La cláusula 126 del contrato que presentaba la banda de rock norteamericana Van Halen para dar conciertos en los años 80 del pasado siglo ha pasado a la Historia. No precisamente por haber caído en el olvido, sino porque décadas después, sigue vigente.
Se encontraba en la página 40 de un contrato de más de 500 puntos, que recogía desde aspectos técnicos a qué comida y bebida quería el grupo en el backstage durante sus shows en directo. Llamaba poderosamente la atención que exigieran un bol con M&M's excluyendo expresamente los de color marrón.
Lo de llamar la atención vino después. Porque si al llegar encontraban bolitas marrones, no tocaban. Entendían que el promotor no había leído debidamente todo el contrato, incluyendo los aspectos de seguridad, y por tanto, se reservaban el derecho a no actuar.
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Hoy los artistas piden agua con gas y sin gas. Zumos naturales. Comida sin gluten. Frutos secos con certificado de alérgenos. Ensaladas, empanadas caseras. Botellas de whisky etiqueta negra, refrescos variados, 72 latas de cerveza fría, botellas de tónica sobre una cubitera de hielo, una fuente de agua mineral... eso, como parte de lo que se llamaba hace años catering de cortesía.
Además de perchero para colgar la ropa que van necesitando durante la actuación, hay algunos artistas que piden camerinos decorados como si fueran habitaciones de hotel, y un camerino adicional para acompañantes. Muchos piden también un enorme número de toallas, calcetines y calzoncillos, de color blanco o negro. Algunos también exigen que la ropa les sea devuelta, limpia, tras llevarla a la lavandería.
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Y también recuerdan a Van Halen. Lo hace, por ejemplo, C. Tangana. Pide literalmente "un bol grande con 2.387 unidades exactas de M&M's pero sin que haya ninguna amarilla. Uno de nuestros músicos padece T.O.C. y las va a contar una a una (homenaje a Van Halen)".
Gonzalo Miranda es director artístico y lleva la gestión de los festivales internacionales del Producciones Toro. Ha trabajado con grupos y artistas mundialmente famosos como David Guetta, Prodigy, The Black Eyes Peas, Metallica o Underworld. "El 99% de los artistas suelen ser muy normales. Aunque también los hay que te piden cosas raras y especiales. Como por ejemplo, una play station en el camerino, o el teléfono de las gogós del festival. Directamente, es que no atiendo esas peticiones", sostiene a EL ESPAÑOL con un bufido.
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Algunos piden "chorradas", y excluye de esta categoría la petición de 150 calzoncillos y un enorme número de toallas que, de entrada pueden llamar mucho la atención a los profanos. Suelen incluirlo artistas como Daddy Yankee y otros muchos. Es un requisito habitual. "Hay que tener en cuenta que cada día están en un sitio distinto, no pueden lavar ni salir a comprar lo que les hace falta, porque supone un esfuerzo logístico en ocasiones imposible. Eso no es un capricho: los calcetines y los calzoncillos les ayudan a sobrevivir en el día a día".
Miranda, quien lleva 20 años en el mundillo, advierte que los artistas "cuanto más grandes son, más sencillos". Quizá porque ahí se encuentra la diferencia entre ser artista o vender entradas, porque no es para nada lo mismo. Destaca a Metallica, "con quienes es facilísimo trabajar" o David Guetta, "quien es probablemente de las estrellas de la música más agradables y sencillas que me he encontrado".
Pablo (nombre ficticio) tiene una empresa promotora de conciertos. Además, se ocupa de preparar y acondicionar escenarios, camerinos y atender las peticiones de catering y todo lo imaginable. "C. Tangana es un tipo muy, muy sencillo. Aunque lo que lleva este año en la gira es alucinante: en el escenario hay una barra con un camarero para que les atienda durante la actuación", explica a este periódico. Manuel Carrasco, los Estopa o Alejandro Sanz "son normalísimos. No piden nada extraño. Es facilísimo trabajar con ellos".
Había expectación, además, con Rosalía en su primera gira mundial que abrió en España. "A ella la lleva Live Nation, que es otra liga. El personal que lleva es estadounidense, internacional. Son muy cuadriculados, lo que no quieren es perder el tiempo, por lo que no hacen ningún cambio según lo previsto", puntualiza Pablo. La cantante catalana fue al ensayo a las 2 de la tarde "y se quedó hasta la hora del concierto. Una auténtica profesional, es de otra pasta. Nos llamó mucho la atención ese detalle porque lo habitual es que el artista vaya al ensayo y se vuelva a descansar al hotel. Ella se quedó. Y hace piña con su cuerpo de baile".
Líder mundial en producciones de conciertos, Live Nation solo trabaja con los top, como por ejemplo, los Rolling Stones. En uno de sus conciertos en Lisboa "pidieron ir a ver a Sara Baras, que actuaba en Madrid. Los llevaron", cuenta Pablo. Es lo mismo que pidieron cuando actuaron el 2 de junio Madrid: ver, la víspera, un espectáculo flamenco.
Fátima Rodríguez también trabaja en Producciones Toro con artistas nacionales. Este verano hará festivales como DreamBeach, el Festival Cabo de Plata, o el Puro Latino, entre otros. Tras 30 años a sus espaldas en el sector, "por su enorme sencillez, honradez y valía, yo recuerdo a Rosendo. Era un caballero dentro y fuera del escenario". Sí que ha notado el cambio con respecto a artistas "que hace 4 o 5 años tenían menos caché y ahora han variado sus peticiones. En ocasiones te piden mucho y luego se queda ahí, no lo utilizan. Pero yo no culpo solo al artista: forma parte de la agenda y del mánager".
Ahora, lo que antes de llamaba hospitality de cortesía "parece que es lo más importante hoy para algunos mánagers, y es una auténtica locura, porque en ocasiones se nos exige montar una habitación de hotel, con sus lamparitas y mesitas, en la zona en la que se celebra el festival, que normalmente es en lugares aislados".
Ahora "ya vamos con todo: microondas, cafetera... de todo. Yo creo que el 99% de los artistas se van contentos, pero hay extras que cuesta mucho sacar adelante, como por ejemplo quien te pide una televisión en el camerino, que sabes que ni la va a encender, o que pongamos moqueta, o que te pidan un entrecot al punto".
Para Pablo, los que más les quiebran la cabeza son la nueva hornada de artistas latinos. "Vienen con 25 o 30 amigos alrededor. Se los traen de gira. Vamos, que vienen de vacaciones". Sin querer dar nombres, destaca el quebradero de cabeza que supone organizar camerinos "como si fuera una comunión" o "reservar 32 habitaciones, dos suites y la suite presidencial" para un cantante y su séquito.
Como experiencia "rara", destaca a Bad Gyal, "que no quiere a nadie a su lado". Es algo que suele ocurrir cuando los artistas actúan en festivales de música compartiendo cartel. "Muchos no quieren compartir camerino, o se quejan de quién encabeza el show. Y el cartel está claro que lo encabeza quien más entradas vende, sin discusión".