Hay ruido de sables en Madrid y ya nadie se atreve a negarlo (aunque ese ruido se haya ensordecido en los últimos días). La guerra interna en el seno del Partido Popular sigue su particular escalada de tensión. Génova contra Sol; el entorno de Casado contra el entorno de Ayuso. Y en medio de esta pelea está José Luis Martínez-Almeida. Al alcalde le ha tocado amansar a los leones: de un lado, el hombre que le puso donde está; del otro, su compañera de faena, la mujer con la que forma un “tándem”.
Aunque Almeida y Ayuso siempre se han querido presentar como el binomio perfecto, las diferencias de sus perfiles políticos son notables. Eso se refleja en su forma de librar esta guerra, pero también en quién les vota. Podría parecer que sus votantes son los mismos, pero no es necesariamente así.
Los resultados de las elecciones que les encumbraron a ambos ponen de manifiesto esas diferencias. Mientras que Almeida solo triunfó en barrios de rentas altas -y donde mayoritariamente viven mujeres-, Ayuso ha sabido ganarse a barrios más jóvenes y más obreros. Bien es cierto que ella ha tenido dos oportunidades y él solo una, las municipales de 2019.
La actitud de cada uno frente a los focos también pone esto de manifiesto. La presidenta autonómica ha protagonizado esta semana dos episodios encaminados a reafirmar su liderazgo para influir en sus potenciales votantes. Pasó por el plató de El Hormiguero, donde Pablo Motos -un entrevistador amable, que reparte más jabón que cera- abordó la cuestión de esta guerra popular. “No sé de qué me hablas”, bromeó Ayuso, justo antes de echarse a reír junto con todo el plató. Venga, segundo intento. “Esto pasa en todas las familias”, admitió entonces la presidenta. “Sé que acabará pronto”.
El otro choque con su amigo-rival, lo tuvo en su cita con los madrileños, en la tradicional misa por el día de la Almudena. No había nadie de Génova en la catedral de Madrid -como suele ser habitual-, mientras Ayuso se daba un baño de masas -otro más-, hasta al punto de hacerle sombra a la mismísima Virgen y patrona de Madrid. Sí estaba Almeida, con quien protagonizó un abrazo de los que no se da a cualquiera, de varios segundos, de los que alinean los chakras, si es que tal cosa existe.
Los símbolos importan en política y ese abrazo significaba mucho, pese a que existe la posibilidad de que ambos peleen por la presidencia del PP madrileño próximamente. Isabel sigue alimentando su figura en la cumbre de su popularidad, mientras José Luis permanece en un discreto segundo plano.
La cosa "está complicada", admitió Ayuso, sobre esta guerra fratricida que amenaza con resquebrajar a una oposición ya de por sí débil. Ayuso se apoya en Almeida e insiste en reafirmar la imagen de tándem. Tú en Correos, yo en Sol, y a trabajar por Madrid. Sin embargo, el alcalde y la presidenta son animales políticos de distinto pelaje, algo que se nota a simple vista y que se reafirma si uno indaga en esas diferencias. Y, como se suele decir, la política es un reflejo de la sociedad. Esas diferencias se aprecian también en los votantes de uno y de otra.
“Voy a abrir Madrid”
Pese a ser dos ejemplos fuerza del partido, la distancia entre Ayuso y Almeida es notable hasta en los detalles. Ella es madridista, él colchonero; ella se forjó una carrera política desde dentro del partido, él es funcionario de carrera y cada uno actúa de una manera con sus socios. Ambos encarnan las dos posturas populares disruptivas, entre el carácter conservador y poco dado al bocinazo de José Luis y los anuncios más cercanos al trumpismo de Isabel.
El contenido de lo que dicen ambos no se dirige ni al mismo público ni de la misma manera. “A ella le puede entender alguien sin estudios o alguien formado. Transmite un mensaje muy simple en contra de grandes elucubraciones como las de Almeida. Ella dice ‘voy a abrir Madrid’, no lo decora”, explica Vicente Martín, vicedecano del Colegio de Psicología de Castilla y León que en este caso deja claro que habla en voz propia. El psicólogo ve relación entre estos matices y la trayectoria de cada uno. Mientras una fue moldeando el discurso en las filas populares durante años, él se apoya en su conocimiento como abogado del Estado.
Esto se vio muy claramente en las elecciones que les pusieron en sus puestos, es decir, las autonómicas y municipales de 2019. Por aquel entonces, ninguno de los dos candidatos populares tenían su popularidad actual, ni de lejos. Por eso perdieron en las urnas pero pudieron gobernar a través de pactos.
José Luis Martínez-Almeida solo ganó en seis distritos de la capital, que se asemejan al tipo de votante que le 'quiere': Retiro, Salamanca, Chamartín, Chamberí, Fuencarral y Moncloa-Aravaca. Si se atiende al nivel de renta, todos están por encima de la media anual madrileña (que es de 35.913 euros, según los últimos datos disponibles de la Agencia Tributaria). Ayuso, en cambio, ganó también en esos distritos y en uno mucho más humilde: Tetuán, una zona ligeramente por debajo de la media en lo que al bolsillo se refiere.
La clave de que Ayuso se metiera a un barrio obrero en el bolsillo está en su forma de expresarse. “Lo que se ve en Díaz Ayuso es que utiliza un lenguaje más cercano, más empático, que busca decir lo que sus seguidores quieren oír”, desgrana Martín. “Ella se apoya en un lenguaje de contenidos verbales con el que busca ser más cercana, expresa sus mensajes con más naturalidad, sin circunloquios ni rodeos. Da la impresión (o simula) ser más sincera, que las informaciones le salen de dentro, o es una gran actriz o ella es así”.
Vicente Martín ve claro que Almeida es “más calculador, más interlocutor, tiene más trabas a la hora de decir lo que va a decir, es más razonador y busca una lógica más compleja. No dice todo lo que piensa”. Su lenguaje no verbal es más directo, mira a la gente a la cara cuando habla, se empeña más en tratar de convencer y da la impresión (como hipótesis, claro) de ser “más inseguro a la hora de lanzar el mensaje”.
El caso de Ayuso varía hasta puntos sorprendentes. “Basa su lenguaje no verbal en su sonrisa, es espontánea, no mira de frente”, algo que marca también la forma de responder cuando son interpelados, lo que se conoce en los informes periciales como “habilidades de escucha”. Mientras la presidenta de la Comunidad de Madrid sonríe de medio lado cuando alguien se dirige a ella, sabiendo que tiene preparada la respuesta, Almeida “está tratando de encajar lo que le dicen, en una actitud más de espera, preparando el ataque. Ella mira hacia abajo, como si supiera la respuesta en cualquier caso”.
No obstante, Vicente Martín ve más habilidades en el alcalde madrileño en las distancias cortas. “Es más capaz a la hora de establecer diálogos, contraargumentar, dar sus opiniones sobre las cosas… Ella es más contundente en cualquier situación”.
Mujer trabajadora
Trazar el perfil del votante de Almeida no parece difícil si se miran las estadísticas de los distritos donde ganó. Se trataría de una mujer (son mayoría en todas esas zonas), con estudios superiores (más de la mitad de la población ha pasado por la universidad), de entre 35 y 65 años y, a buen seguro, trabajando si está en edad para hacerlo (el paro rara vez pasa del 7%).
La diferencia con Ayuso es que ella llegó a convencer antes a aquellos donde ninguno de esos datos alcanza esos valores (Tetuán tiene poco más de un 9% de paro, la media de edad es menor y la población con estudios superiores no supera el 40%). Otro dato importante: la presencia de vecinos nacidos en España es abrumadora frente a los que llegaron de otras latitudes… salvo en Tetuán, donde casi un tercio de los vecinos son inmigrantes.
Esta tendencia se vio reafirmada en las elecciones que Ayuso -en una jugada maestra- convocó en mayo de 2021 y ganó arrolladoramente. La presidenta cubrió el mapa de la Comunidad de color azul, incluido en el llamado “cinturon rojo” de Madrid (Alcorcón, Coslada, Getafe, Leganés, Fuenlabrada…), zonas donde tradicionalmente ha ganado la izquierda. Hasta la “antifascista” y “obrera” Vallecas la votó masivamente.
Las diferencias llegan también al público al que se dirigen. “Por norma general la mujer se va a sentir más representada en ella y en cierta manera será más probable que los madrileños empaticen más con Díaz Ayuso al verla como alguien sin tapujos que ha arriesgado más”, entiende Vicente Martín. “Almeida seguramente tenga seguidores más complejos e intelectuales. De Almeida no se espera un anuncio como ‘vamos a abrir Madrid’, sino una serie de circunloquios para llegar de forma razonada al mensaje, algo que cala más con este sector de la sociedad”.
Pero todo cuenta en política. Todo tiene una simbología, un propósito y una reacción. También el físico influye y la presencia determina el atractivo interpersonal. “Ayuso tiene facciones muy femeninas, de cara simétrica y atractiva, poniendo todo el foco precisamente en su rostro. Es coqueta y explota las cualidades que puede explotar”, desgrana el psicólogo, que apunta que la presidenta “cuida su vestuario y su puesta en escena, con facciones muy suavizadas”.
En el lado contrario, “la cara de Almeida es más asimétrica, tiene gafas y no goza de gran estatura y en el vestuario se le ve más descuidado. Ayuso se viste para gustar y Almeida viste con lo primero que coge, o esa imagen ofrecen”. No obstante todo queda al albor de un último matiz. “Así es como se presentan, pero luego todos podemos ser grandes actores”, sentencia el psicólogo.
En cuanto a los elementos paralingüísticos, Ayuso tiende siempre a una tonalidad en el hablar a la baja, empezando sus mensajes por una cadencia alta que va cayendo, “algo característico de personas que tienen claro lo que quieren hacer e incluso de perfiles que son (o se muestran) como más humildes”. Almeida, por el contrario, utiliza un volumen más alto, “trata de convencer yendo de la cadencia baja a la alta”. El profesional ve que, de algún modo, “ella tiene una seguridad a la hora de manifestar las cosas, mientras que Almeida transmite mensajes para llegar a más midiendo lo que dice”.
La tradición y la frescura
“Ayuso y Almeida ahora mismo representan dos formas de entender el PP de forma diferente al escenario nacional pero parecidas entre sí: mientras que Almeida encarna el perfil de un PP más tradicional, Ayuso presenta una cara más fresca, innovadora y transversal”. Y aquí está la clave de todo: “Ella ha podido atraer a votantes de otros partidos, pues su propuesta encaja con votantes de Vox, de Ciudadanos y algunos incluso del PSOE, aquellos votantes switcher [cambiantes] o poco ideologizados”, considera Gonzalo Adán, doctor en Psicología Social y director de Sociométrica.
De hecho, él no ve grandes diferencias entre los posibles resultados que obtendrían alcalde y presidenta de la Comunidad de celebrarse hoy mismo unas elecciones. “Ella estaría más cerca de una mayoría absoluta que le costaría un poco más a Almeida. Pero no veo gran diferencia”.
Aunque Adán califica a ambos como “profesionales de la política que llevan muchísimo tiempo en ella”, no esconde que “hacen ver que no lo parecen, por lo que esa frescura, esa espontaneidad y ese ‘estoy aquí pero podría no estar y me da exactamente igual’ ha cautivado”. Este matiz marca diferencias con Pablo Casado. “Si los tres se presentaran a sus respectivos comicios el mismo día, los líderes madrileños podrían alcanzar un porcentaje mayor que Casado, pero es algo que a priori no va a pasar”.
“Tradicionalmente el voto para el Ayuntamiento de Madrid y para la Comunidad es un voto muy homogéneo, tiene muy poco de voto dual porque la mayoría de las veces el porcentaje de voto al PP ha sido el mismo en los dos sitios, tanto en los momentos en los cuales ha sido fuerza mayoritaria, que ha sido la mayoría, como cuando ha habido otro partido que lo ha superado”.
Pero no todo es ideología cuando la puesta en escena gana un papel tan capital. “Isabel Díaz Ayuso busca que no se hable de su gestión, trata de confrontar directamente y cada día con Pedro Sánchez, optando por una opción que le da más nombre y relevancia informativa ante un Pablo Casado que no consigue ser visto como jefe de la oposición. Casado al final no gobierna nada, lo que es un déficit en esa disputa”, opina Ignacio Martín Granados, vicepresidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP).
Precisamente la papeleta (de momento no la electoral) del presidente de los populares no es menor. “El hecho de que pusiera a Almeida como portavoz nacional lo veo como un esfuerzo por controlar baronías, sumar su éxito al proyecto nacional y minorar daños, aunque veo a Díaz Ayuso con más opciones de ascender al poder de las que tenía Aguirre”. De todas formas, la ambición de la presidenta de la comunidad, como su discurso, es directa. “Su papel no es el de aceptar un ministerio futuro con Pablo Casado. Será o todo o nada”.
Los paralelismos de Ayuso-Casado y Aguirre-Rajoy no son algo nuevo y vuelven a estar en boca de todos ahora que la guerra ha vuelto al PP e influyen en su tipo de votante. Igual que su predecesora, Ayuso repite el esquema. “Todos recordamos que Esperanza Aguirre controlaba el PP de Madrid y siempre sonaba cuando Rajoy perdía elecciones, era un ‘suena Míchel’ constante, pero mandar en la capital no te asegura que en Andalucía, Extremadura o Galicia cales igual”, explica Martín Granados. “Madrid es distinto, quien preside el Partido Popular en Madrid tiene gran proyección nacional, aunque esto no significa que puedas extrapolar tu poder al resto de España”.
Ayuso, entre su última visita a El Hormiguero y las intervenciones en la Asamblea de Madrid va marcando un camino que de la mano de la tan cacareada "libertad" por el que caminar hacia mayores cotas de poder, mientras Almeida abandera el típico perfil conservador permitiéndose en ocasiones esos guiños más cercanos al pueblo, como aquel "poco me parece" al preguntar por el precio en un mercado madrileño o su presencia perenne en el Wanda Metropolitano bufanda colchonera al cuello. Madrid se divide entre dos perfiles con el mismo carnet. Cosas de la España dentro de España.