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Reportajes

Infiltrado en un grupo de Telegram de pornografía infantil: así operan las oscuras redes de pedófilos

EL ESPAÑOL consigue acceder a uno de los muchos foros privados donde se envían fotografías y contenido sexual de menores. 

21 agosto, 2022 02:15

Buscando en grupos de Telegram, a la caza de películas y series pirateadas, Juanma encontró un enlace que, lamentablemente, carecía de relación con lo que andaba buscando. Era una invitación a otro grupo de la misma aplicación. Cuando lo abrió, encontró fotografías y vídeos de niños desnudos y manteniendo relaciones sexuales con hombres mayores que ellos. Allí había más de 160 usuarios. Asustado, escribió un mensaje por Twitter a la cuenta de la Policía Nacional.

Le dijeron que ellos se encargarían de todo. Pero a Juanma le pudo la impaciencia y contactó también con el equipo técnico de Telegram y otra plataforma adscrita a este programa de mensajería, llamada Stop Child Abuse. Cada jornada, la aplicación cierra alrededor de un millar de comunidades como esta.

De hecho, Telegram apenas tardó unos días en borrar aquel grupo. Pero nada. Este volvió a aparecer al poco tiempo y bajo el mismo nombre. Se llama Aportes Especiales. Fue entonces cuando Juanma se puso en contacto con EL ESPAÑOL, donde hemos podido comprobar de primera mano cómo funciona esa comunidad ilegal y, decíamos, denunciada a la Policía. Según el artículo 189 del Código Penal, quienes difundan o vendan pornografía infantil se enfrentan a penas de entre uno y cinco años de prisión.

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En la actualidad, este grupo de Telegram cuenta con 28 miembros. Muchos menos, eso es cierto, que antes de que Juanma lo denunciara a través de varios canales. La misma página de presentación muestra unas normas muy claras. Al menos cuatro veces a la semana, cada usuario debe mandar cuatro aportes, esto es: fotografías o vídeos de carácter sexual.

Debe ser material original, como detallan las mismas normas. Es decir, no vale buscar pornografía grabada por terceros en Internet y mandarla al grupo. “Pueden enviar CP moderado”, reza otra de las reglas. Cabría pensar que las siglas se refieren a contenido pornográfico, sin más. Pero no. Tristemente, como nos cuenta Juanma y corrobora un paseo por las redes, CP significa child porn. Pornografía infantil.

Dado que en el material aparecen no ya menores de edad, sino que también están por debajo de los 16 años, quienes lo comparten se enfrentan a las condenas más altas del artículo 189. Con este agravante, las penas llegan a los nueve años de cárcel. Mientras tanto, los usuarios comentan el material y dejan ver que se están excitando al verlo: “La tengo dura, ¿alguien para poder masturbarme?”.

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Aunque las normas del grupo piden que el material sea original, esto es, creado por los mismos usuarios, muchos de los aportes figuran como reenviados desde otras conversaciones de Telegram. También se ve que algunas grabaciones son de hace años, ya que en ellas aparece la fecha quemada sobre la imagen. Otras están, claramente, sacadas de antiguas cámaras de vídeo domésticas.

Si en algún momento decae el tráfico de vídeos y fotografías, el administrador del grupo, que se hace llamar Ivan ZM, jalea al resto: “¡Manden más aportes! ¡Tienen hasta las tres de la tarde del día de mañana para enviar algo! Si no, elimino”. Casi todas sus intervenciones se limitan a reclamar contenido. Embaucar a menores para que faciliten material de este tipo también figura en el Código Penal. Quienes lo hagan afrontan condenas de hasta dos años, nos recuerda la abogada penalista Marta Pellón, experta en delitos de pornografía infantil.

Edgar, Ángel, Thomas, Luis, Esteban. Los nombres de todos los miembros del grupo, o al menos los que resultan reconocibles, pertenecen a varones. Algunos se dan los buenos días y las buenas noches. Aunque no es lo habitual, parte del material que mandan sí parece tomado por ellos mismos. Evitan decir la palabra porno, y así esquivar que salten las alarmas en los sistemas de vigilancia, dándole la vuelta: “En un rato te mando nopor”. Todos ellos han acabado allí porque les ha invitado otro miembro del grupo.

A veces, la invitación llega a través de un perfil en Twitter, abierto y a la vista de todo el mundo, que también lleva al menos un mes activo. En tuits publicados cada pocos días, vemos fotografías de niños, a veces con poca ropa, que miran a la cámara. Tampoco el texto que acompaña las imágenes deja lugar a dudas. “Se llama Diego y tenemos su contenido ya disponible en nuestro Telegram”. De forma inexplicable, publicaciones así pueden contar con cuatro o cinco retuits. Quienes responden a los tuits reciben invitaciones para el grupo de Telegram. Usuarios captados en una red social pública, como es Twitter, pasan así a formar parte de una comunidad, en principio, más privada.

“A partir de ahora tendremos nuevas dinámicas, como enseñar nuestro abdomen, nuestro culo. Empezaremos hoy enseñando nuestro pene”, insiste el administrador del grupo. Este usuario apremia a los demás para que manden material personal y publica en la comunidad contenido rebotado de otras cuentas, pero jamás se muestra él mismo, a pesar de que pide constantemente a los demás que sí lo hagan. Dado que Ivan ZM difunde material ajeno, es de suponer que el mismo destino corren quienes mandan aquí sus fotografías y vídeos, creyendo que están en una comunidad cerrada. Sus fotografías pueden acabar en cualquier otro lugar.

Como hemos comprobado y contábamos al principio, la forma más rápida de ayudar a acabar con grupos como este es el canal Stop Child Abuse, creado por Telegram. Este problema, de hecho, es incluso más profundo en Europa, que es líder mundial en material de abuso sexual infantil, según informa la plataforma Child Safety Online.

Ahora, ¿se perseguirá penalmente, una vez disuelta la comunidad, a quienes la han creado o participado en ella? ¿Se complica la labor de las autoridades cuando sus miembros son de distintos países, como parece el caso? ¿Se sigue el rastro de los contenidos volcados en lugares como este, a fin de evitar que las fotografías mostradas en ellos den la vuelta al mundo? ¿Encuentran los artífices de estos grupos algún tipo de rédito económico, al captar aquí material con el que puedan luego comerciar? Son preguntas que EL ESPAÑOL ha realizado de forma reiterada a la Policía Nacional, la cual no ha respondido por falta de tiempo. Con todo, este diario ha hecho llegar las señas del grupo a la Policía, así como ha denunciado su existencia a través del mismo Telegram.

Juanma lleva tiempo agazapado en la comunidad, sin haber mandado allí fotografías, vídeos o, siquiera, un saludo. Tampoco EL ESPAÑOL ha tenido que participar de las conversaciones en el grupo para entrar y permanecer en él, ni ha difundido ningún tipo de material, aunque las reglas pidan lo contrario. El perfil con el que este medio se ha colado allí carece de nombre y de edad manifiesta. Esto es: ni el administrador ni ningún miembro de Aportes Especiales tiene forma de comprobar si los usuarios del grupo, y quienes consumen la pornografía infantil allí volcada, son también menores. Ni siquiera parecen interesados en saberlo.