Paul 'Pen' Farthing se vio, de un día para otro, en el ojo del huracán por haber dejado en el aeropuerto de Kabul (Afganistán) a 68 miembros de su ONG -en su mayoría, mujeres- y haber evacuado a más de 200 animales entre perros, gatos y burros en la Operación Ark. Pues bien, tras ser criticado y odiado por unos y por otros, ahora se ha convertido en un héroe.
El motivo es que, pasado un tiempo, ha logrado también rescatar a través de Pakistán a todo el personal de su ONG (Nowzad Charity). Sólo se han quedado allí 12 empleados al cuidado de 12 burros, dos caballos, una cabra y un toro. Hay algunos animalistas, incluso, que piden que se haga una película sobre sus hazañas.
Lo han llamado "ser humano repugnante", le han insultado por redes y le han acusado de dar preferencia a los animales por encima de las personas. Pero no es así. Todo lo contrario. Él, simplemenete, ha hecho lo que consideraba apropiado y, ahora sí, muchos de esos lo adoran. Ya no sólo por su labor en Afganistán, sino por su desempeño en la marina británica.
Quién es Paul
De carácter indomable, Paul ‘Pen’ Farthing (Essex, Reino Unido, 1969) decidió ser marine cuando los vio por primera vez durante el conflicto de las Malvinas (Argentina) en la cadena BBC. Desde entonces, se preparó a conciencia. A los 13 años, hizo una media maratón y se alistó al Ejército de Tierra. A los 16 fue elegido el mejor de su promoción y, a los 18, recibió una medalla de manos del duque de Edimburgo en el Palacio de Buckingham por su progresión en la Royal Marines.
Hoy, curtido en mil batallas y 34 años después, conserva la misma entereza que apreció el duque de Edimburgo y no tiene la cabeza para prestarles atención a los rumores que un día sí y otro también publican los tabloides británicos poniéndole verde con llamativos titulares sensacionalistas.
“Tristemente, en este mundo siempre hay quien quiere convertir lo positivo en negativo”, lamenta Farthing en conversación con EL ESPAÑOL. “Se meten conmigo para desviar el estrepitoso fracaso que ha supuesto la retirada de las tropas occidentales de Afganistán”, reconoce.
Saca pecho y asume las consecuencias de sus actos. “Los Royal Marines me enseñaron que, pasase lo que pasase, nunca hay que rendirse”, declara. “No cambiaría nada de lo que he hecho. Nunca me hubiese echado para atrás”.
Y así lo hizo, primero para sacar a los animales y después para salvar a sus empleados, hoy en día hostigados por los talibanes para que den a conocer el paradero actual de Farthing, al que no conocen directamente pero le ponen cara por fotografías.
Al haber luchado contra ellos en sus tiempos de soldado, el militar podría ser objetivo de los islamistas radicales y aunque quiera hacerlo, no está seguro de si podría volver a Afganistán para socorrer a los que quedan.
“Habiendo servido como infante de la Marina Real británica en la provincia de Helmand -cuenta- soy consciente de los estragos y la maldad de los talibán. Sin ir más lejos, dos de mis jóvenes infantes de marina murieron y cinco resultaron gravemente heridos en la contienda”. Con los nuevos talibanes, dice, la situación es diferente. Pen se encuentra solo. “He sentido miedo por mi persona, sí, pero para ser honestos, no quería mantener vivo ese sentimiento”, confiesa.
“Veremos si podemos llegar a algún tipo de acuerdo con los talibanes”, suelta confiado, de cara a rescatar a los 12 que quedan allí y también al resto de animales.
Actualmente, el gabinete del presidente Joe Biden ha bloqueado las cuentas bancarias de su organización sobre el terreno y complica su subsistencia en Afganistán. Aun así, el exmarine confía en encontrar la manera para hacerles llegar el dinero para que sigan llevando a cabo su labor: “Una actividad solidaria que incluye tanto a humanos como a animales”, algo que no es incompatible, según él mismo.
Operación Ark
¿En una situación de riesgo para humanos y mascotas como la que se vive en Afganistán, a quién socorrerían ustedes primero? Parece que los británicos, al menos, lo tenían claro. Una encuesta realizada por la firma internacional de investigación de mercados y análisis de datos de internet YouGov.com concluyó el pasado verano que el 40 por ciento de los ingleses consideraba que la vida de los animales vale tanto como una vida animal. Los políticos habían captado el mensaje y la defensa de Pen Farthing iba por esos derroteros. “¿Qué iba a hacer con esos animales, abandonarlos?”, pregunta confiado el exmarine.
Un intérprete afgano le criticó su postura tan firme lanzándole un reproche a modo de ‘dardo envenenado’: “¿Vale acaso la vida de mi hijo de cinco años menos que la de tu perro?”. A pesar de que respeta su parecer, Farthing rechaza opiniones como esta. “Si nuestros soldados no podían rescatar a esas personas, ¿de qué manera lo iba a hacer yo solo?”, argumenta. De poder rescatar a ese niño, Farthing afirma que lo rescataría de igual modo que hizo con los animales.
El secretario de Defensa británico, Ben Wallace, también dirigió sus críticas al fundador de la organización benéfica y calificó la operación Ark como una operación en la que se le daba "más prioridad a los animales antes que a las personas", un asunto que enfureció a miles de personas en las redes sociales.
Farthing, que a cabezonería no le gana nadie, demostraría a Wallace que, dijesen lo que dijesen desde Downing Street, iba a montar una gesta de película, y para conseguir su propósito puso en marcha una campaña que acabaría siendo un éxito por las generosas donaciones recibidas. Con el dinero recaudado, su organización fletó un Airbus que evacuó a 94 perros y 68 gatos a contrarreloj desde Kabul mientras miles de personas intentaban, sin éxito, coger un avión que los rescatase. Pero la odisea de Pen Farthing tampoco fue sencilla. El coste total del salvamento ascendió a 900.000 euros.
El 26 de agosto, el termómetro marcaba 45 grados de temperatura en el exterior del aeropuerto de la capital afgana. El ambiente estaba crispado y decenas de personas buscaban un hueco empotrados contra las vallas del aeródromo mostrando pasaportes y banderas a los soldados que se protegían más allá de un alambre de púas. Era su grito desesperado para pedir ayuda y un poco de piedad. El mundo estaba observándoles y puede que fuese su última llamada de auxilio a la comunidad internacional.
Con el riesgo de ser bombardeada, la población escuchaba constantes tiros al aire y no podía dejar de pensar en los paisanos que habían caído al vacío tras aferrarse a las ruedas de un avión para salir de una Kabul ya cercada.
Los expatriados habían huido dejando sus pertenencias en territorio hostil. Muchos acudieron donde Pen Farthing para que se hiciese cargo de sus mascotas mientras huían.
Un AK-47 en la cara
Salvar la vida a casi 200 animales no resultaba tarea fácil. Aunque en un principio la idea inicial de Pen Farthing era evacuarlos a la India, el Reino Unido dio carta verde y decidió aceptarlos con la “documentación pertinente”.
Farthing y su equipo habían aguardado 24 horas en un puesto de control en manos de unos talibanes que les apuntaban continuamente con sus armas y cuando lo iban a sortear, ocurrió lo impensable.
El convoy de Nowzad lo formaban dos camiones llenos de gatos y perros junto con dos autobuses en los que viajaba el personal de la ONG y los familiares de estos últimos.
Un comandante talibán encañonó a Farthing poniéndole un arma AK-47 en la sien y en un momento de confusión, otro de los extremistas aprovechó la ocasión para apuñalar a un perro que aguardaba tranquilamente en su jaula. Es una cuestión que todavía no ha trascendido a la opinión pública y que ha conocido de primera mano EL ESPAÑOL.
La vida de los animales no vale nada donde impera la ley islámica y los animalistas sabían que a los muyahidín no les iban a ablandar el corazón los perros callejeros lisiados de tres patitas que les mostraron. Sin embargo, tuvieron que esconder a los perros militares para aplacar la ira de los talibanes que no dudarían en matarlos por haberlos empleado contra ellos.
Los combatientes talibanes desplegados en el área del aeropuerto internacional de Hamid Karzai respondían a órdenes claras e inequívocas: no permitir a hombres irresponsables entrar en el interior del aeropuerto. Pero ese no iba a ser el caso de Pen Farthing y su grupo. Que los talibanes impidiesen su paso podría tensar todavía más la tregua que habían garantizado hasta el 31 de agosto a las tropas extranjeras.
“Permanecíamos a la espera de una decisión de los talibanes, no sabíamos si nos iban a dejar seguir nuestro camino o no, y rodeando nuestros vehículos como estaban, cualquier cosa podría pasar –recuerda Pen-. Tuvieron muchas oportunidades de hacer cualquier cosa durante tantas horas de espera”.
Finalmente, los talibanes permitieron su entrada en el aeródromo y al ir a acceder a su interior, justo a 500 metros, se oyó un gran estruendo y fueron testigos de una deflagración. El ISIS había puesto una bomba suicida para causar el mayor número de víctimas posibles y las inmediaciones se convirtieron en un caos que dejó 200 muertos.
Los talibanes respondieron lanzando gases lacrimógenos para dispersar la zona y dar con los responsables de la explosión. Pese al humo, los chicos de Nowzad consiguieron llegar al aeropuerto y allí comprobaron que tenían bajas entre sus animales: el gas había ahogado a seis de sus 68 gatos.
Cuando Farthing empezaba a creer que él y los suyos tenían un pie fuera del país, un cambio de decisión de los insurgentes en el último segundo dio al traste con su ilusión. Su gozo en un pozo. Los talibanes continuarían poniéndoselo difícil hasta el final y al británico no le iban a dejar irse de rositas. Al contrario que sus perros y gatos, los ciudadanos afganos no podrían salir bajo ningún concepto del país y le prohibieron intentarlo, algo “totalmente inaceptable” para el exmarine.
Con la moral por los suelos, Pen y sus empleados vieron disminuir su optimismo y confianza y, entre lágrimas, regresaron al refugio asumiendo que el personal de Nowzad nunca iba a abandonar Afganistán. Al menos, les quedaba un pequeño hilo de esperanza. Intentarían con todas sus fuerzas poner a salvo a los animales al día siguiente y, efectivamente, así lo hicieron un día después.
Pomerania famoso
Pen es tajante. “Fui la última persona con nacionalidad británica en salir de Afganistán” -dice, levantando la mano con el dedo índice hacía arriba en un gesto que indica determinación-. Las tropas del Reino Unido ya se habían marchado cuando iba a despegar mi avión y dejar a su suerte a los animales no era una opción”. Su semblante se torna más serio.
“Los perros y gatos estaban exhaustos tras permanecer durante mucho tiempo bajo el sol”, explica Farthing. “Un infante de marina de los Estados Unidos se apiadó de ellos y roció con agua los camiones en los que los trasportábamos antes de volar”, continua el relato el exmarine.
En este sentido, los periódicos criticaron que la Operación Ark hubiese desperdiciado recursos militares y que había puesto la vida de los soldados británicos en peligro. Según Pen, esto es una falacia y una forma de desacreditarlo (otra más). “En realidad fueron los militares estadounidenses los que se encargaron a ayudarnos a subir a los perros y gatos en el avión, no los británicos”, se defiende. “Los cargaron en la bodega”, especifica.
“La aeronave que alquilamos podía transportar hasta 230 personas en su interior y había filas y filas de asientos libres”, admite. “Cabía más gente, pero el gobierno de Boris Johnson se negó a hacerlo”, se justifica. “Me pareció una pena -se sincera-. Fue un sinsentido”.
Pen, luciendo una barba descuidada y con la mirada cansada, se abrochó el cinturón en una sección de pasajeros que permanecía vacía y se fotografió con un Pomerania. Esa instantánea ha dado la vuelta al mundo y está a punto de convertirse en una imagen icónica.
El rescate de perros y gatos proporcionaron al británico la energía y la positividad que creía haber perdido. De regreso a su hogar, el exmarine volvió a reencontrarse con Kaisa Markhus, su mujer, a quien conoció en Afganistán. Todavía quedaba mucho trabajo por hacer. “Kaisa fue absolutamente fundamental para mantener la cordura y me dio el impulso que necesitaba al final, cuando mis fuerzas estaban a punto de flaquear”, expresa en referencia a ella. “Siento que el amor de una pareja decidida y apasionada como la nuestra solo puede impulsar hacía el éxito una causa”, confiesa Pen.
Tal y como estipula la ley del Reino Unido, los animales tuvieron que permanecer en cuarentena porque llegaban del exterior. “Nuestros enemigos han aprovechado el aislamiento de las mascotas para difundir que hemos sacrificado a algunos ejemplares”, desmiente taxativamente Farthing. Informa que los animales se encuentran bien y que han sido adoptados muchos de ellos. “Hasta la fecha, se han adoptado un total de 10 perros y todavía hay 30 perros esperando ser reubicados”, especifica.
ONG pionera
Pen Farthing aterrizó en Afganistán en el año 2006 como parte de las operaciones militares de Reino Unido en ese país. “Por aquel entonces me hice cargo de un antiguo perro callejero al que utilizaban en peleas de perros y así es como comenzó todo”, relata.
Ese perro se convirtió en su más fiel compañero durante el periodo de servicio en los Royal Marines. “Al finalizar mi ejercicio conseguí llevarlo conmigo a Inglaterra, pero me percaté de que yo no había sido el único soldado que había cuidado a un perro o a un gato y quise hacer algo que resultase de utilidad”, manifiesta.
Pensó que a otros soldados también les haría ilusión rescatar a las mascotas que tuvieron y llevó su sueño a la práctica. Al fin de cuentas, entre tanta muerte y destrucción, los animales eran únicos al hacerles compañía ante una muerte que, si bien no les llegaba a ellos, acechaba a sus compañeros.
Farthing montó su propia ONG en Afganistán y, entre otras cosas combatió la propagación de la rabia, introdujo un programa de esterilización y preparó a los que serían los futuros veterinarios de Afganistán. “¡Lo que más me enorgullece es que contamos con las primeras veterinarias afganas!”, recalca con emoción, haciendo una mueca de fastidio después al recordar la situación actual que viven las mujeres en el país asiático.
Hasta la fecha Nowzad ha prestado ayuda a más de 1.700 soldados de todo el planeta volviendo a juntarlos con los perros y gatos que estos adoptaron en las zonas de guerra. Peter Farthing está pensando en su próxima misión. Concluye la entrevista diciendo que está orgulloso de la forma en la que gestionaron la evacuación de los animales, pero piensa que aún quedan muchas cosas por hacer.