Antonio Martínez llevó a sus dos hijas y a su pareja al aeropuerto de Valencia. Era el 15 de agosto de 2015 y las pequeñas Rocío y María tenían 7 y 4 años, respectivamente. Ellas tres se iban de vacaciones un mes a Rumanía, pero él eligió quedarse en casa por su miedo a los aviones, dice. Mientras ellas gozaban el estío, él iría preparando la vuelta al cole de las menores.
Sin embargo, las niñas nunca volverían a cursar un trimestre en España. El 16 de septiembre del citado año, Antonio no iría a recogerlas al aeródromo de Valencia. No es que él no quisiera, es que allí no tendría a nadie a quien recibir.
Su pareja, Simona, le mandó un mensaje claro horas antes de que tuvieran que regresar a Murcia: “Las niñas no van a volver nunca”. Las náuseas y el mareo que sintió Antonio en ese momento son incomparables a los sentidos en cualquier otro momento de la vida de este constructor murciano, conocido popularmente por 'El Melonero', y que en los años del 'boom' inmobiliario fue uno de los dos socios de la promotora Trampolín Hills.
Desde entonces, Antonio Martínez (17 de octubre de 1970), residente en Balsicas (Murcia), no ha cesado en su intento de pelear por saber dónde están sus hijas y volver a verlas. Los tribunales españoles y rumanos le dan la razón, pero ellas continúan sustraídas por su madre, presumiblemente en un pueblo de Rumanía.
Dice estar en un mal estado de salud: el coronavirus que pasó hace unos meses, apunta, le deja sin voz a cada poco rato y por eso no puede expresarse.
El calvario de Martínez no parece tener límites. Y es que tiene otra vertiente. A la sustracción de sus hijas hay que sumarle las causas penales abiertas contra él por un presunto delito de estafa, de cuando era constructor en la época dorada del ladrillo.
La Audiencia Provincial de Murcia le ha condenado a cinco años de cárcel por haber estafado a una decena de familias británicas con la venta de viviendas en la pedanía murciana de Gea y Truyols, pero será el Tribunal Supremo quien decida. Él se muestra tranquilo ante este caso.
En lo que a sus hijas se refiere, nadie le ha dado una explicación. La madre de las niñas argumentó que en España no tenían medio alguno de vida y por eso se llevó a las menores. Sin embargo, él ha ganado todos los procesos judiciales abiertos, ha vencido en España y en Rumanía.
Ha movido cielo y tierra. Incluso, ha hablado con Mario Rajoy, que le prometió su ayuda en caso de que los tribunales le dieran la razón. Pero su salida del Gobierno le dejó sin ayuda.
Todo intento ha sido infructuoso para un padre que habla al otro lado del teléfono entre lágrimas. Su familia ya le ha pedido que abandone la pelea, pero él se resiste. Dice que a su lado sólo tiene a Joaquín Amills, presidente de la asociación SOS Desaparecidos.
Su única esperanza reside en que sus hijas vuelvan algún día a buscarles a España y le hagan abuelo. “Mi tiempo ya pasó, pero que me permitan llamarlas al menos, hablar con ellas el día de su cumpleaños”, apunta un padre desesperado.
Amenazado y refugiado en la embajada
Simona era la pareja de Antonio. Ambos tenían dos hijas y ella decidió marcharse a Rumanía con las pequeñas en 2015. La única excusa que le puso es que las niñas no podían mantener un nivel de vida adecuado en España y “que ella las había parido y eran suyas”.
El año 2017 llegó cargado de esperanza para Antonio. Los tribunales españoles habían fallado a su favor. Incluso, la Corte Suprema de Bucarest había hecho lo propio. El 3 de abril debería ir a por sus pequeñas al país natal de su mujer.
Tenía una orden de repatriación de las niñas en la mano, pero Antonio no la pudo llevar a efecto por lo que le ocurrió en Rumanía cuando llegó.
“Yo mido 1.67 metros y peso 61 kilos. Aterricé a las 7 y cuarto de la mañana, iba contento. Al llegar al lugar donde debía recoger a las niñas, unas calles sin asfaltar, había cuatro tíos de dos por dos y se me tiran encima. Me hablaban en rumano, que yo no sé hablar, pero no creo que me dijeran ningún piropo mientras se tocaban la zona púbica. A la traductora le dije que, por favor, llamara a la policía”.
Mientras tanto, los abogados se encontraban discutiendo. Recuerda Antonio que su letrada se percató también de que la cosa no iba bien. Tuvo entonces que llamar a la embajada española para pedir refugio.
“Les dije que no sabía dónde estaba, pero que estaba en peligro. Ellos, directamente, me dijeron que fuera para allá rápidamente y así lo hice”, rememora Antonio.
Refugiado en la embajada, tuvo que volver a España sin sus hijas. No pudieron hacer nada, ya que según cuenta, Simona ni siquiera se presenta a los procesos contra ella.
El padre de las pequeñas no pasa cinco minutos sin derramar lágrimas. Se disculpa constantemente de no poder hablar con fluidez. “De verdad, no quiero dar pena, sólo quiero verlas y poder abrazarlas. Estoy muy mal, me encuentro muy mal”.
Pedir ayuda a Rajoy
Antonio Martínez tiene una única red social: Twitter. Sabe que en su mano sólo tiene dos cartas: hacer ruido y pedir la orden de busca y captura internacional de Simona. Dice que este segundo paso lo llevó a cabo en septiembre, aunque EL ESPAÑOL no ha podido confirmar tal hecho.
La vía del ruido tampoco le ha surtido efecto. Asegura que no le gustan ni Facebook, ni TikTok, ni Instagram, sólo usa el altavoz que le da el pajarito y el Whatsapp. A través de Twitter consiguió que le respondiera Mariano Rajoy. Esto le animó, pero no lograron ayudarles.
Era el 4 de enero de 2016 cuando Martínez pedía ayuda al por entonces presidente del Gobierno. “Antonio, te leemos. Si te parece, tratamos este asunto por mensaje privado. Saludos”, le contestaba el popular.
Echa la culpa de la pérdida de la relación a la moción de censura del año 2018. “Para que vea usted si llevo razón, que él me dio su apoyo si ganaba los juicios. Y lo hice”. No ha vuelto a ponerse en contacto con nadie del Gobierno, aunque en su nombre en Twitter lleva los nombres de PP, PSOE y Vox para ver si así le ayudan, según cuenta.
Lo único que pide este padre es poder ver a sus hijas. “Sólo quiero abrazarlas. De verdad, que si hay una orden de busca y captura hacia ella —se refiere a Simona, la madre de las menores—, yo cuando esté con mis hijas pediría que le quitaran todos los cargos. Yo no quiero mal para nadie, yo sólo quiero que me devuelvan a mis hijas”.
Simona y Trampolín Hills
Muchos en Murcia conocen a Antonio Martínez por otros temas nada relacionados con el secuestro de sus hijas. La empresa Trampolín Hills es la que llevó a la ‘fama’ a Antonio Martínez, también conocido como ‘El Melonero’ o ‘El Gitano’, por su anterior faceta profesional, a pie de puesto en el mercado semanal, antes de dar el salto al sector inmobiliario.
Esta empresa dedicada a la construcción, promoción y venta de toda clase de edificaciones se constituyó en enero de 2015. Actualmente se encuentra en fase de liquidación, después de haber pasado por el concurso de acreedores y haber sido sus dueños juzgados por un presunto delito de estafa.
Antonio Martínez es administrador único de la concursada desde 2005. En aquellos años como empresario conoció a Simona. Ella era una de los 34 empleados que tenía esta empresa según datos de Informa.
“Nos enamoramos. Las cosas que pasan. Fueron años muy buenos. Yo con ella nunca me había peleado, jamás. Y, sin embargo, ella decidió llevarse a las niñas. Ha sido la mujer que más feliz me ha hecho en mi vida”, cuenta Martínez en conversación telefónica con EL ESPAÑOL.
En estos últimos siete años, Martínez no sólo ha visto cómo se alejaban sus hijas, sino que ha visto cómo se sucedían los juicios en contra de su empresa Trampolín Hills.
Sobre este tema, ‘El Melonero’ también habla. “Estoy muy tranquilo, queda un juicio en Madrid y es una empresa en concurso de acreedores. Los terrenos que hay están valorados en una cantidad suficiente para pagar a quienes se les debe dinero y sobra”.
Este periplo ha devaluado mucho a un hombre que actualmente vive solo y se dedica a la compraventa de muebles de segunda mano -tras haber disfrutado en los años del 'boom' inmobiliario de un elevado nivel de vida-. Él reconoce al inicio de la entrevista que no tiene más formación que la que le ha granjeado la experiencia laboral, a pesar de que llegó a montar una empresa constructora de tamaño medio.
Antonio Martínez fue inhabilitado en 2019 por el Juzgado de lo Mercantil de Murcia. El tribunal entiende que Martínez es culpable del concurso de acreedores de la empresa Trampolín Hills Golf Resort. Además, debe asumir el 60% del déficit que resulte tras la liquidación de la compañía.
Contra esa resolución de 2019 cabe recurso ante la audiencia provincial.
Mientras tanto, en lo penal, Martínez espera al Tribunal Supremo para saber si acabará finalmente en prisión o no. La Audiencia Provincial de Murcia le condenó hace unos meses a Antonio Martínez a cinco años de cárcel por haber estafado con la compraventa de viviendas a una decena de familias británicas en la pedanía murciana de Gea y Truyols.
La defensa del Martínez durante el juicio se basó, según el periódico La Verdad, en culpar a su exsocio Rafael Aguilera Serna, a quien el Tribunal penó con cuatro años de prisión.
Queda por ver qué pasará finalmente en sede judicial. Antonio Martínez se muestra tranquilo, dice que es inocente y seguirá luchando por recuperar a sus hijas.