Esta historia comenzó hace solo tres días en Barcelona, cuando Marta Cavestany se topó con Aran Pérez-Padilla. Ella iba al trabajo; él, pedía empleo en la calle. Marta habló con Aran y se interesó por saber qué le había llevado a vivir sin un techo sobre su cabeza a los 33 años. Marta contó la historia de Aran en la red social LinkedIn, donde se viralizó y llegó a oídos de este periódico. EL ESPAÑOL consiguió contactar con el cocinero y exmilitar, que contó cómo llevaba un mes en la calle después de perder su empleo y agotarse su prestación por paro. En solo tres días, la situación ha dado un vuelco notable: este sábado ha sido el primer día de trabajo de Aran en un hotel de la Costa Brava.
“En las primeras horas del post [la publicación en LinkedIn] le llegaron cientos de ofertas”, explica Marta Cavestany en conversación telefónica con este periódico. “Le llamaban de muchísimos restaurantes, hoteles y de todo. Al final tuvo que apagar el móvil. Escogió este porque le dan alojamiento”.
Hasta hace dos días, Aran vivía en los soportales de la ciudad condal. Amanecía cada día en torno a las 7 de la madrugada con el ruido de los camiones de la basura. Después, buscaba una fuente donde poder asearse e iniciaba su camino hasta el comedor social Santa Anna, una iglesia encargada de ofrecer ayuda a gente desfavorecida que vive al día y con lo puesto.
“Después cojo mi libro, me pongo en cualquier sitio con un cartelito diciendo que busco trabajo y ahí paso el día. Después suelo dar vueltas con el currículum por las zonas donde hay restaurantes para ver si encuentro trabajo”, contó el cocinero este jueves a este periódico. Su realidad ha cambiado notablemente a mejor. “Le fue bien la entrevista y hoy [sábado] es su primer día. Ya está incorporado”, afirma Cavestany, el ángel de la guarda que se le apareció a Aran en su momento más oscuro.
“Yo no he hecho nada”, insiste ella. “Me llamó la atención verlo y lo compartí para ver si podía echar una mano. Cualquier persona que hubiera pasado y lo hubiera visto, habría intentado ayudar igual. No ha sido ningún acto heroíco”.
[Aran, del Ejército y sus 15 años de experiencia en hostelería a dormir en la calle y buscar trabajo]
—¿Alguna vez una publicación tuya en LinkedIn había tenido tanto alcance?
—No, no. Para nada. Seguramente, la que más tendría 20 likes. Nunca había publicado algo así.
La publicación donde Marta explicó la situación de Aran acumula 19.500 recomendaciones en la red social al cierre de esta edición. “¡Qué locura! Cuando escribí este post no imaginaba el alcance e impacto que llegaría a tener”, ha añadido Marta a la publicación original. “En menos de 24h Aran ya tiene trabajo y alojamiento, empezará a trabajar mañana en el restaurante de un hotel que también le ofrece hospedaje”. Y siguen lloviendo los me gusta. “Seguimos hablando. Está muy agradecido, pero yo no he hecho nada especial”.
La vida de Aran
Aran Pérez-Padilla llegó a Barcelona desde su Málaga natal buscando nuevas oportunidades cuatro años atrás. Su llegada a la ciudad fue sencilla y a los pocos días logró un empleo como cocinero. Pronto comenzó a ganar un buen sueldo y pudo permitirse alquilar un piso en el que estaba “muy a gusto”.
Sin embargo, la crisis económica provocada por la pandemia de Covid-19 dio un giro de 180 grados a su vida. Aran perdió su trabajo y empezó a recibir una ayuda estatal de 480 euros mensuales. “Con eso pagaba el alquiler, la comida y mientras buscaba trabajo, pero no encontraba nada”. Unos ingresos que le duraron poco. Concretamente, hasta hace apenas un mes, momento en el que se vio obligado a abandonar su casa y comenzar a buscarse la vida en la calle.
Su currículum recoge hasta 15 años de experiencia en el mundo de la hostelería. Ha trabajado como ayudante, como cocinero e incluso como segundo jefe de cocina, pero su larga trayectoria no se limita a los fogones. Aran fue durante tres años militar de Tropa y Marinería del Ejército de Tierra, concretamente, en la Infantería Ligera Paracaidista. También trabajó durante ocho meses como restaurador de casas antiguas, aunque sin contrato formalizado.
Esta extensa trayectoria no parecía ser suficiente para lograr encontrar un trabajo que le permitiera escapar de la compleja situación que vivía hace solo un par de días. “He tenido oportunidad de trabajar, pero estar en la calle acarrea muchas cosas. A la gente no le agrada mucho el tema de la higiene o el cansancio. Cuando llevas varios días durmiendo en la calle no descansas igual”.
A los prejuicios por parte de los empresarios, había que sumarle también las dificultades que conlleva buscar trabajo viviendo en la calle. El acceso a internet es muy limitado y no podía responder a las ofertas de trabajo con facilidad.
Cuando se quedó en la calle llevaba una mochila con ropa y mudas para cambiarse, pero sus pertenencias se convirtieron pronto en una carga más a la hora de moverse por la ciudad. “Cuando iba a las entrevistas era llamativo verme con una mochila tan grande y ya me preguntaban por mi situación”, explica. Además, en una ciudad como Barcelona, un chico joven en la calle, solo y con mochila puede convertirse en un atractivo perfecto para los ladrones. “Hay que tener cuidado porque te roban”.
La vida en la calle ya ha terminado para Aran, gracias a una mujer anónima que decidió contar lo que nadie contaba y gracias a la solidaridad de miles de personas que viralizaron el caso de Aran. Las denostadas redes sociales —hogar del bulo y el linchamiento público— han servido como red de salvamento para alguien cuando más lo necesitaba.