Joan Bayen nació en 1934 y, aún hoy, tiene una marcada rutina. Se levanta temprano y a las 7 de la mañana está en el Bar Pinotxo del Mercado de la Boquería en Barcelona. Trabaja en el negocio familiar y, cuando cierra a las 17 horas, se va a casa y cambia su habitual chaleco, camisa y pajarita por el chándal. ¡Y a correr a los 88 años! "Ya no hago maratones, pero una horita, 45 minutos, media, una cosa así", expone cerca de la barra de su bar.
Juanito, como se le conoce por estos lares, es una personalidad en los intramuros de la Boquería. Tanto que portó la antorcha olímpica durante los Juegos de Barcelona '92. No tiene fotografías de aquel día, del que este lunes se cumplen 30 años, pero sí un tesoro inequiparable a ningún otro: la propia antorcha. "Y me han ofrecido mucho dinero por ella, pero eso es un recuerdo mío para toda la vida", expone.
El barcelonés es del Real Club Deportivo Espanyol y profesa una predilección inhumana por las maratones. "Es lo mejor que hay en este mundo", llega a decir. Corrió las primeras 18 maratones de Barcelona y luego lo dejó. "Que tengo 88 años y no me dejan por la edad", atina a decir, aunque en realidad piensa que es porque "las ganaba todas" (se ríe).
Fue aquello lo que le valió para llevar la antorcha olímpica. "Recuerdo que estaban buscando a alguien para llevarla, que representara al Mercado de la Boquería. Y todo el mundo dijo que era yo el que practicaba deporte, así que me puse a ello".
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Perfectamente podría volver a repetir el recorrido. Aquel 25 de julio de 1992, "la llevé desde Colón hasta la plaza de Cataluña. Es inolvidable, recuerdo a la gente y los momentos de emoción que se vivieron". Han pasado 30 años de aquello y todo ha cambiado mucho. O, quizás, no tanto.
"O lo dejas o te dejo"
Este camarero es uno de esos personajes que la vida regala a todo aquel que se cruza con él. Siempre tiene una sonrisa en la cara para los clientes y no duda en recomendar otros puestos de la Boquería de Barcelona. "Muchos me dicen: 'Gracias, Juanito por enviarme a tal o cual'".
Para Juanito, el Mercado de la Boquería lo es todo. Aquí creció viendo a su madre regentar el bar Quiosc. Los clientes, mientras tanto, le veían a él crecer junto a su amada mascota, un perro llamado Pinocho. "Le puse ese nombre por la película de Disney", reconoce.
Y fue entonces cuando los que paraban en el bar Quiosc empezaron a cambiar la nomenclatura de esta barra que abre la Boquería a Las Ramblas. "Vamos a tomar algo al Pinocho", decían. Tanto fue el cántaro a la fuente que acabó por romperse: el bar Quiosc pasó a denominarse Bar Pinotxo.
Allí trabajaba Juanito. "Más de 80 años llevo aquí", expone. "Salía del colegio y me venía a ayudar a mi madre y ahora aquí sigo. No me pienso ir de aquí porque no me canso", afirma.
Si 20 años no es nada, como dice el tango, quizás 80 sí que lo son. A Juanito le ha dado tiempo de todo en el Bar Pinotxo, hasta de enamorarse. Aquí conoció a la que sería su novia y más tarde su esposa, que anteriormente regentaba un negocio de frutas también junto a su madre.
Eso le llena de orgullo. "Después de tantos años me emociona ver la parroquia de personas que se acercan al bar. Tras casarme con mi mujer, mi segunda mayor hazaña ha sido casarme con la Boquería, el mejor lugar del mundo”, confesó Bayen a Efe el día de su 88 cumpleaños.
Aun así, casi le cuesta un disgusto con su señora el hecho de correr tantos maratones. "Tienes que poner que casi me deja. Me dijo que o ella o los maratones...". Al final, el bueno de Juanito logró convencerla para no tener que renunciar a nada.
La jubilación
Aquellos Juegos Olímpicos de Barcelona '92 fueron inolvidables para muchos. La primera medalla de oro para una atleta española —Miriam Blasco— y otras 12 más hasta llegar al número que Ángel Nieto nunca quiso pronunciar. Además, quedaron anécdotas para el recuerdo, como poder ver al jerezano Kiko Narváez haciendo el tercero in extremis para subir por primera y única vez al primer cajón del podio en fútbol.
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Aunque quizás, la mayor de las anécdotas que dejó a posteriori este periplo olímpico fue el casamiento hace apenas unos años de Miriam Blasco con Nicola Fairbrother. Ambas se enfrentaron en la final de judo en aquellos Juegos Olímpicos —oro para España y plata para Gran Bretaña— y años después comenzaron una relación amorosa que terminó en boda.
Juanito nunca ha sido de ver mucho deporte en la televisión, pero recuerda algunos de aquellos momentos. Los que le permitió ver su jornada en el Pinotxo. Y es que los horarios de antaño eran mucho peores que los de ahora. "Antiguamente venía a las 3 de la mañana y a las 4 abría para la gente que estaba de juerga".
"El problema mío es que nunca estoy cansado. Hago pam, pam, pam, pam y no me doy cuenta cuando es la hora de plegar —cerrar en catalán—. Antiguamente venía a las 3 de la mañana y abría a las 4 porque venía la gente que salía de juerga antes de ir a dormir".
Es curioso porque a Bayen le conoce mucha gente. "Salgo a correr y la gente me sigue diciendo: 'Juanito, adeu; adiós, Juanito'". En una ocasión lo reconocieron en Tokio. "Vino una señora y me pidió en español que me hiciera una foto con ella". Él, por supuesto, respondió que sí.
Cuentan en el Mercado de la Boquería que Juanito, si hay un chico y una chica solos en el bar los suele sentar juntos. De ahí habrían salido tres matrimonios. Pero eso se daba en otros tiempos, ahora Bayen reconoce que no es igual.
"Las chicas son más simpáticas, pero los chicos menos. Ahora cada uno va a lo suyo y no mantienen una conversación. La ciudad ha cambiado un 100%, hasta las personas. Hasta el modo de trato. Antes la gente era más agradable. Ahora son reacios a reírse. Antes había una conversación: prueba esto, lo otro...".
Como diría el cántico futbolero: pasan los años, pasan los jugadores, pero lo que no pasa es Juanito en el Pinotxo. "Yo no me pienso jubilar. Nunca estoy cansado y siempre tengo la sonrisa para el cliente". Tampoco abandonará nunca su otra pasión, la de salir a correr: "Nunca me ha costado ir a correr y siempre voy con alegría. La maratón es lo mejor que hay en el mundo".
Por este emblemático bar han pasado muchas personalidades. "Carles Grach, Arguiñano, gente de toda clase. Uno de los que más, fue Carles Grach, que es un gran restaurador", expone.
Todo ha cambiado después de la pandemia, en la que Juanito lo pasó mal por no poder salir a correr. "El tema de la pandemia nos ha asustado a todos, pero gracias a dios no nos ha hecho tanto daño como pensé que nos haría, pensaba que sería peor". "Ahora están empezando a volver los turistas", comenta.
Y mientras el ritmo se recupera en el Mercado de la Boquería, Juanito continúa recogiendo vasos y sirviendo tapas. Una de las más conocidas es la ‘capipota’ con garbanzos. Con razón detrás de él hay un cartel que dice: "Dios está en los garbanzos".
La llama olímpica se podrá apagar con el fin de los Juegos, pero la llama de Juanito con las maratones y con el Bar Pinotxo parece eterna. Por el no ha pasado el tiempo. "Y aquí seguiremos. Yo no me canso".