Desde hace varios años, se ha desarrollado una controversia debido a los cuadros que presiden la mesa presidencial del Parlamento canario. En concreto, Podemos y Coalición Canaria han pedido que se cubran los cuadros del pintor Manuel González Méndez durante las sesiones plenarias.
Los lienzos que protagonizan la sala del Parlamento reflejan dos episodios de la conquista del archipiélago por los españoles, a fines del siglo XV. El primero, "La fundación de Santa Cruz de Tenerife", es claro deudor de la pintura dedicada a la fundación de Santa Cruz realizada por Gumersindo Robayna. Y el segundo, "La entrega de las princesas", rememora la rendición de los guanches y el inicio de un proceso de aculturación y mezcla.
Para algunos se trata de una obra de arte necesaria, y para otros es una ofensa que se debería quitar.
Por su parte, el Parlamento canario recoge en su página web el siguiente texto, firmado por Alejandra Villarmea López, colaboradora de la Real Academia Canaria de Bellas Artes, sobre el valor artístico de las obras:
"Los dos grandes lienzos que decoran el testero de la presidencia en el Salón de Plenos del Parlamento de Canarias fueron encargados en el año 1902 al pintor palmero Manuel González Méndez, como parte del proyecto de adecuación del edificio de la extinguida Sociedad musical de Santa Cecilia, a sus nuevas funciones como sede de la Diputación Provincial de Canarias.
La que fuera planteada por el arquitecto del edificio, Manuel de Oraá, como sala de espectáculos, debía ser dotada del peso simbólico necesario para ejercer de espacio de reunión de los miembros de la Cámara, compensando de alguna manera la decoración de la bóveda, en la que se mantuvieron las alusiones musicales.
De temática historicista, estas obras han sido descritas por el historiador Alberto Darias Príncipe como los mejores ejemplos de pintura de historia en Canarias, pues aun a pesar de la dificultad que la verticalidad del espacio introducía, logró superar las manifestaciones de otros pintores aficionados al género como Gumersindo Robayna o Isidro González Romero.
La recurrencia a esta temática se inserta dentro de los movimientos de construcción de las identidades culturales nacionales, en el contexto de definición de los diferentes estados nación en el siglo XIX.
A la vez causa y efecto de este nuevo interés por la reflexión sobre la identidad canaria fue la reedición a lo largo del siglo de diferentes obras de historiadores de los siglos s XVI, XVII y XVIII como el Padre Espinosa, Núñez de la Peña, Abreu y Galindo, Agustín del Castillo o Viera y Clavijo, siendo sin duda la obra del poeta-cronista Antonio de Viana, titulada Antigüedades de las Islas Afortunadas, una de las más inspiradoras para artistas y literatos de finales del siglo XIX.
La perspectiva del hermanamiento bucólico entre castellanos y aborígenes reflejada por este autor es la que se respira precisamente en la iconografía representada por González Méndez en las obras del Salón de Plenos.
Para la elaboración de estos lienzos, González Méndez, el más internacional de los artistas canarios de su generación, formado en París con Léon Gérôme, no solo recopiló abundante información sobre los sucesos de la época que representaba, sino que indagó profundamente en los usos, costumbres y vestimentas del momento, llegando a reproducir en su estudio de París una armadura completa en base a las notas que había tomado en la Armería Real de Madrid.
Teniendo especial cuidado en la elección de la iconografía, por tratarse de una obra para una institución interinsular en uno de los momentos más delicados del Pleito Insular, González Méndez dedicó un lienzo a Tenerife, representando La Fundación de Santa Cruz, y un lienzo a Gran Canaria, titulado La entrega de las princesas.
El título que tradicionalmente y de manera equivocada se atribuyó a este último lienzo, "El adelantado y los guanches", diluye parte de la interesante simbología de la obra. Inspirándose posiblemente en la Crónica de Sedeño narra la entrega al conquistador Juan de Vera de la joven princesa Arminda Masequera, rebautizada con el nombre de Catalina y custodia de la herencia dinástica de la isla, como último acto de rendición, y como primer paso en la fusión castellana y aborigen.
Las prisas de la corporación porque González Méndez terminase las obras en 1906 se observan especialmente en el lienzo de las princesas, que aun siendo iconográficamente más audaz que su pareja La Fundación de Santa Cruz, presenta varios arrepentimientos y trazos de carboncillo sin resolver como el observable en la fantasmagórica palmera de la izquierda.
Pese a lo comentado, González Méndez supo paliar finalmente la exagerada angostura de los lienzos, con el añadido de las tracerías góticas de la parte superior, que unidas a la gran profundidad conseguida mediante el paisaje, dotan al resultado de la calidad de una ventana abierta a la escena histórica".