Llega el mes de julio y con él las ansiadas vacaciones de verano. Después de nueve meses de rutina, exámenes y muchos deberes, los más pequeños afrontan la que es su época favorita del año con la mente puesta en disfrutar del sol, las actividades al aire libre y la mejor compañía. Sin embargo, como ya suele ser habitual por estas fechas, se reabre el debate sobre si los niños deben continuar con sus hábitos escolares durante el verano o, por el contrario, se merecen disfrutar de la temporada estival en plena libertad.
Según el artículo 24 de los Derechos Humanos, “toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”. Y es que, a pesar de que los más pequeños no obtienen retribución por ellas, bien es cierto que merecen, al igual que el resto, disfrutar de sus vacaciones. Es por ello por lo que los expertos creen que los niños, a pesar de que en determinadas ocasiones no se equipara su trabajo al de los adultos, también deberían disfrutar en libertad de los próximos meses. De hecho, así lo recoge el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño, a través del cual, “los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”.
Los expertos en la docencia lo tienen claro. Salvo algún caso concreto, como puede ser el de los alumnos de 1º de Bachillerato, hay que alejar a los más pequeños de la rutina que siguen durante el curso escolar. Así lo explica a EL ESPAÑOL la subdirectora de Enseñanza y Aprendizaje del Colegio SEK El Castillo, Amor Vieira. “En algunas edades, con 16 o 17 años, sí que se puede proponer alguna actividad para que entren en septiembre con un nivel de dominio que les lleve al camino del éxito”, cuenta. Sin embargo, tal y como ella misma asegura, en el caso de edades inferior el objetivo es animar a los padres a entender cuál es la verdadera definición de los conceptos “aprendizaje” y “deberes”.
Tal y como recoge el informe PISA, los estudiantes españoles dedican semanalmente una media de 18,2 horas a hacer deberes. Unas cifras superiores a la media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que se sitúa en 17,1 horas. Si únicamente se contabilizan los deberes realizados en casa, la media española se fija en las 7,4 horas, frente a las 5,9 horas de promedio de los países OCDE.
Por ello, ante las altas cifras, los expertos consideran necesario dejar a un lado los deberes tradicionales durante esta época del año y fomentar en los hogares actividades complementarias en las que, a través del ingenio, los niños continúen estimulando su capacidad de aprendizaje. “El hecho de que un estudiante de 3º de la ESO disfrute de la compañía de sus padres haciendo juegos de mesa también es un aprendizaje, por ejemplo, en Matemáticas o en saber trabajar en equipo”.
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La lectura, la gran aliada del verano
Los expertos, por lo tanto, animan a los padres a entender el periodo vacacional como el tiempo en el que se desarrollan actividades en familia. La clave se basa en dejar atrás las horas de boli en mano y resolución de problemas matemáticos y apostar por actividades diferentes. Unas actividades entre las que no hay que dejar fuera a la lectura, considerada por muchos un elemento esencial durante las vacaciones de verano de los niños. “La propuesta es que los estudiantes cojan un par de libros y lean por placer. Durante el curso, los libros y las novelas elegidos por los profesores les impide poder escoger el libro que les entusiasma más y, por ello, el periodo vacacional es el momento perfecto”, explica Amor a este periódico.
Además de servir como distracción, leer libros durante el verano puede convertirse en la clave para potenciar algunas habilidades como pueden ser el desarrollo del vocabulario o la empatía. Para ello, los expertos consideran clave el apoyo de los padres y lograr que estos se unan a compartir con los más pequeños ratos de lectura individual. “Hay que coger con ellos cada uno un libro, en el jardín de los abuelos o en la playa, y leer. Eso es lo que más puede potenciar el desarrollo de la lengua y la capacidad de ser empático y ponerse en la piel de los demás”.
Adiós a las recuperaciones en la ESO
En diciembre de 2021, el Gobierno aprobó la eliminación de los exámenes de recuperación de la ESO. La nueva norma entró en vigor este mismo curso y afectó a las titulaciones de Educación Primaria, Secundaria (ESO), Bachillerato y Formación Profesional (FP). Desde este momento, la evaluación tradicional se convierte en continua y los propios equipos docentes en los encargados de decidir quién pasará de curso en función de la evolución de los alumnos.
Una nueva norma que los expertos también relacionan con la imposición de deberes durante el verano, ya que consideran que es una forma de decir que el aprendizaje de un estudiante va más allá de las tareas concretas y de poner a un niño delante de un cuadernillo de actividades de verano. “Quizá le da una mayor capa de riqueza a su aprendizaje el hecho de proponer algo alternativo y diferente. Hay que usar la imaginación en las familias para desarrollar habilidades y competencias. Es ahí donde realmente añades, en vez de ocupar el tiempo en hacer algo que ya hace durante el curso”.
Aprender a aburrirse
“Me aburro”. Quizá podría ser una de las frases más repetidas por los niños durante el verano. Y quizá podría ser también el motivo por el que los padres imponen deberes a los más pequeños. Una forma de mantenerles entretenidos y hacer que las horas del reloj pasen más rápido a lo largo del día. Sin embargo, lejos de ser una buena solución, los expertos inciden en la importancia de que los niños aprendan a aburrirse durante el verano y tengan tiempo para poner la mente en blanco y desarrollar su imaginación.
“Lo dicen muchísimos creadores, directores de cine y artistas. Está cada vez más demostrado que de la quietud, de ese momento de mente en blanco, es de donde sale la creatividad”, explica Amor a este diario. Por ello, los deberes podrían convertirse en un obstáculo para dar rienda suelta a la imaginación de los pequeños y a la posibilidad de poder desarrollar una gran creatividad de cara al futuro. “Cada vez está más aceptado que, sin esos móviles, sin esos estímulos, los niños se verán en la necesidad de desarrollar la imaginación y crear sus propios juegos”.