Se comenta más que nunca: este verano parece que alguien ha olvidado cerrar el horno y andamos como zombies extenuados, cociéndonos en nuestra propia salsa, incapaces de pensar con claridad tras pasar noches enteras en vela maldiciendo el termómetro que, obstinado, no rebaja ni un ápice su crudeza. El fuego se come nuestras tierras con voracidad y el calor extremo recrudece las dolencias previas, provocando incluso colapsos que llevan a la muerte. Y entonces se escucha: "Esto es por el cambio climático", dice alguien en un ascensor o en la barra de un bar. El debate es tan candente que a muchos les está influyendo, incluso, a la hora de tomar una de las decisiones más troncales que un ser humano debe afrontar en la vida: la de tener hijos (o no).
Se trata de un cuestionamiento ético difícil de encarar y supone otro reto moderno: hace veinte años, simplemente, esta variable no estaba sobre la mesa. "A mí los niños me encantan, he querido ser padre casi desde siempre. Pero, si yo en los 29 años que tengo ya he visto este impacto, no quiero traer al mundo a alguien para que viva una situación de colapso energético total, con todas las consecuencias", dice Alberto Moreno, historiador. "La crisis climática va siempre a peor, no hay resquicio al optimismo, y no veo que nadie tome conciencia, ningún Gobierno, ni que se cambie el modelo productivo. Y la realidad es la que es: un aumento de las temperaturas, un proceso de desertificación terrible, nuestras ciudades inundadas, éxodos, guerras…".
Alberto vive en Madrid y trabaja, actualmente, como guía turístico. En el camino a su trabajo va observando la ciudad: "Veo que a los plataneros de sombra se les están cayendo las hojas y estamos solo en agosto. Creo que hay una sensación de inquietud generalizada, todo el mundo es consciente de algún modo de lo que pasa, pero creo que el miedo nos bloquea", dice con aflicción.
No a la sobrepoblación
Su planteamiento lo comparten Jaret González y Uriel Mireles: ellos están en las mismas, pero al otro lado del Atlántico. "La mitad de México es un desierto y la otra mitad son bosques o selvas, así que en el mismo año tenemos graves sequías, inundaciones y pérdida de cultivos. Todos los días nos toca ver cómo se destruye el ecosistema que nos rodea para construir viviendas y zonas agrícolas o de ganadería. Además de eso, la administración de los recursos es muy ineficiente, nadie puede garantizar al menos los servicios básicos como el agua potable o la energía. Por ello no nos gusta la idea de que un hijo nuestro tenga que cargar con las mismas preocupaciones que nosotros sobre sus necesidades básicas".
La decisión que han tomado tiene, además, otra vertiente: "Soy consciente de que cada persona representa un impacto sobre el medio ambiente. Para mí la decisión de no tener hijos es una forma de contribuir a la sociedad, al no aumentar la sobrepoblación. Cuando empezamos a salir, fue una de las primeras cosas que mencioné: una familia era algo que yo no iba a ofrecerle. Por fortuna, él dijo que no tenía ningún problema", explica Jaret, que forjó su convicción al estudiar la licenciatura de Ciencias Ambientales, que le brindó "conocimientos sobre ecología humana".
Por su parte, Sara Sánchez, madrileña de 41 años, descartó la idea de tener hijos "hace bastantes años" por diversas causas, a las que en los últimos años se ha sumado el cambio climático: "Me preocupa lo que creo que, afortunadamente, preocupa cada vez a más gente: que hemos degradado tanto las condiciones de vida en el planeta que nos encontramos en un momento crítico, en el filo de un precipicio. Las enormes desigualdades, la falta de agua, la pésima calidad del aire en las grandes ciudades, las crisis alimentarias, la pobreza energética, los cambios meteorológicos bruscos y cada vez más extremos, los incendios forestales, la explotación animal continuada para mantener una industria alimentaria demencial y nociva y un largo etcétera. En definitiva, las consecuencias de un modelo económico y de consumo que es suicida, con nosotros mismos, y asesino con el resto de especies».
Sara está en pareja desde hace muchos años y ambos comparten también el mismo pensamiento: "Creo que sería muy difícil mantener una relación profunda y estable con alguien que no comparta el mismo punto de vista en temas tan sensibles y centrales en la vida", señala al respecto. Su planteamiento de no tener hijos pretende, al igual que Jaret y Uriel, no incrementar la población del planeta: "No es la solución definitiva ni mucho menos única, sobre todo si analizas lo muchísimo que varía la capacidad de contaminar según el poder adquisitivo. Hay que plantearse un cambio de paradigma, en general, si queremos mejorar la situación del planeta (o que empeore lo menos posible), y el decrecimiento tiene en esto un papel central". Sin embargo, su pareja y ella no descartan la posibilidad de la adopción o la acogida: "Sin sentir esas ganas de estar embaraza y parir, creo que lo lógico y lo ético es dar amor, cuidar y ayudar a niños y niñas que ya están en este mundo y necesitan una familia".
Carlota (nombre ficticio) prefiere no mostrar su rostro ni declarar bajo su nombre por lo que su opinión pueda tener de controvertida: "Lo siento mucho, pero es un tema delicado con mi pareja y mis amigas que están siendo madres ahora, así que prefiero no salir públicamente hablando sobre ello… Realmente no me preocupa tanto que me juzguen por mi decisión sino que se sientan ellas juzgadas por la mía". Carlota trabaja con refugiados y eso le hace estar aún más sensibilizada: "Muchos de ellos, en realidad, son ya refugiados climáticos. Las sequías arrasan muchas zonas de África, y el deterioro de los mares (y la explotación de Europa) les quita sus medios de subsistencia".
Carlota habla también sobre los adolescentes con los que ha tenido trato: "Cada vez se ven más casos de ‘ecoansiedad’ en menores. Greta Thunberg no es un caso aislado. Creo que los peques son más conscientes que los adultos del mundo que les espera. De las sequías, la escasez, la falta de agua, de oxígeno…". Al igual que Sara, Carlota ya tenía dudas sobre la maternidad, pero la crisis climática ha terminado de decidir hacia qué lado cae su balanza: "Si a día de hoy se ha secado el río de mi pueblo, cómo va a ser en 2050, que se supone que es cuando la cosa realmente se va a poner fea. ¿Con qué cara miro a mis hijos y les digo: 'Oye, sí, que lo sabíamos, pero no pudimos hacer nada?'".
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Movimiento estadounidense
Todos ellos son rostros anónimos que abogan por no tener hijos como medida de lucha contra el cambio climático, pero en la esfera pública cada vez más voces apoyan la misma moción. Una de las más famosas es la de Miley Cirus que, en una profusa entrevista concedida a la revista Elle en 2019, hablaba así sobre el tema: "Le hemos estado haciendo a la Tierra lo mismo que le hacemos a las mujeres. Explotamos y explotamos sus recursos y esperamos que siga produciendo. Pero está agotada. No puede producir. Hasta que no sienta que mi niño viviría en un planeta con peces en el agua, no traeré al mundo a nadie a cargar con todo esto".
En EE.UU., de donde procede la cantante, ha surgido un nuevo movimiento llamado Conceivable Future, cuyo objetivo pasa por exigir al gobierno que deje de subvencionar los combustibles fósiles en el país. Para ello, para crear conciencia, relatan descarnadamente cómo el cambio climático está afectando a la vida reproductiva de los y las estadounidenses. La red es tupida y actúa por todo el país reuniéndose en casas donde los activistas ofrecen sus testimonios y se afianzan en su posición antinatalista. Su página web también recoge su sentir a través de testimonios como el de Megan Warner, una joven china de 25 años cuya madre se vio abocada a abandonarla por la ‘política de hijo único’ de su país y la preferencia de hijos varones.
Para Megan, "criada en una familia blanca" estadounidense, las circunstancias de su nacimiento y posterior abandono supusieron "una pérdida de cultura, de familia y de identidad" cuya única reparación, dice, obtendría teniendo hijos biológicos. De este modo perpetuaría su ADN. Sin embargo, la joven asiática trabaja dando clase a estudiantes y dice escuchar a diario "cuánta desesperanza, ira y miedo tienen que cargar los jóvenes cada día". Por ello, duda: "Pasar esa carga emocional a una mente joven es mi mayor temor de criar niños con el actual cambio climático (…). Algo en mí ya ha aceptado obstinadamente que probablemente no seré madre".
Tasas de natalidad, en picado
En EE.UU. la natalidad cayó un promedio del 2% anual desde 2014 y solo remontó ligeramente el pasado año 2021, con 46.000 bebés más de los que nacieron en 2020, según datos del Centro Nacional de Estadísticas de Salud de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Y en España, ¿qué creen que sucedió? Tuvimos la menor tasa de nacimientos desde que el Instituto Nacional de Estadística comenzó a registrarlos en el año 1941. La tasa de natalidad (número de nacimientos por cada mil habitantes en un año) fue del 7,1%, con un total de 336.811 bebés y un descenso del 1,3% respecto al año anterior (y eso que fue el año del estallido de la pandemia). Desde el año 2011, la cifra de nacimientos ha descendido un 28,6%.
"Respecto a la superpoblación del planeta, esto es algo que se lleva hablando desde la teoría malthusiana (que considera que los recursos de la tierra no serán suficientes para alimentar a la población creciente), pero esta siempre ha devenido errónea", comienza desarrollando Francisco Benedito, CEO en ClimateTrade, una empresa que pone en contacto a corporaciones "que necesitan compensar sus emisiones de carbono con una gran cantidad de proyectos medioambientales contrastados", según ellos mismos aclaran. "No estamos abocados a una superpoblación, la realidad es que los estudios científicos demuestran que la población mundial se está reduciendo. Lo que tenemos es un problema de envejecimiento de la población, no de superpoblación", continúa diciendo.
Para el responsable de esta empresa medioambiental, una conciencia ecológica efectiva debería llevarnos a hacer un mejor uso de los recursos disponibles: "No es un problema de que seamos demasiados para esos recursos, sino que estamos haciendo un uso inadecuado de ellos. Los combustibles fósiles son lo primero que tenemos que eliminar. Un estudio reciente de Standford dice que si cambiáramos todos los combustibles a no fósiles reduciríamos inmediatamente al 50% todas las emisiones del planeta y en seis años se amortizaría". Y es aún más claro: "Yo creo que no tiene ningún sentido que dejemos de tener hijos para salvar el planeta".
¿Qué considera entonces que podemos hacer, en el plano individual, para reducir realmente nuestra huella de carbono? "Pues por ejemplo lo primero que yo haría sería buscar una compañía que me provea de energía verde. De esa manera, obligas a la compañía que te está suministrando electricidad a que se ponga las pilas para dar suministro verde. En España hay varias. Y, en la medida que se pueda, quien pueda, tener un coche eléctrico y que ese coche eléctrico se recargue de fuente renovable. Es cierto que todavía es más caro, pero también está subvencionada la matriculación".
Benedito dice que fundó su empresa precisamente por lo mucho que le preocupaba "lo que les vamos a dejar a las próximas generaciones". Fue su forma de luchar y procurarle un planeta mejor a su hija: "Yo soy más de luchar para conseguir las cosas que de rendirme: creo que si todos pensáramos igual al final la especie humana se extinguiría, tenemos que ser capaces de poner nuestro granito de arena y evangelizar, hablar con la gente y pedirles que reciclen, que cambien su energía a energía verde… todas esas cosas que sí podemos hacer".
Estudio de la problemática
Isabel Moreno es física, meteoróloga y una cara muy conocida de RTVE, donde presenta el tiempo dentro del programa Aquí la Tierra. Además, es especialista en cambio climático y autora del libro Cambio climático para principiantes, que verá la luz el próximo octubre de la mano de la editorial Plan B. Ella ofrece charlas en todo tipo de ámbitos sobre cambio climático y también sobre crisis planetaria, puesto que, dice, no podemos olvidar que "el cambio climático es un factor más dentro de esta", que engloba problemas de tanto calado como la crisis de biodiversidad o la contaminación. "La crisis planetaria nos lo está poniendo ya muy difícil a las generaciones que estamos aquí, y se lo va a poner aún más difícil a las que están viniendo. Eso está ahí y lo dice la ciencia", nos dice durante nuestra conversación.
Sin embargo, sobre el asunto central de este reportaje, la experta ofrece su opinión aclarando primero que no se debe ni se puede "juzgar a nadie por querer o no querer tener hijos, ni mucho menos los motivos que haya detrás". Pero para Isabel, estudios científicos como el de la Universidad de Lund en Suecia o este de la Universidad de Columbia Británica (que abogan por dejar de tener hijos o tener menos) ofrecen un resultado "grotesco y cargado de incertidumbre".
"Estos estudios nos indican que la acción individual más poderosa para luchar contra el cambio climático es no tener hijos, pero a mí personalmente esa base no me convence demasiado: es verdad que mi hija por nacer en España va a tener una huella ambiental superior a la que va a tener otra persona que nazca en otra parte del mundo que no consuma tantos recursos. Pero, ¿cómo puedes saber que de mayor no va a ser presidenta del Gobierno y a tomar medidas que consigan que la huella ambiental de España se reduzca mucho? ¿O que sea alcaldesa de un pueblo y consiga que ese pueblo minimice mucho su huella de carbono? O incluso en el caso de ciencia ficción, imagínate que participa en el desarrollo de un proyecto tecnológico que va a hacer que absorbamos un montón de CO2 de la atmósfera", explica con didáctica.
Y, en la misma línea que Benedito, incide en que centrarnos en la cuestión de la prole puede llevarnos a que "perdamos la atención de todo lo demás que podemos hacer", aquellas acciones que están en nuestra mano: "Hay muchos puntos intermedios y tremendamente útiles entre reciclar para reducir el cambio climático y que dejemos de tener descendencia. A veces solo mencionarlo pone el foco en esto y no nos cuestionamos que a lo mejor tenemos que redefinir cómo estamos consumiendo, cómo nos estamos desplazando, cómo entendemos el bienestar o si tenemos que redefinir incluso estructuras sociales".
Al igual que Isabel, que mira con esperanza al futuro, también Alberto Moreno, el historiador que en este reportaje nos argumentó su planteamiento actual de no tener hijos, deja una puerta abierta al optimismo: "También hubo quien en la Segunda Guerra Mundial tuvo hijos, y tras la Primera… Y los judíos que sobrevivieron al holocausto siguieron teniendo hijos. Por eso creo que siempre hay un horizonte de esperanza. Será otra realidad, otro contexto, pero la gente seguirá viviendo. Tampoco llevamos tanto tiempo en la Revolución Industrial, quizás haya un gran colapso, quizás haya una época terrible, pero después seguirá habiendo seres humanos sobre la Tierra y se seguirán amando… Habrá otras ciudades, otras estructuras. Pero no creo que vaya a haber un gran apocalipsis final".