Mónica y Chico, hace 20 meses, no se conocían. Ella vivía en Alicante y él en Alcoy. Ella tenía dos hijas y él, otros dos hijos. Sus vidas, durante más de 40 años, habían transcurrido en paralelo, pero no se habían cruzado. Hasta que llegó marzo de 2020, la pandemia, el coronavirus, el confinamiento… Nada bueno, a priori. Aunque, a posteriori, algo bueno sacaron de todo aquello. Los dos, encerrados, sin mucho que hacer, se unieron a #Quédateencasa, un grupo de Facebook que lo único que pretendía era entretener en esos días de soledad, hastío y aburrimiento. Se conocieron, charlaron –durante “muchas horas”– y se encapricharon el uno del otro. El mundo se derrumbaba… y, ya saben, ellos se enamoraron. 20 meses después, se han casado.
Su historia bien podría haberla escrito Manuel Vilas, que en su última novela (Los Besos) une a Salvador y Monserrat en pleno confinamiento para que, a su manera, acaben manteniendo una relación amorosa. Su relato, no obstante, no es real. El de Mónica y Manuel –perdón, Chico, como lo llaman sus conocidos– sí lo es. “Él me dijo: ‘Te vas a enamorar de mí y te vas a casar conmigo’. Y así ha sido”, cuenta la novia a EL ESPAÑOL.
Esta misma semana, han celebrado su boda. “Éramos 50, los justos: familia, amigos cercanos… No fue un bodorrio, pero todo salió perfecto. Ha sido precioso”, cuenta Mónica, todavía emocionada, feliz, a la espera de una posible luna de miel. “No sabemos todavía dónde vamos a ir, estamos pendientes de las restricciones, de la pandemia… pero queremos celebrarlo yéndonos de vacaciones”, prosigue, sin perder esa sonrisa que sólo se le permite a los enamorados.
Mónica, escéptica
Mónica (46 años), trabajadora de Antiu Xixona –sí, hace turrones– bien podría ser la protagonista de cualquier película navideña. Chico, algo más mayor (52 años), trabajador de la construcción, se dedica a “montar fachadas de supermercados y montar los póster de las autovías”. Ambos, hasta hace 20 meses, estaban separados por 59 kilómetros (45 minutos en coche, los que distan de Alcoy a Alicante) y no esperaban nada salvo seguir con sus vidas.
Ocurre, sin embargo, que la vida ofrece caminos inescrutables al destino. Los dos, ese maldito marzo de 2020, decidieron unirse al grupo #Quédateencasa de Facebook, uno de los muchos que surgió a raíz del confinamiento. Los dos, un mes después, intercambiaron pareceres en la misma publicación. “¿Preguntaron de dónde éramos? Yo dije que de Alicante, él me contestó que de Alcoy… y yo pensé: ‘Pues bien’, sin demasiado entusiasmo”, cuenta Mónica a este periódico.
Chico, sin embargo, trató de ponerse en contacto con ella. “Me escribió un privado, me invitó a un tardeo virtual… ‘Qué tontería’, pensé yo”. Ella, a fin de cuentas, era escéptica, pero él insistió. Que si voy a bajar a verte, que si te tengo que conocer… “Yo pensaba: ‘Qué hago con este hombre’”. Pero, poco a poco, se fueron enamorando, entre horas y horas de conversación, con la biografía lista para que el otro la conociera, con todo el tiempo del mundo y nada que les impidiera ‘iniciar’ una relación de amistad a distancia.
Hasta que llegó la desescalada. “Él se la jugó. Bajó de Alcoy a Alicante para conocerme, le podrían haber multado… y yo no estaba segura de que viniera… Pero él me dijo: ‘Te vas a enamorar de mí”. Dicho y hecho. Mónica lo invitó a subir a su casa y nada salió mal. “Mis hijas quedaron encantadas y...”. La relación, sin ordenador de por medio, empezó a ser algo serio.
La boda
Mónica y Chico tomaron la decisión de casarse en septiembre. “’Estáis locos’, nos decían”. Pero ellos querían formalizar su compromiso. Hicieron los papeles y esta misma semana, se han dado el sí quiero. “Mi hermana me dijo: ‘Ponlo en el grupo de Facebook’. Ahora mismo, la publicación tiene 9.000 me gustas. Ha sido todo muy bonito”, explica la novia a este periódico.
“Yo dije que o me casaba antes de final de año o no lo hacía, que ya soy muy mayor”, prosigue Mónica. “No hemos perdido el tiempo”, finiquita. Ya lo hicieron (hicimos) mucho durante el tiempo que duró el confinamiento. Ahora, quiere vivir, irse de luna de miel, seguir enamorada y hacer suya la teoría del hilo rojo, esa que insiste, sin cortapisas, en que las personas que están destinadas a encontrarse se encuentran, da igual lo que pase o las circunstancias que se den.