Paloma Pineda, de 43 años, y su hija India, de ocho, fueron asesinadas en la madrugada de este pasado lunes. El presunto asesino es David Maroto, de 44 años, pareja de la víctima mortal. “He hecho algo malo. He matado a Paloma”, le reconocía Maroto a su cuñado durante una llamada a las 3 de la madrugada. El cuñado alertó a las autoridades, que, rápidamente, se personaron en el lugar del suceso.
Pero ya no había nada que hacer. Paloma e India ya engrosaban la fatídica lista de víctimas de violencia de género en 2023 que asciende a seis. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, al menos en la mitad de los casos, los presuntos asesinos tenían antecedentes por maltrato, una circunstancia que se ha vuelto cada vez más recurrente y que ha reabierto el debate planteado por el Ministerio del Interior.
En dicho debate, Isabel Rodríguez, portavoz del Gobierno, reconoció hace 15 días que “algo está fallando”, ya que el número de víctimas mortales a manos de sus parejas o exparejas con antecedentes está aumentando. Por ello, el ministro Fernando Grande-Marlaska planteó el pasado 29 de diciembre una fórmula que persigue alertar a las potenciales mujeres víctimas de violencia de género de que su pareja tiene antecedentes y que puede ser un “agresor persistente”.
Tal fórmula plantea una serie de dudas, por ejemplo, a nivel jurídico, pues podría incluso chocar con las leyes de protección de datos, como ha planteado la Fiscalía en un informe. Sin embargo, las dudas van más allá. Trascienden incluso el debate jurídico. Pero el reciente asesinato de Paloma hace que se plantee la cuestión: ¿Si Paloma hubiese sabido que David había sido denunciado por vejaciones a su expareja en 2017 se habría podido evitar el asesinato machista? Es “difícil” saberlo.
“La propuesta de informar de los antecedentes de violencia de género puede resultar una medida tangencial, que, quizá, pueda ayudar puntualmente a alguna mujer que ya tenga dudas o reticencias en torno a continuar con su relación sentimental de pareja. Pero, en realidad, es muy difícil afirmar que esa medida vaya a prevenir un asesinato machista, no siempre ocurre así, ya que estamos hablando de algo muy complejo y muy grave”, explica a este diario Yolanda Bernárdez (Madrid, 1964), presidenta de la Asociación de Psicología y Psicoterapia Feminista.
La respuesta: Educar
De hecho, la profesional no sólo pone en duda la funcionalidad –al menos en todos los casos– de la medida planteada por Interior, sino que propone dar un giro en el debate para buscar una solución que frene la sangría de asesinatos machistas: “En vez de poner el foco en la víctima, se debería poner en el asesino, en el maltratador”.
“Lo que realmente previene un asesinato machista es ver, como sociedad, qué podemos hacer para que un niño no se convierta en un asesino, en un violento. Lo que previene la violencia machista es que un niño, que nace sin ser violento, se convierta en violento. O sea, todas las medidas que van destinadas a proteger a las víctimas están en un segundo nivel. El primer nivel es poner todos los esfuerzos en quien maltrata, en quien asesina. No hay que poner la carga sobre nosotras. El problema no somos nosotras, sino qué tiene que hacer la sociedad para que los niños, insisto, no se conviertan en asesinos machistas o maltratadores”, defiende con rotundidad Bernárdez.
En otras palabras, nada hubiese garantizado que si Paloma Pineda hubiese sabido que David tenía antecedentes por vejar a su expareja en 2017 se hubiese evitado su asesinato y el de su hija. Pero sí se hubiese evitado –o al menos reducido al mínimo las posibilidades de que ocurriera– si David hubiese tenido una correcta educación.
“Podrían ustedes hacer un estudio sobre qué ha pasado con la coeducación en España. ¿Se está coeducando? La LOGSE, por ejemplo, ya contemplaba un plan de educación en igualdad en las escuelas y eso está muy frágil y, de hecho, se está cuestionando. En Valladolid, donde ha ocurrido el asesinato, incluso hay representantes políticos que niegan la violencia machista”, sostiene al otro lado de la línea telefónica.
[Los antecedentes del asesino de Valladolid reabren el debate sobre el maltratador reincidente]
Pese a ello, es cierto que en el caso de Valladolid, la expareja de David Maroto decidió no ratificar la denuncia por vejaciones en 2017. Y es que había otro elemento que entraba en juego: ambos tenían un hijo. Por ello, la presidenta Bernárdez explica lo difícil que puede ser mantener una denunciar para una mujer, pues “el sistema tiene falta credibilidad”:
“Cuando una mujer no sostiene o confirma una denuncia se dan muchas situaciones. Nosotras hemos tenido pacientes que nos explican lo difícil que es sostener una denuncia, porque son caminos largos en los que la víctima pareciera que le tiene que demostrar al sistema que ella es inocente. Porque no se nos cree en un porcentaje alto de ocasiones. De hecho, en algunos casos de mujeres asesinadas se había valorado que 'no hay riesgo'. A veces no se sostiene una denuncia porque no se quiera, sino porque no se puede por miedo o por muchas circunstancias de agotamiento emocional y ya cuando hay hijos se complica muchísimo más”.
Mujeres que creen en el cambio
Aun así, otra cuestión a abordar es la existencia de algunas mujeres que creen en el cambio del hombre con antecedentes. “A veces, algunas mujeres que tienen una relación afectiva con un señor, aún sabiéndolos [los antecedentes], es probable que se empeñen en el deseo de que conseguirá ayudarle y que mejore su conducta”, expone la psicóloga. Eso, por tanto, también socavaría la funcionalidad de la propuesta de Interior de alertar a una mujer de su relación con un “agresor persistente”.
“Entiendo que si se ha propuesto esa medida es por algo tangencial - puntual, que no es la panacea de nada, porque a veces hemos conocido casos de mujeres que conocen ese dato y a lo mejor se enamoran de esa persona, porque precisamente conectan con una parte vulnerable del maltratador –como pasa en las relaciones interpersonales, que son complejas– y a lo mejor la mujer desea o tiene el anhelo de ayudarle a que cambie; y el deseo de que no le suceda nada a ella”, sostiene.
Eso sí, la psicóloga deja muy claro que, de raíz, el foco debe cambiar y en quien se debe depositar los esfuerzos es en la reconducción del agresor y en la educación de los niños. Mientras tanto, la sangría de la violencia machista sigue con seis víctimas en 2023 y 49 en 2022 –10 de ellas en un fatídico mes de diciembre–.