Joaquín Fernández se acaba rompiendo mientras rememora la secuencia agónica que comenzó con una simple operación de amígdalas de su hija menor, Manuela, hasta que prácticamente muriera desangrada en sus brazos a los cinco días de ser intervenida en el Hospital de Alta Resolución de Écija (Sevilla) del Servicio Andaluz de Salud.
Aún no ha podido asimilar lo ocurrido. Él, su mujer, y su hijo mayor de 9 años están en tratamiento psicológico. "Privado. Y hasta hoy, nadie del hospital ha contactado con nosotros. Silencio total".
Joaquín narra que su pequeña Manuela, de 3 años, encadenaba muchos resfriados todos los inviernos, con lo que su pediatra recomendó que la mirara un otorrinolaringólogo del Servicio Andaluz de Salud. "Se le hizo una radiografía y se vio que tenía las amígdalas más grandes de lo normal, con lo que recomendó que la operaran. Nos dieron cita para la operación el 27 de octubre".
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Los padres coincidían en que la niña era demasiado pequeña para ser intervenida "pero claro, tú confías en los profesionales", explica Joaquín a EL ESPAÑOL. A principios de septiembre les telefonearon para adelantarles la fecha de la operación, una fecha que se fue moviendo hasta quedar fijada el 19 de septiembre. "No le hicieron análisis. Para la prueba de la anestesia, la pesaron. Hizo 13 kilos, dos menos de los 15. Pero nos indicaron que era una operación sencilla y que le pondrían un poquito menos de la anestesia y ya está. Otra vez confiamos en ellos".
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La operación
La intervención comenzó a las 9,15 horas de la mañana del 19 de septiembre. Se le practicó una amigdalectomía con adenoidectomia, que necesitó anestesia general, debido a la hipertrofia de amígdala y adenoide que sufría Manuela, y que le provocaba dificultad respiratoria nasal y ronquidos nocturnos. "A los 45 minutos le dieron el alta", cuenta el padre. "Pero nos quedamos en la habitación hasta las 18 horas, porque la anestesia le afectó muchísimo y no se levantaba".
En todo ese tiempo, "no fue a verla el médico que la había operado. Vino otro. Nos dijeron que había tenido que marcharse". De hecho, según la familia, el facultativo no volvió a verla jamás. Joaquín suspira y recuerda como en el papel de aquel primer alta tras ser operada, el médico que la intervino detalló que si la niña presentaba molestias, que se la derivaran. "Nunca lo hicieron".
Al acudir a la farmacia antes de llegar a casa, se dieron cuenta de que no les habían cargado las recetas de la medicación indicada para el posoperatorio. "Al médico se le olvidó, con lo que tuvimos que volver de nuevo al hospital. Nos hicieron el trámite a las 19,15 horas".
A la mañana siguiente, Manuela ni comía ni hablaba. Estuvo todo el día echada y sin moverse. Ante esa situación, la llevaron a Urgencias al mismo centro hospitalario. "Nos dijeron que era normal, que no pasaba nada. Nosotros pedimos que le cambiaran la medicación, porque todo lo recetado era por vía oral y la niña no podía tragar. Nos cambiaron un único medicamento por supositorios, y le volvieron a dar el alta".
Segundo día tras la intervención. Manuela no solo no evolucionaba, sino que se iba apagando. "Intentaba tragar y no podía. Ni hablaba ni comía". La tarde del 23 de septiembre, dado su estado, la llevan de nuevo a Urgencias donde le ponen un urbason para bajarle la inflamación de la garganta. A la media hora le vuelven a dar el alta. "El urbason es un vasodilatador. Creemos que eso fue la estocada final". Llegó la noche, y Joaquín se quedó velando a la niña para que su mujer, embarazada de 6 meses, pudiera dormir.
El final
"A las 5 de la madrugada Manuela se pone muy agitada. Y comienza a tener arcadas. La cogí en brazos, y de pronto vomitó sangre. Muchísima. Prácticamente toda la que tenía su cuerpo". Desesperados, tuvieron que dejar solo a su hijo de 9 años en casa -en estado de conmoción- y acudieron volando a Urgencias del Hospital de Écija. "La niña llegó prácticamente desangrada". Fue diagnosticada con un shock postoperatorio hipovulémico.
Allí no podían hacer nada por ella: había que derivarla al Hospital Virgen del Rocío. La ambulancia medicalizada -necesaria dada su gravedad- tardó 3 horas en llegar al Hospital para trasladarla al Virgen del Rocío.
Ya en Sevilla, y pese a las transfusiones, le indican que sigue con hemorragias y que hay que operarla. Pero Manuela no pudo más. "Tenía muerte cerebral en un 90%. Nos dijeron que lo habitual es que el 10% que le quedaba se iría apagando". Y así ocurrió. Manuela falleció el 24 de septiembre. Exigieron la autopsia, cuyo resultado desconocen todavía pese a haber pasado un mes.
El padre se rompe. "No se lo merecía. Lo que ha pasado era remediable" , solloza Joaquín. Desde esa fecha, asegura que el Hospital de Écija no sólo no ha contactado con ellos, sino que no les han facilitado ningún papel cuando han ido a solicitarlos. La familia está dispuesta a llegar "hasta el final": este jueves han puesto el caso en manos del abogado Fernando Osuna. "Yo sé que no voy a recuperar a mi hija", continúa llorando Joaquín. "Pero tengo que darle voz, ahora que ella no puede defenderse".
Osuna detalla a EL ESPAÑOL que el Hospital de Écija podría haber incurrido en un presunto delito de homicidio por imprudencia. La familia ha reclamado al hospital el informe de la autopsia, para determinar si la niña fue operada sin una analítica de sangre previa, y que fue dada de alta "sin la correspondiente revisión por parte del responsable de la intervención quirúrgica y sin que el mismo introdujera los datos de la medicación para el postoperatorio en la tarjeta sanitaria de la menor".
Fuentes del Servicio Andaluz de Salud consultadas han declarado a este periódico que "lamentamos el fallecimiento y, si finalmente se confirma la demanda, el hospital está a disposición del juzgado para lo que requiera".