Un autobús con 52 mujeres y niños ucranianos sale del centro comercial de Przemysl. Se escucha hablar español entre las conversaciones de sus pasajeros. Detrás de este viaje está Juntos por la Vida, ahora mismo la única ONG española en Polonia que está fletando aviones y convoyes con madres y niños hacia España. Hace ya más de una semana, tres miembros de la organización llegaron a la estación de tren de Przemysl, al sureste de Polonia. Dispuestos a ayudar, comenzaron a extender los primeros contactos para posibilitar la salida de Ucrania de menores de edad con sus familias. Lo que empezó con un grupo reducido de voluntarios se ha convertido actualmente en un equipo de diez personas desplazadas a Polonia. Entre sus integrantes, cuatro chicas ucranianas que habían formado parte de los grupos de acogida que pasaban sus vacaciones en España.

Llevan trabajando más de 25 años. Empezaron ofreciendo acogidas con familias valencianas a los niños que habían sido víctimas de la catástrofe nuclear de Chernóbil. Unos años más tarde, en 2015, también empezaron a colaborar de forma paralela con todos los desplazados internos fruto de la guerra del Donbás, una guerra que “era absolutamente desconocida para gran parte de los españoles hasta que empezó la invasión”, explica Clara Arnal, presidenta de la organización.



Durante la mañana de este martes, ha salido el tercer autobús con más de 50 madres y niños a bordo en dirección a Valencia. El principal objetivo de la fundación es gestionar la logística de desplazamiento desde territorio ucraniano hasta la Comunidad Valenciana, donde les espera otro equipo de voluntarios para reubicarlos en las diferentes familias de acogida. Entre varios autobuses y convoyes de caravanas ya han conseguido desplazar a 180 personas y se espera que la cifra llegue a 250 en los próximos días, incluyendo un avión. “La cifra se puede doblar fácilmente la próxima semana”, cuenta Arnal.

“La mayoría de los que llegan lo hacen muy asustados, cansados y con unos niveles de ansiedad por las nubes. Lo único que podemos hacer cuando llegan es recibirlos con una sonrisa, tranquilizarlos y ofrecerles un lugar seguro aquí dentro”, dice mientras señala las puertas del centro comercial de Przemysl, convertido en centro de acogida temporal. En este espacio, que ahora da cobijo a miles de desplazados, tratarán de dormir y pasar la noche.



“Intentamos que no estén más de uno o dos días en el campo de refugiados. Les ofrecemos una cama y comida caliente para mitigar el frío extremo al que se han tenido que enfrentar antes de cruzar la frontera”, explica Llanos García. Los mensajes que llegan desde el otro lado de la frontera son poco esperanzadores. Muchos de los jóvenes con los que tienen contacto les narran que queda poca comida y poca agua en sus hogares.

Además, los constantes cortes de electricidad les impiden cargar teléfonos y poder comunicarse para seguir contando que están vivos. “Cuando conseguimos llamarnos les repetimos que no se muevan, que se mantengan seguros en lo refugios y lugares habilitados para protegerse de los bombardeos”, cuenta Llanos a EL ESPAÑOL. Los que han llegado de grandes ciudades han podido esconderse estos días en refugios bajo tierra, pero no todos han tenido esa suerte. “En pueblos como en el que yo vivo no hay búnkers, nos hemos metido donde guardamos la comida de invierno. Allí hacía mucho frío”, narra otra joven.

Donaciones y fondos privados

Todo lo que esta ONG ha hecho hasta ahora ha sido gracias a donaciones y fondos privados, exceptuando uno de los autobuses, que ha sido financiado por un ayuntamiento de la comunidad. La principal misión es poder gestionar medios de transporte seguros para que lleguen lo antes posible, además de garantizarles la comida y los productos de limpieza y salubridad esenciales.



“Los vínculos que se han creado entre todos estos niños ucranianos y las familias españolas son increíbles. Existen zonas de Ucrania donde incluso es posible escuchar hablar castellano”, explica con una sonrisa de agotamiento Clara, que llegó a la frontera con el primer grupo de tres voluntarios. Muchas de las niñas que llegan muestran signos de cansancio extremo, aunque también se adivina una cierta esperanza en su rostro por haber conseguido llegar a territorio de la Unión Europea y dejar atrás el infierno de la guerra. Cargan con peluches y juguetes porque, aunque la guerra les ha hecho crecer de forma precipitada, siguen siendo niños.



Según las cifras facilitadas hasta el momento por ACNUR, dos millones de personas han abandonado territorio ucraniano, y este fenómeno ya está empezando a provocar serios estragos en la capacidad de puntos de recepción fronterizos. El campo de Korczowa, muy cerca de Medyka, ya acoge a más de 6.000 personas y se espera que siga aumentando en cuestión de horas. “Cada vez recibimos más peticiones de traslado. Los centros habilitados para desplazados están llegando a su capacidad máxima. Intentamos dar salida a todos los que nos piden ayuda pero debemos priorizar mujeres y niños”, matiza Llanos. “Los casos más prioritarios son las personas mayores y mujeres embarazadas. Tenemos a una chica en periodo de gestación de ocho meses en territorio ucraniano y estamos haciendo todo lo posible para sacarla cuanto antes”.

El principal objetivo es agilizar el flujo de personas hacia otros lugares de acogida para evitar colapsos cerca de las fronteras. Por ahora la gran mayoría de las solicitudes se centran en países como Alemania, República Checa y otros lugares de Polonia. “Italia, Francia y España son países donde todavía pocos ucranianos se plantean ir. Esto se debe a que muchos de ellos piensan que el conflicto va a acabar muy pronto y no quieren ir demasiado lejos para poder volver cuanto antes”, destaca Llanos.

Las enormes colas que se forman en los puestos fronterizos están obligando a las autoridades polacas a regular las entradas. Las últimas tres jornadas se han batido récords con más de 142.000 cruces diarios, un éxodo masivo que no tiene comparación en Europa desde el estallido de la Segunda Guerra Mundial. “El principal problema es que muchas de las personas que quieren abandonar el país todavía no lo están haciendo. Cuando lo consigan, todo esto va a ir a más y puede convertirse en un caos fuera de control”, concluye la presidenta de la fundación.

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