Locales que guardan secretos en sus trastiendas, sin entradas principales, a los que se accede a través de callejones escondidos, pasadizos o puertas que no llevan a ninguna parte… Así son los nuevos bares speakeasy que se han hecho con el control de la capital. Por lo menos durante la noche.
Inspirados en la clandestinidad de los años 20 en Estados Unidos y con un storytelling característico que ilustra la historia de cada uno de ellos. Se trata de un concepto que se ha popularizado como la pólvora en la ciudad en apenas dos años.
Aunque no es tarea fácil entrar a este tipo de salas, ya que algunas precisan de una clave de acceso -que además cambia de forma semanal-, en EL ESPAÑOL nos hemos propuesto recorrer algunos de los bares y clubs mejor escondidos del momento. Si quieres acompañarnos, baja la voz, no hagas fotos, vigila por dónde pisas, ¡y guarda el secreto!
Bad Company 1920
Hay dos cosas que debes saber antes de acercarte a la puerta del Bad Company 1920. Una, dejarte llevar y dos, la contraseña del local. Llamamos a la puerta y al instante se asoma por la rejilla una tez amenazante que nos pregunta si tenemos relación con la policía. “Tengo un Ford de 20 caballos”, contestamos. La pequeña abertura se cierra de golpe y después de esperar unos segundos, se abre el portón de madera y nos recibe un hombre empuñando su arma en un lateral. “Seguidme”, advierte.
Bajamos las escaleras hacia un sótano blindado por una caja fuerte, donde se escucha una radio antigua de fondo. Tras insertar la combinación, retrocedemos un siglo atrás, a los tiempos de la Ley Seca en Estados Unidos. Sí, la famosa prohibición de la venta de alcohol iniciada en los locos años veinte. Suena música de la época, y la atmósfera está ambientada con una estética vintage, tonos amarronados y azulados, tapizados retro y estanterías de madera con una infinidad de licores diferentes. El bar es regentado por contrabandistas que, aunque no terminan de fiarse de nosotros, nos narran cuidadosamente todas las curiosidades de la época y su carta de combinados temáticos.
El local opera originalmente como una antigua tienda de exportación dedicada a la venta de artilugios estadounidenses, por lo que todos sus cocktails vienen camuflados en objetos característicos de la época: desde la boina de los Peaky Blinders (whisky esconcés, bitter de tabaco, sirope de agua de maíz, bruma de roble blanco…) hasta en la ruleta de Al Capone (tequila, humo de cardamomo, tomate picante, cordial de oloroso y anchoas…).
Tampoco faltan el perfume de Coco Chanel (coñac, agua de azahar, sirope de rosas, destilado de uva, licor de jazmín…), o en la cámara de Rockefeller (ginebra, té de arándanos, cordial de tortitas, hidromiel…)... entre otros. Una carta co-creada por uno de los mejores bartenders del mundo, el castellonense Yeray Monforte, junto al emprendedor Román Vila, director de Lilith & Sons y del mítico Café del Mar en Barcelona.
“Antes de Bad Company no existía el concepto de speakeasy en Madrid. Nosotros abrimos en plena pandemia y hemos ido siempre a mejor”, explica Monforte, que dice haberse inspirado en los bares clandestinos de Londres, Roma, Nueva York y Buenos Aires.
Bad Company 1920 lleva poco más de un año abierto -desde noviembre de 2020- pero ya se ha convertido en uno de los locales nocturnos más exitosos de la capital, alzándose con el premio a Mejor Apertura de 2021. Pronto realizarán su nueva inauguración en su piso de arriba, dedicado a la revolución cultural de los años 60, llena de hippies, paz, amor… Vamos, todo lo contrario a la esencia del actual Bad Company.
Hemingway Cocktail Bar
La noche continúa, y quién podría imaginar que en las entrañas del histórico NH Collection Madrid Suecia podríamos encontrar una sala clandestina inspirada en Ernest Hemingway, precisamente donde se alojó la última vez que visitó España. Afirmamos que, si por nosotros fuera, no habríamos encontrado jamás la entrada del Hemingway Cocktail Bar, el refugio secreto del escritor, que solo unos pocos conocen y que ni siquiera está anunciado en su web. En su planta baja hay unas escaleras que dirigen a los aseos unisex. Al abrir una puerta lateral corrediza, empieza la magia.
Entramos a un salón rojo, tapizado en terciopelo brillante, rodeado por paredes de espejos antiguos. Y nos sumergimos de repente en los años 50. En efecto, el Hemingway mantiene la esencia del speakeasy, solo que esta vez no tenemos que memorizar ninguna clave para acceder. Admiramos la estética animal print escogida por el interiorista Lázaro Rosa-Violán iluminada con lámparas Art Decó, y una barra convertida en retablo de una capilla francesa del siglo XVIII, como guiño a esas confesiones que solo su bartender puede escuchar.
Y hablando de su responsable de barra, Chema Insausti, él mismo cuenta cómo todas las creaciones que ilustran la carta del local se inspiran en el autor que lleva su nombre. “Hemingway era un enamorado de Cuba y le gustaba mucho El Floridita, por eso, tenemos una edición especial del Daiquirí famoso que bebía en este local”, comenta, refiriéndose al Daiquiri Hemingway, una bebida a base de ron, marraschino, cítricos y azúcar.
Su catálogo de combinados se encuentra a medio camino entre un homenaje al Nueva York y el San Francisco de inicios del siglo XX con su Manhattan Bourbon y su Dry Martini, y el cultivado sabor de sus inspiraciones caribeñas y de la región del Pacífico, con sus Margaritas y Pisco Sours.
Calle 365
Después de recorrernos el centro de Madrid y que la noche se haya apoderado de todas sus callejuelas, avanzamos entre la multitud de la calle Echegaray teniendo más o menos claro al lugar donde nos dirigimos. En una esquina podemos distinguir lo que se asemeja a una botillería madrileña tradicional del siglo XVIII, donde antes se alojaba el antiguo Taller Margarita. No hay ningún letrero, pero creemos que es aquí donde se encuentra el callejón secreto del que tanto hemos oído hablar.
Según cuenta la leyenda, se trata de un negocio local originalmente creado a finales del siglo XIX por una pareja de enamorados, Guillermo y Margarita, antes de que este marchara a combatir a la guerra de México. Su amada, preocupada y afligida, decide crear un bar clandestino para poder enviar dinero a Guillermo, deseando que este vuelva a España.
Como referencia a la destinación del joven, Calle 365 está inspirado en los callejones legendarios de Ciudad de México. Al llegar, una mujer con vestido negro y dorado de época nos recibe. Es Margarita, que, entre varias botellas apiladas alrededor de la sala, nos señala una estantería del local. Nos mira y le gritamos la palabra clave entre el tumulto de personas que se agolpan en la entrada: “¡Chingón!”. Acto seguido, empuja las estanterías, que se hunden hacia dentro y descubre una puerta secreta que se abre.
Descubrimos una sala iluminada por tonos flúor, en la que se distinguen diversos motivos de realismo mágico que recuerdan a la festividad del Día de Todos los Santos: calaveras con flores, cruces, rosas, velas, sombreros mexicanos, diablos, un enorme tigre iluminado en el techo, letreros de neón… Una banda de Mariachis pone el broche final a una atmósfera que nos transporta a México D.F. Las paredes están cuidadosamente decoradas con alebrijes y graffitis del artista mexicano Spike.
“Calle 365 se inspira en un local clandestino donde todos los exiliados de guerra pudieran refugiarse”, explica Marta, parte de la crew del negocio. La carta del local incluye los cocktails más reconocidos del país centroamericano: mezcales, tequilas especiados, cordiales de frutas tropicales, aderezos de chiles, chipotle, cilantro…
Sorprendentemente, México no será el único destino al que podremos llegar desde la botillería de Margarita. Como Guillermo cambia de destinación cada año, calle 365 también. Por eso en la puerta hay un contador con los días restantes hasta que el local se transporte a otra región del mundo y transforme totalmente su interior.
La Santoría
Cuántas veces habremos deambulado por locales de fiesta buscando un sitio que nos devuelva un poco la fe. Es por eso que no podíamos perdernos una visita express a La Santoría, un local decorado por multitud de cruces, rosarios y estampas religiosas donde lo mismo puedes probar una de sus veintidós pócimas, que ir a que te echen las cartas. El local está inspirado en la religión clandestina afrocubana de la santería, basada en el culto lucumí, propia de los antepasados esclavizados en América durante la época colonial.
El dueño de La Santoría, Mariano Amor, cuenta como al llegar Madrid, y en base a su trayectoria como bartender en otros locales temáticos como el Uptown de Buenos Aires -un bar que simula un vagón del metro de Nueva York-, notó que había que crear algo diferente. El público de las coctelerías en la capital parecía estar enfocado únicamente a personas de avanzada edad con un poder adquisitivo elevado. Es por eso que La Santoría nace en noviembre de 2019 con la intención de convertirse en un local clandestino enfocado a gente joven, donde además de copas, se comparten sesiones mágicas de astrología donde se solventan preocupaciones personales de todo tipo.
La visita a La Santoría es una experiencia esotérica desde el inicio hasta el final, enmarcada en una luz tenue, un suave aroma a incienso, colores brillantes y unas pociones creadas para quitar las penas, recuperar energía y fuerza, protegerse ante maleficios e incluso para realizar un amarre amoroso. Todas albergan sabores inspirados en las tierras de América Latina, con una cuidadosa selección de tequilas, rones y licores especiales como el Demonio de los Andes, mezcales… todos aderezados con cítricos, frutas tropicales, cordiales especiados, dulces, herbales, ¡y mucho más!
También cuenta con una amplia oferta de tapas caseras: anticuchos peruanos, tomates encurtidos con olivas y menta o maíz tostado con mayonesa de curry y plátano. Además, si visitas el local un jueves tendrás la oportunidad de pedir el Menú Tarot, una selección especial de bebidas que podrás consumir mientras la tarotista de La Santoría adivina tu futuro. Además, si vas un domingo entre las cinco de la tarde y las once de la noche podrás además participar en una de sus sesiones de astrología.
Uñas Chung Lee
Son casi las tres de la mañana y decidimos cambiar nuestro rumbo por completo. Llegamos a la estación de Moncloa y recorremos las avenidas majestuosas del distrito madrileño de Chamberí hacia la calle del Hilarión Eslava. Si sois conocedores de la zona habréis pasado alguna vez frente al salón de belleza Uñas Chung Lee. Su inofensiva fachada confundiría a cualquiera a plena luz del día, pero por la noche guarda colas demasiado sospechosas para ir a hacerse la manicura a las tantas de la madrugada.
Al entrar vemos que, en principio, no parece ocultar ningún misterio: un salón de uñas, con esmaltes apilados en sus estanterías, paredes florales, mesas de manicura, sillones tapizados en rosa… La propietaria es Puri, una vecina del barrio que con sus setenta años muy bien llevados y después de dirigir una mercería convertida en club nocturno (“Medias Puri”) ha decidido seguir reinventándose como empresaria de éxito, tras comprarle el salón a su antigua dueña, Chung Lee. Vestida con un traje rojo y su llamativo collar de perlas, corretea por el local de un lado a otro. Nosotros avanzamos por un pasadizo oscuro y accedemos a lo que parece ser la trastienda del establecimiento.
Llegamos a una sala enorme donde suena música estilo verbeneo y pachangueo de todos los tiempos. Nos sorprende su impresionante tamaño y cambio de aires: solo hace unos minutos estábamos en un salón de belleza y ahora nos encontramos en un club asiático clandestino con capacidad para más de 900 personas.
El espacio está inspirado en los diferentes Chinatowns alrededor del mundo, lleno de lámparas rojas y doradas, neones, letreros enormes con inscripciones grabadas y unos dragones brillantes deslizándose a lo largo de la sala. Hay un despliegue impresionante de bailarines y acróbatas con trajes de colores vivos que ofrecen shows cada media hora.
El lugar no solo se ha convertido en un espacio de referencia para la celebración de su nueva línea de conciertos con los grupos de moda en la ciudad como Cupido o Carolina Durante, también representa uno de los lugares favoritos de la comunidad china en Madrid, que como indica su coordinadora Ana Montes, es donde celebran las navidades, al tratarse de un espacio que hace un trato cuidadoso y original a su ambientación cultural.