“Como madre me he puesto un caparazón para no sufrir. Si no, te hunde”. Con un tono compungido, Francisca Alcántara (Madrid, 1952) expone esa frase a EL ESPAÑOL al recordar el abandono que sufre por parte de su hijo mayor J.F. (51 años). “Llevamos sin vernos al menos cuatro o cinco años, pero desde hace 13 nuestra relación es mínima y, a día de hoy, no sé por qué. Un día le pregunté y lo único que me dijo es ‘no hablemos de ese tema’, y me dejó de hablar”, añade Paqui –como la conocen sus más allegados–. Esta situación, descorazonadora para esta madre, se ha enquistado hasta el punto de que ella ya se plantea desheredar a su hijo.
“Si no me quieres ahora, ¿qué querrás de mí en el futuro, cuando fallezca?”, se pregunta Paqui mientras reflexiona con una alegría propia de la aceptación y la resignación. Esta cuestión, sin embargo, no sólo se la ha planteado Paqui, sino que crece el número de personas mayores en España que han empezado a considerar la opción de desheredar a sus hijos, sus legítimos herederos, porque se sienten abandonados. Concretamente, desde 2015, año en el que la Asociación Cultural de Mayores de Fuenlabrada (Acumafu) empezó el movimiento Si no te cuidan, que no hereden, se han registrado al menos 4.000 consultas de ancianos que buscan desheredar a sus vástagos.
“De ellos, 18 de cada 100 consiguen desheredar a sus hijos, es decir, el 18%”, explica a este medio Marcelo Cornellá, presidente de la Asociación, lo que se traduce en que cerca de 800 personas mayores han alcanzado su objetivo. Pero no es algo fácil, ni un camino de rosas, a tenor de la actual legislación española o de los miedos y tabúes que pueden sufrir los propios ancianos. Lo que está claro es que la cifra cada vez aumenta con mayor velocidad porque la pandemia lo ha cambiado todo. “Recibimos entre un 300 y un 400 % más de solicitudes de asesoramiento para desheredar que antes de la llegada la Covid-19”, esgrime Cornellá.
Paqui, de hecho, se ha empezado a informar sobre estos trámites para desheredar. “Me lo he planteado, sí”, reconoce, pero como se siente “muy joven” ya lo meditará con mayor ahínco en unos años. Mientras tanto, sólo sufre el abandono de su primogénito. Un “triste” abandono pese a que se ve que es una mujer feliz. “Ni mi otra hija, que tiene 47 años, entiende por qué no me habla. Mi hijo se ha alejado completamente de su familia”, continúa Paqui. De hecho, para ella es bastante impresionante ver más a su hija, que vive en Barcelona, que a su hijo, que vive en Madrid.
Y es que esta madre vive en Fuenlabrada, un municipio a tan sólo 24 kilómetros de la capital. Pero 24 kilómetros insuperables tras 18 años de deterioro de la relación entre Paqui y su hijo J. F. “Todo comenzó cuando él, que es informático, conoció a su pareja en un cursillo. Ahí parecía todo normal, incluso me preguntaba a veces qué le podía regalar, etc., pero empezaron los episodios raros. Cuando ocurrieron los atentados del 11 de marzo, los llamé porque no sabía nada de J. F. y era una hora en la que solía pasar por Atocha. Ella me dijo que estaba bien, pero algo cortante. No hablé con él”, recuerda Paqui.
Desde hace 13 años, no obstante, “se fueron a vivir juntos y, desde entonces, mi hijo se ha alejado de su familia”. Paqui, como madre, le gustaría algún día aclarar las cosas, pero siente que la oportunidad se agota. De ahí esa pregunta que le ronda la cabeza: “Si no me quieres ahora, ¿qué querrás de mí en el futuro, cuando fallezca?”. Esa pregunta que cada día de pandemia se hacen más ancianos por toda España “porque muchos hijos no han llamado a sus padres en dos años para preocuparse por su salud o de si tenían comida”, ahonda Marcelo Cornellá.
Cientos de casos
María (86 años) –nombre ficticio para salvaguardar su identidad– nunca se ha planteado desheredar a su hijo “porque es buenísimo”. “A mi otro hijo, que falleció, tampoco, porque era muy buena persona”, se sincera la anciana. Pero desde que en 2015 Acumafu empezó la campaña Si no te cuidan, que no hereden, ella ha colaborado en la asociación y ha visto decenas de casos pasar ante sus ojos. Pese a su edad, esta activa mujer se acuerda de cada historia como la palma de su mano. “Historias de película”, como las califica Marcelo Cornellá.
“Mi amiga Pilar –pseudónimo–, de 63 años, tiene cinco hijos, pero no habla con ninguno. Todos la acusan de haber matado a su padre. Pero la realidad es que el hombre era un maltratador y una vez estaban discutiendo y él la fue a agredir. Ella se defendió con tan mala suerte que el hombre se cayó por las escaleras. Fue en legítima defensa, pero el hombre falleció. Ahora sus hijos se han olvidado completamente de ella y los va a desheredar por abandono”, cuenta la mujer a este diario.
Marcelo Cornellá, presidente de la Acumafu, de hecho, tiene registrados todos los casos en los que los ancianos recurren a la asociación en busca de ayuda y asesoramiento legal. Gracias a ellos, muchos ancianos han obtenido victorias en tribunales en las que han podido negar la herencia legítima a sus hijos. Pero, como se ha avanzado, en España no es una tarea que resulte fácil pese a la insistencia de la persona mayor.
Según el vigente Código Civil, de 1889, las únicas causas para desheredar de manera “justa” a hijos y descendientes es “haber negado, sin motivo legítimo, los alimentos al padre o ascendiente que le deshereda” o “haberle maltratado de obra o injuriado gravemente de palabra”. La desatención y la desafección derivadas de un abandono de los padres, por tanto, no estarían contempladas como tal a nivel legislativo, pero algunas sentencias en tribunales van en esa dirección. “Aunque en la Acumafu luchamos para que eso cambie, para que pueda ser regulado como causa para desheredar. De ahí que hasta tengamos activa una campaña de firmas en Change.org”, incide Cornellá.
Un proceso complicado
Pese a todo, los intentos de los ancianos por desheredar a sus hijos no son fáciles. “Es un procedimiento donde vas al notario, le tienes que decir las causas, y cuando llegan los problemas es cuando los hijos impugnan el testamento”. Así resumió el procedimiento para desheredar a los hijos el letrado Felipe López.
El problema es que sobre el papel todo parece muy fácil, pero aquí juega también el corazón. La eterna disyuntiva entre razón y pasión. Los sentimientos de un padre o una madre hacia sus hijos suelen ser incomparables. No los dejarían desamparados por casi nada. Sin embargo, la situación vivida por los progenitores es límite. Cuando toman la decisión es porque lo han pensado muchísimo. López afirma que aquí “se dan situaciones de auténtico abandono”.
Hasta ahora, el Código Civil estimaba que eran causas justas para desheredar a los hijos: “Haber negado, sin motivo legítimo, los alimentos al padre o ascendiente que le deshereda” y “haberle maltratado de obra o injuriado gravemente de palabra”. Además, también se recogen otros motivos, como aquellos que impiden a una persona los derechos de sucesión de otra.
Felipe López dice que existe inseguridad en este tema. Como se ha referido anteriormente, la mayoría de estos casos acaba en los juzgados y se aplica el Código Civil, que en la actualidad, por los casos dados, parece insuficiente. “Me gustaría resaltar que nos estamos moviendo dentro de una inseguridad tremenda. No puede ser que todo se gane en los tribunales y no en la ley. Las causas deben ser más claras y más extensas”, afirmaba hace unos meses a este medio el letrado.
253 carpetas de pruebas
Pero la lucha contra viento y marea de Acumafu para proteger los intereses de los mayores va más allá. Ellos, son capaces de acompañar a los ancianos en el proceso. Un duro proceso de reflexión para desheredar derivado de sentirse abandonados. “Algunas sentencias en tribunales afirman que puede ser causa de desherencia el daño psicológico que se le puede causar a un padre o una madre al abandonarlos en la vejez”, esgrime Marcelo Cornellá.
Por ello, en su asociación manejan ya de 253 carpetas con pruebas que pueden acreditar el abandono de un anciano por parte de sus hijos durante los últimos años. “No invitarles ni a una paella, un cumpleaños, una Navidad, etc., puede valer”, explica. “Ha habido jueces que han podido acreditar el abandono de los ancianos al no estar en fotos con sus hijos y nietos en años. Así se podría probar la ausencia de relación”, explica a este diario Marcelo Cornellá.
De esa manera, ha habido casos en los que se ha podido quitar la legítima, la herencia que bajo ley se ha de dar a los herederos que es obligatoria en toda España, salvo en Navarra. En el resto de comunidades, como mínimo, un tercio del patrimonio correspondería a los hijos y herederos. “El último caso ganado, por ejemplo, ha ocurrido en Burgos, en la que un padre ha podido desheredar a sus ocho hijos por abandono. Cuando el hombre falleció había dejado todo preparado, una carpeta con pruebas que acrediten la desafección. En el juicio no hubo problema y se dio la herencia a la persona que había cuidado del hombre realmente”, expresa.
Y es que “la decisión que toma un padre o madre anciano para desheredar no es fácil”. Ha debido haber un motivo de peso en el que la soledad ha empujado a los ancianos a desheredar. Algo que, aunque lo tenga que pensar, Paqui ya se lo ha planteado tras años sin saber nada de su hijo mayor. Algo que al menos 4.000 personas mayores de todo el país ya se han planteado desde el año 2015. En especial, en los últimos años de pandemia.
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