Así me alimenté 7 días sólo con comida rápida de McDonald's o Burger King y no morí en el intento
He perdido fuerzas, 126 euros y he ganado dos kilos y medio. Una experiencia que no volveré a repetir.
2 enero, 2022 02:10Noticias relacionadas
¡Qué ganas! Fue lo primero que pensó la redactora cuando su jefe le encargó estar siete días comiendo y cenando hamburguesas, pizzas, alitas de pollo... La ilusión de cualquier joven estudiante de 21 años con poco tiempo para dedicarse a la cocina -y poca maña, todo hay que decirlo-. El primer día no le vio ningún inconveniente a la comida basura, al final, ha llegado a comer peor en semanas festivas o en las tradicionales ferias de pueblo y nunca ha pasado nada. Eso sí, estos días aparte de coger unos cuantos kilos de más, ha ganado paciencia, y mucha, ya que desde un primer momento ha tenido que aguantar múltiples comentarios como "te vas a poner mala" o "no puedes hacerlo, es una bomba".
Si las opiniones de los familiares no eran nada buenas, miedo me daba la del nutricionista Alejandro Carrasco (Alcázar de San Juan, Ciudad Real, 1994), experto al que acudió EL ESPAÑOL finalizada la semana para conocer su opinión al respecto.
Pero bueno, no hay que ponerse melodramáticos, porque mentiría si dijese que el primer día la encargada de escribir esta pieza lo pasó realmente mal comiéndose una deliciosa pizza de queso...
Es primer día pesaba 52 kilos con 400 gramos -poca cosa para una chica de 1,69 cm de altura- y energía suficiente para superar el día. Así comencé un reportaje de siete días comiendo fast food en Burger King, KFC, Goiko Grill, Domino's Pizza, Kebab, Papa Johns, Subway y Foster Hollywood. Un gasto total de 126 euros en toda la semana y con tanta variedad donde elegir que nunca pensó que se quedaría sin saber qué pedir para comer al día siguiente.
Día 1: mucha sed
El primer día decidí comenzar este "reto" acompañada de otro comensal, al menos en la comida, así lo convertiría en algo más o menos divertido y dejaría de lado los pensamientos que no paraban de sonar en mi cabeza con respecto a la salud. La salud y la forma física, al garete el gimnasio esta semana.
Para la comida opté por una pizza Blue Cheese y Pulled beef, por un precio de 17,95 euros, el tamaño más pequeño que había y sin bebidas, mal empezamos económicamente. La cadena de comida rápida que me la proporcionó fue Papa John´s, especializada en todo tipo de pizzas y complementos.
He de decir que dejando a un lado el precio de la comida en este tipo de establecimientos, el sabor y la cantidad eran perfectas, con fuerzas para superar todo el día que quedaba por delante.
Algo muy curioso que me llamó la atención y que no dudé en consultar con el nutricionista es que a las pocas horas mi cuerpo necesitaba comer y beber mucha agua, más de lo habitual. Notaba una sensación de vacío constante en mi estómago.
"El hambre aparece porque el ingrediente principal de estas comidas es el hidrato de carbono, el más barato de producir, que posee la capacidad saciante más baja. Al tener una digestión muy rápida con picos de insulina muy altos en poco tiempo, la bajada también es casi instantánea y en cuestión de pocas horas se vuelve a tener la sensación de hambre. Por otro lado, la sed es producida por la alta cantidad de sal que se les añade. Es decir, la necesidad de ingerir más líquido es un mecanismo de defensa del cuerpo para evitar altas concentraciones de sodio circulante en plasma", comenta Alejandro Carrasco.
King fries con cheddar, bacon y cebolla para la cena, del Burger King. No es precisamente lo más sano, pero en las cantidades intenté controlarme. Es muy difícil cuidar la línea sabiendo que tienes la opción de comer la comida basura que quieras, llegas con hambre y es inevitable querer más.
Esta vez esta cadena de comida rápida me ofrecía opciones más económicas. Mi cena tuvo un precio de 3,75 euros. También he de decir que nunca he sido de comer grandes cantidades, por lo que dependiendo de la persona podrá gastarse más o menos.
El aspecto de estas patatas es peor que la pizza recién hecha del medio día, pero el sabor no está nada mal. Cenas rápido y no te tienes que estar entreteniendo en fregar platos ni cubiertos (vienen incluidos).
Primer día superado, los pensamientos los dejé a un lado y disfruté pensando qué podía elegir para comer al día siguiente.
Día 2: empieza a pesar
Llegué a casa con más hambre de lo habitual y se me hacía la boca agua pensando en algo rico del KFC, así que no dudé en pedirme la "Chingona", una quesadilla con pollo frito, cheddar, salsa mayo-mex y doritos, por un precio de 8,49 euros.
Con todos los ingredientes y frituras que trae este plato, lo primero que se me viene a la cabeza es la alta cantidad de calorías que pueden llegar a provocar un superávit de energía, es decir, las calorías que no sea capaz de consumir mi cuerpo se convertirán automáticamente en grasa. Menos mal que lo estoy complementando con un buen vaso de agua. Podría ser peor.
La comida me sació bastante y me dejó muy buen sabor de boca, pero al cabo de tres horas apareció de nuevo la sensación de hambre irrefrenable. Si esta alimentación afectará a mi organismo, picar entre horas no ayudará del todo.
Aproveché para la cena y la pedí en la misma cadena, KFC, aunque eso implicaría que fuese todo frito, en este caso unas alitas de pollo y unos pequeños aros de queso por un precio de 5,98 euros.
Era poca cantidad, pero la cena me empezó a pesar, notaba que mi cuerpo me pedía algo ligero, una ensalada o una pieza de fruta... y solo llevaba dos días, no me quería ni imaginar cómo transcurrirían los posteriores días.
La comida, como siempre, estaba buena, no me iba a pedir algo que no me gustase, obviamente, pero empece a notar ciertos cambios en mi cuerpo que ya no sé si era psicológico o de verdad algo dentro de mí comenzó a ir mal.
- ¿Cómo afectan los fritos a nuestro organismo?
- El consumo de ultraprocesados principalmente desequilibra nuestra ingesta calórica y aumenta exponencialmente el consumo de grasas saturadas y azúcares simples, ocupando el espacio que deberían ocupar proteínas de alto valor biológico.
Por consecuencia, esta desvinculación de la ingesta mínima de ciertos nutrientes, contribuye al desarrollo de enfermedades conocidas como la hipertensión, diabetes tipo II, hipercolesterolemia...
Día 3: me inclino a parar
14:00 del mediodía, salgo del trabajo y voy directa a casa, sucede algo distinto a los dos días anteriores: no sé que elegir para comer. No me apetece nada y esto solo acaba de empezar. Solo tenía una cosa clara y lo mostró mi cuerpo, que empezó a dar resultados en forma de acné, lo que me faltaba. Será la contaminación, la mascarilla o la pura casualidad de que llevo dos días comiendo basura, pero yo seguí adelante con mi reportaje, que en esos momentos era lo más importante para mí, hacer las cosas bien ateniéndome a las consecuencias.
Opté por pedirme una hamburguesa M-30 con queso de cabra y patatas fritas del Goiko Grill por 13,30 euros. Dentro del amplio catálogo de la cadena era una de las más económicas (y más buenas para mi gusto). Lo que era inevitable que pensase cada vez que pedía comida era el gran gasto que supone tener una dieta procedente de grandes cadenas de comida rápida.
Comí bien, como era lógico la hamburguesa estaba de muerte, pero acabé demasiado hinchada, otro día más.
- ¿Es normal la aparición del acné por consecuencia de una mala alimentación?
- La verdad es que este es un tema muy específico de la función hormonas, más enfocada a la rama de la endocrinología, pero es cierto que un consumo de grasas y azúcares siempre se ha relacionado con aparición de acné. Extraer una causalidad directa de esto es demasiado específico, al igual que la relación de la comida basura y las alteraciones hormonales que pueden llegar a afectar el eje hormonal, en el caso de las chicas llegando a alterar el momento de la menstruación.
El resto del día no fue a mejor precisamente, me sentía baja de fuerzas y con sueño constante. No paré de recibir comentarios de mi familia incitándome a paralizar el reportaje, por mi salud más que nada.
Llegó la hora de la cena y no podía más, no era capaz de cenarme un plato contundente para luego ir directa a la cama, e intención de salir a dar un paseo con las bajas temperaturas que hacía... no era una de mis opciones.
Aproveché para no quedarme sin opciones por pedir en la misma cadena que en la comida, en el Goiko Grill. Esta vez solo fueron unos "Fat Rings", unos pequeños aros de gouda y bacon por 9,90 euros.
La cena fue rápida y en pequeña cantidad, me fui a dormir al instante evitando pensar en la comida del día siguiente, aunque se hizo complicado.
Hubo momentos que me recordaban a mi madre cuando el día anterior me pregunta qué queremos comer mañana y yo le respondo siempre lo mismo: "Ya lo pensaremos mañana ¡qué prisas tienes!". Pues esta vez no me he podido sentir más identificada... ¿Qué tendré que comer mañana?
Día 4: mucha agua
Este día comenzó un poco peor de lo normal, a todo lo que comporta comer durante 7 días comida basura, se sumó un adelanto de 10 días de la menstruación, y para quien no esté acostumbrado a ello, las defensas bajan y el cuerpo está más cansado de lo normal (sin contar lo susceptible que estaba a todo lo que me ocurría). Por ese motivo opté por pedirme un wrap relleno únicamente de lechuga y especias varias por 3,90 euros, de la cadena de comida rápida Subway.
He de decir que la ensalada en este tipo de comidas la detesto, pero era la única opción más o menos saludable que podía permitirme.
Con el transcurso del día mi cuerpo lo notó, me sentí un poco más ligera y con mejor animo. Pero aún quedaban tres días para ver el resultado final. De momento, estaba llevándolo lo mejor posible (a ratos).
Para la cena me quedé sin opciones, nunca pensé que lo diría, pero es muy complicado elegir por qué comida me decantaré después de cuatro días.
Como prácticamente es difícil comer sano, opté por cenar junto a un comensal más. Al final, acompañado, "las penas son menos penas". Elegimos una pizza pequeña de carbonara del establecimiento Papa John´s, por un precio de 10,95 euros.
Una pizza pequeña entre dos personas, no toca a mucha cantidad, por lo que por ese lado, la cena estuvo bien. Eso sí, las ganas de beber agua durante toda la noche no desaparecieron.
Día 5
Solo quedaban tres días, la cosa tenía que ir a mejor, así que decidí pedirme un menú completo del Burger King con Coca-Cola incluida por un precio de 8,70 euros. Era el primer día que acompañé la comida con una bebida gaseosa, total, por un poco más de grasas y basura a mi cuerpo no le iba a pasar nada.
Era viernes, así que la actitud ya era distinta y por un momento se me olvidó por completo que llevaba cinco días comiendo lo que se puede decir, "mal".
Total, que no privé de nada y decidí pedirme para cenar unas apetitosas patatas bacon y cheese fries, del Foster´s Hollywood por un total de 8,85 euros. No tuve en cuenta que a mediodía también comí patatas, porque no hay comparación entre ambas.
Con tanta mezcla de establecimientos me entró la curiosidad por saber cuál podría ser el más saludable para este tipo de antojos, así que no dudé en preguntarle al nutricionista Alejando Carrasco.
"La cadena de comida rápida más interesante es aquella que tenga alternativa nutritiva, es decir, que siendo consciente de los valores nutricionales que ofrece en sus productos y teniendo dicha información nutricional al alcance del consumidor, es capaz de ofrecer alternativas que equilibren la composición nutricional de los menús que venden, arrojando información sobre el cliente de las posibilidad nutritivas que tiene dentro de la carta", añade el nutricionista.
Día 6: veo el final
Era sábado y el penúltimo día del reportaje "Siete días comiendo y cenando comida rápida", ya no quedaba nada, lo peor estaba hecho. Dejando a un lado que se me olvidó por completo lo mal que estaba comiendo, pareció que mi cuerpo empezó a recordármelo, con unos kilos de más y un hinchazón general.
Para comer pedí del mismo lado que la cena del día anterior, del Foster´s Hollywood. Esta vez fueron los Nachos San Fernando, uno de mis platos favoritos, por un precio de 11,95 euros.
Estaban integrados por varios totopos servidos con quesos fundidos, chili con carne, crema agria, jalapeños y pico de gallo. Cualquiera se puede hacer una idea de lo rico que estuvo eso.
Para cenar daré la sensación de tener una obsesión con las pizzas, pero era la única manera de poder hacerlo acompañada, y tampoco eran muchas más las opciones que tenía. Por eso me pedí una pizza buffalo chicken del Domino's Pizza, por un total de 15 euros. Integrada por salsa barbacoa, queso, pollo con un toque picante, bacon, cebolla y más queso. Eso sí, de todo se aprende, la botella de agua ya estaba preparada en la mesita de noche.
Día 7: no lo recomiendo
Último día, esto ya estaba acabando y yo no podía estar más contenta, de una manera u otra conseguí hacer el reto. Pero había un problema y una pregunta no paraba de rondarme por la cabeza... ¿Y ahora dónde pido? Me había quedado sin opciones, sin cadenas de comida rápidas a las que acudir.
Salí a dar un paseo en busca de opciones, y sin darme cuenta tenía la mejor al lado de casa: mi kebab de confianza. No es una cadena en concreto conocida, pero sí es muy demandada por todo el mundo, así que finalizaré la semana comiendo y cenando del kebab.
Todo tipo de carnes y salsas, como bien se puede comprobar. El sabor delicioso, una auténtica bomba acompañada de un puñado de servilletas, por un precio de 4 euros. Sabía que quizá esto fuese lo menos saludable de toda la semana, pero era el último día, de perdidos al río.
Para la cena pedí unos nuggets de pollo, para mi sorpresa venían acompañados de patatas y una inmensa capa de salsas. Por un precio de 3,50 euros.
El sabor era aceptable, el aspecto desde fuera... bueno, dejémoslo ahí.
Y por fín llegó el día de acabar con la comida basura y comprobar qué resultados he obtenido, tanto físicos como económicos claro.
He de decir que ha sido duro psicológicamente, la cabeza puede jugar muy malas pasadas y el hecho de estar pensando todo el tiempo que estás comiendo mal... es un poco agobiante. Psicológica y físicamente, porque mis dos kilos y medio de grasa corporal que aumenté en tan solo una semana, lo considero una exageración, pasando de 52 kilos con 400 gramos a 54 kilos y 500 gramos.
Por último y no menos importante, la cartera, con un gasto de 126 euros semanal, en mi opinión es una barbaridad.
Después de esa semana estuve mucho tiempo sin poder comer comida basura, la sensación y el recuerdo me impedían probar un solo bocado. No recomiendo esta experiencia a la gente, puede ser perjudical para la salud, y eso que solo fueron siete días.