Mi primer fracaso fue una receta de helado. La vi en un reel de Instagram de un periódico de prestigio estadounidense, así que asumí que, si ellos decían que tenía que ser fácil, debía serlo. Compré la nata, la agité en un táper todos los muchísimos minutos que recomendaban con sal, azúcar y esencia de vainilla, y le eché unas fresas trituradas. Soñaba con el acabado estupendo –las bolas deliciosas de helado que cerraban el vídeo– pero acabé con algo que sabía más o menos a nata congelada. Podría haberme guardado el fiasco para mí, pero si hay algo que caracteriza al periodismo millennial es vampirizar la vida propia para encontrar temas. Así que aquí estamos: ¿estoy yo sola condenada a los Pinterestfails o tienen en realidad esas recetas virales de TikTok y de Instagram trampa?
El mundo de las recetas online en vídeo es amplio y popular. Su tirón se remota ya unos años atrás, cuando aún todo el mundo usaba Facebook y se creó una gran burbuja de páginas que mostraban en cuatro pasos recetas fabulosas. El atractivo era incuestionable, especialmente cuando se ampliaron a hacks de cocina y empezaron a fundir ositos de gominola y a cocinar en cartones de leche para lograr cosas sorprendentes. Sin embargo, una investigación de la BBC de 2020 demostró que muchas de esas ideas llamativas eran imposibles de llevar a la práctica. Los trucos tenían, valga la redundancia, muchos trucos a su vez.
Pero, aunque todo era más mentira que realidad, nuestra fascinación colectiva con los trucos y las recetas virales nunca se ha curado. Aunque han tenido momentos de más o menor éxito y aunque el tipo de contenidos ha ido cambiando –de los ositos fundidos hemos pasado a recetas más realizables– la cocina no ha dejado de ser tendencia.
“Hay muchos factores”, explica a EL ESPAÑOL Ferran Lalueza, profesor de Comunicación de la UOC y experto en redes sociales, cuando le pregunto qué hace que unos contenidos se conviertan en virales y otros no. “Uno es el azar”, señala, pero también funciona el propio contenido del vídeo. “Aquello que nos aporta un conocimiento útil lo valoramos y nos genera esa necesidad de compartirlo”, añade. Nos enganchan porque solucionan un reto de la vida cotidiana y se lo mandamos a los demás porque sabemos que les interesará. Así arranca un ciclo que amplía su alcance y su éxito. Que el resultado final de los vídeos de cocina sea algo estético, señala Lalueza, ayuda.
Además, las recetas de cocina tienen tirón por su propia familiaridad. Como me explica Anna Terés, creadora de contenidos de cocina en redes sociales, “en todas las casas y todos los días se cocina”. Es decir, los vídeos de recetas no apelan a algo nuevo, sino a algo con lo que estamos familiarizados y en lo que se emplean herramienta que todos tenemos a mano. Igualmente, lo que nos lleva a interesarnos por la cocina es que gusta, no tanto que sea uno de los temas del momento. “Los gustos no son tan efímeros como las modas”, señala Ferran Lalueza, lo que explica que nunca decaigan.
Por todo ello, las recetas virales de TikTok protagonizan recopilatorios y acumulan visionados. Como soy una millennial geriátrica de esas, yo las veo cuando se convierten en reels populares y entiendo su encanto. Solo usan un par de ingredientes, suelen tener reclamos golosos (en resumen, cantidades industriales de Nutella) y los resultados son atractivos y aspiracionales. ¡Sí! ¡Tú también puedes lograr ese sándwich fabuloso o esas tortitas de impresión en los 40 segundos que dura este vídeo!
La gran cuestión es si realmente puedes. Mi helado fue un fracaso. ¿Lo serían otras recetas de Instagram si las llevaba a la práctica? ¿Nos están mostrando en las redes sociales un ideal que nunca lograremos igualar?
Cocinando con Instagram
El fracaso de mi receta de helado vino, posiblemente, porque traducir ingredientes disponibles en los supermercados estadounidenses a españoles no es fácil. También, asumí, porque esa imagen final de un helado de varias bolas tenía un trabajo de presentación para hacerlo mucho más atractivo y que, desde luego, escapaba a mis habilidades. Para mis siguientes pruebas, me quedé con una receta de fudge de chocolate Kinder (una especie de tofe) de una popular cuenta en inglés (“al menos, las medidas están en gramos”, pensé) y una de croissants de Nutella de una cuenta española que es una de las favoritas del algoritmo que ordena mi feed de Reels.
Invité a un par de amigas a hacer la cata de los resultados con una merienda. Asumí que quizás perdiese amistades que se acercan a las dos décadas, pero ¿y lo contento que se quedaría mi editor con un titular sobre cómo intoxiqué a mis amigas? Seguimos siendo amigas y nadie salió intoxicada. Incluso, una de mis invitadas me prometió que, de lejos, mis croissants “daban el pego”.
¿Fue tan fácil hacer las recetas como parecía en los vídeos? En la del tofe de chocolate Kinder, me salté las proporciones cuando llegué al supermercado y me pareció que pedía una cantidad excesiva de chocolate blanco. La receta no es complicada, aunque fundir leche condensada, chocolate y chocolatinas no es tan fácil como parece. Requiere tiempo, no parar de mover la mezcla y, sobre todo, tener cuidado de no quemarlo al fuego. Los croissants fueron lo más sabroso, aunque la responsabilidad del sabor está más en la marca de hojaldre que compré que en mi propio trabajo. Tampoco fue exactamente fácil, porque cortar los triángulos necesarios para hacer la base me resultó un reto. Solo logré un croissant con pinta estupenda y los demás quedaron una mezcla variopinta de tamaños y formas, con un aspecto triste antes de meterlos en el horno.
“Aquí entran las matemáticas”, me comenta Anna Terés, de @annarecetasfaciles, cuando le comento mis problemas con su receta de croissants, porque necesitas dividir bien la base de hojaldre para hacer cada pieza. Quizás, pienso yo escuchándola, sería mejor que no leyesen este artículo mis profesoras de Primaria, que no descubran que recortar y dividir no se me da tan bien como debería ahora en la edad adulta.
Teniendo al otro lado del teléfono a una de las responsables de esos vídeos de recetas que me atrapan, parecía inevitable preguntarle cómo se crean. “Se graban fragmentos esenciales”, explica Terés, señalando que en el montaje final se eliminan aquellos momentos que no aportan nada. “El tiempo se aprovecha al máximo”, apunta, porque en 40 segundos se muestra todo el proceso de creación de un plato, desde el inicio al resultado final.
Aun así, y a pesar de esa concreción marcada por el lenguaje del medio, los platos sí son realizables. Es decir, a diferencia de esos ositos de gominola fundidos de hace unos años, tú sí puedes llegar a hacer croissants de Nutella en casa. Yo los hice –feos y todo, aunque como me dijo Terés “el hojaldre es muy agradecido” y es difícil que resulte incomible– y me envalentoné pensando que no habría ya receta de Instagram que se me resistiese.
Por supuesto, no soy la única que ha intentado replicar las recetas de TikTok o de Instagram. Mientras empezaba a probar, mi feed estaba lleno de vídeos creando sándwiches de varios pisos en una sartén y de quienes intentaban hacerlo en casa y solo lograban un fail. Asumí que esa iba a ser mi prueba siguiente, pero el algoritmo decidió por mí y vetó el experimento. Dejó de mostrarme esa receta y me abocó a un bucle de Reels de trucos de limpieza, otra tendencia exitosa en TikTok e Instagram (tanto que ya existen cleanfluencers, cuentas que han alcanzado el estrellato mostrando cómo limpian).
Como buscar vídeos vistos en el pasado en Instagram es un trabajo imposible, tiré la toalla y me refugié en una cuenta popular. ¿Qué pasa cuando en lugar de confiar en lo que el algoritmo me vende me voy directamente a las recetas de una cuenta de alimentación superpopular? Abrí el perfil de Carlos Ríos, el líder del movimiento RealFooders, y escogí una receta con pocos ingredientes y pocos pasos. Las tortillas francesas siempre me han parecido una de las comidas más aburridas, pero decidida a probar una receta de Carlos Ríos me quedé con su tortilla soufflé.
Lo único difícil aquí fue montar las claras a punto de nieve, como pide la receta y que, si tienes que hacerlo a mano como fue mi caso, es un tanto frustrante. Mi primer intento quedó con aspecto deslucido por montar poco y mal las claras y el segundo ya mucho más sofisticado (esta vez no intenté intoxicar a amistades, pero sí a familiares: sus conclusiones fueron que parecía “una tortilla elegante”). Estar estaba rica y la textura gana a la triste tortilla francesa de siempre. Eso sí, yo no tenía el aguacate que Carlos Ríos recomienda para acompañar y me la comí con unas lonchas de jamón serrano. Seguía siendo healthy.
¿Guías de cocina o entretenimiento?
¿Puedes entonces aprender a cocinar viendo vídeos breves y casi efímeros en Instagram o TikTok de recetas? ¿O ni de lejos los miramos por eso?
“La mayoría de la gente lo mira por entretenimiento”, señala Terés, recordándome además que cada red social tiene sus códigos. En Instagram, por ejemplo, se puede acompañar el vídeo con un texto largo que explique sus retos. Sin embargo, como tutoriales para cocinar, siguiendo todo paso a paso, la influencer de cocina apunta hacia los contenidos que se suben en YouTube.
Los vídeos de cocina en YouTube tienen códigos diferentes y funcionan también de un modo distinto. Lo descubrí probando una receta de Alberto Chicote. Chicote, el popular cocinero televisivo, no sube vídeos de recetas a su cuenta de Instagram, pero hace unos años sí lo hacía en su perfil en YouTube.
Allí busqué algo similar a la esencia de los vídeos de recetas virales de TikTok e Instagram –pocos ingredientes, pasos fáciles– y acabé haciendo su receta de fingers de pollo. Lo primero que viví fue el choque de pasar de unos segundos a un largo vídeo de 6 minutos (eso sí, Chicote aprovecha para dar consejos relacionados o advertirme del error de congelar productos descongelados) y lo segundo que requería hacer deberes previos. Su vídeo me llevó a buscar uno con una receta anterior, para aprender a marinar pollo. ¿Resultó todo más sencillo por tener a Chicote acompañándome más tiempo? La verdad es que no, aunque sí fue una experiencia mucho más similar a ver uno de esos programas de cocina que se emitían los mediodías.
Quizás, el choque viene porque estos contenidos más largos asumen que quien los ve no necesariamente tiene conocimientos de cocina, algo que no hacen los vídeos de las otras redes. “La mayoría de las personas ya cocinan”, me dice Anna Terés sobre quiénes aman los vídeos de recetas llamativas de Instagram.
O, segundo quizás, la rapidez de TikTok nos está acostumbrando a vídeos mínimos reducidos a lo esencial. ¿Se avecina un futuro en el que todos los contenidos serán rápidos y con una extensión mínima? “Aunque vamos hipersaturados y la tendencia apunta hacia la síntesis, el mundo de las redes sociales es suficientemente amplio para que todos quepan”, indica Ferran Lalueza, recordando que el propio TikTok acaba de ampliar la duración posible de los vídeos. Todo dependerá de qué quieras contar y dónde lo vayas a hacer, para establecer cómo de largos serán o no esos vídeos.