No es exactamente un enemigo silencioso, pero sí uno al que se le hace poco caso. El ruido nos rodea en todo momento y nos acecha a cualquier hora, casi sin que importe dónde se vive y qué momento del día sea. La contaminación acústica se ve como un mal inevitable de la vida moderna, a pesar de que su impacto en la calidad de vida es muy elevado. El ruido no es solo molesto, también resulta una amenaza para la salud.
La estadística más reciente de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), publicada en el verano de 2020, ya alerta de que 1 de cada 5 europeos está expuesto a “niveles de ruido que se consideran nocivos para la salud” y que las previsiones a futuro son las de que esas cantidades suban. Por ejemplo, más de la mitad de la población urbana del continente soporta, sólo debido al tráfico, niveles de ruido superiores a los que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Toda esta exposición al ruido impacta, precisamente, en la salud, a veces con resultados fatales. Cada año se producen en Europa, según las cuentas de la AEMA, 12.000 muertes prematuras causadas por los efectos del ruido y más de 22 millones de molestias crónicas por contaminación acústica. Debido a esto, una media de 6,5 millones de europeos que no pueden dormir bien. En España, la estimación más reciente señala que a 189.655 personas el ruido les impide conciliar un buen sueño.
El efecto que el ruido ambiental tiene en la higiene del sueño es, posiblemente, el más fácil de comprender. Quien más y quien menos ha dormido mal alguna noche por culpa del ruido que llegaba de la calle o que generaban sus propios vecinos. “Hace falta sensibilización de las autoridades de que el ruido ambiental provoca alteraciones del sueño y a la vez este repercute en la salud tanto física como mental de los ciudadanos y ciudadanas”, asegura a EL ESPAÑOL la doctora Nuria Roure, autora de Por fin duermo (Vergara).
Aunque el ruido no es el único culpable de que cada vez durmamos peor, sí es una de las razones destacadas. Roure señala estudios que demuestran cómo el ruido del transporte hace que tengamos "más dificultad para llegar a las fases más profundas de sueño", pero también que hay una relación entre la contaminación acústica y la dificultad tanto para quedarnos a dormir por la noche como para despertarse pronto por la mañana. “En los países industrializados, se duerme una media de 1,5 horas menos de sueño que hace 100 años”, alerta la doctora, recordando que en España estamos lejos de las 8 horas medias de sueño recomendadas.
Dormir mal es nocivo para la salud. “Los estudios científicos demuestran que la privación de sueño prolongado tiene efectos negativos en los sistemas más importantes de nuestro cuerpo como son el sistema cardiovascular, el reproductivo, el inmune y el metabólico, así como a desarrollar patología mental como la ansiedad o la depresión”, explica la doctora Roure. Pero el ruido no solo tiene esos efectos secundarios perniciosos por cómo afecta a nuestro sueño, también impacta de forma directa en nuestra salud. La AEMA culpa al ruido de contribuir a la aparición anual de 48.000 casos nuevos de cardiopatía isquémica en Europa.
Guerra contra el ruido
Cuando hace ya unas cuantas décadas se construyó la Autopista del Atlántico, su salida en Vigo cortó en dos el barrio de Teis. Desde entonces, sus vecinos viven rodeados del ruido que causan los coches que pasan a todas horas por el ramal. Su última manifestación para pedir medidas contra el ruido fue durante las recientes Navidades pero, como asegura Manuel Moure, vecino del barrio, en los locales de la asociación de vecinos, llevan protestando “desde siempre, desde el olvido en el tiempo”.
“Aquí entra mucho coche cada día y tráfico pesado”, apunta, lo que hace que el ruido no cese. Unos paneles acústicos en el tramo de la autopista afectado mejorarían la calidad de vida del barrio, pero las diferentes administraciones afectadas se pasan la pelota. Mientras, los vecinos sienten que el ruido va a peor, porque cada año hay “más coches, más tráfico” y todo pasa por debajo de sus ventanas. En 2016, Vigo tuvo el dudoso honor de ser coronado como el municipio de España en el que un mayor porcentaje de sus vecinos estaba expuesto a niveles excesivos de ruido generado por el tráfico. A Manuel Moure, la estadística no le sorprende.
Pero Vigo no es la única ciudad de España que ha sido en algún momento acusada de ser la más ruidosa y sus vecinos no son los únicos que exigen su derecho a más silencio. El ruido expulsa a los habitantes del centro de Málaga, con el comienzo del curso las fiestas universitarias desbordaron a la policía local de Granada o convirtieron el centro de Santiago de Compostela en una batalla campal y los vecinos de Zaragoza se han organizado en una asociación centrada justamente en el ruido urbano. Los habitantes de Madrid y Barcelona son los recurrentes protagonistas de todos los análisis sobre qué supone vivir rodeados de ruido, porque lo están en todo momento. Con todo, la contaminación acústica es un problema habitual y que toca a quienes viven en poblaciones de España de todos los tamaños y en todas las comunidades autónomas.
Según la última Encuesta de Condiciones de Vida del INE, el 21,9% de los españoles declara que tiene problemas de ruidos en su casa. Son más que la media europea (17,5%) y más que quienes sufrían el ruido en el estudio anterior (14,1%). Ceuta, Murcia y Canarias son, en ese orden, las áreas en las que más habitantes reconocen sufrir contaminación acústica. Curiosamente, España, y a pesar de estas cifras, no es el peor país de Europa en términos de ruido. Como señala la profesora de la Universidad de Córdoba y experta en ruido, María Dolores Redel, los datos de la Unión Europea indican que España no es el país peor situado. “Tenemos esa fama, pero no es así, hay otros países como Italia o Luxemburgo que tienen a un mayor número de habitantes expuestos a niveles más perjudiciales”, indica.
Aun así, esto no quiere decir que en España no suframos el ruido, que lo hacemos. “Casi el 50% de la población española está expuesta a niveles de ruido nocturno por encima de los 55 decibelios” que la OMS pone como límite, indica la profesora. De hecho, las investigaciones de María Dolores Redel –que ha estudiado cómo cambió el ruido durante el confinamiento y después– demuestran que salimos del confinamiento más ruidosos. “Aumentó el ruido en cinco decibelios más a los que teníamos antes del confinamiento”, apunta, seguramente, porque se redujo el uso del transporte público y con ello aumentó el tráfico y su contaminación acústica.
Edificios mal construidos
La presencia constante del ruido tiene mucho que ver con factores culturales –hablamos alto, hacemos vida en la calle, etc– y mucho también con cómo están diseñadas nuestras poblaciones y nuestros edificios. Eduardo Alonso, arquitecto de Visado del Colexio de Arquitectos de Galicia, apunta que el 93% del parque de edificios en España fue construido antes de que entrase en vigor la actual normativa que da pautas para reducir la exposición al ruido.
La rehabilitación acústica de lo ya construido “no es tan sencilla”, explica, porque el problema está en muchos factores de cómo fueron construidos esos edificios, aunque cambiar las ventanas por unas de mejor calidad puede mejorar mucho las cosas reduciendo el impacto de la contaminación acústica, asegura. También ayuda replantearse cómo son las ciudades: las peatonalizaciones o las acciones para reducir el tráfico en el centro de las urbes no son solo planes para bajar la contaminación ambiental, también ayudan con la acústica.
Y, en cierto modo, la clave está en que se comprenda el alcance del problema y que es algo que afecta de forma real a los ciudadanos. Eduardo Alonso cree que ha habido “una valorización social del silencio” en estos últimos tiempos y destaca cómo el ruido está cada vez más presente en los textos de las administraciones.
María Dolores Redel concede, cuando le pregunto si infravaloramos la contaminación acústica, que “el ruido es un contaminante de segunda división” y recuerda que “hay muy pocos ayuntamientos que dispongan de equipos de medida que dan información en tiempo real del nivel sonoro al que estamos expuestos”. Por su parte, la experta en salud y sueño, la doctora Roures, apunta que “se le sigue dando poca importancia al sueño”, recordando que “durante muchos años se ha visto el dormir como una pérdida de tiempo”.
Con todo, luchar contra el ruido y corregir su impacto en nuestro día a día es posible. La profesora Redel habla de la importancia de educar sobre contaminación acústica e indica que en algunos países ya se usan radares de tráfico que multan por exceso de ruido. Y en Cataluña ya se han empezado a usar “mediadores nocturnos”, expertos en conflictos que median entre los vecinos y el ruido que genera el ocio nocturno.
“Funciona muy bien”, asegura Xavier Pastor, el experto en gestión de conflictos y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya que está detrás de la idea. Los mediadores recogen las quejas de los vecinos –a los que el ruido supera y hace imposible que gestionen la situación– y hablan con los fiesteros para convencerlos de que reduzcan su impacto y dejen de molestar bajo las ventanas de los que duermen. Pastor promete que lo logran, haciendo compatible el ocio de unos con el descanso de los otros.