Dos platos de comida, café o postre, pan y bebida por cinco euros. Sí, aunque parezca algo insólito, en el momento en el que todo está subiendo de precio a nuestro alrededor, aún hay bares que, a duras penas, miran por la economía de los vecinos de su barrio como es el caso del bar Mercado de Huelin, en Málaga, donde sirven el que es considerado como el menú del día más barato de España.
En la zona oeste de Málaga pocos son los que no conocen este bar, que lleva la friolera de diez años sirviendo comidas low cost. Situados en el interior del mercado de Huelin, por tan solo cinco euros te ponen un menú completo para comer.
Según nos cuenta Eva, una de las camareras del local, antes de la pandemia servían los mismos menús por solo tres euros. La idea de que pusieran estos precios tan asequibles vino a raíz de la crisis económica que sufría España hace diez años.
"Vendíamos menús a siete euros y no teníamos tanto éxito. Ponerlos a tres durante la crisis fue positivo para nosotros y para ayudar a nuestro barrio. Al final, somos un bar de un barrio humilde como Huelin y la gente también tiene derecho a comer en la calle, no se nos podía ir la cabeza. Llevamos diez años llenándolo", expresa la hostelera.
Disponen de un pequeño salón, que en la actualidad, con su normativa Covid, tiene capacidad para unas diez mesas. Algunos clientes también tienen la opción de comer sentados en la barra. El local es antiguo, puesto que llevan casi cincuenta años abiertos, pero quizás ese sea uno de sus encantos.
El horario del restaurante es de 5.00 horas a 16.00 horas. La cocina cierra a las tres de la tarde para poder cerrar el bar puntuales. Dependen del horario del mercado municipal, al que pertenecen. En este momento, la plantilla está formada por cinco personas, la mayoría son familia de Chiqui, que heredó el local de sus tíos y ahora comparte su trabajo con parte de su familia. Antes de la pandemia eran siete.
Tanto en el interior como en la terraza, donde también cuentan con cuatro mesas, podemos observar un constante vaivén de personas que acuden al local expresamente para disfrutar de su barato menú. La mayoría, trabajadores de la obra que, con sus uniformes, acuden asiduamente al local donde trabaja Eva, que es cuñada de Chiqui, con el objetivo de llenar el estómago sin tener que gastar demasiado.
Tampoco faltan las personas jubiladas a las que no les apetece cocinar. Como conocen ya a las camareras, a las que ya tienen cariño después de tantos años, pasan un buen rato y comen barato para evadirse de la soledad.
Otros, como los jóvenes hermanos Kevin y Dalia, sentados en el interior del bar con unos amigos, han descubierto el local gracias a TikTok esta misma semana. El creador de contenidos Cenando con Pablo subió hace tan solo unos días un vídeo visitando este bar que se hizo muy viral.
"Tengo a una niña pequeña y cuando lo vi no me lo pensé. La cosa está muy mal y este tipo de negocios ayudan mucho para poder salir un poco a la calle sin pensar en lo que vas a gastar", expresa Dalia.
Nuestra experiencia
El equipo de EL ESPAÑOL de Málaga se sienta en el exterior. Un auténtico lujo, puesto que son las mesas más cotizadas. Es recomendable acudir pronto para conseguir una mesa fuera y, sobre todo, poder tener más variedad donde elegir en el menú.
Cada día, los cocineros del bar de Chiqui, preparan entre tres y cuatro platos principales y otros tantos, o incluso más, de segundo. Nos atiende precisamente Eva que, a toda voz, nos explica qué platos hay disponibles.
Nos da a elegir de primer plato entre cazuela de fideos, cazuela de patatas, ensalada y macarrones con tomate, queso y atún. De segundo, higaditos de pollo, sangre encebollada, huevos cuajados con tomate natural, patatas en adobillo, filete de cerdo, pinchitos de pollo, hamburguesa de ternera, costillas o patatas y huevo. De postre, disponemos la opción de elegir entre yogur, infusión, café o Cola Cao.
Por si fuera poco, la camarera nos explica que podemos combinar los segundos platos por el mismo precio. "Si queréis huevos, patatas y hamburguesa, os lo podemos poner sin problema", subraya.
"Hoy no tenemos pescado ni fruta porque compramos diariamente. Aquí no hay carnes ni pescados de hace tres días. Tratamos de que todo esté fresco y por eso algunos días no hay determinados platos", detalla Eva, que es muy servicial en todo momento. Elegimos dos menús para probar varias opciones, en el primero pedimos macarrones y patatas fritas, huevo y pinchitos. En el segundo, la ensalada y las costillas.
Desde el momento que traen las bebidas nos sorprende que utilicen primeras marcas. Tienen los refrescos clásicos. El agua es también de marca. En otros restaurantes donde te piden que pagues más, en muchas ocasiones, recibes imitaciones. Esto es un claro punto a favor del local, que no escatima en ello. Así, toda la cubertería es de cerámica y vidrio. Hay locales de la zona que sirven sus bebidas en vasos de cartón con el objetivo de ahorrar trabajo y agua, evitando, así, tener que limpiarlos después del servicio.
Respecto a los primeros platos, la ensalada llevaba lechuga, tomate, zanahoria y atún. Todos los ingredientes estaban en buenas condiciones y se notaba que habían sido recién preparados. El plato salió aliñado desde la cocina con aceite y vinagre. Tanto en la ensalada como en el resto de platos percibimos que apenas utilizan la sal, quizás por el perfil del cliente que frecuenta el local.
Los macarrones, servidos bastante calientes, lo que resulta positivo, llevaban tomate atún y queso. Es curioso, pero el queso se servía en loncha, típica de sándwiches o hamburguesas, en lugar de rallado o en polvo, como viene siendo habitual. El atún, de la lata al plato. De sabor no estaba mal, aunque quizás el tomate era algo escaso, pero comprensible ante el precio del menú.
De postre pedimos yogur. No nos dan a elegir el sabor aunque tampoco preguntamos al respecto. Uno es de plátano y el otro, de piña, de la marca blanca de Mercadona. En otras mesas, observamos que sirven tés y cafés muy cuidados, con espuma incluida. Por no olvidarnos de detalles como el pan, que te sirven en una pequeña cesta de plástico junto a los cubiertos y las, nos pusieron un bollo integral y la mitad de uno blanco.
Pedimos la cuenta y la camarera nos espeta una sonrisa. "Eran dos menús, ¿verdad?, ¡pues son diez euros!", dice. Merece la pena ir a visitarles por la simpatía de todos los camareros, que disfrutan de su profesión, y para degustar comida que te trae recuerdos de la infancia, de los ratitos en el comedor del colegio o en casa de la abuela. Lástima que no hubiese gazpachuelo. Muchas familias van expresamente a probarlo.