Lo dice el mismísimo Evangelio: “Dejándolo todo, lo siguieron”. Y fue precisamente eso lo que hizo Álvaro, que con tan solo 30 años dejó su vida a un lado para ofrecérsela al Señor. Él mismo lo reitera en varias ocasiones durante la entrevista. “Si el Señor te llama, lo puedes dejar todo y seguirle. Yo soy el claro ejemplo”, cuenta a EL ESPAÑOL. Y es que este joven nacido en Castañar de Ibor, una pequeña localidad de Cáceres, lo tenía todo en la vida. Tras finalizar sus estudios de Ingeniería Aeronáutica consiguió entrar en la compañía Iberia, donde obtuvo un puesto que le ofrecía unas condiciones de vida inmejorables. Tenía contrato indefinido, un buen salario, novia, una casa propia de 120 metros cuadrados, piscina, gimnasio, garaje y, aunque parezca menos importante, vuelos gratis.
Sin embargo, nada de eso llenaba a Álvaro, que cuando llegaba cada noche a su casa se sentía vacío por dentro. “Siempre le daba vueltas y pensaba que a lo mejor tenía que ser sacerdote. Cuando llegaba por la noche y me sentaba en el sofá sentía que me faltaba algo. Con 30 años dije: “Señor, yo ya he hecho mi voluntad y ahora yo quiero hacer la tuya”. Y decidí dar el paso”, explica.
Un paso que, aunque tenía claro desde hacía mucho tiempo, se vio motivado por lo que él mismo define como una sucesión de milagros. Álvaro estudiaba en la Universidad Politécnica de Madrid, donde un día se organizó un torneo de baloncesto de 3x3 patrocinado por Orange y la ACB. El procedimiento era sencillo: introducir una papeleta con tus datos en una urna. El propietario de la papeleta elegida debía encestar una canasta desde 15 metros de distancia para llevarse como premio, nada más y nada menos, que un coche. “Cuando eligieron la mía yo ya empezaba a ver los milagros. Yo pensé: “Señor, aquí tienes que actuar. Si tú quieres que sea sacerdote, tengo que marcar la canasta””. Y dicho y hecho. Tras retirarse a un lado de la pista para hacerle la petición a Dios, Álvaro se colocó, cogió fuerza, encestó la canasta, se llevó el coche y fue así como inició su trayectoria como sacerdote.
La infancia de Álvaro fue una infancia feliz y normal, como la de cualquier niño que vive en un pueblo pequeño. Una familia con muchos primos y, eso sí, muchos amigos. “En los pueblos es mucho más fácil jugar con más gente porque todos los niños salen a la calle. Todo el mundo es más amigo de todo el mundo y es muy fácil tener una infancia feliz”, explica en conversación con este periódico. Sin embargo, desde que era niño, la relación de Álvaro con la religión y la fe era algo que se hacía notar.
De hecho, él mismo recuerda que jugaba a ser sacerdote. Con una bata y una Coca-Cola daba misa a sus hermanos y a sus primos. “Cuando fui creciendo hice un Cristo de madera, incluso jugaba con los playmobil a hacer misa”, explica. Pero a pesar de su pasión por el catolicismo, Álvaro tampoco podía ocultar su afán por la tecnología. “Nunca le había dado importancia, pero mi primera página web la hice en primero o segundo de la ESO. Fue completamente autodidacta. Con el FrontPage, que era una editor de web de Microsoft, hice la primera página web. Era muy sencilla, pero ahora mismo me pregunto: ¿cómo pude hacerlo?”.
Siguió creciendo con sus amigos del pueblo, pero siempre vinculado a la religión: hacía peregrinaciones y era catequista. Con tan solo 16 años ya se planteó la idea de entrar en el Seminario, pero “no era plan de dejar el instituto”. Consiguió una nota muy buena en Selectividad pero, por circunstancias de la vida, Álvaro acababa de terminar una peregrinación a Santiago que le hizo reafirmar aún más su deseo de entregarse a Dios. “En esa peregrinación me di cuenta de que mi vida era el sacerdocio y que quería ser sacerdote. Cuando llego a casa y lo planteo, mis padres no lo toman bien. Me decían que había llegado de algo muy emocionante y que la decisión que estaba tomando era más emocional que racional. Me dijeron que siguiera con mis estudios y cuando acabara el primer año me fuera”, añade.
Como le dio la nota para estudiar Ingeniería Aeronáutica en Madrid, finalmente hizo caso a la razón, preparó su maleta y se mudó a Madrid para matricularse en la Universidad Politécnica. Tras finalizar su primer curso, le contrataron en un Programa de Extensión Universitaria para nuevos alumnos. “Trabajé allí y lo disfruté mucho”, asegura. Sin embargo, fue justo el año antes de acabar la carrera cuando se le puso sobre la mesa una oferta imposible de rechazar. “Me contrató Iberia. Era la oportunidad de mi vida. Empecé a trabajar y todo muy bien. Tenía condiciones muy buenas, incluso vuelos gratis. A los dos años me metieron en un programa de jóvenes talentos y me ascendieron bastante. Con 30 años tenía la vida resuelta”, asegura.
La llamada
Pero a pesar de su buena vida y los viajes gratis que la compañía le ofrecía, nada de eso era suficiente para Álvaro. “Había un problema, era muy feliz, pero cuando llegaba por la noche me sentía vacío. Sentía que me faltaba algo en la vida”, cuenta. Y ese algo era su deseo de ser sacerdote. Decidió dar el paso, pero no fue hasta que no recibió una clara señal de Dios cuando por fin reafirmó su decisión.
La Universidad Politécnica de Madrid organizaba junto a Orange y la ACB un torneo de baloncesto de 3x3. Allí estaba Álvaro junto a sus compañeros de clase, que en aquel momento se encontraban en el interior de la biblioteca estudiando. No pudieron evitar ignorar el barullo que procedía del exterior y decidieron acercarse. “Había que rellenar tus datos, meter la papeleta en la urna e iban a sacar tres papeletas. Fue muy gracioso. Fui a hacerlo, pero mis compañeros me decían que eso era para que diese mis datos, los vendieran y luego me llamaran de compañías de la luz. Pero yo les decía que me dejaran”, cuenta Álvaro entre risas.
Metió su papeleta, firme y convincente. Y al rato, ocurrió el primer milagro. “Cuando entré de nuevo a la biblioteca pensé en mirar el móvil para comprobar que estaba en silencio y no molestar. Y justo me estaba llamando un número raro. Me dijeron que habían sacado la papeleta y que tenía que ir a tirar la canasta para ver si me tocaba el coche. Yo ya empezaba a ver los milagros”, asegura. ¿Cuántas posibilidades había de que justo cogiera el móvil en silencio cuando estaba recibiendo aquella llamada?
Álvaro bajó las escaleras, se acercó a la pista y le explicaron las condiciones del juego. Una sola oportunidad y 15 metros de distancia. “Me dijeron que lo llevaban haciendo cuatro años y que no se lo había llevado nadie”, añade. Decidido en sus pensamientos se retiró en una esquina y comenzó a rezar con un convencimiento claro: “Señor, ves las condiciones, tú ves que si esto pasa es un milagro… Si tú quieres que sea sacerdote, tengo que marcar la canasta”, enunció. Se colocó en el centro del campo, decidió tirar a cuchara con el objetivo de hacer una parábola perfecta y encestó. “En ese momento pensé que el Señor me quería para sacerdote”, sentencia.
Su salida de Iberia
Durante su trayectoria en Iberia, Álvaro fue consciente de que tenía que comenzar a movilizar su salida de la compañía para irse al Seminario. Habló con su jefe y fue en ese momento cuando surgió la primera y cómica confusión. “Mi jefe se llamaba Jesús y le dije que me iba al Seminario. Me dijo que no había problema, que como era en Toulouse, que cuántas semanas necesitaba. Lo estaba entendiendo como una formación”, cuenta. Por ello, Álvaro tuvo que decirle que no se trataba de algo ocasional, sino para siempre. Inmediatamente subió las escaleras directo a Recursos Humanos y lo enunció alto y claro: “Me voy, quiero ser sacerdote”.
Les dijo que ya lo había hablado con Jesús, lo que detonó en la segunda y cómica confusión. “Me dijeron que con qué Jesús lo había hablado, que si con Cristo. Yo les dije que no, que lo había hablado con Jesús mi jefe”, cuenta entre risas Álvaro. Aunque confiesa que les hizo ser conocedores de que también lo había hablado con Jesús Dios.
La decisión en su entorno no fue bien recibida. De hecho, él mismo define la respuesta en una palabra: fatal. “Tienes a un hijo al que le has pagado la carrera, ha conseguido un buen puesto, es fijo y que de la noche a la mañana diga que lo deja todo, a cualquier padre se le caen el alma a los pies. Lo pasaron muy mal y yo también. Ellos pensaban que se me había ido la cabeza, pero con tiempo y paciencia, sin juzgar, iban viendo que estaba feliz”, cuenta.
— ¿Te has planteado alguna vez dejar el sacerdocio y volver a Iberia?
— No es cuestión de un trabajo. No es una actividad laboral que yo complete por horas. Yo trabajaba 8 horas, pero ahora como sacerdote estoy 24 horas metido. Es una entrega absoluta. Es como una vocación, el amor por el amor. Es llegar a la plenitud de todo. Estoy feliz todo el día y me voy a acostar contento. No contento de felicidad y de que no pasa nada. La palabra contento es la acepción de una tranquilidad absoluta por estar haciendo lo que tienes que hacer. No quita que haya días duros. La vida del sacerdote no es buena siempre, tiene cosas buenas y malas, como todo en la vida. La diferencia está en cómo aplicar ese sufrimiento y cómo interpretarlo.
Su día a día
En la actualidad, Álvaro lleva dos pueblos de Badajoz: Fuenlabrada de los Montes y Villarta de los Montes. A uno de otro les separan exactamente 33 kilómetros. Al mismo tiempo, estudia en Toledo el Bienio en Historia de la Iglesia y Espiritualidad, el equivalente a un Máster. “Tengo líos como que hay gente de catequesis que no ha venido y quiere venir a por una partida de bautismo o gente que se ha casado un día y que luego hay un entierro. Hay muchas cosas. De mí no depende, depende de mí cómo afrontar eso”.
A pesar de su ajetreo, intenta no eludir responsabilidades. “Intento hacer misa todos los días en los dos pueblos, aunque a veces no puedo. Me gusta mucho ir a visitar enfermos, ir a comprar, ayudar a la gente que está en la calle. Intento ser sacerdote para todos, vengan a misa o no. Intento tener buena relación con las asociaciones culturales, la administración, las escuelas de música”, confiesa.
Su día a día implica ir al despacho parroquial, impartir cursos prematrimoniales, conceder partidas de bautismo y atender la confesión y la dirección espiritual. “Mucha gente viene a hablar conmigo. No sé por qué, pero yo creo que es porque todo el mundo necesita que le escuchen”, cuenta. Tal y como él mismo asegura, no se aburre nunca. De hecho, cree que ningún cura puede decir que se aburre.
Pero a pesar de tener siempre esta ajetreada jornada, Álvaro siempre logra sacar tiempo para una cosa: el rezo. “Según me levanto, me ducho y me pongo a rezar. Tengo un rato de oración de una hora u hora y media. Luego la misa, el Rosario y por la tarde-noche otro rato la oración y por la noche otro rato”, añade. Para él, se tratan de momentos de intimidad entre él y el Señor.
Misa en casa
El coronavirus encerró durante casi tres meses a la población en sus casas. Álvaro quería seguir todas las misas que se daban y, para ello, se organizó a través de un Excel que, en el futuro, daría lugar a lo que se ha convertido a día de hoy en Misa en Casa. Se trata en la actualidad de la plataforma de retransmisión de misas online con más visitas del mundo. Para él, es otro milagro más.
“¿Cómo se ha expandido tanto? Es un milagro. Yo no he hecho SEO, ni Marketing, ni Publicidad, ni he pagado nada. Se ha convertido en la plataforma de misas online más grande del mundo. No hay ninguna otra plataforma que ofrezca tantas misas como esta. Han pasado dos años desde la última vez que arreglé la página y sigo teniendo 1.500 visitas al mes. Es una barbaridad”, cuenta. De hecho, la repercusión fue tal que Álvaro llegó incluso a recibir felicitaciones desde el propio Vaticano. “A raíz de esto he planteado que la web se va a renovar, va a ser mucho más juvenil y las empresas que se han puesto en contacto conmigo quieren hacerlo gratis”.
Define las metas como algo “muy humano” y, para él, simplemente puede referirse a ellas cuando habla de lo que ha conseguido a día de hoy. Lo que venga por delante, lo desconoce. Se muestra contento por estar haciendo la voluntad de Dios y considera “bonito” ese abandono completo. “Yo ya lo he tenido todo y lo he dejado todo por el Señor. Ya está, no pido más que lo que Dios me quiera dar. Estaré donde haga falta”, asegura.
Sin embargo, sí hay una cosa que depende él y que le gustaría lograr: ser la primera parroquia 'eco friendly' de Extremadura. “Queremos que se sustente con energía solar instalando paneles solares. Queremos ser transparentes al medioambiente, no generar huella de CO2 y contar con luz solar”, concluye.