Circulando por la M-505, a escasos metros de una de las entradas al municipio de Galapagar, en Madrid, un cartel blanco con cuatro letras negras en mayúscula llama la atención de todos aquellos que pasan por allí: "LEÑA". Detrás de la gran verja que aguarda kilos y kilos de troncos se encuentra el pequeño negocio familiar de Emilio, una leñera con diez años de antigüedad que suministra madera a toda la zona e incluso a provincias como Toledo, Segovia o Ávila.
Su juventud estuvo dedicada a la construcción, sector en el que trabajó con sus padres y hermanos hasta la edad de 23 años, cuando decidió independizarse. Con toda una vida por delante, Emilio se lanzó a la aventura y montó una constructora. “Al principio me fue muy bien. Hacíamos unos 16 chalets al año”, cuenta a EL ESPAÑOL. Sin embargo, el 2008 llegó en forma de batacazo para él y su familia, que con una deuda de cuatro millones de euros, se vieron obligados a cortar el crédito que tenían. “Me arruiné totalmente”.
Con un terreno, un camión y una excavadora —lo único que tenía en aquel momento— Emilio volvió a arriesgar, apostando en este caso por el sector de la leña, un mundo muy estacional, que ha cambiado poco con el paso de los años y que, tal y como él mismo afirma, es difícil poder vivir de él sin otras actividades complementarias. Durante los meses de invierno, la venta de leña experimenta una subida exponencial respecto al resto del año. Sin embargo, la crisis energética derivada de la guerra de Ucrania y la subida del precio del gas ha hecho que este año los clientes de Emilio se hayan adelantado y estén realizando ya grandes pedidos en pleno mes de agosto. “Mucha gente que hacía diez años que no encendía la chimenea, por miedo al corte de gas, quiere tener la leña preparada en caso de que falten otros suministros”.
Cuando Emilio comenzó en el sector, el kilo de leña se vendía a 0,16 euros. En la actualidad, y a pesar del incremento generalizado de los precios en el mercado, se vende a 0,22 euros. “No ha sido una subida demasiado alta”, asegura. Ante esta situación, cada vez son más los que apuestan por calentar sus casas en invierno con energías más baratas. “La crisis es energética y la leña es energía. Todo ha subido el doble: el gas, la luz, el gasoil… Esto solo ha subido del año pasado a este tres céntimos, de 0,19 a 0,22 euros el kilo”, explica.
Por ello, lejos han quedado aquellas épocas en las que los meses de noviembre, diciembre y enero se convertían en el punto álgido de venta. Ahora, en pleno verano y con temperaturas rozando los 40 grados en la región, la ciudadanía prefiere no arriesgarse y ya comienza a hacer acopio de leña. “La gente que compra ahora es para asegurarse el precio. Un precio ahora mismo bastante bueno, aunque haya subido, porque respecto a las otras energías es baratísimo”, cuenta.
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La anticipación de los clientes se debe, principalmente, al temor a que se produzca un incremento de los precios de la leña durante los próximos meses. Sin embargo, ese no es el único motivo. El miedo al desabastecimiento de este producto también ha sido uno de los alicientes para que se adelanten este año las compras. “La gente quiere asegurarse de que van a tener leña para ellos. Las expectativas de que vaya a haber para todos no son buenas”, asevera Emilio.
A pesar de ello, ve difícil que se pueda llegar a una situación de desabastecimiento, aunque bien es cierto que, desde el sector, se ha notado una reducción del corte respecto a otros años, lo que ha provocado que la cantidad de leña sea menor. “Esperemos que no haya desabastecimiento, porque provocaría una subida de precios y una desestabilización en el sector que no interesa a nadie”, comenta.
Según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Estufas, Chimeneas y Cocinas para Combustibles Sólidos (AEFFECC), la venta de estufas de leña y pellets (aplicación evolucionada de la biomasa, usada como biocombustible para generar bioenergía) ha aumentado este año un 30%. Entre los principales motivos se encuentra el deseo de los consumidores de encontrar una alternativa a las altas facturas derivadas del uso de la calefacción. Sin embargo, la situación del pellet es muy diferente a la de la leña. “Ha subido más. Un saco de 15 kilos que antes valía 4,50 euros ahora ya está en 7. Eso sí que va a subir sí o sí”, asegura Emilio.
Incluso no se descarta que sí existan problemas de desabastecimiento respecto a este producto. La gran cantidad exportada este año a países como Francia o Italia ha dejado en jaque al territorio español. “Entre eso, que pellet hay justo y que se han vendido el año pasado muchas calderas de pellet, va a estar muy ajustado. Va a faltar”.
Un trabajo de sacrificio
Emilio vive de la leña en invierno y de las reformas y “chapuzas” en verano. “Esto lo puse de apoyo”, cuenta a este periódico. Con el paso del tiempo, su empresa ha ido creciendo hasta configurarse como una de las que mayor reputación tiene en la zona. Sin embargo, él mismo asegura que se trata de un sector del que es muy difícil poder vivir. “Hay temporadas enteras que no se vende nada. Tres o cuatro meses de verano que no se vende nada”, asegura.
Cada mañana, su mujer se encarga del teléfono y de atender a los clientes que se acercan a la nave para adquirir pequeñas cantidades. Mientras tanto, Emilio sale a repartir con el camión y suministrar leña a los clientes de la zona. La subida del precio de la gasolina y el diesel también ha afectado a su negocio. Sin embargo, se enorgullece al asegurar que, a pesar de estar más apretados que nunca, mantienen los mismos precios. “Nosotros solo hemos subido la leña porque nos la han subido a nosotros. Por llevar leña a casa de una señora y colocarla cobramos lo mismo. No hemos incrementado nada”, asegura.
No ve futuro al mundo de la leña y lo dice claramente. “Para vivir no te da”, asegura. Además, cada día ve como menos leñeras continúan en activo a pesar de que la demanda aumenta. “Fíjate si hay negocios que poner y nadie está poniendo leñeras. Todo lo contrario, están cerrando. Ese es el futuro de la leña”, señala. Un trabajo sucio, muy duro, en el que se invierte el día entero moviendo kilos y kilos de leña de un lado para otro. “Es muy sacrificado, yo lo entiendo”.
El héroe de Níjar
Además de por su empresa de venta y suministro de leña, Emilio cuenta con un pasado heroico. Corría el año 2013 cuando él y sus dos hermanos veraneaban con su caravana en una playa de Níjar (Almería), como solían hacer cada año en época estival. El madrileño, buen conocedor del mar y amante del buceo, comenzó pronto a percatarse de las corrientes que se estaban generando en la zona y del peligro que podrían conllevar.
Sin embargo, un hombre, sus dos hijos y una señora mayor no dudaron en adentrarse en el mar sin pensar en las consecuencias que ese pequeño acto podría tener. “De repente se metieron como en una especie de remolino y no podían salir”, cuenta Emilio.
Sin pensarlo ni un momento, los tres hermanos decidieron actuar. Con pocos recursos a mano decidieron mirar en el interior de la caravana, donde encontraron una cuerda de varios metros. Rápidamente, uno de ellos se la ató a una de sus muñecas y, junto con la ayuda de sus dos hermanos, comenzaron a sacar tanto a la familia que se había adentrado en el mar como a aquellas personas que se habían lanzado al agua para intentar ayudar y que también habían quedado atrapadas. “Sacamos como a unas 15 personas”, asegura. Un acto de heroicidad que les hizo aparecer en las portadas de algunos medios de comunicación locales, que bautizaron a los hermanos como los héroes de la cuerda de la Cala del Plomo.