En la casa que Nacho y Ana habían reformado para fundar una familia, reina un silencio que te quiebra por dentro y que solo se rompe cuando alguno de los dos explota de rabia por la pérdida de la que iba a ser su primera hija: Paula. Del salón han retirado los retratos con sus ecografías y en la habitación de la bebé han puesto un candado para no tener la tentación de entrar a ver su cuna, sus peluches, su ropita colgada sin estrenar o las paredes decoradas con un castillo de princesas. Les atormenta pensar en tantas cosas que iban a ser y que ya no serán por culpa de una supuesta negligencia médica que les ha privado de estrenarse como padres.
Esta pareja atiende a EL ESPAÑOL para anunciar que emprenderán acciones legales por la terrible pérdida que sufrieron el viernes 3 de marzo, cuando acudieron al Hospital Virgen del Castillo de Yecla para inducirle el parto a Ana porque su ginecólogo le diagnosticó preeclampsia.
"Tenía la tensión alta y me dijeron que era necesario provocarme el parto", tal y como explica la propia Ana, tapada con una manta y tumbada en el sofá del salón, donde se recupera de las secuelas físicas que se traducen en 24 grapas, aunque las lesiones emocionales son mucho mayores y las que más dolor le causan. "Era una hija buscada", subraya esta empleada de almacén, de 27 años, con los ojos inyectados en lágrimas.
"Le pusimos Paula porque nos gustaba a los dos: queríamos un nombre de mujer distinto a los que había en nuestras familias", aclara Ana. Su pareja, Nacho, un currante del sector agrario, de 25 años, contiene su impotencia al escuchar hablar de su difunta hija, mientras muestra al periodista un tatuaje que se ha hecho en el pecho a modo de homenaje. "Me he puesto la cara de un ángel, junto al nombre de Paula y la leyenda: 'Vuela alto'".
No hay palabras para describir el inmenso dolor que siente esta pareja de veinteañeros, por la pérdida de Paula, justo a las puertas de venir al mundo, en un parto que se ha convertido en tragedia para los vecinos de Jumilla: una localidad murciana de 26.596 habitantes, marcada por su actividad agrícola.
"El embarazo fue superbueno, no tuve problemas, hasta lo de la tensión alta por preeclampsia que me detectaron el último mes", insiste Ana, para hacer hincapié en que sus antecedentes clínicos, por obesidad mórbida, no perturbaron su estado de buena esperanza. De hecho, muestra a este diario un informe médico que corrobora su relato: "Gestación controlada en consultas externas de prenatal, de curso normal, hasta la semana 33+2, en la que se aprecia comienzo de elevación de tensiones arteriales".
El ginecólogo concluyó que había que adelantarle el parto, porque desde el 31 de enero se había convertido en una "gestación de alto riesgo", debido a la preeclampsia. "El jueves 2 de marzo, un mes después de aquella consulta, nos comunicaron que al día siguiente debíamos ir al hospital de Yecla a provocar el alumbramiento", subrayan Ana y Nacho.
Había que intervenir rápido, a tenor del diagnóstico, pero el relato de la pareja pone de manifiesto que el personal médico supuestamente perdió el tiempo el viernes 3 de marzo en el Hospital Virgen del Castillo.
- ¿Qué ocurrió cuando usted ingresó de urgencia?
- Ana: Entré con mi papel, me cogió la ginecóloga y me preguntó: '¿Sabes a lo que has venido?' Y yo le contesté: 'A que me adelanten el parto'. Me tumbé, me hizo una ecografía y me dijo que la cría se encontraba perfecta y estaba en posición. Luego me puso una cosa para dilatar, una especie de parche, me quejé porque me hizo daño y me contestó: 'Si te duele esto, para parir por tus partes vas a flipar’. Esas eran sus contestaciones.
Entonces, yo le recordé que tenía la tensión alta, pero la ginecóloga dijo que eso daba igual: 'Tú vas a parir por lo tuyo: sí o sí. Tú, como estás gorda, y tienes caderas anchas, tienes que parir por tus partes: sí o sí'. No tenía tacto.
Desde primera hora de la mañana hasta la una y media de la tarde de aquel viernes, esta veinteañera no volvió a recibir la visita de la ginecóloga en la sala donde la dejaron monitorizada. "Estuve todo el rato sola, escuchando los latidos del corazón de mi hija, y de vez en cuando, entraban las enfermeras para comprobar las constantes vitales". Entretanto, a Nacho le consumían los nervios por una espera que se inició con una felicidad desbordante y que tuvo un final luctuoso.
- ¿Notó algo extraño durante esa espera?
- Ana: Vomité dos veces. No sé por qué motivo. Me encontraba supermal y se lo advertí a las enfermeras, pero me dijeron que no tomase agua ni zumo.
A pesar de esa recomendación, cuando la ginecóloga volvió a ver cómo iba Ana, se limitó a derivarla a planta donde le sirvieron la comida. "No comí porque vomitaba", insiste la joven, al tiempo que recalca que empezó a ponerse nerviosa porque no sentía contracciones ni dilataba.
"En la habitación permanecí hasta las cuatro y media de la tarde y seguía igual que por la mañana: con dos centímetros y medio de dilatación". Nacho no se despegaba de ella y también afirma que veía cosas raras en la atención al parto de su pareja: "No la vio una matrona en ningún momento".
- ¿Cuándo comenzaron las complicaciones?
- Ana: A las cuatro y media, cuando me bajaron otra vez a la sala de monitores. Allí me pusieron un tubo con oxitocina, comprobaron que la cría estaba bien, escuché su corazón y me dijeron: 'Te vamos a meter en la sala de parto, llama si quieres a tu novio'. Entonces, me pusieron una máquina en el paritorio que ellos mismos me dijeron que no funcionaba bien: lleva como unas cuerdas, con un aparato redondo, y me explicaron que lo tenía que sujetar yo. Lo tenía que apretar para que se siguieran escuchando los latidos.
Y allí nos dejaron solos, a Nacho y a mí. Yo me tenía que quedar sentada en la camilla porque si me tumbaba, esa máquina dejaba de escucharse.
El equipo médico dejó sola a la pareja de veinteañeros, con un monitor que supuestamente no iba bien y que encima debía controlar las constantes vitales de la bebé. Las horas seguían pasando y no llegaban ni el parto provocado ni la cesárea, a pesar de que Ana seguía sin tener contracciones ni dilatar un centímetro, tras haber ingresado de urgencia para que le provocasen el alumbramiento.
La guinda a este despropósito llegó cuando el aparato que controlaba las constantes vitales dejó de sonar varias veces, pero el personal sanitario presuntamente lo achacaba a un error del propio aparato, en vez de comprobar si el corazón de la pobre Paula estaba fallando.
"Le dije varias veces que me hiciera la cesárea porque no avanzaba, no tenía contracciones, no dilataba, y lo único que me salía decirle a la ginecóloga era que me sacase a la niña: no me importaba tener una cicatriz", recuerda con impotencia esta joven, cuyo mayor anhelo es ser madre. "El ginecólogo que me vio por la mañana con la ginecóloga, mientras ella me hacía la primera ecografía, me dijo que yo iba por cesárea porque tenía preeclampsia".
Pasadas las seis de la tarde del viernes, se paró definitivamente el corazón de la hija que tanto esperaban Nacho y Ana, para poner el colofón a una historia de amor que se inició hace seis años y que tuvo su prólogo cuando se convirtieron en buenos amigos, siendo solo unos críos. "Yo estaba sentada en la camilla, cuando de golpe y porrazo dejó de latir el corazón de Paula". Ana deja de hablar. Trata de contener las lágrimas y respira porque quiere seguir contando todo lo que sufrió.
- ¿Cómo reaccionó el personal médico en el paritorio?
- Ana: No había nadie en el paritorio y Nacho tuvo que salir corriendo a buscar a los médicos. Se los encontró a todos en la sala que tienen en el hospital para tomar café. Allí estaban metidos.
Vinieron corriendo, me tumbaron en la camilla y la ginecóloga empezó a darme golpes en la barriga para buscar los latidos de la bebé. Como no los escuchaba, me llevaron en camilla al quirófano para hacerme la cesárea. Por el camino, me pegaron porrazos con las paredes y las puertas. Lo último que escuché antes de anestesiarme es que estaban buscando al pediatra. Ahí fue cuando ya me imaginé lo peor.
Por desgracia, no se equivocó en su presentimiento: la cesárea llegó tarde. Cuando le practicaron la incisión quirúrgica en el abdomen y el útero para extraer a la bebé: Paula ya estaba muerta. "Desperté en una sala y como no había nadie conmigo, comencé a chillar: '¡Mi hija!'
- ¿Qué pasó en ese momento?
- Ana: Vino el pediatra y me dijo que había hecho lo posible por salvar a mi hija, pero yo le contesté que me la había matado la otra. Cuando entró Nacho no olvidaré nunca lo que me dijo: 'Pensé que tú también habías muerto'.
Desde la Consejería de Salud no han aclarado a EL ESPAÑOL si la Inspección de Sanidad se ha personado en el Hospital Virgen del Castillo de Yecla, para abrir algún expediente informativo sobre lo sucedido. "El Servicio Murciano de Salud no ha recibido ningún requerimiento formal sobre este caso, aunque ha quedado a disposición de los padres y ha ofrecido su máxima colaboración", según se ha limitado a subrayar un portavoz del departamento del consejero Juan José Pedreño.
Pronto recibirá noticias de los juzgados la Consejería, ya que la pareja ha contratado los servicios del conocido penalista David Fernández. Así lo confirma el propio abogado a este diario: "Esta semana presentaré la demanda por negligencia médica".
- ¿Podría adelantar alguno de los argumentos que expondrá en la demanda?
- David Fernández: La situación médica de Ana aconsejaba practicar una cesárea y no esperar tantas horas, por el tema de la hipertensión, por su obesidad, porque no dilataba y encima un ginecólogo recomendó la cesárea porque tenía el canal uterino largo y estrecho.
Además, dejaron a Ana monitorizada con unos equipos que estaban mal, diciéndole que estuviese tranquila y que se los apretase contra la tripa para escuchar el latido de la bebé. Eso no se puede permitir. No se molestaron en comprobar si era un error cuando dejaba de sonar el aparato o si era la consecuencia de las paradas del corazón de la niña que venía en camino.
Este martes 7 de marzo se celebró el sepelio de Paula en Jumilla, después de que Nacho reclamase sus restos mortales al Hospital Virgen del Castillo: "No nos querían dar a nuestra hija, la ginecóloga no firmó el parte de defunción y ningún médico quería firmarlo porque todos se lavaban las manos por lo que había pasado".
Este empleado agrícola, experto en podas y en injertos en árboles, precisa que ese mismo martes, tras recibir el alta su pareja, volvieron a sufrir otra espera innecesaria, al igual que el día que les habían programado el parto: "Nos tuvieron hora y media aguantando en el hospital, hasta que el jefe de Ginecología firmó para llevarnos el cuerpo de nuestra niña".
Esta situación solo contribuyó a que Nacho y Ana se reafirmasen en una decisión que ya tenían tomada. "Desde el primer momento decidimos emprender acciones legales porque después de tantas horas sin dilatar, no hicieron una cesárea, pusieron unos monitores que no funcionaban bien, todavía no sabemos al cien por cien las causas de la muerte de nuestra hija y la ginecóloga todavía no ha dado una explicación: estas cosas no tendrían que pasar en la sanidad pública, para eso pagamos impuestos".