José María Roldán compró un billete de avión con destino Vigo para el 20 de agosto. Hacía diez días que intercambiaba mensajes con Cristina Rodríguez por Whatsapp. La había conocido por internet y dejaba atrás Castelldefels con la idea de quedarse a vivir con ella en una finca de la aldea de O Rabiño, en Cortegada (Orense). El idilio duró cuatro días. Él no le gustó a ella y ella decidió matarlo, quemarlo y enterrarlo descuartizado.
Esta es la versión que contó Cristina, de 26 años, ante la titular del Juzgado de Ribadavia el pasado miércoles. La joven había acudido el pasado lunes a su médico de cabecera y había confesado haber quemado al José María, de 53 años y en paradero desconocido desde hace meses, porque había amanecido muerto en su casa.
Rápidamente, el doctor decidió derivar a Cristina al psiquiatra del Complejo Hospitalario Universitario de Orense. Una vez allí, volvió a mantener lo ocurrido: la noche del 24 de agosto tomaron unas copas y, cuando se levantó, el hombre estaba muerto. Ella se asustó y decidió quemarlo para esconder el cadáver.
La joven fue detenida y trasladada al cuartel de la Guardia Civil esa misma noche. El martes participó en un registro de su vivienda, donde marcó perfectamente dónde estaban los restos del cuerpo. El miércoles, con total espontaneidad según los investigadores, confesó que había sido ella quien había matado al hombre, cómo lo hizo y los motivos que le llevaron a ello.
Este jueves, Cristina pasó a disposición judicial. Se negó a declarar ante la jueza, que decretó su ingreso en prisión provisional comunicada y sin fianza como presunta autora de un delito de homicidio. Según fuentes consultadas por este periódico, en caso de probarse la versión que confesó el miércoles, se le podría juzgar por un delito de asesinato.
Los cuatro días de la pareja
El 20 de agosto, Cristina fue a recoger a José María al aeropuerto de Vigo. Los tres días posteriores, la pareja se dejó ver por tierras gallegas. Hicieron diversas actividades: los vecinos les vieron, comieron juntos, fueron a la piscina...
Según la versión que relató a los investigadores, todo iba bien entre la pareja hasta que ella se dio cuenta que él no le gustaba. Él, sin embargo, sí sentía atracción por ella. Esto les llevó a discutir. Ella quería que él se fuera y él no quería irse.
Ese fue el motivo por el que ella dijo haberlo matado. La noche del 23 de agosto, Cristina le dio unas pastillas a José María. Cuando él se quedó dormido, ella lo asfixio.
A la mañana siguiente, Cristina trató de deshacerse del cadáver. Su objetivo era incinerarlo para no dejar rastro.
Las hogueras que montó en su huerto llamaron la atención de los vecinos. Era verano y, para evitar los incendios forestales en los montes gallegos, está prohibido hacer este tipo de fogatas. Hubo quien advirtió a la joven: si seguía así, llamarían a la policía.
Cristina cambió entonces su estrategia. Decidió meter las distintas partes del cadáver en bolsas. Las distribuyó por el monte a unos 500 metros. Además, se deshizo de la PlayStation que el hombre se había traído en una finca sin desbrozar cercana a su casa. Y también del móvil, que lanzó a un embalse cercano.
Todos estos detalles se los contó la joven a los investigadores. Encontraron partes del cadáver en los puntos que la presunta autora de un delito de homicidio marcó, entre ellos lo que el forense detectó como un pie. Todos los restos encontrados están carbonizados.
Asimismo, cabe destacar que la joven no alegó en ningún momento que la discusión entre ambos la noche anterior fuera violenta, según fuentes del caso.
La investigación
El 27 de agosto, la madre de José María denunció su desaparición. Llevaba tres días sin saber nada de su hijo, separado y con una hija mayor de edad en Barcelona. Los Mossos d'Esquadra se pusieron a trabajar en el caso y, en octubre, contactaron con la Guardia Civil de Orense.
El buen hacer y la buena relación de ambos cuerpos ha sido fundamental a la hora de encontrar el paradero de la víctima. La Benemérita comenzó con las labores de rastreo y preguntaron en varias ocasiones a Cristina por el paradero del desaparecido.
Cristina, hasta ahora, siempre aseguraba a los agentes que él se había ido por voluntad propia. Las batidas realizadas por la Guardia Civil en Cortegada no ofrecían resultados fructíferos para encontrar al hombre.
Apróximadamente el 3 de diciembre, los agentes volvieron al terreno con perros especialistas en la búsqueda de desaparecidos. Cristina comienza a notar el aliento de los investigadores detrás de ella y esto es lo que le hace perder los nervios, acudir al médico y confesar.
El pasado martes, los perros encuentran lo que el forense cree que es un pie humano. Ahora mismo, el GEA de la Guardia Civil busca el móvil de la víctima en el embalse donde dijo Cristina que lo tiró. Hasta el momento, todo lo que confesó resultó ser cierto.
Cristina R. V.
Hace tres años que Cristina R. V. vive en una finca de O Rabiño, en Cortegada. Se mudó allí junto a su expareja y su hija. Cuando ambos se separaron, ella se quedó en la finca que habían adecentado juntos. El hombre, también mayor que ella, marchó a Vigo con la menor, de la que tiene la custodia.
Según ha podido saber este periódico de fuentes de la investigación, Cristina no ha tenido problemas con ningún vecino en la finca. Tampoco con su familia, aunque sí habría sufrido algún episodio de violencia sexual cuando joven. Sin embargo, no constan denuncias al respecto.
La presunta autora de los hechos no tenía antecedentes delictivos.