Carlos, el rey del telepopper, en su foto de WhatsApp.

Carlos, el rey del telepopper, en su foto de WhatsApp. El Español

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Impaciente y solitario: la caída de Carlos, el 'rey del telepopper' que surtía Madrid de droga

Sin más ayuda que un móvil y una moto, operó solo durante años hasta volver a ponerla de moda. EL ESPAÑOL habla con uno de sus clientes.

18 octubre, 2021 02:01

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En la calle de Alfonso XII, una avenida del centro de Madrid, un hombre subido a una moto utilitaria empieza a impacientarse. Está parado en la acera con el casco puesto, las llaves en el contacto y el motor encendido, y empieza a sudar. La mano izquierda tamborilea en el manillar, el pie, todavía en tensión, se agita rabioso sobre el pedal de cambios. Pierde los nervios. Suspira. Saca el móvil una, dos y hasta tres veces en menos de quince segundos, la prueba del algodón de que, efectivamente, la persona con la que ha quedado llega dos minutos tarde. 

Se enciende la luz del portal. “Coño tío, qué puntual. Perdona, que no me di cuenta de la hora”, dice un joven, el que acaba de salir de la casa. “¿Cuál quieres?”, responde el de la moto, cada vez más nervioso. En realidad conoce la respuesta: va a ser Gold Rush -este siempre pide lo mismo, piensa-, y no falla. Abre la mochila y saca una botella de plástico que huele a colonia; a cambio, el chico le brinda 15 pavos, una sonrisa y un gracias. El otro arranca la moto. “A pasarlo bien, chavales”.

Así se ha pasado Carlos, como se hacía llamar entre sus clientes, las noches de los últimos años hasta su detención el pasado 8 de octubre. Todos los días su vida giraba en torno al popper, una conocida droga utilizada como dilatador y para incrementar el placer sexual: él se encargaba de adquirirla, contactar con los compradores y distribuirla solo con su moto. A sus 62 años era conocido como el rey del telepopper, el hombre que sin ayuda de nadie había vuelto a ponerla de moda entre la juventud. 

Dos agentes de la Policía Nacional trasladan a Carlos, 'el rey del telepopper', tras su arresto el pasado 8 de octubre.

Dos agentes de la Policía Nacional trasladan a Carlos, 'el rey del telepopper', tras su arresto el pasado 8 de octubre. Policía Nacional

“Era un tipo muy nervioso, muy inquieto, casi paranoico con la puntualidad”, cuenta a EL ESPAÑOL uno de sus antiguos clientes que prefiere mantener el anonimato. Llevaba con él desde 2019, cuando un colega se lo recomendó como un popper bueno, barato y fácilmente accesible, a domicilio en el centro de Madrid. Daba igual el día o la hora, Carlos siempre contestaba, cogía la moto y aparecía. Puntual como un reloj.

El traficante solitario

Cuentan sus compradores que algo cambió tras la pandemia. Empezó sólo con una variedad, la conocida como Gold Rush, pero a partir del confinamiento incrementó el negocio hasta ofrecer distintas marcas y tipos. Sólo dependía de sí mismo, de las recomendaciones y de su moto, y creció. También subió los precios: de los 10 euros iniciales hasta los 17, dependiendo del tipo de popper, y profesionalizó más la selección. Así lo demuestran algunas de las conversaciones de WhatsApp de Carlos con sus clientes, a las que ha tenido acceso este periódico.

Una de las capturas de pantalla de la conversación entre Carlos y uno de sus clientes.

Una de las capturas de pantalla de la conversación entre Carlos y uno de sus clientes. El Español

“Le escribías a cualquier hora, la que fuera, y no tardaba más de un minuto en responderte. Le decías tu dirección y si estabas dentro de la M-30 aparecía como tarde a los 20 minutos”, señala el mismo excomprador, que con el paso de los años incluso desarrolló cierta relación con ‘el rey’. Por lo menos, lo mínimo que se puede llegar a conocer a alguien con quien compartes un cigarrillo cada semana durante dos años. Su despedida, recuerda, siempre era la misma: “A pasarlo bien, chavales”.

En España está prohibido el comercio de popper por considerarse una sustancia altamente adictiva y nociva para la salud, pero siempre hay maneras de conseguirlo. En el caso de Carlos, según él compartía con sus clientes, lo compraba en páginas web de Francia, Holanda y Austria y lo distribuía a buen precio siempre entre contactos amigos, por recomendación expresa. El problema, claro, es que se recomendó demasiado y empezó a volverse conocido.

Una de las capturas de pantalla de la conversación entre Carlos y uno de sus clientes.

Una de las capturas de pantalla de la conversación entre Carlos y uno de sus clientes. El Español

Estableció su propia rutina de pases: llegar a la hora, impacientarse, llamar compulsivamente y nunca apagar la moto, por si acaso. Se vestía con ropa ancha, “llena de bolsillos”, o se disfrazaba de técnico de mantenimiento, pero nunca se quitaba el casco. El dinero, siempre en efectivo, “y al que me hable de bizum ni le contesto”, reza todavía su estado de WhatsApp. Cada bote tenía un precio distinto, dependiendo del tipo y del día de la semana: el Gold Rush, el favorito, se vendía a 13 euros de diario y a 15 los viernes y sábados.

“Siempre trabajaba solo, y creo que eso le ponía todavía más nervioso. Me dijo que desde hace unos meses ya se ganaba la vida sólo mediante el popper, que con la pandemia había subido de nivel”, concreta. A la pregunta de si vendía alguna otra droga, la misma persona dice que no: “Pero te podía poner en contacto con otros camellos clientes suyos”.

Una de las capturas de pantalla de la conversación entre Carlos y uno de sus clientes.

Una de las capturas de pantalla de la conversación entre Carlos y uno de sus clientes. El Español

Detenido hace una semana

‘El rey’ estaría de dulce, pero sabía que algo no iba bien. Llevaba semanas más nervioso de lo normal, más intranquilo, y cada vez más callado. Sentía que alguien le seguía, o por lo menos que le vigilaba, y trabajar solo tiene sus riesgos, sobre todo cuando tu negocio depende de la mochila que llevas encima y la moto que llevas debajo.

¿Qué pasó la última vez que le viste?

—Era viernes por la noche y había un borracho a nuestro lado. Se estuvo rayando mucho por él, más de lo habitual, y estaba preocupado por todo el mundo que pasaba a nuestro lado. Cuando me dio el bote le deseé suerte y dijo muy en alto: “No, no. Suerte a vosotros, chavales, que yo ya no llevo nada”. Antes siempre iba con todo encima, pero desde septiembre cada vez se la jugaba menos. Creo que para que no le pillasen con todo el alijo.

Al final ocurrió. La Policía Nacional detuvo al rey del telepopper el pasado 8 de octubre en el distrito madrileño de Chamberí, en el centro, mientras se hacía pasar por trabajador de mantenimiento para realizar un reparto. El grupo de agentes, que llevaba varias semanas siguiendo sus pasos, lo arrestó mientras vendía dos botes a un joven. Iba provisto de cinco teléfonos móviles para atender a sus clientes, 17 botes de diferentes marcas de popper, dinero en efectivo, un soplete y dos navajas.

No se puede decir que se vaya a echar de menos a Carlos, al menos no por lo relativo a su profesión, pero casi. Con él fuera de servicio muere una leyenda de la noche: el hombre que con la única compañía de una motocicleta y una buena conexión a Internet ha rebrotado por sí solo el consumo de popper en la zona centro de Madrid, pandemia de por medio. Ahora, con el trono vacío, a buscar otra forma. Y a pasarlo bien, chavales.