Rubén por su trabajo como guardia civil está acostumbrado a lidiar con todo tipo de situaciones, pero hasta ahora no había vivido ninguna tan dura como la de este lunes: oficiar él mismo el culto fúnebre de su hermana mayor, Sara, fallecida el día de Año Nuevo tras ingresar en una UCI por las complicaciones que sufrió durante una lipoescultura. "Soy una persona muy creyente, de hecho, soy predicador evangélico, y hoy he dado el discurso más duro de mi vida", según admite el propio Rubén a EL ESPAÑOL, después de finalizar un culto multitudinario en el Tanatorio San Roque de Alcantarilla.
Tantas personas han asistido al último adiós a Sara Gómez Sánchez, que el culto fúnebre se ha tenido que realizar fuera de la capilla, en la explanada lateral del tanatorio con un altavoz, un micrófono y un atril prestados de la iglesia cristiana evangélica de Alcantarilla. Decenas de personas se han emocionado con las palabras que Rubén le ha dedicado a esta madre de dos hijos y reputada agente inmobiliaria, de 39 años.
"Hoy es el día más duro, más oscuro y más triste de nuestras vidas. Aún en medio de esta tormenta, de este sufrimiento, yo, personalmente, le doy las gracias a Dios por haberme regalado durante mis 35 años a la mejor hermana mayor del mundo: mi Sara", ha subrayado Rubén a los presentes, para acto seguido recordar cómo han sido los 29 días en los que él y su hermana, Nora, han visitado a diario a Sara en la UCI del Hospital Santa Lucía de Cartagena donde permanecía ingresada desde el 2 de diciembre.
"Ella puede decir lo mismo que dijo el apóstol Pablo, antes de morir: 'He peleado la buena batalla' (...). Durante mucho tiempo, su hermana y yo, le hablábamos a Sara de Jesús. Y en estos últimos días de su vida, hemos podido hablarle y hablarle, y su forma de decirnos 'sí', era apretarnos la mano. Mis últimas palabras de despedida para ella fueron: 'Ten paz Sara, ten paz. El Señor te ha llamado'", tal y como ha concluido este predicador evangélico, y guardia civil de profesión, justo antes de que el coche fúnebre llevase el cuerpo de Sara al cementerio de Alcantarilla.
Mientras los vecinos de esta localidad murciana lloran la pérdida de esta madre de dos hijos, la jueza instructora realizaba el primer movimiento tras la denuncia por homicidio presentada por la familia, a través del letrado de la Asociación del Defensor del Paciente: Ignacio Martínez. Este martes ha sido citado a declarar: J. A. M., el cirujano cardiovascular que se ocupó de practicarle a Sara la lipoescultura, por la que abonó 5.700 euros a una clínica de Murcia que se publicita como un referente de prestigio internacional, tanto en alta cirugía plástica como medicina estética.
EL ESPAÑOL ha podido acceder al informe médico forense que ha sido notificado al Juzgado de Instrucción número 2 de Cartagena: 'Etiología médico-legal: Violenta. Accidental. Causa inicial de la muerte: Complicaciones derivadas de tratamiento quirúrgico estético. Causa inmediata de la muerte: Fallo multiorgánico irreversible. Data estimada de la muerte: aproximadamente a las 15 horas del 1 de enero de 2022'.
El informe ha sido elaborado por el Instituto Anatómico Forense, a petición del Hospital Santa Lucía donde Sara luchó por su vida durante casi un mes y cuyos médicos llegaron a intervenirla varias veces para tratar de suturar las perforaciones que esta mujer recibió con la cánula de la lipoescultura. A pesar de tratarse de un documento preliminar, ya apunta como causa inicial de la muerte, a las complicaciones derivadas del tratamiento quirúrgico estético al que se sometió en una clínica de Cartagena que puso el quirófano y al personal que asistió al cirujano denunciado.
De modo que el testimonio que ofrezca este martes el facultativo será clave para dos escenarios. El primero: ver qué decide el juzgado de Instrucción número de 2 de Cartagena sobre las medidas cautelares que el abogado de la Asociación del Defensor del Paciente ha pedido para el cirujano cardiovascular. De un lado, solicita que se inhabilite profesionalmente al cirujano para preservar la salud de los pacientes de las clínicas privadas para las que trabaja, y de otro, reclama que se le retire su pasaporte, debido a que tiene doble nacionalidad -chilena y española-.
El segundo escenario: del testimonio del cirujano se derivarán consecuencias para la clínica de Murcia, donde Sara abonó 5.700 euros por la lipoescultura, y la clínica de Cartagena, que puso el quirófano y el personal sanitario que le asistió aquel 2 de diciembre. La consecuencia más previsible del relato del facultativo denunciado, es que el juzgado opte por citar a declarar a los otros dos responsables de la sala de operaciones: el cirujano ayudante y el anestesista. Todo ello, sin olvidar, a la propia pareja de J.A.M., cuya presencia en la clínica de Cartagena está en la diana de los familiares de la fallecida desde el principio porque sostienen que es camarera, sin formación sanitaria, y sin relación laboral con las clínicas.
Piden una ley
Los padres y los hermanos de Sara han emprendido una campaña de recogida de firmas para que esta negligencia médica que se ha cobrado una vida no pase desapercibida para la Administración. De hecho, los progenitores, Damián y Felisa, junto a sus hijos, Rubén y Nora, reclaman que se ponga en marcha una ley reguladora para la realización de operaciones de estética, evitando el intrusismo profesional.
La familia expone que Sara se sometió a una lipoescultura, una técnica quirúrgica invasiva, a cargo de un médico que no tiene la especialidad de cinco años en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora. "¿Imagina usted que un ginecólogo, se ofrezca a realizarle una operación de cataratas, o qué un dermatólogo quiera realizarle un trasplante de un órgano? Pues a diario muchísimos médicos generales realizan operaciones invasivas de estética en España sin la titulación, formación y con el riesgo que ello supone a la persona que se pone en sus manos", tal y como argumenta la campaña iniciada en Change.org.
"¿Crees que el caso de Sara es el único? En absoluto, 9 de cada 10 cirujanos estéticos no tienen dicha preparación, ni cualificación, haciendo de esto una temeridad y un grave peligro para la vida de las personas, además de un negocio para ellos; y todo porque el Gobierno no pone freno a este intrusismo profesional", concluye la campaña que ya ha reunido más de 3.300 firmas: la mayoría tras la muerte de esta bellísima mujer, a la que llamaban -con cariño- 'La Pingüina', por su pasión por esta ave que nidifica en la Antártida y que se tatuó en su cuerpo, que desde este lunes yace para la eternidad en el cementerio de Alcantarilla.