Celia es tan buena con el violonchelo que hicieron una ley para ella: acabó 14 años de carrera en sólo 9
Celia es una de las promesas del cello más destacadas del mundo. Ahora estudia en la Mozarteum (Salzsburgo), donde la llaman "la genio española".
1 octubre, 2022 04:06Celia Ruiz se sentó por primera vez en su butaca del Conservatorio Profesional de Música Esteban Sánchez, en Mérida, como Harry Potter cuando se colocó bajo el Sombrero Seleccionador en su primer día en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Apenas tenía ocho años y medio y, como al mítico personaje de J. K. Rowling, fue el instrumento quien la eligió a ella y no al revés. Nueve años después de aquello, Celia se ha convertido en uno de los mayores prodigios del violonchelo y la única en España que ha terminado la carrera musical con menos de 18 años después de que se hiciese un Real Decreto exclusivo para ella.
"Dieron un concierto para elegir instrumento y yo me enamoré del cello; se parece bastante a la voz humana", cuenta Celia a EL ESPAÑOL. Los sacrificios hasta llegar a la Universidad Mozarteum de Salzburgo (Austria), donde estudia ahora, han sido incontables, tanto por su parte como por la de su familia. Solo la residencia allí -un estudio de 30 metros cuadrados- les cuesta a sus padres, profesores ambos, 1.200 euros mensuales. Una inversión incierta pero avalada por un historial académico único en España.
Con 10 años, Celia ya tocaba con Ara Malikian. "Fue a un programa de televisión que se llamaba Virtuosos, donde formaron una orquesta de niños talentosos y se fueron de gira con Malikian", recuerda ufana su madre Inma. Tres años más tarde volvió a la televisión, al programa que mejor define a esta emeritense, Prodigios, donde fue juzgada por profesionales destacados como Ainhoa Arteta, Nacho Duato o Andrés Salado.
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Pero, sin duda, lo que más sorprende de Celia es su precocidad académica, cuya trayectoria está formada casi íntegramente de 'highlights'. "Me saqué el Grado Elemental en tres años, aunque normalmente es en cuatro. Tenía 10 años cuando salté al Profesional, y mis compañeros de clase tenían 15", explica esta violonchelista.
Sus padres veían que avanzaba muy rápido y la animaron a saltarse cursos. Así, para el Grado Profesional, que está planificado para realizarse en seis años, se mudó al Conservatorio "Tomás Bote Lavado" de Almendralejo, donde tras superar los exámenes de nivel la admitieron. En tan solo tres años, la mitad de lo estipulado, Celia ya tenía el título. En total, había adelantado ya en cuatro años a quienes entraron al mismo tiempo que ella en el conservatorio.
ESO y Bachillerato
Las rutinas que Celia ha llevado durante toda su vida no han sido las que uno imagina en una niña. Al mismo tiempo que iba haciendo cursos de conservatorio que, por edad, no le correspondían, y en una ciudad que no era la suya, Celia no descuidó el instituto.
Cuando empezó el Grado Superior en el Conservatorio Bonifacio Gil, Celia tenía 13 años y una vida de adulta. "Por la mañana iba a Badajoz, en taxi o tren, para las clases del conservatorio. Luego estudiaba en mi casa 3 horas más, y después me ponía con lo del instituto, que me dejaban hacerlo a distancia, durante otras cuatro horas", recuerda.
No hizo, eso sí, los cuatro años de la ESO a distancia, pero no porque fuese presencial: "3º y 4º de la ESO los hice de golpe, también me adelantaron en el colegio", afirma Celia como quien narrase algo de lo más normal. El resultado es que a los 15 años, edad a la que los demás empiezan, ella ya había acabado el Bachillerato.
Una vida tan ajetreada acarreó que no siempre pudiese dormir ocho horas, o que algunos fines de semana no pudiese salir con sus amigos. "Me hubiese gustado tener algún día más relajado", confiesa. Además de la música, sus otras aficiones son leer misterio y fantasía, pasar tiempo con su gato y decorar sus apuntes.
Lista por Real Decreto
Cuando Celia se dispuso a comenzar el Grado Superior con 13 años se encontró con un problema: estaba prohibido. La gente, normalmente, acaba el Grado Profesional con 18 años, no con 13. "En España la ley establece que para empezar enseñanzas superiores hay que tener 16 años o 2º de Bachillerato", explica su madre Inma.
El caso de Celia era excepcional por dos motivos. El primero, claro, poseer el Grado Profesional pese a su edad. El segundo, que tenía informes donde se acreditaba que era una niña con altas capacidades. A través de esos informes consiguió que le hicieran la prueba de madurez.
Por otro lado, la Secretaría General de Educación de Extremadura dictaminó un Real Decreto exclusivo para ella y que pudiese así acceder a la enseñanza superior, requisito sin el cual no podría haber empezado el Grado Superior.
Este avance tan vertiginoso ha dejado secuelas en una economía familiar que a duras penas podía seguir el ritmo al intelecto de la niña. "El último violonchelo que le compramos fue en 2018 y costó 16.000 euros", cuenta Inma.
Desde entonces, una de las principales fuentes de ingresos para sostener la carrera musical de Celia son las fundaciones y los mecenazgos. "Su actual violonchelo, mucho más caro, se lo dio en enero una fundación de vinos de la Borgoña francesa donde tocó delante de gente muy rica", dice su madre.
Además, a sus 17 años ya ha sido becada para recibir clases en Zúrich, le han dado clases intensivas en Liechtenstein gracias a "una poderosa fundación que patrocina a músicos" y, tras superar tres exámenes de acceso, va a empezar el último año del Bachelor austríaco (el equivalente a la carrera, que ya la tiene en España) en la Mozarteum, donde la llaman "la genio española".
"Hemos gastado mucho dinero y lo que nos queda. Un sueldo va para Celia. Gracias a Dios no tenemos hipoteca, la hipoteca es ella", afirma Inma, profesora de música en un instituto.
Celia, como su madre, sabe que el futuro es incierto para cualquiera que sueña con vivir de la música. "Hay gente que no valora la música. Cuando les dices que estudias música te dicen 'sí, pero ¿aparte?'. Está infravalorada", se lamenta. De momento, sigue aprendiendo alemán y no sabe cuánto tiempo más estará en Salzburgo. Aunque hay algo que sí tiene claro: se imagina tocando en la Ópera de París o llenando el Teatro Romano de Mérida.