Los elementos del ritual.

Los elementos del ritual. Israel Merino

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Mi noche en un ritual de magia negra en Madrid para "amarrar" a mi "novia maltratada"

Durante las últimas semanas, la Policía ha detectado la aparición de restos de supuestos rituales mágicos y de vudú en parques públicos de la capital.

20 febrero, 2022 02:28

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Se supone que hay luna llena y que la negrura del cielo solo puede verse interrumpida por el foco natural blanquecino del astro de la Tierra, pero la realidad es que el color amarillo manchado de la contaminación lumínica de Madrid impregna hasta el último árbol de la Casa de Campo. José intenta encender unas velitas de té con un mechero Clipper azul, pero el viento se lo impide. "Es normal. A veces pasa". La virgen de arcilla de quince centímetros, con una espada en una mano y una copa dorada en la otra, observa desde su pedestal cómo el santero intenta que el ritual empiece a tiempo. Es la una y media de la madrugada, estamos ocultos entre pinos en Lago, en plena Casa de Campo de Madrid, y el ritual de magia negra está a punto de empezar. 

Durante las últimas semanas, la Policía ha detectado la aparición de restos de supuestos rituales mágicos y de vudú en parques públicos de la capital, muchos de ellos frecuentados por niños. Entre los restos encontrados, las autoridades han hallado lo que parecen ser cadáveres de pequeños animales, como roedores y pollos, e, incluso, restos que se cree que pueden pertenecer a cadáveres humanos, como trozos de fémur o cráneos. En estos momentos, el instituto Anatómico Forense de la Universidad Complutense de Madrid está analizando algunos de estos restos óseos para averiguar si pertenecen a personas.

Además de restos de animales y humanos, la Policía suele encontrarse pequeñas estatuas del imaginario de la yoruba, una religión de origen cubano muy extendida durante los últimos años en Madrid.

Imágenes de objetos encontrados por la Policía Municipal de Madrid en parques.

Imágenes de objetos encontrados por la Policía Municipal de Madrid en parques. Europa Press

Esta religión es una mezcla de diferentes creencias provenientes de la brujería, el cristianismo y los mitos africanos que llevaron los esclavos negros hasta Cuba en el siglo XIX. Allí, la religión católica se mezcló con la mitología africana y dieron lugar a la yoruba. En España, esta religión está muy extendida entre las comunidades latinas, sobre todo las provenientes de Haití y Cuba. Aunque no hay datos oficiales de cuántas personas creen en ella en nuestro territorio, se estima que el negocio asociado a sus ritos y conjuros mueve cerca de 3.000 millones de euros anuales. 

Las personas que se dedican a realizar estos rituales son conocidas como santeros y santeras; una especie de sacerdotes o hechiceros que realizan diferentes conjuros y encantamientos para conseguir los objetivos que sus clientes les piden. Previo pago de cuantiosas sumas de dinero, eso sí.

Son múltiples las denuncias públicas que algunos de estos santeros han recibido por presunta estafa, pero son más habituales aún las que reciben por coacción, amenazas, extorsión o, en los casos más extremos, trata de personas. María del Valle es una de estas denunciantes, estafada con 10.000 euros. 

Un muerto a la espalda

"Todo empezó cuando me dejó un novio con el que me fui a vivir a Latinoamérica", relata para este periódico. "Teníamos una relación tóxica, muy conflictiva, y cuando me dejó y me volví a España me quedé completamente desorientada".

Según narra esta cesaraugustana de 47 años, cuando volvió a España y se estableció en Barcelona, empezó a meterse poco a poco en diferentes grupos de esoterismo. "Empecé a meterme en grupos de la new age", relata refiriéndose al conjunto de nuevas religiones vinculadas a pensamientos esotéricos y mágicos cada vez más habituales en nuestro país, "hasta que conocí a un chico de Elche, que acabaría siendo mi pareja y con el que me mudé, que estaba metido en el mundo de la santería".

"Recuerdo que, cuando lo conocí, me contó que después de quedarse sin trabajó, no lo logró encontrar hasta que una santera proveniente de Cuba no le hizo un hechizo. Yo quería probar cómo era todo eso, así que le pedí que me pusiera en contacto con ella". Según relata María, esta santera cubana aseguraba ser una alta funcionaria ya jubilada del régimen de Fidel Castro. De vez en cuando viajaba hasta Valencia, donde residía su hija, para visitarla y hacer diferentes encantamientos a sus múltiples clientes, entre los que destacaba su ya exnovio. 

"En una consulta de tarot, la santera le dijo a mi ex que yo tenía un muerto pegado a la espalda y tenía que quitármelo". En ese punto, se empezaron a suceder múltiples rituales y hechizos en los que la santera, que María confiesa que se llama Adoris, la iba manipulando subliminalmente para ir hundiendo su autoestima y generar una dependencia emocional con la que conseguir sacarle dinero en cada vez más sesiones.

Aunque María asegura que el coste de estos rituales era la voluntad, destaca que si no llevaba algo de dinero en el bolso para pagarla, la santera se cabreaba: "Decía que había que pagar para que unos ídolos, una especie de muñecas de porcelana que ella tenía, no se enfadaran".

La manipulación que sufrieron María y su ex fue hasta tal punto que, después incluso de hacer varios rituales para eliminar a ese muerto que llevaba a sus espaldas en los que usaba a animales vivos, como pequeños pollos que tenía que comprar en granjas valencianas, su novio la acabó dejando por creer que estaba maldita.

Aves sin cabeza halladas en una playa de Tenerife.

Aves sin cabeza halladas en una playa de Tenerife. Diario de Avisos

"De ahí pasé a consultar a otra santera de Valencia que me empezó a cobrar 100 euros por sesión para quitarme la maldición. Me decía que en otra vida había sido una bruja y que por eso me pasaban todas estas cosas. La santería es puro mal y pura manipulación. Lo que a mí me pasó le puede pasar a cualquier persona, da igual que tenga estudios universitarios o sea muy lista", termina de relatar María del Valle, que es consultora de profesión.

Mi experiencia

Sin embargo ¿cómo es de fácil para una persona de a pie caer en las garras de estos charlatanes? ¿Hasta qué punto es sencillo convertirse en una víctima? 

Para descubrirlo, me inventé una identidad que pudiera ser suculenta para ellos. En primer lugar, me hice pasar por un portero de discoteca grande y violento, con problemas con la ley y sin demasiada autoestima que se encontraba perdido en la vida porque su novia, una chica de veintipicos años, se mudaba a Canadá en unas semanas para huir de él, pues la maltrataba.

Encontrar a alguien dispuesto a ayudarme no fue nada difícil. Tras una breve búsqueda de unos minutos en un par de páginas de venta de productos de segunda mano y servicios entre particulares, encontré un anuncio de un santero que aseguraba hacer amarres de amor: justo lo que buscaba.

Tras atenderme por teléfono en una consulta por la que debería pagarle 40 euros, me explicó que lo ideal era hacer un ritual esa misma noche, aprovechando la luna llena, para que ella me perdonara y quisiera quedarse conmigo. 

Después de insistirle varias veces en que no quería que se matara a ningún animal (aseguraba que el ritual más potente era uno en el que se sacrificaba a un gato a la luz de la luna por el módico precio de 300 euros), me recomendó uno por 70 euros más un gasto adicional de 35, por el desplazamiento. Todo esto, claro, sin incluir el material, el cual me tendría que encargar yo de comprar. "Es un ritual flojo. Habrá que hacer más consultas. Si no funciona, tendremos que sacrificar al gato", aseguró antes de terminar por teléfono nuestra primera llamada.

Los elementos en el ritual en la Casa de Campo.

Los elementos en el ritual en la Casa de Campo. I.M.

Después de pasarme la lista de material y una tienda concreta en la que quería que lo comprara en el barrio madrileño de Cuatro Caminos, quedamos a las doce y cuarto de la noche en la parada de metro de Lago, la más cercana al parque madrileño de Casa de Campo.

El santero en cuestión se llama José y tiene 47 años, justo los mismo que María del Valle, la víctima. Viste unos pantalones caqui y una chaqueta vaquera teñida de marrón oscuro. Es alto, bastante grandote, y tiene la piel morena; además, camina ligeramente encorvado. Su voz es muy grave, como la de un oso, y no se apacigua con su musical acento cubano. 

"Vamos pa’ un sitio que conozco", me dice nada más vernos. Después de una caminata de 15 minutos en la más absoluta oscuridad entre los pinos de Casa de Campo, llegamos a un espacio entre dos pequeñas colinas en la que hay un par de árboles con muchos nudos. "Aquí estaremos tranquilos, nadie nos molestará".

"Tienes que entender que vamos a hacer magia negra. Vamos a obligar a tu novia a hacer algo que va en contra de su voluntad. Es peligroso, aunque la puta se lo merece", intenta bromear, sin ningún ápice de gracia, antes de pedirme sacar el material de mi mochila. De ella saco lo que me encargó que comprara: una estatua de arcilla de Santa Bárbara, una manzana roja, dos velas blancas, una bolsita de lavanda y una carta en la que pusiera exactamente es lo que quería. 

Después de colocar todo en el suelo, con las dos velas haciendo un triángulo con la lavanda, la virgen y la manzana, procede a limpiar espiritualmente el área con una oración. "¿Sientes el poder de Chango?", me pregunta. Yo asiento, aunque lo único que noto es el ruido de los coches de la M-30.

Animales sacrificados por un grupo de santeros en Badalona.

Animales sacrificados por un grupo de santeros en Badalona. Anima Naturalis

Es entonces cuando empieza el surrealista ritual: intenta encender las velas con unas supuestas cerillas purificadas, pero no lo consigue, así que tengo que prestarle mi mechero para que lo intente. Una de ellas está defectuosa, por lo que queda completamente inutilizada. "Bueno, no pasa nada, se puede hacer solo con una".

Tras esto, viene una amalgama de oraciones, algunas de ellas católicas, en las que pide a Santa Bárbara y Chango para que Marta –como me he inventado que se llama mi novia– se quede conmigo. Después de hacerlo, me pide que le dé un objeto que pertenezca a ella (en este caso, una pulsera de eslabones de acero), la coloca encima de la estatuilla de la Virgen, suelta otro par de oraciones más y prende fuego a la carta con la vela, que tampoco consigue incendiarse del todo. "Así está bien, no pasa". Dice apagándola con el pie. Mientras lo hace, insiste en que hay que hacer muchos rituales y consultas más para que Marta se quede junto a mí. "Hay que seguir trabajando duro".

En cuanto acabó esta brillante escena digna de una película con bajo presupuesto para efectos especiales, le conté que no me llamaba David, que era periodista y que no creía en nada de esto, que lo estaba haciendo para escribir una crónica. Le pregunté si quería realizar una alguna declaración para contar también su versión de los hechos. Lo declarado, transcrito palabra por palabra, fue esto: "Hijo de puta. Como cuentes algo, te voy a echar un hechizo que se te va a caer la poronga al suelo".