Nieves Renedo llegó con dos de sus hijos a Almorox, en Toledo, en septiembre de 2019. El rastro de su viaje lo dejó en una papelería del pueblo. “Me pidió que le hiciera una fotocopia con el formulario. Intentó llevársela sin pagar, diciéndome que luego me traía los 50 céntimos”, explica a EL ESPAÑOL la dependienta del local.
Allí ha tenido su última residencia conocida. Esta semana, esta madre de 27 años ha saltado a la actualidad por haberse llevado a sus tres hijos del centro de menores tutelados de Aranjuez donde estaban, aunque no era la primera vez. El padre, Miguel Cebrián, estaba destrozado. Llevaba desde el 14 de este mes sin saber de los tres pequeños. Hasta ayer.
En la tarde de este miércoles, agentes de la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional detenían a la madre y localizaban a los menores. Los tres menores de 5, 7 y 9 años, que se llaman Izán, Adán y Jonathan, se encontraban en buen estado.
La operación se produjo en el municipio de Cadalso de los Vidrios, en Madrid, cerca de Almorox, donde ella y su actual pareja estuvieron residiendo hasta hace pocas semanas. Las mismas fuentes aseguran que la madre quizás escogiera ese lugar para ocultarse dado que en él no la conocía nadie, informa Brais Cedeira.
Casualmente, algunos vecinos vieron por última vez a David, que así se llama la pareja, cogiendo un autobús dirección a Madrid un día antes de que Nieves se los llevase.
Llegada a Almorox
Cuando llegó a Almorox no lo hizo sola. Además de llevar consigo a dos de sus hijos, Adán e Izan, de 5 y 7 años en la actualidad, lo hizo acompañada de su novio David. Alquilaron un piso en la calle Norte, donde convivían los cuatro. El mayor de los hermanos, Jonathan, de 9 años, no se fue con ellos porque estaba en una casa de acogida.
Los cuatro pasaron allí lo más duro de la pandemia de la Covid-19, confinado en un municipio que no era el suyo y donde no conocían a nadie. Cuando se pudo empezar a dar paseos, sus caras se hicieron más familiares.
Al tiempo de llegar al pueblo, explican los vecinos, intentaron entrar de okupas en un chalet de la zona, pero los desalojaron rápidamente. Durante los años que pasaron allí, matriculó a sus dos hijos: el mediano en el colegio del pueblo y al pequeño en un convento. “Ahí es donde los críos empiezan preescolar”, explica un camarero del municipio.
Al enseñar la foto de Nieves todo el mundo la reconoce en Almorox. Pero nadie recuerda que tuviesen problemas con los vecinos, a excepción del episodio de la okupación fracasada. Desayunaban en los bares, atendían con cariño a los chiquillos y frecuentaban el bazar asiático de la plaza para comprar cerveza. Poca cosa.
“Recuerdo que una vez vinieron a que les hiciese fotocopias de permisos de la Comunidad de Madrid para vender perros”, dice la misma dependienta. “Es verdad que tenían varios perros pequeños”, apuntan en el bar Dolan, a lo que añaden que siempre pagaban en efectivo. “Una vez, el novio, intentó que le cargase 20 euros en la tarjeta y se lo diese en efectivo. Me sonó raro”, explica el otro encargado de la papelería.
“Nunca nos dieron buena espina. No sólo por las pintas, que es lo de menos y nunca te puedes fiar de eso. Más bien por la actitud de los dos, nunca se juntaron con nadie del pueblo”, explica otro vecino. Lo que sí coinciden todos los consultados es que no escatimaban en cariños y atenciones a los dos críos.
David, el novio, solía pasearse en un patinete eléctrico “nuevecito”. Un día tuvo un percance. Bajando hacia la plaza se chocó contra unos barriles de un bar que estaban en la puerta, cayéndose de manera exagerada al suelo
-¿Estás bien, te ha pasado algo? - salió a atenderle el trabajador del interior del local.
-Sí sí, no ha sido nada, es que iba distraido mirando hacia atrás - le respondió él, levantándose y siguiendo su camino.
Los más mayores del lugar recuerdan entre risas el olor a “eucalipto y hierbas aromáticas” que salía “todo el día” del interior de la vivienda que tenían alquilada. En una entrevista con este periódico, el padre biológico de los tres chicos explicó que cuando le quitaron la custodia de los menores “consumían y fumaban porros”.
Eso sí, todos resaltan el buen trato que tenían con los chavales. “Una cosa que nos llamaba mucho la atención es que siempre iban disfrados, daba igual la época del año”, señala un vecino.
Los niños, de centro en centro
Esta no ha sido la primera vez que Nieves se ha llevado a sus hijos sin que Miguel supiese dónde están. Hizo lo mismo en 2017, un año después de que les quitasen la tutela. Los niños estaban en una residencia de Pozuelo. Cuando los dos todavían compartían vida sentimental, consiguieron recuperarlos.
Pero Nieves un día decidió desaparecer con ellos. Ella se va con una nueva pareja que tenía y deja a los críos con la abuela materna. Miguel fue a pedirle que se los entregase, pero la familia de ella decidió entregarlos al mismo centro de Pzuelo.
De ahí los tres chavales pasaron a familias de acogida. Cada uno a una. Pero el año pasado empezaron a tener problemas. En la casa del mediano, el padre de familia contrajo la Covid-19 y el pequeño no quería quedarse en su nuevo hogar, sólo quería estar con su madre.
Entonces, los servicios sociales le hicieron a Nieves sendos “convive” (un estudio en el que se valora la idoneidad de que los hijos vuelvan con sus pares biológicos) y recuperó a los dos chavales.
El mayor, Jonathan, siguió con su familia de acogida. Pero a los pocos meses volvieron los problemas con la madre: “Dejó de llevarlos al colegio y al médico, si lo hacía no se acordaba de recogerlos… Así que se lo volvieron a quitar”, dice Miguel.
Así es como los tres se reencontraron en el centro de Aranjuez, el último destino antes de que se los llevase su madre por segunda vez. “Todo ha pasado justo cuando los iba a recuperar todos los fines de semana. Por ahora los tenía sólo los veía de manera alterna”, se lamentaba Miguel hace unos días. Este miércoles pudo por fin volver a verlos.