“Mi cuerpo y el universo me estaban diciendo: necesitas parar”. Con estas palabras la actriz Verónica Forqué ponía punto y final a su participación en el concurso televisivo MasterChef Celebrity. Agotada, cansada, decidía que no podía continuar bajo la presión de los focos y las pruebas a las que son sometidos los famosos que participan en el programa.
La noticia del suicidio de Forqué conmocionaba al mundo del espectáculo esta semana. Su cuerpo fue encontrado por su asistenta en la vivienda habitual de la actriz. Nada se pudo hacer más que certificar su muerte.
La última grabación se hizo a finales de julio de este año. Semanas después se empezó a emitir. El comportamiento de la actriz durante todos los capítulos fue inusual, excéntrico. El público no entendía muy bien qué le pasaba, vertiendo críticas que sobrepasaban lo desagradable en las redes sociales. Incluido en el perfil personal de Forqué en Instagram.
“Hoy en día, toda esa exposición a los mensajes en internet y a las críticas suponen un riesgo alto para las personas con algún problema de salud mental”, explica para EL ESPAÑOL la psicóloga sanitaria Ana Fabón Rallo.
Esta podría ser una explicación para que Forqué terminase quitándose la vida, pero no la única. “El suicidio es un problema multifactorial, adjudicar a las críticas lo que ha pasado sería restar importancia a todo el trabajo que ella pudo hacer para salir adelante”, continúa la experta.
“Cada caso de este tipo requiere un análisis cuidado y riguroso de las circunstancias que han llevado a una persona al suicidio. Por desgracia, no es posible responder a estas preguntas sin conocer al detalle toda la situación”, razona el vocal de la Junta Directiva de ANPIR, la principal asociación nacional de psicólogos clínicos de España, Alberto Gimeno.
Al final, en la pantalla se veía a un personaje público en una situación inusual, posiblemente excéntrica, “pero no supimos ver la guerra interna que tenía, no vimos más allá de por qué estaba así”.
2020, el año de la pandemia de la Covid-19, también será recordado en España por batir el trágico récord de muertes por suicidio. Los números brutos arrojan un aumento de 270 fallecimientos por este motivo con respecto a 2019 (un crecimiento del 7,4%). De todos ellos, 159 fueron varones y 111 mujeres.
Claves para prevenir
Como ya se ha mencionado, un suicidio no se explica por un sólo motivo: son muchas las piezas de un puzzle complejo las que tienen que ver para llegar al desenlace. La prevención es la mejor manera de evitarlo, aunque no siempre las personas son capaces de identificar qué les pasa. Otras dudan a la hora de ponerse en manos de un especialista.
“Cada vez menos (reticencia a la hora de venir al psicólogo), eso es algo que se ha notado mucho en los últimos años. Pero sigue habiendo más de lo deseable”, explica Gimeno, algo en lo que coincide su colega Fabón: “Desde la pandemia existe una mayor verbalización, pero mucha gente todavía tiene desinformación sobre nuestro trabajo”.
¿En qué tenemos que fijarnos para adelantarnos y acudir a los expertos? “Cuando notamos en nosotros mismos o en otros que ha habido un cambio muy notable en el comportamiento.También puede ser una señal de alarma el que una persona empiece a aislarse de los demás, si esto implica un cambio con respecto a su conducta anterior, que se muestre más irritable o tenga crisis de ansiedad frecuentes”, afirma Gimeno.
“También si tenemos dificultad para tomar decisiones o entender algunas ideas o proyectos futuros. Si vemos incoherencias entre nuestros valores y comportamientos, si cambia mucho nuestro humor, si descansamos mal, si tenemos problemas relacionales con la comida, con la comida o con la gente de nuestro alrededor…”, añade Fabón.
Evidentemente esto no es una cuestión de un día en el que uno se encuentre mal, esté enfadado por algo puntual o haya dormido menos de la cuenta: “Hay que evaluar la duración, la intensidad y la frecuencia de estos problemas. Si alguna de esas tres medidas sube, podría ser un motivo de consulta”, dice la psicóloga.
¿En qué consiste, en definitiva, ir al psicólogo? “Se trata de una conversación, diferente a la que se puede tener con un amigo, en la que todo lo que hace y dice el psicólogo se basa en una serie de principios fundamentados en estudios científicos que muestran que así se pueden producir cambios y encontrar soluciones a los problemas de las personas”, dice Gimeno.
Fabón amplía el concepto y subraya que “es un proceso de trabajo de la persona a nivel emocional” donde el psicólogo da “herramientas” para que la persona se enfrente a los problemas que surjan en su día a día” con en que se plantea “un tratamiento basado en unos objetivos concretos a conseguir”.
“Hay una primera parte en la que se recopila información sobre lo que le sucede a la persona y contextualizarlo. Luego se le ayuda a poner en marcha las acciones necesarias, siempre teniendo en cuenta las características relevantes de cada persona, sus valores y sus preferencias”, apuntilla el vocal de la ANPIR.
Ayudar a los demás
Una de las reflexiones que ha arrojado el caso de Verónica Forqué es que era tan evidente que algo no andaba bien, que nadie se explica por qué no se actuó antes. No a nivel profesional, sino a nivel personal. Cómo se ha llegado a este extremo cuando todo el mundo sabía que había algo que fallaba.
Las señales a identificar son las mismas que en uno mismo: aislamiento social, cambios en sus comportamiento, desánimo, ideas autolíticas… “Muchas veces se nos olvida preguntar cómo se encuentra la otra persona, un amigo o un compañero de trabajo, por ejemplo. Pero una cuestión importante es no hacerlo de manera paternalista, sino desde la preocupación sincera que sentimos”, explica Ana Fabón.
“No es lo mismo decirle a alguien ‘estás fatal y no sé qué hacer contigo, deberías ir al psicólogo a que te vean’ que decirle ‘estoy preocupado por ti y me gustaría ayudarte, pero no sé cómo, ¿qué te parecería consultarlo con un psicólogo?’, explica Gimeno.
“Hay que dejar claro que es una terapia de autocuidados, que aquí no hay buenos ni malos, ni sanos ni locos”, termina Fabón.
Uno de los problemas para acceder a estos profesionales no siempre vienen por el desconocimiento o el no querer aceptar que se tiene un problema invisible para los demás. Muchas veces viene por la falta de psicólogos públicos o por lo altos precios de los privados. Para los dos entrevistados la solución pasa por el mismo camino: contratar a más especialistas en el Sistema Nacional de Salud.