? No, no tenemos ninguna esperanza. Nosotros lo que hemos pedido es que nos devuelvan las nueve cajas con todos los huesos. Nosotros las enterraremos todos juntos en Calatayud. Pero bueno, parece que en eso no está de acuerdo el Gobierno. Dicen que la sentencia es que nos devuelvan a Manuel y a Ramiro. Y si no los encuentran, no nos darán nada”.
Si en los trabajos de exhumación que lleva a cabo el CSIC en el Valle de los Caídos no se hallan restos de los hermanos Lapeña, esta familia maña habrá peleado durante 15 años para nada. Fue en el año 2006 cuando la familia Lapeña y ARICO empezaron esta odisea aún sin resolver. En ese tiempo han ido juntando a 10 familias en la misma situación.
—Si finalmente recuperan restos de los hermanos Lapeña, ¿que harán con ellos?
—Les enterraríamos en Villarroya de la Sierra. Tienen una sepultura familiar con la mujer de Manuel y una hija que murió de pequeña. La idea es enterrar a Manuel ahí.
El destino de Antonio Ramiro, en cambio, lo tendrán que decidir sus nietas.