Comenzó estudiando la carrera de Filosofía, aunque pronto se dio cuenta de que las letras puras no eran para él. Por ello, tras finalizar el grado, Carlos, de 29 años, decidió dar un vuelco de 180º a su vida para pasar de reflexionar sobre las doctrinas de Platón y Aristóteles a adentrarse en el mundo rural a través de la ciencia y la tecnología relacionada con las explotaciones agrícolas. “En 2017 empecé la carrera de Ingeniería Agrícola, me gradué el año pasado, defendí mi TFG y llevo ya trabajando un año y medio”, cuenta a EL ESPAÑOL.
A día de hoy, pocos son los jóvenes que pueden decir con la boca grande que han logrado encontrar un empleo nada más terminar su etapa universitaria. Es el caso de este madrileño al que la Ingeniería Agrícola le ha abierto durante el último año un amplio abanico de ofertas de empleo. “Cuando terminé la carrera entré a hacer prácticas en la empresa PLANTAE y después me ofrecieron un contrato laboral. Estuve allí un año y en mayo ya empecé a trabajar en Norel, hasta ahora. Dejé una empresa el 29 de abril y como era puente empecé en esta el 3 de mayo. No he estado sin trabajar”, explica orgulloso.
En la actualidad, Carlos trabaja en Norel, una empresa dedicada a la nutrición animal. En concreto, realizan aditivos para mejorar la salud de los animales a través de la alimentación. “Yo soy el responsable del proyecto de una de las líneas. El comercial tiene el contacto directo con el cliente y yo le doy soporte a nivel científico. Yo les proporciono soporte con ensayos que se han hecho y desarrollamos productos nuevos que se adapten al mercado y a las tendencias regulatorias de la UE”.
Pero para conocer cómo decidió dar el salto de estudiar Filosofía a adentrarse en el mundo de la agricultura, hay que remontarse años atrás. A Carlos siempre le había interesado la naturaleza. Sin embargo, fueron unos voluntariados realizados en ‘Manos Unidas’ durante su último año de la carrera de Filosofía los que le hicieron tomar la decidión.
“Trabajaban el tema de la seguridad alimentaria en el sentido del derecho a la alimentación. Me empecé a interesar por ello y por la agricultura, un poco movido por la preocupación por la producción de alimentos y dar de comer a todo el planeta”, explica. A partir de ese momento, tal y como él mismo apunta entre risas, estudió la carrera y se le dio “bastante bien”.
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100% de empleabilidad
En la actualidad, el título de Máster de Ingeniería Agrónoma cuenta con un 100% de empleabilidad. Es decir, todos los alumnos que finalizan dichos estudios encuentran trabajo una vez superan sus respectivos créditos y presentan su Trabajo de Fin de Máster. Para poder acceder a este máster genérico y habilitante, los alumnos deben haber cursado anteriormente alguno de los siguientes grados: Ingeniería Agrícola — como es el caso de Carlos —, Ingeniería Alimentaria o Ingeniería Agroambiental. Sin embargo, tal y como explica la subdirectora de prácticas y empleabilidad de estas ingenierías de la Universidad Politécnica de Madrid (UOM), María Jesús Villamide, muchos de los alumnos encuentran trabajo antes de terminar los grados y sin haber incluso cursado el máster.
En el caso de Carlos, nunca estuvo convencido de dar un salto más y matricularse en el máster. “A mi me influyó mucho el pensar que ya tenía una edad y que debía empezar a trabajar. Pero me parece bastante fácil encontrar trabajo nada más salir, solo con el Grado. Quizá accedes en un primer momento a puestos más bajos, pero la formación dentro de la empresa y el recorrido y las posibilidades que tienes me parece que compensan”, señala.
Una idea que también comparte María Jesús y que asegura le pasa a muchos estudiantes. “Hay mucha gente que se queda en el paso anterior porque consideran mejor esperar a ver si les interesa hacer ese máster u otro, en el caso de que se quieran especializar en algo muy concreto”, apunta.
— ¿Por qué estos grados cuentan con un índice tan alto de empleabilidad?
— Nos olvidamos de algo, y es que España es una potencia mundial en producción de alimentos. Siempre decimos que están otros como Holanda, que es más importante proporcionalmente. Pero España es la despensa de Europa en producción de hortalizas y cítricos. Y es también una potencia en ganadería, siendo el cuarto o quinto país en producción porcina del mundo. Eso da lugar a un sector primario muy importante. Además, hay una situación coyuntural.
— ¿Y qué está sucediendo en las empresas?
— Lo que ocurre en muchas de ellas es que están llegando a la jubilación un número muy importante de gente. Estamos llegando a la fecha próxima de la jubilación de toda aquella gente que se formó cuando el ‘boom’ de nacimientos. Las empresas ven cercana esa jubilación de sus técnicos más senior y hace que aumente la demanda.
Pocos alumnos
Pero a pesar de ser una de las carreras con mayor índice de empleabilidad, cada vez cuesta más convencer a los nuevos alumnos de que se planteen este tipo de estudios. “Entre 2015 y 2020 salieron de nuestra escuela un total de 104 egresados de Máster. Son poquísimos. Hay un número mucho menor de ingenieros agrónomos de los que había años antes”, comenta María Jesús en conversación telefónica con este periódico. Ella misma asegura que este es, cada año, el gran reto de la UPM: animar a los alumnos a cursar estas ingenierías.
“Yo creo que es porque no está de moda y no está de moda porque se habla poco de ello y cuando se habla se habla de forma pesimista. Se habla de la parte negativa y no de la positiva. Se ve como algo anticuado, como que no está a la moda. En realidad es lo contrario. La agricultura y la ganadería está altamente tecnificada”, asevera María Jesús.
Misma opinión la de Carlos, que achaca además estos problemas al desconocimiento de la sociedad en lo relativo al mundo rural. “La gente está completamente despegada de este universo”, explica. Del mismo modo, considera que no existe ni contacto ni interés, “ni siquiera por saber qué frutas y qué verduras son de temporada”. Cree que existe conciencia y preocupación por lo que comemos, pero considera que existe una desconexión con el verdadero origen.
Lo comprueba en sus viajes de BlaBlaCar, que tal y como él mismo afirma, es un servicio que usa con frecuencia. Cuando pasa con el coche por un campo de girasoles y le comenta a su compañero de viaje que es ingeniero agrícola, la conversación se dirige inmediatamente hacia esos derroteros. “Me sorprende el desconocimiento que hay de cómo se producen las cosas, de cuáles son las problemáticas, del impacto ambiental que tiene lo que hacemos y yo creo que esa es la causa del desinterés. No saber qué es un ingeniero agrícola más allá de lo que piensan muchos, que creen que es un granjero cualificado”, comenta.
— ¿Crees que la gente joven no quiere trabajar en el campo?
— En este trabajo hay dos cosas. Primero, el nivel económico. Junto con los ingenieros de montes, las ofertas que tenemos son peores. Conozco ingenieros aeronáuticos o industriales que, con el mismo tiempo de trabajo, ganan mucho más dinero y tienen mejores ofertas. Por otro lado, si te dedicas a la ingeniería agrícola, el contacto con el mundo rural es prácticamente inevitable. Si no te interesa el mundo rural no tienen ningún sentido estudiar esta carrera, pero si alguien encuentra algo que le llama la atención, como en mi caso, tienes más posibilidades de hacer un trabajo más “ingenieril”. Estudiando otras ingenierías serás el ingeniero industrial nº 1.437 y te contratarán para hacer excels. Probablemente no volverás a ver un plano en toda tu carrera.
Falta de ingenieros agrícolas
Durante la entrevista, una de las mayores preocupaciones que expresa Carlos son las consecuencias que puede haber a nivel social si la gente deja de estudiar este tipo de ingenierías y comienza a haber falta de mano de obra de ingenieros agrícolas. “Eso puede implicar que todos los avances y la tecnificación que necesita el campo no se hagan. Al final, somos los ingenieros los que nos encargamos de esto”, comenta.
Anteriormente, Carlos trabajaba en una start-up donde se utilizaban sensores punteros.”Ese avance tecnológico repercute de forma directa en el impacto ambiental de la agricultura”, asevera. Por ello, considera imprescindible que, para poder contar con una agricultura más sostenible es necesario contar “sí o sí” con ingenieros agrícolas.
De cara a los próximo 50 años, este madrileño asegura que la sociedad deberá enfrentarse a tres grandes problemas: la multiresistencia a los antibióticos de las bacterias, al cambio climático y a la sequía. Tres problemas en los que, tal y como confirma, será completamente necesaria la intervención de este tipo de ingenieros.
Por ello, no solo él, también desde la UPM lanzan una alerta sobre la necesidad del ingreso de nuevos estudiantes en este tipo de titulaciones. Lo dicen de forma clara y contundente: “Se necesitan muchos técnicos”. Pero la realidad es que, a pesar de la alta empleabilidad y de poder conseguir trabajo nada más terminar la carrera, todavía quedan pocos apasionados por el mundo rural como Carlos.