Nació en Jerez de los Caballeros, un pequeño municipio de apenas 10.000 habitantes situado en la provincia de Badajoz. Y aunque durante su etapa como estudiante de Bachillerato tuvo dudas sobre qué carrera escoger, finalmente, acabó decantándose por estudiar Ingeniería Química en la Universidad de Extremadura. “Yo prefería quedarme allí porque lo compaginaba con mis estudios en el conservatorio de Badajoz”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Ahora, más de 15 años después, Patricia García Muñoz puede estar orgullosa de formar parte del equipo de profesores de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Y no solo de eso, sino también de que, con tan solo cuatro cursos de experiencia como profesora universitaria, la extremeña ha recibido el premio 'Excelencia Docente Emergente'.
El galardón, tal y como ella misma cuenta en conversación con este periódico, reconoce la labor que desarrolla día tras día como profesora de universidad. “Es preparar las clases, darlas, llegar a los alumnos y que cuando terminen se vayan contentos y satisfechos porque les ha servido para algo”, asegura. Y es que, aunque confiesa que no cuenta con una fórmula infalible para mantener al alumnado atento y activo durante sus clases magistrales, la utilización de metodologías activas en las aulas ha provocado que la afluencia de los estudiantes en sus lecciones sea masiva.
“No te puedo decir que yo tenga la fórmula para poder llegar a todos ellos. Pero lo que sí que les digo es que yo voy explicando y que cuando les surjan dudas no lo dejen pasar. Que me pregunten, que no pasa nada. Muchas veces tienen miedo de preguntar una cosa que creen que es una chorrada o una tontería. Pero yo les digo que no, que me pregunten”, cuenta en conversación con este periódico.
Las metodologías cambian y, cada año, los profesores tratan de adaptarse en las aulas a las nuevas tendencias. Pero a pesar de ello, el absentismo universitario continúa siendo uno de los grandes problemas a resolver en el sistema educativo. Por ello, Patricia puesta desde el primer día por un tipo de clases magistrales mucho más amenas y entretenidas que las tradicionales.
“Las clases son de dos horas y, a veces, dos horas se les puede hacer muy pesado. Siempre la primera parte la dedicamos a ver la teoría y los conceptos teóricos, que puede ser algo más aburrido para ellos, y la segunda parte la dedicamos a hacer casos prácticos y resolución de problemas conjuntos. Así van viendo si se van enterando, si no, dónde es el punto en el que fallan, qué no entienden…”, explica.
Y es que, tal y como ella misma cuenta, la llegada de la pandemia puso en jaque al sistema universitario haciendo que los profesores tuvieran que entregar su rutina como docentes al servicio de las nuevas tecnologías. “Fue mi primer año aquí en la Politécnica, tuvimos que cambiar radicalmente la metodología. Pasamos de no poder dar clases magistrales a estar todos encerrados”, asegura Patricia. Y aunque al principio no fue nada sencillo, poco a poco fueron instaurando lo que se conoce a día de hoy como metodologías activas. Una forma de trabajo que ya ha llegado para quedarse y que, por el momento, está dando buenos resultados.
“Se están poniendo muy de moda. Son por ejemplo el aprendizaje basado en proyectos, en investigación, en retos, o incluso el aula invertida. Es un proceso de aprendizaje en el que ya todo el peso no recae sobre el profesor, sino que necesitamos que el alumno también responda, tenga una responsabilidad y nos dé un feedback para ver si se va enterando o no”, añade.
— Lleváis muy poquito tiempo aplicando estas metodologías. ¿Habéis podido comprobar si han provocado una mejora en los resultados de los alumnos?
— Yo podría hablar, por ejemplo de mis clases, sí que noto que la afluencia de los estudiantes es masiva. Sí noto que las aulas se llenan. En cuanto a los resultados, tendríamos que ver estadísticas y comparar con clases que hoy en día no implementan este tipo de metodologías. Todavía no hemos llevado a cabo estudios estadísticos para ver si con unos profesores con metodología tradicional van mejor o peor.
La asistencia
Faltar a clase se ha convertido en algo más que habitual para muchos estudiantes universitarios que, en ocasiones, ven la asistencia a las clases teóricas como una pérdida de tiempo. Un problema que el profesorado es consciente que existe y que, cada día, intenta resolver a través de las diferentes vías posibles.
“Yo les oigo hablar y ellos me dicen que están en un montón de academias y que prefieren ir allí porque les preparan mejor. Les dan lo mínimo que necesitan saber para superar el examen. Yo desde el primer día les animo a que no necesitan tener una academia. Con venir a clase y resolver las dudas que tengan es suficiente. Los profesores aquí tenemos un horario de tutoría, somos flexibles y las hacemos presencial y telemáticamente. Les intento convencer y en muchos casos lo he logrado, que no necesitan una academia”, explica Patricia.
Por ello, la vuelta de hoja al sistema tradicional y la aplicación de nuevas metodologías más prácticas y resolutivas se presentan como dos de las soluciones para acabar con esta problemática. “Quizás sí, quizás se fomente la asistencia, que vengan, que realicen este tipo de tareas. Yo veo que les suele gustar, salen contentos y con los conceptos aprendidos y mucho más motivados”.
Pero no es el único problema al que Patricia y el resto de profesores universitarios tienen que hacer frente en las aulas. En las últimas semanas se ha hecho viral el relato de Daniel Arias-Aranda, un catedrático de la Universidad de Granada con más de 25 años de experiencia como docente que criticó a través de una carta el uso masivo de móviles en las clases. "No estoy en contra del uso de las tecnologías de la información en clase, pero sí para otras cosas que no sean la clase", aseguraba.
Una opinión que comparte la extremeña, quien asegura haber podido comprobar de primera mano que los alumnos son incapaces de mantener su atención puesta en el profesor durante más de 20 minutos seguidos. “Es una realidad y podríamos decir que es un problema. Nosotros tenemos todos los apuntes a través de una plataforma online y eso hace que los alumnos, en vez de venir con 40 libretas como hacíamos antes, vengan con su tablet y su móvil y vean las diapositivas. Eso tiene su parte positiva y es que los alumnos no vienen cargados y solamente con lo poco que pesa una tablet ya pueden y les sirve para todas las asignaturas. Pero tienen ahí también otras aplicaciones que les suponen muchas distracciones”, confiesa.
Por ello, cuando se encuentra con este tipo de casos, Patricia tiene claro cómo actuar. Su objetivo es lograr captar de nuevo la atención de sus alumnos a través de un cambio de actividad o de la ruptura de la monotonía. “Si no, es bastante difícil que con las nuevas herramientas estén concentrados las dos horas”.
Su trayectoria
Una vez finalizados sus cinco años de carrera en Extremadura — uno de ellos como estudiante de Erasmus en Escocia — Patricia decidió matricularse en el Máster de Procesos Industriales de la Universidad Complutense. Su objetivo lo tenía claro y era, nada más y nada menos, que dedicarse a la investigación y poder realizar así su propia tesis doctoral. Cuando terminó sus estudios de Máster, le surgió la oportunidad de hacer el Doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, título con el que puso fin a su etapa como estudiante.
Sin embargo, realizar trabajos de investigación durante dos años en un país extranjero se ha convertido en un requisito "no escrito" imprescindible para que los investigadores españoles puedan optar a puestos de trabajos más consolidados. Y fue precisamente eso lo que le ocurrió a Patricia, que se vio obligada tras finalizar sus estudios a hacer de nuevo sus maletas y mudarse, en esta ocasión, a Estrasburgo (Francia).
Allí tuvo la oportunidad de llevar a cabo investigaciones relacionadas con la eliminación de contaminantes de las aguas que se utilizan para regar la zona del río Rin, un área dedicada especialmente a la viticultura y caracterizada por la alta contaminación a raíz del uso de pesticidas. Una vez finalizada su experiencia en la ciudad gala, la extremeña regresó de nuevo a España tras conseguir una plaza en la Escuela Técnica Superior Ingenieros Industriales de la UPM, donde en la actualidad desarrolla su labor como docente.
Su decisión la tuvo clara desde pequeña. Y como ella, cada vez son más las mujeres que se decantan por cursar este tipo de estudios. Pero a pesar de que los hombres siguen siendo mayoría en el ámbito de las ingenierías, lo cierto es que, según datos del Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial de España, el porcentaje de mujeres matriculadas en ingenierías ha aumentado un 6% en los últimos diez años.
Unos datos que se ven reflejados en las aulas. De hecho, Patricia ha sido una de las testigos de este incremento de alumnas. “Ahora mismo en las clases podría decirte que estamos en la mitad. En ese sentido aquí está bastante equiparado. En cuanto a la investigación, depende de donde se realice. Desde antiguamente, en las que se impartían en facultades había más afluencia de mujeres y en las escuelas técnicas de hombres. Ahora mismo eso también está cambiando”, asegura.
De la misma forma que está cambiando también la tendencia más que habitual hace años de los investigadores que se veían obligados a abandonar España para encontrar oportunidades laborales fuera de nuestro país. De hecho, cada vez son más las ayudas que el Ministerio de Ciencia ofrece a investigadores postdoctorales, que incluso llegan a trabajar desde España para empresas del extranjero. “Yo ahora mismo sí que creo que el retorno de la gente que está fuera está siendo mucho más fácil. Estamos recibiendo inyecciones de dinero bastante elevadas por parte del Ministerio y de los Fondos Europeos, por lo tanto, creo que estamos en otra época con respecto a hace unos años cuando no había plazas”, explica Patricia.
Su futuro
En cuanto a su futuro, lo tiene claro. La extremeña quiere continuar dando clase de la misma forma que lo ha hecho hasta ahora. “Mi objetivo es continuar llegando a los alumnos y que ellos estén satisfechos como lo están ahora. Así me lo han transmitido a través de las encuestas”, confiesa. Pero no deja a un lado su labor como investigadora y, sobre todo, el proyecto relacionado con las aguas residuales en el que participa junto a dos de sus compañeros.
“Pensamos que, en un futuro, los problemas relacionados con la contaminación del agua nos van a acabar llegando. No solo por los contaminantes que se detectan y que no sabe el alcance que pueden provocar, como son los emergentes, fármacos, microplásticos o nanoplásticos, sino también la resistencia a los antibióticos que se debe a la presencia de los genes que dejan las bacterias en las aguas”, asegura.
Por ello, conseguir proyectos a corto plazo y poder escribir artículos científicos sobre ellos son dos de sus principales retos. Pero incide en una cosa. Y es que confía con todas sus fuerzas en que la unión de la investigación y la docencia le permitan avanzar con el objetivo de conseguir, nada más y nada menos, que una educación mejor.