Eric es de Venezuela, aunque lleva viviendo en España cuatro años. Acaba de mudarse a un amplio y luminoso piso con grandes vistas del paisaje de Madrid, síntoma de que le va muy bien en lo profesional. Allí, recién instalado en su nueva vivienda, recibe a EL ESPAÑOL. Resulta paradójico que, de momento, no encontremos casi ningún mueble en su nuevo hogar. Y es que Eric gana 5.000 euros mensuales por montar los muebles de las casas de los demás.
A sus 32 años, este joven es un usuario más de TaskRabbit, una aplicación que está presente en más de siete países y que une a personas que necesitan ayuda con tareas domésticas -como montaje de muebles, electricidad, mudanzas, fontanería, carpintería o servicios de limpieza- con una red de personas llamadas 'TaskRabbits', que tienen habilidades y tiempo disponibles para realizar esas tareas. Por tanto, la aplicación es una simple intermediaria que conecta al cliente con un trabajador autónomo para que realice uno de los tantos servicios.
Hace un año y siete meses, la vida de Eric dio un giro de 180 grados en el momento en el que decidió dejar su trabajo como repartidor de comida rápida para diversas plataformas de reparto, donde conseguía ganar en torno a 1.000 o 1.500 euros mensuales, para iniciarse en TaskRabbit. "Con la llegada de la ley Rider, nos obligaron a dejar de ser autónomos y nos pusieron un sueldo fijo. Yo tenía claro que no iba a estar trabajando por 1.000 euros al mes, con el frío, el calor, en la calle… y busqué alternativas", cuenta Eric quien, a través de un anuncio en redes sociales, conoció TaskRabbit.
En la aplicación, Eric está especializado exclusivamente en el montaje de muebles. Esto tiene una ventaja ya que, en el caso de que los muebles sean de IKEA, obtiene un mayor beneficio económico: la app posee un contrato de colaboración con esta empresa para que los clientes puedan a su vez contratar el servicio de uno de los taskers que se encargaría de montarlo. Cuando Eric tiene una tarea, se traslada al domicilio del cliente, dentro de la zona que él previamente ha señalado. "Tú eliges tu propia tarifa por hora, con lo cual, tú mismo decides cuánto quieres ganar", explica.
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Para contratar a un tasker, el cliente puede ver las reseñas que este trabajador ha obtenido en sus anteriores trabajos, algo que favorece para que quieran contratar sus servicios. A Eric nunca le ha faltado trabajo, "a pesar de que no tenía experiencia profesional como montador de muebles", revela. Sin embargo, siempre se preocupó en aprender rápido y hacerlo bien desde el principio. "El cliente espera a un profesional, no que vaya un aprendiz, así que me preocupé por hacer el trabajo bien y ser productivo", dice.
Aún recuerda la primera tarea que realizó en la que tuvo que montar "una de las estanterías más difíciles de IKEA". "Tardé un montón de horas en hacerlo, pero lo hice. Ahí me di cuenta de que, si sabía hacer eso, podría hacer todo lo demás; y cuánto más rápido, más dinero ganaría", señala.
Desde entonces, este tasker suele realizar de media unas 100 tareas al mes, lo que se traduce en unos 5.000 euros mensuales. Sin embargo, el mes que más ha facturado fue en octubre del año pasado, donde llegó a ganar "unos 8.000 euros", cuenta, "eso sí, trabajaba casi 12 horas diarias", una decisión que tomó de forma voluntaria ya que su madre vendría a España de vacaciones y tenía que dedicarle tiempo a ella durante su visita, por lo que no podría trabajar: "De esta forma lo compensé", comenta.
Sin embargo, en un día normal, Eric puede llegar a hacer siete u ocho servicios, "se trata de calcular el tiempo que vas a tardar en realizar cada tarea para poder realizarlas todas". Lo bueno, según este joven, es que "depende de ti las horas que quieras trabajar, cómo manejes tu tiempo y el dinero que quieras llegar a ganar", apunta.
Desde que Eric llegó a España, nunca ha trabajado por cuenta ajena, algo que ha decidido motu proprio. "Soy una persona que le gusta mucho trabajar, y si trabajo por cuenta ajena me limitan a trabajar una cantidad de horas exactas por un sueldo fijo. Mientras que trabajando por cuenta propia tengo la posibilidad de hacer dinero trabajando las horas que yo quiera y descansar cuando me apetezca", expresa. Así, en su tiempo libre, se dedica a su gran pasión: "Salir a rodar en moto".
La parte más humana de su trabajo
Los clientes que deciden poner en manos de un tasker sus necesidades domésticas pertenecen a todo tipo de clases sociales. "He ido desde los pisos más humildes, hasta las mejores mansiones de Madrid, no hay un perfil específico", dice Eric, quien confiesa a este periódico que "si la gente confiara en sus propias habilidades para montar muebles", una tarea que solemos ver como complicada, él tendría mucho menos trabajo. En ese sentido, recuerda a una pareja de jóvenes que compraron un sofá al que solamente tenían que enroscarle las cuatro patas y ponerle los cojines. "Cuando ven que abro la caja y monto el sofá en cuestión de tres minutos, se pusieron a discutir: '¿Pero si era tan sencillo, por qué lo hemos contratado?', se lamentaban", relata el joven entre risas.
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Sin embargo, a lo largo de su experiencia, ha descubierto que los clientes de avanzada edad son los más agradecidos y los que más satisfacción personal le reportan. "Me gusta mucho los montajes con los abuelitos. A veces son personas que se han quedado viudas y se encuentran solas, y cuando vas a ayudarles resulta muy gratificante". Y es que Eric, que derrocha una gran simpatía durante la entrevista, es una de esas personas que conecta con los demás. "Me gusta escucharles y compartir un rato con ellos. Siempre tienen alguna historia que contar. Alguna vez incluso te piden que les des un abrazo", cuenta.
Esa es la parte más humana de su trabajo. "Uno se da cuenta de que más allá de hacer el montaje existe un propósito mayor por el que estás ahí. Era necesaria esa conversación y esa persona te agradece la compañía", expresa. Eric siempre recordará a una señora que, tras su visita para montarle un mueble, quiso invitarlo a él y a su familia a cenar a casa. "Fui a cenar a su casa. Hicimos videollamada con mi familia que se encuentra en Venezuela y le dijo a mi mamá que ella me iba a cuidar mientras ella no pudiera venir a España", relata.
Creer en nuestras capacidades
Eric se alejó de sus raíces en busca de nuevas oportunidades. A pesar de que en Venezuela tenía trabajo como informático, decidió marcharse de su país natal "debido a la terrible situación política", dice. De ahí radicó en Buenos Aires, Argentina, donde trabajó como lavaplatos y ayudante de almacén hasta que obtuvo un buen puesto como encargado en una importante empresa. Sin embargo, el amor lo llevó a trasladarse junto a su novia -una chica de doble nacionalidad venezolana y española- hasta Barcelona.
En la Ciudad Condal pasó una temporada hasta que la relación con su pareja se rompió. Así que, tras un breve paso por Burgos, quiso probar suerte en la capital. "En Madrid es donde mejor me ha ido", apunta Eric que, si algo ha aprendido de todo este camino de emigrante, es a no rendirse y superar las adversidades. "La clave es tirar para adelante y ser positivo. Yo siempre pienso que las cosas terminarán saliendo bien. No le temo a la adversidad, hay que creer en nuestras capacidades porque esas mismas son las que conseguirán que sorteemos los obstáculos de la vida". Ahí radica la clave de su éxito.