El 4 de mayo de 2019 la vida de Beni Buceta Ramos cambió para siempre. Eran cerca de las 18:30 de la tarde cuando su hija Sara le llamó desde el Seat León en el que estaba con su novio Abraham. En la conversación, Sara le dijo que no había podido dejar las velas en la tumba de la abuela -madre de Beni- porque el cementerio estaba cerrado. Todos los años, la familia cumplía con esa tradición por el día de la madre, que aquel año caía en domingo, 5 de mayo. Beni le dijo a su hija que no se preocupara, que las llevarían todos al día siguiente después de celebrar una comida en casa. Tres minutos después, el teléfono de Beni sonó otra vez. Al otro lado estaba una amiga horrorizada: "¿Te has enterado de que Sara ha tenido un accidente?", dijo. "No puede ser, acabo de colgar", respondió Beni.
En los tres minutos entre una llamada y la otra, María del Pilar Fernández Patiño irrumpió con un BMW a más de 130 kilómetros por hora en el kilómetro 34,850 de la AC-305 -una zona limitada a 70-, entre A Pobra do Caramiñal y Palmeira (A Coruña), se salió de una curva e impactó frontalmente al Seat León de Abraham Muñiz y de Sara Lampón. Tenían 29 y 28 años, respectivamente, y eran novios desde los 15. Ambos murieron. La presunta homicida había consumido estupefacientes y tenía una tasa de alcohol en sangre de 1,37 gramos por litro. Sobrevivió. Tres años después del suceso, aún no se ha celebrado el juicio, mientras las familias de las víctimas luchan por recuperar la normalidad.
Beni explica a EL ESPAÑOL, tres años después de aquello, que aún no ha rehecho su vida. Su marido trabajaba como marinero y pasaba muchos meses embarcado en alta mar. Por su parte, su otro hijo, pasaba los días fuera por su trabajo en un almacén. Ella es ama de casa, con lo que estaba gran parte del tiempo con Sara, su hija. "Sara había estudiado para trabajar en un laboratorio, pero le costó mucho encontrar trabajo. Hacíamos todo juntas, desde tomar un café, dar un paseo, ir a comprar o hacer algún viaje", recuerda Beni.
Sara consiguió trabajo en diciembre de 2018, cinco meses antes del suceso. "Estaba muy contenta porque por fin podría comprarnos regalos a todos. Era más feliz dando que recibiendo. Tenía toda la vida por delante", explica su madre. Sin embargo, a Beni le detectaron un cáncer en enero, con lo que la alegría le duró poco. En mayo, todo se desmoronó.
El domingo después del accidente, la fiesta por el día de la madre se convirtió en una trágica jornada en el tanatorio con dos cajas de pino en las que estaban los cuerpos de su hija y de su novio. Para Beni, Abraham era como otro hijo. Tras aquello, la madre de Sara se encerró en casa, bajó las persianas y cerró puertas y ventanas. Su hermana y su cuñado fueron a visitarla para hacerle la comida y animarla. Pero no tuvieron éxito. Con el paso de los meses, Beni recurrió a ayuda psicológica y psiquiátrica. Le han cambiado varias veces la medicación y asegura que, sin ella, no habría sobrevivido.
Tras aquellos primeros momentos, su rutina consiste ahora en ir a la piscina, pasear por las tardes y hacer alguna compra. También en visitar a los especialistas, de los que depende para mantenerse a flote. "Me obligan a pasear porque por la medicación que tomo me pueden dar trombos, pero nada más. Desde aquel día, la alegría se ha ido de esta casa", relata Beni, emocionada al recordar la pérdida de su hija.
La madre de la víctima dice que si antes ponían luces de Navidad y decoraban la casa, nada de eso pasa ya. "Nos vamos todas las Navidades a Canarias porque es insoportable estar aquí sin Sara", dice. Para Beni, se acabó salir, cenar con los amigos o tomar el vermú los sábados, actividades que antes disfrutaba durante las largas temporadas que su marido pasaba en el mar. "No quiero levantarme por las mañanas y ni siquiera tienes alegría de ver a otra gente feliz", asegura.
También perdió la fe en Dios. Al poco de la muerte de Sara y Abraham, fue a la iglesia a encargar varias misas por el alma de su hija. Interpeló al párroco: "¿Cómo Dios puede consentir que mueran dos inocentes y que sobreviva la que los mata?". "El cura se quedó parado, no supo responderme. Me dijo que eso no era una cosa de Dios, sino de los hombres. Que hay cosas incomprensibles, pero que quizás Dios quería a dos ángeles allí arriba", sigue. "Le contesté que eso está muy bien, pero que aquí también nos hacían falta. Desde entonces me reboté con Dios, porque no lo entiendo".
No está arrepentida
El calvario que ha atravesado Beni, su marido y su otro hijo; y el de los padres de Abraham, contrasta dolorosamente a la otra parte de la historia. Fernández Patiño, la presunta homicida, no se ha sentado aún en el banquillo de los acusados. Han pasado tres años en los que Beni ha tenido que escuchar habladurías e historias que le llegan sobre la persona que segó la vida a su hija: "Dicen que lleva una vida 'padre', que sigue a lo suyo, sin arrepentirse de lo que hizo. Todo se ha acabado por una hija de puta que sigue suelta y que dice que no fue su culpa".
Según el abogado de las familias, Ramón Siaba, el caso está todavía en fase de instrucción, después de que se hayan desetimado varios recursos de la defensa. "No tenían ningún fundamento, pero han conseguido retrasar el proceso", explica el abogado. "Además, es un caso que funciona con jurado popular, tienen que conformar ese órgano, elegir a los miembros... Todo va muy lento y la familia cree que no va a llegar el día en que se celebre el juicio", lamenta el abogado.
Para pedir celeridad a la Justicia, los familiares de los dos jóvenes se manifestaron este miércoles en Palmeira, en el municipio de Ribeira, de donde son las familias. La acusación pide 12 años y medio de prisión por los delitos de doble homicidio imprudente con dolo y conducción bajo los efectos del alcohol. "Decimos que es con dolo porque ella sabía perfectamente el daño que podía ocasionar conduciendo en ese estado", afirma el abogado.
Siaba también ha hecho una segunda calificación, en caso de que no se admita la anterior, por lo que lo ocurrido pasaría a ser constitutivo de un delito contra la seguridad vial por conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, así como otro por conducción temeraria y dos más por homicidios con imprudencia grave. De admitirse este segundo caso, la pena debería ser de seis años de cárcel y la retirada del carnet de conducir por el mismo tiempo.
Por otro lado, la Fiscalía señala que Fernández Patiño habría cometido un delito contra la seguridad vial por conducción temeraria y dos homicidios por imprudencia grave. El ministerio público pide por estos delitos una pena de seis años de prisión y una multa de 24 meses, con una cuota diaria de seis euros. Por último, la defensa de la conductora reconoce que existe un delito de conducción temeraria y dos homicidios imprudentes pero dicen que su cliente tiene una "alteración física". "Es lo que siempre exponen en estos casos", apunta el abogado de las familias de las víctimas.
Pese a que los escritos de acusación están presentados, la angustia de las familias se prolonga. "La justicia no se mueve para nada. Por mucho que lo explique, hay que vivirlo para saber lo que es. No lo sabes hasta que lo vives en tus propias carnes. ¡No pude despedirme, no pude hacer nada! Y ella, aunque entre en la cárcel, saldrá, pero la vida de mi hija no va a volver", concluye Beni, desolada.